Masajes maternos I
Estaba ahí tirado en la cama igual que todos los días a esa hora. La hora del noticiero era como la reunión familiar, una reunión familiar bastante reducida en realidad ya que solo estábamos mi madre y yo.
Mis hermanos estudiaban fuera de la provincia ya que cerca de la zona no hay universidades.
Y mi papá, bueno mi papa hacia tiempo ya que no lo consideraba dentro del cuadro familiar ya que se había ido de la casa hace unos 2 años.
Retomando lo anterior, ahí estaba yo, echado en la cama matrimonial al lado de mi mama cubriéndonos por una delgada manta ya que el calor de esta zona del país no cesa ni por un instante.
Como todas las noches en que nos reuníamos yo dejaba que mi madre me masajeara como es costumbre, el típico masaje de madre y que en este caso era como una recompensa por ver el noticiero que mi mama sabe que me desagrada al máximo.
Yo a su izquierda, sin dejar de ver la tele, tendía mi brazo extendido hacia ella, y mi mama sabiendo que era lo que quería comenzaba a rascar mi brazo.
Luego ella, sin ninguna otra intención mas que la de hacerme un cariño maternal, comenzaba a sobar mi brazo desnudo de arriba a abajo.
Se me olvidaba decirles el nombre de mi madre.
Ella se llama Pía.
En mi casa mi papá siempre le dijo Pía así que todos los hijos en la casa crecimos llamándola igual: Pía o Piita (como un diminutivo).
Ella era una mujer muy bonita, digo bonita porque en ese momento de mi vida no se me había ocurrido pensar en ella de una forma mas osada.
No era muy alta, de hecho, su metro 63 de estatura se reducía aun más en comparación con mi metro 90.
Su cuerpo era realmente precioso y aunque no era una modelo se podía ver en ella claramente que en sus años mozos había sido una belleza.
Sus tetas un poco caídas con la edad se veían aun más grandes de lo que eran ya que contrastaban con su cintura pequeña.
Ella había adelgazado mucho después de que mi padre nos abandono. Su culo era bonito pero no tan parado como hace una década antes.
Para coronar este cuerpo precioso estaba su rostro.
Unos ojos verdes destacaban de su piel de color claro y sus labios eran carnosos sin parecer falsos de cirugía.
Y como olvidar su cabello que caía liso hasta mas abajo de sus hombros.
En resumen, ella era una mujer despampanante para sus 43 años de edad (sé lo que se deben estar preguntando: al ojo creo que sus medidas son 104-65-96).
Volviendo a ese día, ella suele sentarse como india dentro de la cama, es decir recostada pero con las piernas recogidas en esa posición. Así que yo extendía mi brazo quedando mi mano sobre su muslo.
Eso sí que con la palma hacia arriba por supuesto.
Pía comenzaba a sobar mi brazo lentamente de arriba a abajo sin que yo le tenga que decir nada.
Cuando llegaba al sector de la axila metía su mano por la abertura del brazo de la poler y sobaba mi pecho.
Ella lo hacia en forma maternal pero a mí me excitaba muchísimo.
El hecho de tener mi mano tan cerca de su vagina me excitaba y cuando ella comenzaba a sobar mi pecho yo me ponía al tope.
Yo me sentía mal por excitarme así con mi mama así que me ponía unos calzoncillos muy apretados para que no se me fuera a notar un bulto muy grande en la entrepierna.
A medida que fue pasando el tiempo no me sentía tan mal por sentir placer con los masajes de mi mama.
De algún modo extraño me fui acostumbrando a la idea hasta un punto en que ya no me sentía culpable.
Un día tan normal como los otros los papeles cambiaron.
Mi mama llego cansada del trabajo y me pidió que esta vez yo le hiciera masajes. Ella se tendió de espaldas en la cama luego de haber tomado una ducha y haberse puesto su camisón de dormir.
Una vez que encendió la tele con el remoto subió el volumen y se puso en posición para que yo me dedicara a ella. Ya recostada se subió el camisón de modo que su culo y su espalda quedaron desnudos ante mí. Me hinqué encima de ella de modo que prácticamente me senté en su culo y pude apreciar como sus tetas se abultaban hacia los lados.
Comencé a sobar su espalda con la misma suavidad y devoción con que ella sobaba mi brazo y mi pecho. Movía mis manos lentamente y comencé a masajear el costado de su espalda alcanzando a rozar un pocos sus senos.
Como se deben imaginar yo estaba con mi pene poco menos que hasta el ombligo y no me tenia que preocupar que se notara ya que como estábamos era imposible que me viera.
Acaricie su cuello y fui bajando mis manos siguiendo su cabello hasta llegar a sus axilas y tembló levemente acusándome de que le hacia cosquillas.
Abarque todo lo que pude con mis manos a cada lado de su cuerpo y fui bajando pudiendo sentir así el contorno completo de sus tetas.
Mi calentura ya tenia niveles astronómicos y como emborrachado, sin pensarlo bien me recosté sobre ella diciéndole que descansaría un rato.
Estaba totalmente arriba de su cuerpo y mi pene erecto rozaba su culo.
Algo raro sucedió ya que no me regaño ni me dijo que me bajara.
Solo callo y siguió así inmóvil por unos minutos y luego sin avisarme se dio vuelta.
Yo rodé hacia un lado y quedamos estáticos mirándonos frente a frente. Ella todavía estaba con su camisón hasta arriba y no tuvo intención de bajárselo.
Me fije que sus pezones estaban erectos. Aunque yo tenia 17 años y era virgen como la mayoría de los chicos de mi edad ya sabia mucho de sexo por revistas, sitios web y otros medios.
Tímidamente y sin decir nada, nos acercamos los dos como en un trance involuntario y nos dimos un beso.
Yo, que tampoco había besado nunca a una mujer, mantuve mi boca inexperta un poco tiesa, ya que besar es algo que no enseñan en los sitios web.
Mi madre comenzó a abrir mi boca e introdujo su lengua en ella y poco a poco me fui soltando hasta darnos un beso húmedo exquisito.
De pronto separo nuestros labios con su mano y susurro tiernamente «te quiero».
Yo la mire a los ojos y le conteste silente con otro beso aun más apasionado que el anterior.
Mientras tomaba la iniciativa recorriendo su boca con mi lengua baje mis manos desde su cabello lentamente hasta alcanzar su culo.
Me llene las manos de su exquisito poto y después ni se porque le rocé mis dedos a lo largo de todo su culo hasta arrancarle un suspiro.
Luego, sin haber parado a pensar en todo lo que esto significaba, baje con mi lengua hasta sus tetas donde comencé a chupar su pezón derecho mientras mis manos descansaba ahora en los pelos rizados de su pubis.
Nosotros estábamos de lado y de repente ella me separo su pecho de mi boca y me tendió en la cama.
Esta vez ella me saco la polera y luego me lamió hasta llegar al borde de mi buso deportivo, me lo bajo con suavidad junto con el calzoncillo y me lamió el pene que ahora se levantaba que una fuerza mayor a la acostumbrada.
Fue poco el tiempo que se dedico a lamer mi pene por casi inmediatamente se monto en mi.
Acomodo con ayuda de su mano mi pene en su vagina y sentí por primera vez ese calor que no se compara a nada.
Ella comenzó a subir a bajar rápidamente y yo miraba sus ojos cerrados de placer y pellizcaba sus pezones.
No falto mucho para que me corriera y cuando termine mi madre ya exhausta sin sacarse mi pene de su interior hizo que me diera la vuelta para que quedara yo arriba de ella.
Así mismo, sin sacar mi pene de sus jugos vaginales me quede arriba de ella.
Le dije esta vez yo «te quiero» y descansamos así uno arriba del otro sin dirigirnos otra palabra.
No podía creer lo que estaba pasando y así me dormí sobre ella.