Me pidió que llegara preguntando por el como si yo fuera un viejo camarada de su juventud. Ta bueno, le dije, a que horas. Después de la comida. Comí de volada y me dirigí a las oficinas que, por cierto, eran muy lujosas.
Como andaba rayado, y como lo caliente no mira ni distingue orientaciones, le pagué la cuota y le pedí que reprodujera una película de orgías privadas. Me pidió que me metiera a la sala uno mientras reproducía la video y cerraba la tienda.