No podía evitarlo. Por mucho que quise ser una buena esposa y no engañar a José, simplemente no podía evitar sentirme excitada por los pensamientos prohibidos que invadían mi mente.
Confieso que por una infidelidad que cometí con el jefe de mi marido, Carlos (así le llamaré), un importante oficial de policía, me vi envuelta en algo que no pensaba. Necesitaba dinero extra, así que me rendí a la los encantos de Carlos en la cama.