María IV: Horas extra

El trabajo se me había acumulado y tenía más remedio que quedarme para acabarlo.

Alberto por la mañana me exigiría el informe de ventas y no quería darle motivos para castigarme.

En la oficina solo quedamos cinco o seis personas.

Los de control de producción que siempre acababan mas tarde, Loli de contabilidad y yo.

Eran las ocho cuando por fin acabe el dichoso informe, solo me quedaba hacer unas fotocopias y ya podría irme a casa.

Estaba reponiendo el papel en la fotocopiadora cuando unas manos agarraron mis pechos estrujándolos fuertemente.

-Pero ¿qué haces?-grité levantándome y girándome para ver quien era. El grito se ahogo en mi garganta. Rodeándome estaban mis cuatro compañeros de control de producción. Habían cerrado la puerta de la habitación, no tenía posibilidad de salir de allí.

-Cállate y desnúdate, queremos que nos hagas a nosotros lo mismo que le haces a Alberto y a Juan. No tenía más remedio que obedecer, así que me quite la blusa y deje caer mi falda al suelo.

-Os lo dije chicos, la muy puta no lleva ropa interior, no quiere perder el tiempo. ¡Vamos zorra, de rodillas! Empieza a chupar. Al instante cuatro pollas se pusieron a la altura de mi cara y yo chupaba de una y de otra alternativamente. Me agarraban del pelo y dirigían mi boca a su conveniencia. Empujaban mi cabeza para penetrarme hasta el fondo de la garganta. Yo procuraba facilitar las cosas, tenía la esperanza de que en cuanto se hubieran corrido me dejarían en paz ¡Qué equivocada estaba! Sentía sus manos manoseando mis pechos, retorciendo mis pezones. Varios dedos se hundían en mi vagina y otros empezaban a penetrarme el culo. A mi pesar me excite y empecé a mover mis caderas buscando más placer.

-Habéis visto como disfruta la muy guarra, esta deseando que le metamos una polla. Y no seré yo el que se la niegue. Al momento sentí como mi culo se desgarraba. El muy bestia me había penetrado de golpe. Mi grito quedó ahogado por la descarga de semen del que me estaba follando boca en aquel momento. Me lo tragué como pude tratando de no ahogarme, me agarraba con fuerza la cabeza para que no dejara caer ni una gota.

-¡Que culo tienes puta!- No paraba de decirme, mientras me embestía una y otra vez golpeando con fuerza mis nalgas. El dolor había pasado y el placer me embargaba. Chupaba con frenesí otra de las pollas sin dejar de moverme, mi cuerpo deseaba más y había dejado de obedecerme. Uno de ellos se tumbó delante de mí y empezó a chupar mi coño lentamente, tuve un fuerte orgasmo que precipitó la corrida del que me estaba sodomizando. Otro de ellos se corrió sobre mi cara y mis pechos. No tuve tiempo de reaccionar me izaron y me vi sentada sobre uno de ellos. Me mordió los pezones mientras metía su polla dentro de mí.

-Vamos, muévete- Dijo mientras me agarraba por las caderas. Yo subía y bajaba sintiendo su aparato dentro de mí, mi culo fue penetrado de nuevo. Podía sentir como se rozaban las dos pollas a través de la fina membrana. Sus gemidos se unían a los míos y pronto tuve otra polla en mi boca. No sé cuantas veces me follaron entre los cuatro, iban rotando y llenando todos los agujeros de mi cuerpo y apenas se corría uno cuando otro ocupaba su lugar. Mi coño palpitaba, mis orgasmos se encadenaban y eso los enardecía aun más. Era muy tarde cuando por fin quedaron satisfechos, me dejaron desnuda, tirada en el suelo con todo el cuerpo cubierto de semen, todos se habían corrido sobre mí en algún momento como queriendo marcarme.

-Vamos vístete puta, te esperamos en la entrada. Saldremos todos juntos, todavía no hemos acabado contigo. Eso me asusto, ¿qué más pretendían hacer aquellos degenerados? Me arregle como pude, no me dejaron ducharme y mi ropa apenas si cubría las manchas resecas de semen.

-Te vienes en mi coche, vamos a darte un pequeño paseo- Dijo el que parecía llevar el control. Fuimos los cinco en su coche. Pronto los que estaban a mis lados empezaron a desnudarme y sobarme las tetas. El que conducía me lanzaba miradas por el retrovisor y el que estaba en el asiento contiguo controlaba la situación.

-Abridle bien las piernas, eso es. Esta deseando que la follen otra vez, mirad lo mojada que vuelve a estar. Eso era cierto y sus palabras aun me encendían mas sin poder remediarlo.

-Métele un par de dedos a la puta esta. ¿No veis como gime? Ahora tu, métele dos más. Cuatro dedos entraban y salían de mi coño chorreante mientras sus bocas lamían y mordían mis pezones, uno a cada lado.

-No quiero que te corras, ¿me oyes? Si lo haces te castigaremos. Hice lo posible por contenerme pero el placer aumentaba por momentos y más cuando uno de ellos sustituyo mi pezón por mi clítoris. Sus caricias eran precisas. Cuanto más me esforzaba yo por no dejarme llevar más y mejor lamía él sin que los dedos parasen en ningún momento de entrar y salir de mí. El temblor empezó suavemente pero las caricias hicieron que fuese incontrolable. Mi vagina se contraía alrededor de los dedos, mis piernas no paraban de sacudirse y los gemidos se escapaban de mi boca.

-Me has desobedecido puta, y no voy a tener más remedio que castigarte. Eres una zorra, en cuanto ves una polla pierdes el control. Ya veras lo que te espera por ser tan rebelde. Tápale los ojos, ya casi hemos llegado. Sentí como el coche maniobraba para aparcar e instantes después me hacían bajar completamente desnuda, me llevaban casi en volandas evitando que tropezase.

-Aquí la tiene, tal y como pidió. Tenía usted razón no puede negar que es un putón, ha disfrutado como nunca y al venir se ha vuelto a correr desobedeciendo mis ordenes. Habrá que castigarla. Cada vez estaba más asustada, ¿dónde estábamos? ¿Quién era la persona con la que estaban hablando? Tiritaba no sé si de frío o de miedo pero eso no parecía importarles demasiado, sin dejar de sujetarme me llevaron por lo que parecían ser pasillos. Hacía frió en aquel lugar. Oí como se abría una puerta y entrábamos a través de ella. La temperatura era más cálida y se escuchaba el crepitar de la madera quemándose. Debe de ser un salón con chimenea, pensé. Me inclinaron sobre una superficie dura, mis pechos contra ella y mi culo bien expuesto.

-Abre más las piernas. Ataron mis manos y mis piernas de manera que no podía moverme. ¿Qué pensaban hacerme? Esto escapaba a mi control y sin embargo de nuevo la situación me excitaba. El primer golpe me sorprendió pero al momento una lluvia de fustazos caía sobre mi culo cada vez más dolorido. Mis gritos les enardecían y pegaban con mas fuerza. Las lagrimas se me escapaban mojando la tela que cubría mis ojos. Perdí la cuenta de los azotes, el dolor era insoportable, mis ojos se nublaban. -Ya es suficiente-dijo una voz que me pareció reconocer.

-Quitadle la venda de los ojos. Delante de mí, sentados cómodamente en un sofá estaban Juan y Alberto. ¿Cómo no se me había pasado por la cabeza? ¿Quién si no ellos serían capaces de algo así?

-¿Crees que con este castigo será suficiente, María? No sé que vamos a hacer contigo, no quieres someterte a lo que se te dice y mira lo que pasa luego.

-Perdonadme, yo no quería… Haré lo que me pidáis- Las lagrimas corrían por mi cara. Tenían razón, no había cumplido las órdenes. ¡Jamás lograría ser una buena esclava! Merecía los azotes.

-María, María ¿aún no lo has entendido? No solo has de obedecernos a nosotros, todos los hombres de la empresa tienen autoridad sobre ti. ¿Y que haces tu? Incumplir la primera orden que se te da. Espero que esto te haya servido de lección. Da las gracias a tus compañeros por el castigo que te acaban de dar y ofrécete a ellos, es lo mínimo que puedes hacer. Mis cuatro compañeros delante de mí, mirándome irónicamente esperaban mis palabras.

-Gracias a todos por los azotes que me habéis dado. Prometo que no volveré a desobecederos y que estaré a vuestra entera disposición.

-Bueno chicos, ya podéis iros.

Hasta mañana.

Alberto los acompaño hasta la puerta. Juan se acercó a mi, se bajo los pantalones y cogiéndome del pelo metió su enorme polla en mi boca, follándomela sin parar.

-¿Has disfrutado esta noche, eh perra? ¿Sabes que te hemos estado viendo cuando te follaban esos cuatro en el cuarto de la fotocopiadora? No parecías muy disgustada.

Vamos cómetela toda, puta. Solo sirves para esto así que hazlo bien.

Ya veras cuando pongamos el video en la próxima cena de empresa.

Todos sabrán a que te dedicas, si no lo han descubierto aún. Juan se corrió en mi boca al mismo tiempo que Alberto empezaba a penetrar mi culo totalmente enrojecido por los azotes.

No quería pensar en sus palabras, pero el saber que me habían grabado en video me preocupaba.

Estaba totalmente en su poder.

Alberto debía de estar muy excitado y no tardo en correrse apretando mis nalgas fuertemente con sus manos haciéndome gritar de dolor.

Sentí como salía de mí y algo metálico sustituía su polla al mismo tiempo que otro objeto duro se introducía por mi coño.

¡Eran vibradores! Me colocaron unas bragas para que no se me salieran, colocaron una cámara de vídeo delante de mí y me dejaron allí.

Los orgasmos se encadenaban unos con otros y apenas si tenía fuerzas para gemir.

No sé cuanto tiempo paso, me desmaye agotada y cuando desperté estaba en mi casa, metida en la cama.

Al lado del despertador una nota: «Tómate el día libre, te lo has ganado»