Un domingo yirando por la ciudad
Después de un buen rato, en el que se iban turnando para penetrarme una vez cada uno, no aguante más y explote. Acabe como nunca antes lo había echo, en ese momento, los dos se pusieron frente a mi y pajeándose, acabaron en mi boca. Que delicia, el sabor de la leche de Javier y de Marcelo, me excitaba aún más y seguía corriéndome de una manera asombrosa.