La apuesta
Todo comenzó como una inocente apuesta entre conocidos.
Pilar no creía que estuviese mas de un mes sin caer ante los «encantos» de la que durante un año había sido mi novia, cosa nada anormal de pensar teniendo en cuentas las veces que habíamos roto con anterioridad.
La apuesta consistía en que si ganaba ella, yo le invitaba a cenar en el más lujoso restaurante de la ciudad y si era yo el ganador, cocinaría para mí una cena (premio increíble viniendo de una radical feminista como era Pilar).
Pasado un mes y encontrándome igual de solitario que cuando realizamos la apuesta, una tarde al salir del trabajo deje caer que me debía una cena.
Era de estas cosas que no esperas recibir puesto que fue, como digo, una apuesta entre conocidos sin más.
Pilar había sido una de las mejores amigas de mí ex novia, pero ahora no se dirigían la palabra, yo siempre le había hablado, pero realmente no me caía excesivamente bien, seguramente influenciado por la mala opinión que tenía de ella mi ex.
Pero lo importante es que ella se puso muy seria, mirándome a la cara y dijo ser buena perdedora y que cocinaría para mí esa misma noche.
Así que quedamos en su casa a eso de las nueve.
Yo me presenté con una botella de vino, para cumplir.
Ella me recibió vestida con una falda vaquera azul, muy ajustada, que marcaba su cintura y el contorno de sus piernas, llevaba medias rojas, casi invisibles entre el largo de la falda y las botas de piel marrón.
Completaba la vestimenta un top de punto sin mangas de un rojo intenso, que hacia casi imposible apartar la mirada de sus dos enormes pechos, bien embutidos.
Pilar tiene el pelo largo, liso y moreno, con un peinado siempre impecable de raya al lado.
Sus ojos son grandes y marrones, sus labios carnosos y esa noche muy rojos y resalta en su cara una peca junto a su nariz, redondita y achatada.
Es una chica bajita, buen tipo, buen culo y como ya he dicho dos buenas tetas.
Mientras terminaba de cocinar la cena, abrimos el vino que traje, bebimos muy relajados, hablando principalmente de trabajo, así se terminó la primera.
La segunda la abrimos justo cuando sirvió el primer plato, una sopa de mariscos.
Recuerdo que empecé a embobarme con su lengua degustando las almejas, la veía salir de su boca, brillante, mojadita de saliva e introducir la puntita en la concha para sorber la pulpa, ella se percató porque comenzó a hacerlo mas pausadamente en las siguientes.
Hasta ese momento no me había fijado realmente bien en Pilar, la trataba sin ningún tipo de delicadeza especial (ya dije que no me caía muy bien).
En el segundo plato y la tercera de vino, comenzó a hablarme de mi «hazaña».
Consideraba un milagro que hubiese soportado un mes sin mi novia.
Fue su pequeña vendetta por haber perdido la cena y también la clave de lo que pasó después porque comenté en broma que había aguantado un mes exacto para ganar la cena y que ahora empezaría de nuevo a salir de caza por las noches.
Que la primera de esas noches era esta.
El jocoso comentario lo tomó Pilar como una directísima insinuación (luego lo supe).
Lo cierto es que acabamos de cenar y decidimos terminar la noche con una copita.
Pilar es de esas chicas a las que el alcohol desinhibe, después de acalorarlas en exceso, tanto que se tornan rojas sus mejillas y pasan repetidas veces las manos por la frente limpiando las minúsculas gotitas de sudor.
En uno de esos movimientos se descolocó el pelo, tapándole la cara y eso le produjo una risa incontenible (tan habituales en las borracheras).
Y acabo las carcajadas inclinándose hacia mí que esta sentado junto a ella en el sofá del salón, mientras me pasaba un brazo por el cuello.
De repente dejó de reír con la frente apoyada en mi pecho, y levanto la cabeza, apenas si pude distinguir su mirada lasciva entre el pelo desordenado.
Yo no sabia lo que estaba a punto de suceder.
Me contó después que en esa postura vio el bulto de mi paquete y que sintió una excitación tremenda, también que desde que me conoció le producía mucho morbo poder tener algo conmigo, por el simple hecho de ser el novio de su «ex mejor amiga».
Pero en ese momento en el sofá no sabia que pasaba, la miré, nadie hablaba y ella acercó lentamente su cara hacia la mía, sentí un escalofrío y como mi pene comenzaba a despertar, estaba muy excitado y algo bebido.
Me besó, fue un beso largo y húmedo, con muchos sabores mezclados, vino, carmín y más pelo del deseable, acabamos mordiéndonos salvajemente los labios, yo apretaba entre mis dientes su grueso y jugoso labio inferior y ella me pasaba su lengua por los míos y la introducía en mi boca.
Sabia jugar muy bien con la lengua.
Para cuando terminó el beso yo ya estaba empalmadísimo y muy caliente.
Al separarse de mí hubo un silencio que rompió diciéndome: – ¿a qué esperas?.
Fue como el pistoletazo de salida, la agarré fuertemente del pelo e incliné con brusquedad su cabeza, ahora mostraba libre de velos sus labios brillantes de tanta saliva y su cuello, la besé muchas veces, mientras seguía apretando su pelo en mi mano.
Mi lengua exploró toda su boca, jugó con la suya, estaba cachondísimo y ella se dejaba hacer sin quejarse. Confiado seguí dominando la situación sin delicadeza.
Empecé a acariciar con fuerza sus muslos y al intentar meter mi mano bajo su ajustada falda crujió la costura.
Estaba tan alterado que ya todo me daba igual, si tenia que frenarme que lo hiciese. Así que me acerque a su falda cogí de los extremos de la costura que se había soltado y rasgué la prenda entera.
Ella se excitó mucho con aquello, así que seguí, de un solo tirón la liberé de los harapos que antes fueron falda y vi sus bragas negras bajo los pantis rojos, eso me volvió medio loco.
Me incorporé y le saqué el top sin suavidad, despeinándola y descubrí sus dos grandes senos guardados en un sujetador también negro.
Pronto le quité el sostén y comencé a comerme esas dos tetas.
Las mordía, las apretaba, tenia dos pezones enormes, que se ponían duros como garbanzos.
Los chupé muchas veces, lamí cada centímetro de sus tetas, las amasé, ella solo gemía con la cabeza echada hacia atrás.
Cuando sentí que mi polla iba a explotar dentro de mi pantalón, me baje pantalones y slips, y mi miembro cayó como un árbol talado.
Quedó erecto frente a sus braguitas, aun escondidas tras los pantis.
Ella solo miraba, no tomaba ninguna iniciativa, estaba completamente a mi merced.
Entendí que haría cualquier cosa, solo esperaba ser guiada.
La agarré fuertemente de los hombros y empujé hacia el suelo, se dejó caer de rodillas frente a mi polla erecta y vi como sus dos tetas botaban.
Preso de la excitación le dije:
Pilar, bésame la polla.
Ella comenzó a dar besitos en mi glande primero y por todo mi pene después, le ordené lamer y comenzó a pasar su lengua por mis huevos como una perra caliente.
Daba lametazos largos, desde la base hasta el capullo, allí lamía y lamía, haciendo circulitos y llenando de saliva mi polla que estaba ya bien mojada.
Entonces gané mas poder y más excitación, y le dije:
Ahora te la vas a tragar toda, ¡zorra!.
Estaba siendo un déspota, pero a ella no le importaba, parecía excitarse mas si la insultaba, y yo lo noté.
Cogí su cabellera con mis dos manos y puse mi polla en sus labios, aguante la posición unos segundos y luego empujé, un golpe seco que metió toda mi polla en su boca, sentí como le venia una arcada, casi toqué su garganta con mi rabo.
Quiso agarrar mi polla para separarla un poco, pero mientras tiraba de su cabeza hacia atrás, le dije:
¡No la toques, puta!. Voy a follarme tu boca hasta que te bebas mi leche.
Oí como gemía y comencé a acercarla y a retirarla muy rápidamente, con lo que la metía toda en su boca y luego la sacaba, pero nunca del todo, siempre quedaba mi capullo dentro de su boquita.
Notaba sus labios apretando con fuerza, estaba disfrutando.
Era bestial, se la tragaba entera en cada embestida.
Porque ahora acompañaba cada movimiento de mis brazos acercando su cabeza con otro de mi culo metiéndosela hasta el fondo.
Era algo primitivo, salvaje.
Fueron unos instantes eternos.
Ella perdía saliva por su boca, que caía directamente en sus tetas que iban y venían golpeándole el cuerpo en cada movimiento.
De pronto me vino el cosquilleo, estaba llegando mi leche.
Me corrí como no lo he hecho nunca, fueron muchos borbotones de semen, el primero debió de tragárselo casi por completo, pues estaba muy dentro de su boca cuando exploté, después su boca se llenó con el siguiente y comenzó a salir por entre sus labios, le bajaba por la cara hasta la barbilla, las ultimas fueron a parar directamente a su cara, le llene todo el pelo de lefa, hasta en la nariz chata tenia mi leche, ella sonreía con los ojos cerrados y la boca bien abierta, como si quisiese tragárselo todo.
Acto seguido le ordené limpiar mi pene con algún otro insulto, ella obedeció sin rechistar, lamió todo el falo y lo tragó.
Yo aun estaba muy excitado y aunque noté el derrumbe de mi mástil, le mande seguir mamando.
Ahora le permití agarrarlo, lo movía suavemente mientras no sacaba ni un segundo el capullo morado de su boca. Le dije un montón de cosas, nada bonitas;
Levántala otra vez guarra – y cosas así.
Ella seguía comiéndose mi rabo, cuando empecé a notar que volvía a empalmarse, pero esta erección vino acompañada de unas tremendas ganas de orinar. No lo dudé.
Apártate un poco y abre la boca putón, le dije. Ella obedeció.
Agarré mi polla como si fuese un pistolero y apoyé mi otra mano en la cintura.
Dejé de aguantarme y comenzó a surgir un chorro de orín que impactaba directamente en la cara de Pilar, la estaba poniendo perdida de meado.
Era muy excitante. Hacia puntería en su boca abierta y ella lamía y tragaba.
Era el poder absoluto.
En el éxtasis de mi dominación la rodeé meando todo su pelo, era genial hacer aquello, tenerla tan sumisa. Humillarla.
Terminé de mojarla y aun quería seguir sodomizándola.
Ella estaba allí de rodillas, totalmente empapada de mi meada, el pelo mojado pegado a su cara, gotas de orín por su espalda, sus dos enormes tetas desafiantes llenas de saliva, leche y meado.
Empuje su cabeza contra el sofá, mientras la levantaba tirando de sus bragas y de los pantis.
La deje con la cabeza y brazos sobre el sofá, las tetas colgando en el aire y frente a mi, su culo.
Le bajé los pantis hasta los tobillos, ella no decía ni hacia nada.
Agarré una de las velas de la mesa de la cena, la introduje bajo aquellas bragas negras, bajándola por la raja de su precioso culo.
Separé sus nalgas, en una mano sus bragas y como pude con la otra oriente la vela hasta su culo.
No sé si alguna vez antes le habrían penetrado su trasero, a mí me pareció que si, ya que no le dolió mucho cuando metí la vela en él.
Grito de placer, no de dolor.
Se agarraba fuertemente al sofá y también lo mordía.
Hay recuperé totalmente la erección.
Metí y saque con rabia la vela varias veces en su culo.
Ya no aguanté mas y baje sus bragas y la penetré sin contemplaciones.
Noté una presión y un placer mayores a los que nunca había sentido. Y le follé su culo como un bestia.
Apretaba bien fuerte sus nalgas y la empujaba contra el sofá.
Ella gritaba como una loca.
Yo estaba extasiado.
Saqué mi polla de su culo con mis rodillas le abrí aun más las piernas y se la clavé en su coño.
Estaba ardiendo, era un sexo peludo y muy húmedo.
Solo unas cuantas embestidas y acabe llenándola de leche.
Me corrí en sus entrañas, fue genial terminar así.
Después seguí tratándola mal, porque realmente me daba asco su estado, llena de mi lefa y sobre todo de meada.
Nos duchamos, me la chupó otra vez y ahora Pilar es mi puta sumisa.
En el trabajo, en cualquier sitio, solo tengo que decírselo y obedece.
Es lo mejor que me ha pasado jamás.