Como lo prometido era deuda
Como lo prometido era deuda, se llamo ratón y se enfundo el chándal, salió de la habitación rumbo al improvisado gimnasio.
Debajo del brazo una toalla y un cuaderno con unas hojas de papel prendidas, «¿No me habré pasado con los ejercicios para el primer día? » Pensó mientras revisaba los gráficos.
Inicio el calentamiento de muñecas y pies, antebrazos y brazos a la vez que piernas y caderas entraban en calor al unísono.
El cuello y cintura también tuvieron su calentamiento.
Como decía la tabla por el mismo confeccionada, los primeros abdominales rectos comenzaron a machacar su espíritu.
«Otro más» se decía para acabar aquel maldito programa.
Vuelta y otros tantos contrabdominales para cuidar de la espalda.
Uno a uno los ejercicios se sucedían y el sudor comenzaba a ser tan abundante que la camiseta y los pantalones parecían una bayeta de cocina en plena faena.
Con gran esfuerzo la última agachadilla por hoy y con la toalla entre las manos se dirigió a la ducha reconfortante.
El agua caliente le resucito mientras sus músculos maltratados se relajaban.
Ya enfundado en su albornoz se dirigió a la cocina y de la nevera saco el brick de leche.
Con grandes tragos, sacio su sed mientras arreaba grandes mordiscos a la empanada de bonito que del día anterior había sobrado y que tan precavida su esposa había colocado en lugar preferente de la encimera para que no pasara desapercibida y fuera el reconfortante desayuno de Andrés.
Con él estomago lleno y los huesos bien trabajados por la jornada laboral a la que sumo su hora y media de gimnasia se dejo caer sobre la cama y quedo sumido en un profundo sueño.
Despertó mas bien tarde, mientras se levantaba con la clásica erección, oyó en el salón de su casa las conocidas voces de su suegra hablando con sus hijas, su mujer y su hermana, hablan en voz baja, del ya manido tema del comer.
Andrés se dirigió al servicio para aliviar su presionante vejiga de orín y con ello hacer que su pene recobrara su tamaño normal y así poder salir a saludar a la familia.
Los saludos interrumpieron la conversación familiar. Andrés sé sentó en su sitio, el sillón más central de la estancia, desde esta posición dominaba toda la situación.
Su suegra se lamentaba de los disgustos que le daba la hija menor; su negativa a comer por no engordar le ponían los nervios crispados.
La hermana, una muchacha de estatura normal quizá algo escasa, de pecho también normal y de caderas más bien algo abultadas, hacia caso omiso a las recriminaciones de su madre.
«No esta mal Adela» pensó Andrés para sí mientras miraba su hermoso trasero enfundado en una ajustada malla que dibujaba perfectamente el contorno de sus caderas y se ceñía al algo globuloso vientre, la barriguita asomaba por encima de la cinturilla de la malla dejando ver el ombligo de la joven.
«No había para tanto» algunos kilitos si tenia en ciertas partes, pero eran según su parecer por falta de ejercicio.
Andrés hizo alusión a su oronda barriga, este ejemplo rompió un poco la situación y produjo cierta hilaridad en la reunión familiar.
Andrés es un hombre joven de estatura media metido en kilos, el oficio sedentario y el sillónbol, deporte este último practicado por el muy asiduamente en las tardes de Sábado y Domingo habían acabado con su línea antes de tenerla.
Por eso ahora y a raíz de una promesa de año nuevo se había puesto a «digámoslo» así a dieta y para ayudar ha practicar algo de ejercicio.
Con toda su buena voluntad, Andrés invitó a su joven cuñada a unirse a él por las mañanas en el improvisado gimnasio, «la terraza de su casa».
No había problema de espacio esta era amplia y tampoco de estorbar ni de ser estorbados por su esposa, esta trabajaba por la mañana y no regresaba a casa, hasta casi las cinco, con lo cual podían practicar deporte para ponerse en forma.
La moción contó con él beneplácito de su suegra, su esposa también animo a su hermana, para evitar grandes males con su tendencia a la bulimia.
Para Andrés no se haría tan monótona la gimnástica matiné de todos los días.
A la hora convenida sonó el timbre del portero automático, Andrés saltó de la cama con el pene en ristra como todos los días; se dirigió a la puerta del piso y por la mirilla espero la llegada del visitante que no era otro que su cuñadita…
Abrió la puerta y se cubrió como pudo su ostentoso bulto, que no disimulaba para nada el ajustado pijama, su cuñada le saludo y de reojo miro el espolón de la entrepierna de Andrés.
María, paso delante, traía puesta otras mallas negras como las del día anterior.
Sé cubría el cuerpo con una chaqueta de punto negra también, debajo una camiseta blanca de canalé algo escotada que permitía ver el inicio del blanco y joven canalillo.
Andrés la siguió haciéndola sentar mientras el se vestía un poco.
Hablaban con voz algo elevada, pues se hallaban en piezas distintas de la casa, María sentada en el comedor mientras en la habitación contigua se desvestía Andrés para enfundarse acto seguido el uniforme de gimnasia para en breves momentos iniciar la tan temida sesión…
Con ambas puertas abiertas de par en par y como era su costumbre, Andrés completamente desnudo vio como su cuñada pasaba al servicio con la excusa de cambiarse de ropa.
No se inmuto, continuo subiéndose los calzoncillos con su habitual parsimonia y cuidado de no hacerse daño en los testículos.
Se coloco la camiseta y los pantalones del chándal saliendo al comedor para iniciar la sesión.
Ambos con sus respectivos uniformes de trabajo puestos se dirigieron al improvisado gimnasio.
María llevaba una camiseta enfundada en un body de los de baile.
Lo que le llamo la atención a Andrés es que no se había puesto las consabidas medias para hacer más consistente el conjunto.
Para los ojos del improvisado entrenador iba de perlas, pues dejaban ver lo que justamente no tapaban.
Con la frialdad de la situación alumna y profesor comenzaron a hacer los ejercicios de calentamiento.
Las muñecas poco a poco dolían ya del esfuerzo, los antebrazos se tensaban.
La situación se fue relajando a medida que la sesión avanzaba.
Correcciones de posición, muestras de movimientos, hacían que se empezaran a rozar y tocar.
El momento de iniciar los ejercicios de la tabla había llegado, como si de dos gimnastas profesionales se tratara, se comenzaron a ayudar.
Andrés para enseñar a María la correcta posición en los abdominales se coloco en decúbito supino, indicó a su partenaire que le sujetara los pies con ambas manos.
En el primer intento Andrés descoloco a su cuñada que entre risas, quedo con sus piernas abiertas y de espaldas tras la caída.
Con toda naturalidad esta aprovecho para descansar un poco, con sus rodillas flexionadas las abiertas piernas mostraban como el body se iba introduciendo en la entrepierna de María, esta con toda naturalidad clavando la mirada en su cuñado, metió el dedo entre su cuerpo y la prenda para despegarla, la elasticidad del tejido facilito que por unos breves segundos la afeitada vulva quedara expuesta a la mirada del atónito cuñado.
Andrés tragando saliva y con la sonrisa algo forzada indico a María que adoptara de nuevo la posición indicada.
Ambos comenzaron ahora su ejercicio; tras la muestra fue la chica la que se tumbo en el suelo y el joven el que sujeto ahora sus tobillos.
A cada subida y cada bajada del tronco de la joven, afloraba el sudor con más abundancia, lo que hacia que se adhiriera la pechera del body al cuerpo de su joven cuñada, resaltando los pezones que se alargaban hasta el infinito, tomando un rotundo volumen, la vista del húmedo escote le estaba poniendo la presión sanguínea al límite de su resistencia.
Ver aquellas gotas de sudor correr camino de la barriguita por el canal del pecho le hacia bramar en su interior, los pechos con la gimnasia se abultaban y le atraían como un gigantesco imán.
Tras la tanda de abdominales, iniciaron la tabla de alzamientos del tronco, con ello explico Andrés a su cuñada, buscaba el ejercitar los músculos de la cintura en la zona de la espalda.
Al colocar a su cuñada boca abajo vio como la sudada y ligera prenda que cubría el joven cuerpo de la chica se había convertido en una segunda piel que a la vez que ceñía el contorno lo resaltaba.
Los camales amplios se habían alargado con el esfuerzo dejaban al aire los orondos cachetes del hermoso trasero, sus piernas juntas y trabadas por él en los tobillos, generaban una vista alargada del cuerpo de su cuñada, era leer una carta de navegación aérea.
María resoplaba con cada ejercicio creando un clímax nuevo al entrelazar vista, el oído y el olfato.
El sudor de ambos cuerpos era abundante y empañaba hacia rato la cristalera de la cerrada terraza, el frío de la mañana era un buen aliado de los internos calores…
La realidad era más que obvia para Andrés, su cuñada le estaba excitando como a una bestia enjaulada.
Su polla hacia rato que era una viga de hierro dura y maciza que luchaba contra el calzoncillo y el pantalón del chándal, oír el rítmico gemido oler a María cubierta de ese olor almizclado que producía el sudor corporal con el más íntimo de sus exudaciones, ver el espectáculo de exhibición corporal.
Hacía rato que había tirado por tierra sus esquemas mentales, su falso pudor se había ido empequeñeciendo a medida que su pene se había ido alargando.
Con una idea fija en su mente tenía que poseer a su cuñada; Andrés la invito ahora a realizar un nuevo ejercicio.
Con las piernas abiertas y sus plantas de los pies juntos, uniéndose por las manos para levarse uno a otro alternativamente.
El joven presentaba ahora una abultada entrepierna a los ojos de su joven cuñada, que tras un recato casi fingido seguía mirando de reojillo la entre pierna de Andrés.
De forma consciente este miraba de arriba a bajo las evoluciones del ejercicio con especial atención a la que la vulva de su cuñada hacía rato que realizaba de forma autónoma con la tela de la entrepierna del body que la cubría.
Esta se metía entre los labios mayores separándolos para mostrarlos con una claridad abrumadora, mostrando la boca que sin dientes devora todo lo que en ella penetra.
Tras una hora de ejercicios, María empezó a quejarse de un dolor en el muslo derecho de su pierna, con toda atención Andrés se ofreció para aliviar el «tirón» muscular que padecía.
En el relajo del ejercicio el muchacho se acerca al botiquín familiar y saca un tubo de pomada para aliviar el padecimiento de su cuñada.
Esta mientras tanto se había secado un poco su sudorosa cara, semitumbada boca arriba con las piernas entreabiertas y sus rodillas flexionadas, reclinada sobre sus glúteos forzaba su pubis y con él, la ahora bien expuesta y comilona vulva medio oculta tras una minúscula tira de cómplice tela.
Andrés se arrodillo frente a ella y contemplo de cerca la olorosa y semioculta vulva, esta acusaba de forma ostentosa el ejercicio, sus labios de sonrosada y fina piel, abiertos por la tela, brillaban con gotitas de sudor sobre ellos y destilaban el perfume de mujer excitada, se mezclaban ambos olores al de la pomada que hábilmente esparcía Andrés por la cara externa del muslo de su cuñada.
Se miraron a los ojos de forma instantánea y una complicidad se comenzó a producir entre ellos, una sonrisa maliciosa se esbozó en los faciales labios de la joven muchacha mientras llevaba las manos de su cuñado hacia la cara interna del muslo, tan cerca de la ingle, que podía este percibir en los dedos el calor que generaba la entrepierna de María.
Con la presión de las manos en su masaje, María comenzó ahora a gemir casi imperceptiblemente, no resistió la tentación Andrés, que se dejó caer lentamente sobre ella, para fundirse en un beso largo y apasionado.
Sus manos abandonaron el masaje en el muslo para ir de forma rauda sobre la tan mal tapada entrepierna que se desnudaba para él hacía rato mostrando unos carnosos labios rosaditos y turgentes de jovenzuela.
María por su parte, había tomado al asalto la polla de su cuñado, apretaba el miembro desde fuera de la tela con impulsivos movimientos que enardecían aún más el estado de erección del pene de Andrés.
Apresurados por el calor interno, se comenzaron a desvestir uno al otro, Andrés, no tuvo mucho que quitar de encima a su cuñada, la camiseta y el body dejaron en la mayor desnudez el rollizo cuerpo de la joven.
Esta poseía unas amplias y bien torneadas caderas, terminadas de forma algo puntiaguda, una cintura normalita y rematada por un vientre algo abultado que remataba un pubis casi de adolescente con un bien marcado triángulo del placer que festoneaba la entrepierna con dos sutiles y carnosos labios que ocultaban un prominente clítoris, su barriguita la hacia aún más apetitosa si cabe a los ojos de su cuñado, los pechos abultados por el ejercicio y desafiantes a la ley de la gravedad, se mostraban turgentes, duros, orondos cántaros que se remataban en dos pezones de regular tamaño y color granate con grandes y rugosas aureolas.
La entrepierna de María rasurada completamente, no hacia mucho tiempo, pues no mostraba ni un minúsculo vello, brillaba de lo húmeda que estaba, por dentro sus jugos se desbordaban hacía rato, por fuera la fina película de sudor y de esta mezcla la brillantez mas linda que los ojos de un hombre contemplaran la obligo sin palabras, solo con sus manos a reclinase completamente sobre el montón de ropa tomo una pierna con lentitud y la elevo mientras la separaba de su gemela, con parsimonia hizo lo mismo con la otra, una vez descubierta con la máxima apertura estiro las piernas hasta que logro que María sujetara cada una de sus piernas con su mano correspondiente y pudo por fin clavar la vista en ese centro de simetría.
En ese canal carnoso del placer que hasta ese momento estuvo imaginando y que ahora por fin de modo tan explícito y bello se le mostraba.
La caliente cuñada había sido tomada por sorpresa, no imagino nunca que tuviera que hacer un numerito porno para su cuñado pero terminado este, con la misma parsimonia que había empezado, se acerca al desnudo cuerpo del muchacho.
Casi se abalanzó sobre él para asir entre sus manos la erecta polla que frente a ella se blandía y así comenzar una torpe paja, sus movimientos exagerados casi no producían placer al joven, dolor por el contrario, este paro su mano poniendo fin a la burda masturbación que María intentaba regalarle y mirándola a los ojos la dijo.
«Tranquila que yo te enseñare lo que el pánfilo de tu novio no te ha enseñado».
La joven se dejo llevar y él indicándola la exacta cadencia que tenía que dar a su inexperta muñeca, los ojos de María centellearon al ver como su mano producía un rostro de placer en su cuñado, cada vez que su mano se elevaba hacia el techo de la estancia y caía lentamente hacia las ingles, apretando el canto de la mano sobre los testículos del gozante cuñado, vio como el glande aparecía y desaparecía entre la piel del prepucio, como por el canal seminal comenzaron a brotar gotitas del liquido prostático que ponían brillante el capuchón de carne enrojecida por el placentero movimiento masturbatorio.
«Mira el glande como crece aún más» Le susurró Andrés mientras sus manos recorrían los pechos de la joven, este los sopesaba uno a uno los tomaba desde abajo con la sabiduría de los años, solo con ver y oír a su amante cuñada sabía si era la caricia apropiada. Retorció los pellizcados pezones entre sus dedos arrancando de la garganta de María una exclamación mezcla de dolor y placer, crecieron más aun entre sus dedos, se alargaron como diminutos clítoris pectorales, las aureolas ya rugosas y endurecidas se transformaron en papel de lija, su color granate se hizo oscuro, de tal manera que casi ennegrecieron al contacto de la palma de la mano que ahora los hacía retroceder hacia adentro del pecho que asomaban, los liberó para ver como su cuñada se mordía los labios de placer.
Paró de nuevo la masturbación de la joven y le introdujo un dedo en su entreabierta boca, ella de forma instintiva chupo de forma burda el dedo, una sonrisa cómplice apareció en la cara de Andrés.
«No te preocupes hoy aprenderás ha hacer una felación».
Tomo la cabeza de su amante entre sus manos y la guió hacia su erecto pene, María lo engullo de forma glotona y con burdos chupetones se afano en dar el máximo placer a su cuñado.
«Tranquila, tranquila… Para un poco» le ordenó con suavidad, esta alzo la vista con ojos intrigados, mientras mantenía la verga en su boca. «Rodéala con la lengua mientras aprietas con los labios el tronco» le explicaba a su inexperta cuñada, «De arriba a bajo con lentitud» le apretó la cabeza a la vez que la aleccionaba.
María aplico lo que oía y comenzó un movimiento rítmico sobre la tiesa polla. «Bien nena, bien, así… Sin prisa… Muy bien, rodea con tus labios el capullo, acaricia el borde con la lengua y rota con ritmo la cabeza con giros cortos… Bien» María se afanaba en seguir las instrucciones que entre cortadas su cuñado le daba, estaba absorta en la mamada, se le antojaba que su cuñado era una polla inmensa y jugosa y no había cuerpo, solo polla y la tenía ella para sí sola…
Sintió como sus jugos se derramaban sobre la pierna en la que se apoyaba, el calor de la zona vaginal era intenso, lo sentía como un horno, nunca había sentido eso con su novio.
Las manos de Andrés ahora jugaban con los labios de la vulva de María, esta se había ido retorciendo para ofrecérselos a su cuñado, elevaba la pierna par facilitarle los tocamientos.
Sintió los amorosos dedos de la mano de su cuñado horadar sus entrañas, notó como sus hábiles dedos separaban sus excitados labios, otro dedo se colocaba en su erecto clítoris y como apretaba haciendo círculos sobre él.
Cerró los ojos y sintió en su llena boca como crecía aún más el glande que chupaba. Casi se ahoga al recibir la abundante eyaculación de su cuñado.
Era la primera vez que alguien se corría dentro de su boca, el semen se le antojaba algo amargo y ácido al paladar, no lo degustó mucho pues con cada embolada algo salida despedido por la comisura de los labios.
No intento separarse de aquella chorreante manguera, su ansia le obligaba a seguir chupando con la esperanza de extraer aún más de aquel nuevo licor.
María regalo un orgasmo a su cuñado mientras tragaba su semen, contrajo la vagina con tanta fuerza que aprisiono los penetradores dedos de la mano, golpeó con la cintura con tanta fuerza que se introdujo sin querer la mano casi entera en su excitadísima vulva, solo los estirados bordes de su vulva la pararon, trocó el movimiento de vaivén por el de presión con sus piernas, Andrés contemplo como se masturbaba su cuñada mientras se la chupaba lo que reforzó más su erección.
Con la perspectiva de la madurez, la freno con caricias en la cara mientras alisaba sus enmarañados cabellos.
La sonrío mientras extraía su húmeda mano de tan amoroso cepo.
La tumbo de espaldas mientras se alzaba sobre ella con el mástil listo para ensartar la recién desplegada vela.
María abrió los ojos de par en par, por instinto quiso seguir con su vientre la huidiza y placentera mano.
Andrés la susurra; «Levántate y con delicadeza recuéstate sobre tu espalda sobre la toalla», María con el corazón en aceleración todavía obedeció sin dudarlo, se elevó poco a poco y ofreció un panorama exquisito a los ojos de su cuñado, este reclinado ahora observaba como su cuñada María se abría de piernas como una colegiala jugando a la goma, su rotunda desnudez empapada en brillante sudor, se movía por la estancia buscando la vertical; «Que hermoso coño, tiene la muy puta…» pensó para sí Andrés, mientras su cuñada comenzaba ahora a agacharse, «Despacio muy despacio, ofréceme tu coño, ábrete bien, muestra con orgullo tu vulva, separa esas piernas e inclínate hacia atrás, fuerza el vientre enséñame tu entrepierna» le indico a su cuñada con la ronca voz de la excitación…
María que no esperaba esta petición paro en seco su movimiento de descenso y separó las piernas tanto como sus tendones la permitieron, con cuidado se dejó caer hacia atrás y para su sorpresa, ofreció su coño de tal forma a su cuñado que no se lo podía creer, nunca pensó que una postura tan rara hiciera que un hombre lograra tal erección al contemplara, lo que acentuó más si cabe su propia calentura, sus labios mayores no contenían ya nada de los jugos vaginales los cuales, literalmente caían goteando sobre la toalla.
Sin pudor alguno ya, Andrés la dijo «No te muevas más, así, bien abierta para comerte el coño» sin dilación se acercó a su cuñada y situando su cara en la abierta entrepierna, comenzó por besar los húmedos y brillantes labios de la excitada vulva, María se estremeció como una hoja en pleno otoño, ella que nunca había recibido ese tipo de caricia, sabía ahora lo que era sentirse besada en lo más intimo y guardado de su ser, sintió como uno tras otro los besos se alternaban con ligeros roces de lengua, sus labios menores palpitaban como una boquita parlanchina, sintió como las fuerzas la abandonaban, necesitaba reclinar la espalda sobre algo duro, quería mantener aquella postura como fuera, a consta de que se agarrotasen su pantorrillas, a costa de que le dolieran los tobillos durante un mes, necesitaba abrirse más y más, mostrar hasta la matriz si fuera necesario, sentía miles de diminutos pinchos de placer, las barbas de su cuñado la rascaban en tan delicada zona, la fina piel de su vagina iba a estar escocida durante un siglo pensó mientras se abría…
La lengua ahora entraba y salía como un pequeño pene, rozaba todo su interior intentaba en vano apretarla con sus músculos vaginales, era escurridiza y bien manejada por Andrés, la sensación de estar llena en instantes se conjugaba con la de vacío y frescor al sentir como su cuñado abría de par en par los labios y el aire fresco la rodeaba introduciéndose por su íntimo canal, la punta de la lengua se arrastraba por los bordes de su genital boca, la dibujaban domo una barra de labios, impregnando cada pliegue de su piel, cada recoveco de su forma, el periné no era ajeno a tales maniobras, recibía periódicamente su ración de saliva aplicada por la experta lengua, el orificio anal, también era receptor de tanta sabiduría.
María se balanceaba sobre sus pies los dedos hacían de ejes y su pubis se bamboleaba al unísono con su excitación, solo había una cosa que le sacaba de quicio, no poder hacer nada en tal postura, sus pechos estaban tan solos y desentendidos que su propio contoneo le producía placer.
Cuando sintió los dientes de Andrés apretar su clítoris con mimo mientras su lengua lo acariciaba en medio de una lenta succión estallo para él en un segundo orgasmo, casi se mea en la cara de su cuñado, sintió como se derramaban sus fluidos, caían desde lo más hondo de su vagina, y vio como hacían brillar la cara de Andrés, este siguió con su afán y la penetro con su lengua provocando un tercer orgasmo, que fue seguido del cuarto cuando sintió como las manos de su amante, se aferraban a sus nalgas y abrían el orificio anal y la clavaba un dedo sin piedad, no sintió dolor solo una extraña sensación, nunca hasta ahora experimentada, que la hizo caer sobre sus rodillas, forzando a su cuñado a tumbarse boca arriba; mientras flexionaba sus piernas y quedaba a horcajadas sobre la cabeza del experto amante el cual la forzó a quedar a cuatro patas al apretar su dedo en el interior de su ano.
Andrés saca el penetrador dedo del culo de su cuñada y a la vez retira la cabeza de la entrepierna de María, la cual grito «Sigue por favor, sigue es tan bueno sigue» Andrés la sonrío y con tranquilidad la asió de las nalgas, mientras la decía «Tranquila María que no todo es comer un coño», la hizo rotar sobre si misma y al caer sobre la toalla quedo tan abierta y excitada que la visión de la vulva era espléndida, abierta y sudorosa, brillante de saliva y con los labios entreabiertos y temblando de placer, el clítoris se dibujaba en lo alto de la conjunción de los labios bajo el afeitado monte de Venus, mantenía un rítmico movimiento que lo sostenía los apretones que propinaba ahora María sobre sus pechos, los estrujaba y acercaba, con compulsivos movimientos de rotación, tiraba de sus pezones hacia el techo de la estancia, dibujaba círculos una y otra vez sobre las aureolas de los pechos, mientras gemía suplicando a su cuñado «Cómelo otra vez por favor…»
Andrés se apiada de ella, y acercándose lentamente, para situarse entre las abiertas piernas, que flexionadas por las rodillas ofrecían, su interior para ser degustado, asió ambas extremidades para de forma lenta elevarlas hacía su cabeza, mientras con un movimiento lento rozó, los entreabiertos labios con su erecto pene, estos amorosos, abrazaron de inmediato aquel instrumento que se les acercaba, el glande rozaba el enhiesto clítoris que hacia bramar a María a cada roce, «Mételo, mételo ya de una vez…» Andrés hizo caso omiso de sus gritos y siguió rozando una y otra vez el coño de María, que a cada roce se retorcía y luchaba por hacer que se clavase dentro, muy dentro de ella.
Andrés controlaba todo lo que podía su excitación la cual ya pasaba los limites de lo humanamente resistible y de un golpe seco y certero, taladro la entraña de María, arrancándola un aullido de placer, «Siiiiii, asiiiiii, dentro muy dentro, fóllame, jódeme como a una puta…» Andrés comenzó el rítmico balanceo sobre su cuñada, su pelvis se acoplaba a la perfección, sobre las dobladas nalgas, sin esfuerzo alguno situó las rodillas sobre sus hombros y cerrando sus puños, se dejo caer para penetrar más aún el abierto cuerpo. Con giros lentos de nalgas, y cambios de ritmo hizo que su amantísima cuñada llegara de nuevo al orgasmo, sintió como se estremeció por dentro y la muchacha apretó con toas sus fuerzas los músculos de la vagina, sintió como literalmente estrujaba su polla, no resistiendo más se abandono a tal delicioso ordeño y comenzó a correrse como hacía tiempo no lo hacía, la abundante eyaculación prometía llenar el joven coño hasta llenar el cuello uterino de su caliente semen. A cada empellón que le propinaba un chorro de semen que proyectaba hacia sus entrañas, María sentía como poco a poco estaba siendo llenada de un caliente líquido que ya conocía, poco a poco fueron haciendo más lentos los movimientos hasta quedar parados uno en cima del otro, mirándose a los ojos y sintiendo una intima comunicación de sus sexos.
Tras unos breves momentos de quietud, María comenzó a mover su cintura como podía, se concentro en su vulva e intento que sus músculos vaginales se movieran, para su sorpresa vio como sus intentos obtenían recompensa, el casi ya flácido miembro de su cuñado, en vez de salir, comenzó poco a poco a penetrar de nuevo en su vagina, su coño se abría de nuevo y sentía como la excitación de Andrés iba haciéndose de nuevo patente y tan potente que ya llenaba por completo como en un principio todo su interior.
Andrés la miró de nuevo con los ojos centelleantes de ansiedad, mientras María le hacía moverse dentro de ella con vigor.
Una idea se le cruzo por la mente, si ella no era virgen del coño si lo era del culo pensó y sin dilación sacó la erecta y húmeda polla del coño de María esta grito «No, ¿Por qué? Quiero más…» «Claro que tendrás más pero por otro sitio…» le contesto Andrés con una malévola sonrisa.
«Ponte a cuatro patas…» casi le ordeno, María confiada se dejo colocar, el culo elevado, con la espalda recta e inclinada, cogiéndose los tumefactos pechos y separando para facilitar la tarea las piernas.
Era todo un espectáculo mirar ese culo en pompa ofreciendo los agujeros del placer, húmedos y brillantes, se veía el semen aflorar lentamente por la entreabierta vulva, la excitación y los ligeros movimientos musculares expulsaban lentamente su contenido. Andrés con hábil anejo comenzó a masturbar la rajita de se joven cuñada, esta comenzó a moverse al ritmo del masaje, poco a poco fue acercando el dedo hasta el orificio anal, con rápidos giro comenzó a introducir milímetro a milímetro el apéndice de la mano.
María se dejó hacer, pues la sensación le resultaba placentera, sintió ahora como pugnaba por unirse al primer dedo un segundo, esto comenzó a incomodar a María, la cual giró su cabeza para ver la manipulación que su cuñado la estaba propinando, «Andrés por ahí me harás daño, mi novio lo intento y me dolió mucho, no por favor…» «Tranquila y relájate que veras que bueno…» con algo de preocupación María se dejó manipular, sintió como con la otra mano Andrés le abría el coño, separando los labios menores de su vulva, introducía sus dedos y el jugo extraído lo aplicaba sobre el ano; este juego no la desagradaba, era excitante sentir una doble penetración y se dejo aún más si cabe en manos de su cuñado.
El tiempo y la excitación que ambos soportaban, corría a su favor, con la paciencia de la experiencia, ya eran tres los dedos que con habilidad y lubricación había metido en el ano de María, esta ya gemía de forma notable, el esfínter permitía ya un movimiento holgado de penetración, Andrés se acercó de forma definitiva sobre su cuñada, con un rápido movimiento ensartó el abierto coño, inicio una lenta follada, María sentía como el pene de su cuñado acariciaba su interior se introducía con movimientos suaves y lentos, cadenciosamente placenteros, a la vez los dedos en su culo, la proporcionaban nuevas sensaciones, una doble penetración que nunca pudo imaginar, ahora la estaba sintiendo en su cuerpo.
Con lentitud, Andrés saca la polla del coño de María y la apunto en el orificio anal mientras extraía los dedos para ahora introducir el glande. Esto pillo por sorpresa a María, no conocía las dimensiones de lo que la estaba intentando penetrar, instintivamente intento apretar el culo para cerrarlo, tras lo cual comprendió que ya tenía la cabeza de la polla de su cuñado dentro, esto la crispo los nervios y sintió un dolor que la empezaban a taladrar las nalgas, Andrés contrarresto con habilidad, pellizco el clítoris de María con suavidad, busco entre sus piernas por dentro, mientras la tranquilizaba «Quieta tranquila concéntrate en tu coñito…» «No, duele… Sácala» respondió María, Andrés introdujo en el abierto coño tres dedos de sopetón, lo que hizo que las nalgas de la joven se relajaran un poco permitiendo la penetración del ano, María sintió como de un golpe, una barra entraba en su culo. Desgarrándola, rompiéndola destrozándola el esfínter, gritó y mordió la toalla sobre la que se había colocado.
Andrés sabía que no podía ceder ahora, con suavidad comenzó a retirar su pene del dolorido agujero, mientras friccionaba la vulva para mitigar el dolor, María lloraba y suplicaba «Sácalo, sácalo». Andrés frota con más fuerza el clítoris y comenzó a obtener resultados, quieto y con tranquilidad su cuñada comenzó a relajar las piernas, las nalgas también lo que aprovecho para iniciar de nuevo la penetración, el movimiento lento de entrada produjo una nueva sensación a María, al relajarse sintió como el pene se introducía de nuevo en su culo ya sin dolor, por el contrario sintió placer, un nuevo placer, mezcla de gozo y dolor, que la obligaba a relajarse y gritar de nuevo «No, no la saques, sigue, sigue».
Acoplados a la perfección, ambos cuñados iban acelerando el paso del movimiento, la enculada que ofrecía María era prodigiosa, tenía unas nalgas hechas para tal evento, de ancha construcción, terminaban en una forma puntiaguda con unas cachas separadas de forma natural, que ofrecían el ángulo exacto para acoplar encajando todo el cipote y hacer que los cojones golpeen de forma palpable en los labios de la vulva. María no lo podía creer era la primera vez en su vida que recibía por el culo y la estaba gustan de una forma increíble, una idea le comenzó a rondar a medida que la follada se hacía rítmica y más excitante, su vagina estaba libre, aunque recibía las caricias de las manos de su cuñado, se le antojaba algo más, necesitaba sentirse llena por el canal habitual y así se lo hizo saber a su cuñado y maestro «Meteme algo por delante, esta vacío mi coño y tiene hambre» al oír esto Andrés se excito más aún, aceleró de forma instantánea el ritmo de la enculada, mientras que con la mirada buscaba algo por la estancia que sirviera a tales efectos, «Abre la nevera María y mira dentro». Le grito ahogadamente entre estertores de placer, que el culo de su cuñada le proporcionaba. Esta con trabajo, alargo una mano, hasta una nevera pequeña que en la terraza se hallaba, la puerta del frigo ofreció la resistencia oportuna que tras otros dos intentos fue vencida.
La introdujo en el interior del aparato y sin mirar saco un objeto metálico y cilíndrico de regulares dimensiones, era un bote de nata chantillí, no le importo mucho a María, que con un movimiento resuelto lo acercó a su entrepierna y de una forma decidida y comenzó a pasárselo por los labios vaginales, el frescor que desprendía el aerosol, la produjo una descarga de placer que se hizo palpable en el miembro de Andrés, fue literalmente estrujado por el culo en su contracción, un gemido de placer inundo la estancia, producido por la entrada del bote en el coño de María.
Esta había clavado de un solo golpe el aerosol en su vagina y la hacía deslizarse adentro y a fuera con una rapidez inusitada, no hacía falta lubricante, los fluidos corporales que exudaba el coño facilitaban la penetración del enorme aerosol los labios dilatados por las tres horas de fornicación estaban casi adormecidos, soportaban estoicamente la apertura que les hacia tomar el bote, se adherían como lapas a la superficie lubricada, tomaban su forma y eran introducidos en la vulva con cada penetración que María se proporcionaba. Con frenéticos movimientos de entrada y salida la vagina de la joven cuñada escupía sus íntimos jugos que Andrés esparcía con sus manos al sobar cada milímetro de la entrepierna hacia las nalgas, sintió la necesidad de derramarse dentro de ella, y sujeto con ambas manos las enloquecidas y penetradoras manos de María, en el mismo instante que cesa el movimiento taladrador de la joven, Andrés pudo percibir a través de la pared vaginal el clavado instrumento que sujetaban las cuatro manos en lo más profundo de la vagina de su cuñada, esta doblemente penetrada al sentir como manaban otra vez los jugos de su cuñado, se dejó caer sujetando su taladrado coño, sintió el frío del suelo en sus pezones y se estremeció de tal modo que saco algún chorro extra de semen del agotado Andrés.
La derrotada pareja jadeante y sudorosa descansaba uno encima del otro, Andrés acoplado como una segunda piel sobre las nalgas de María que boqueaba como un pez fuera del agua deleitándose con los últimos y livianos movimientos del feroz coito, aplastaba sus pechos contra el suelo mientras sus manos sujetaban el amante aerosol que encajado en su vagina inundaba llenando son su volumen la oquedad de su gozoso cuerpo.
Lentamente se incorporó Andrés extrayendo su casi flácido miembro del manchado agujero, ante sus ojos se presentaba recién taladrado con las brozas de la penetración, manchas de semen junto a marcas de heces procedentes de lo más profundo del recto de María, restos de sangre del pequeño desgarro producido en los laterales del esfínter, con una cariñosa palmada en sus nalgas la indico el camino de la ducha, «Es hora del aseo» dijo con calma a su recién desflorada cuñada. Esta con trabajo se levanto, se giro hacia su desgarrador cuñado y en un ataque de lascivia, se agacho en cuclillas dejando todo su penetrado coño a la vista del atónito joven que vio como María extraía lentamente el clavado artefacto, este salió brillante y empapado de jugos de María y semen de Andrés. La joven lleva con sus manos el aerosol camino de su rostro parando sobre su abierta boca y con glotonería lame todo su contorno mientras esboza una sonrisa pícara de mujer satisfecha.
Andrés con los ojos como platos tiende la mano a su joven cuñada y asiéndola esta, se encaminan hacia la ducha.
Enjabonados y bajo el agua caliente, ya casi sin fuerzas esbozan un intento de coito, fugaz que tienen que desistir del evento, su cansancio no da para más solo un deseo, el de descansar.
Con parsimonia María ya seca se enfunda en el estrecho body que al rozar la entrepierna la arranca un quejido de dolor y placer mientras Andrés se viste a su lado.
Con un beso en la mejilla y un hasta luego sale de la casa María con los andares típicos de la mujer escocida pero satisfecha por la lección recibida.
El joven exhausto se deja caer en el sillón adormeciéndose, no ha pasado mucho tiempo cuando siente en su hombro una mano que le zarandea, «Andrés cariño, despierta que estas roncando», ¿Qué hora es? Pregunta con hablar dormido, «Pronto las cinco y media, acabo de llegar del trabajo, ¿Por cierto? Vaya paliza que os habéis dado mi hermana y tu, iba por el descansillo que más que gimnasia parecía que había estado con su novio, de lo despatarrada que andaba, ¡Además! No sé lo que le habrás hecho que se llevaba la mano al trasero mientras farfullaba algo de mañana se va a enterar lo despellejo yo», con una sonrisa y un apretón en los genitales con ambas manos a la vez Andrés se recuesta sobre el sillón y se adormece mientras degusta la sesión de gimnasia del día.