La frágil Katty
El martes me llamó Katty para decirme que no asistiría a la fiesta debido a cierto problemita que había surgido entre ella y Susan, que ya se arreglaría, pero mientras tanto no quería acompañarla y como se hallaba un poco deprimida me pedía , por favor, que pasara la velada del sábado con ella, que muy sencillamente podríamos tomarnos unas copas y charlar un rato. Su voz triste y sus insistentes ruegos inclinaron mi decisión por no acudir a la fiesta y mejor, ayudar a una amiga a sobrellevar su depre.
Katty vive sola en un acogedor pisito en la avenida de los héroes, bueno, no tan sola, la acompaña Anubis un cariñoso labrador negro con quien sale a trotar todas las mañanas.
El sábado a las nueve estuve en su departamento, mi amiga estaba en ropa de casa muy frágil, hermosa y natural, Anubis entró en confianza rápidamente y no dejaba de manifestar su alegría dando saltos en torno a mi moviendo la cola como muestra de cariño. Katty me mostró todo su departamento, me entretuve admirando una por una toda su colección de ranitas de cerámica, luego nos acomodamos en su cálida salita con Anubis al centro estirado sobre la alfombra y brindamos con un excelente vino israelí que Katty había escogido para la ocasión.
Comenzamos a hablar y la charla pronto derivó hacia nuestro ahora vinculo común: La zoofilia, le conté que había puesto por escrito nuestra experiencia reciente colocándola en internet , saber esto la emocionó mucho, le pareció muy erótico leer en internet mi propia iniciación y me rogó que colocara la suya, lo cual le prometí, Ella procedió a contármela con lujo de detalles y en cumplimiento de mi promesa aquí está su primera experiencia.
«Al terminar la secundaria y mientras tomaba una decisión sobre la orientación que daría a mi vida, me fui a pasar una temporada con tía Carola.
Tía Carola vive en un poblado muy lindo y muy bien ubicado cercano al cruce entre la interestatal y la carretera 17, por lo cual tiene una notoria importancia comercial y turística que supieron aprovechar muy bien mi tía y su esposo con diversos negocios.
Ella nos ha ayudado económicamente más de lo necesario por eso es una deuda de gratitud acompañarla y ayudarle en sus trabajos cuanto sea posible.
Al morir su esposo tía carola quedó a la cabeza de los negocios administrando una envidiable fortuna que ha logrado aumentar y como no tuvo hijos ha podido ayudarnos a todos.
Tiene un productivo rancho y un buen restaurante entre otras inversiones muy rentables en bienes raíces . Vive en su restaurante y allí es donde puedo prestarle alguna ayuda en contabilidad, mensajería y otras tareas.
Para aprovechar los desperdicios del restaurante tiene tres perros grandes de aspecto fiero y mezcla de varias razas; Jackson es el perro más joven y se ha encariñado conmigo acompañándome a todas partes, lo llamaros así por un cierto parecido con Michael Jackson ya que es negro pero tiene la cara blanca y le gusta atacar y asustar a los niños.
Tía tiene una parcela en las afueras del poblado donde cultiva hortalizas, cítricos y sostiene una cría de cerdos; la parcelita es atendida por un bobalicón sordo llamado Venancio de unos 25 años, hijo de una sirvienta que mi tía contrató hace años, trabajó un tiempo y luego desapareció dejando en su retoño.
Tía Carola se ocupó de él colocándolo a trabajar en la parcela. Vivía entonces Venancio en una cabañita al fondo de la huerta y todos los días se le llevaba la comida desde el restaurante, tarea que muchas veces tuve que realizar acompañada, como siempre por mi fiel Jackson.
El sordo me tomó cariño y siempre me daba algunas de las mejores naranjas de la huerta.
Me gustaba verlo comer porque lo hacía con una parsimonia desesperante como no había visto en la ciudad donde todo es deprisa; saboreaba hasta la última molécula con un gusto y una concentración única hasta dejar limpios los platos, la ceremonia de comer duraba unos 40 minutos tiempo en el que yo observaba y meditaba sobre las necesidades placeres y preocupaciones tan diferentes de un ser a otro.
Una tarde tía Carola me pidió que le llevara la comida al bobo y de regreso trajera algunas verduras y aromáticas que necesitaba en el restaurante, cuando llegué a la parcela no encontré a Venancio por ninguna parte y buscándolo, entré en la cabañita, oí el sonido de la ducha por lo que deduje que se estaba aseando y me dispuse a esperarlo para que cortara las verduras que debía llevar; para asearse se tomaba su tiempo igual que para comer.
Como después de un largo tiempo el agua seguía cayendo sin interrupción me preocupé temiendo que hubiese sufrido un accidente de esos muy comunes como resbalar en el jabón y golpearse la cabeza, me acerqué para comprobarlo, con cierto sobresalto abrí despacio la puerta, miré y mi sobresalto aumentó pero cambiando de naturaleza;
Venancio estaba enjabonado hasta los ojos y no podía verme, mi mirada quedó magnéticamente atrapada en esa tremenda cosota enjabonada que colgaba entre sus piernas llegándole hasta la mitad de sus muslos, yo había visto y hecho malabares con diferentes miembros pero jamás había topado con algo como lo que estaba viendo, no podía separar mi vista de allí y un raro calor recorrió todo mi cuerpo concentrándose en mi bajo vientre, un torbellino de cálculos, miedos, suposiciones y deseos turbó mi mente, después de 4 meses de total abstinencia y obedeciendo a un impulso urgente por el sacrificio, me lancé sobre él para ayudárselo a lavar;
El bobalicón se asustó en un principio, se saco el jabón de la cara y cuando pudo verme se tranquilizó comprendiendo la situación y se dejó hacer riéndose torvamente.
Su bobito reaccionó rapidísimo, se le comenzó a poner dura y a crecer más y más, yo no lo quería soltar por nada del mundo, estaba liso por el jabón, lo enjuagué y lo volví a enjabonar para dejarlo bien limpio, mientras tanto llegó al máximo de su crecimiento separándose de sus piernas unos 60 grados, no podías subir más porque el peso se lo impedía, debía tener entre 9 y 10 pulgadas de largo y una cabezota suave, aterciopelada del tamaño y textura de un durazno, su diámetro era más grueso que mi muñeca, lo tomé a con mis dos manos no logrando abarcar ni la mitad de su longitud y mis dedos no podían cerrarse en torno, faltaban unos dos centímetros para que mi el pulgar y el índice se tocaran, hasta ahora solo pretendía jugar un rato pero estos juegos una sabe como se inician pero no como terminan.
Ayudé a Venancio a sacarse todo el jabón, a estas alturas no sabía quien estaba mas mojado si el bobo que estaba bajo la ducha o mi gruta que estaba bien resguardada del agua. Corté el agua y me dediqué con suma aplicación a estrujar, masajear y acariciar ese moco de elefante suave, calientito pero fresco, perlado de gotitas de agua y con fragancia de palmolive que ejercía una gran fuerza de atracción sobre mis labios, le fui quitando las gotitas con mi lengua y entre lamida y lamida me lo acomodé en mi boca abriendo mucho las mandíbulas, apenas lograba acomodar su pesada cabezota, ahora estaba muy caliente y yo lo mismo pero Venancio con señas me hacía entender que quería otra cosa, quería ir directo al grano y yo solo pensaba en jugar un rato pero me pudo el deseo y quise al menos refregarlo contra mi clítoris, ¡verdad que no quería hacer nada más! Me daba miedo su tamaño y el daño que pudiera hacerme pues mi conchita era muy estrecha aunque no virgen; llevándolo del moco lo saque de la ducha hasta un mesón rústico que había en la sala que servía de comedor y almacén de herramientas, me senté en el borde del mesón me levanté la falda, me quité los pantys y lo atraje contra mi coñito, el bobo se reía y hacía gestos de asentimiento poniendo cara de más bobalicón.
Ahora ese ariete quemaba y palpitaba fuertemente, lo medí en mi abertura y era imposible que entrara a pesar de la gran cantidad de lubricante que había segregado, me acomodé mejor separando totalmente las piernas y lo intenté de nuevo logrando meter la mitad de la cabezota pero ahí comenzó a producirme dolor, entonces lo froté arriba y abajo sobre mi clítoris logrando rápidamente un intenso orgasmo, pero quería más y Venancio tenía paciencia, se tomaba su tiempo para todo y no era inexperto, creo que ya había pasado por esto varias veces.
Entonces recordé que en la huerta había algunas plantas de aloe y haciéndole entender que esperara, salí, corté una carnosa hoja, la abrí longitudinalmente y de regreso le apliqué esa sustancia viscosa en toda la longitud de su miembro quedando erótica y provocativamente lisísimo, volví a mi lugar sobre la mesa donde el bobo tendría que actuar de pie, no a la cama como sería lo usual porque no quería que el bobo se me echase encima ni ver su cara de bobalicón junto a la mía, solo quería sentir la parte interesante y ya había tomado mi decisión, miento, yo no tomé la decisión fue mi conchita que ahora actuaba por sí misma haciendo su voluntad y deseaba tragárselo así padeciera en el intento.
El bobo, muy dócil se dejaba hacer sin tomar iniciativas, dirigí su pene a mi rajita y traté de forzar la entrada, esta vez fue mas rápido, aunque dolía terriblemente penetró su cabezota dilatando al máximo la entrada, quise sacarlo pero el bobo ahora asumiendo la iniciativa, me había tomado por mi delgada cintura con sus manos ásperas y fuertes de agricultor inmovilizándome, no me permitió hacer ningún movimiento que esquivara su avance y tuve que pagar mi osadía, me dolía, me lastimaba, me asustaba pero por allá en un nebuloso lugar de mi ser, se removía un brotecito de placer que se fue expandiendo poco a poco a medida que mi vagina valiente y glotona se acomodaba a ese monstruoso falo.
Afortunadamente Venancio era lento para todo, sobretodo para lo placentero y fue avanzando dentro de mi muy lentamente sir retroceder, dando oportunidad a mi vagina a dilatarse, me penetraba y lo disfrutaba milímetro a milímetro riendo guturalmente, el dolor producto del estiramiento desapareció, ahora lo gozaba plenamente y ya me había tragado casi la mitad y seguía avanzando, avanzando, avanzando lenta pero inexorablemente, ¿Has tenido la vagina completamente llena, tanto que crees que no te cabe un milímetro más? Así estaba yo y la sensación era maravillosa era un doble placer, uno netamente físico muy, muy rico y otro mental, de satisfacción, de orgullo, de saber que lo estaba logrando, que si podía; el pene no solo llenaba mi vagina, llenaba también mi mente.
El tarado sabía lo que hacía y lo hacía como le gustaba, avanzaba, solo avanzaba, no se movía con el vaivén normal, lo empujaba firme y lentamente, ya quedaba solo un cuarto por fuera y yo me imaginaba el cuello pegado a la las costillas y los ligamentos muy estirados casi horizontales, finalmente lo logro meter todo y volvió el dolor, ahora una molestia interna y un gran temor de que me reventara algo por dentro, pero cesó su avance porque no había más que meter, ahora se estuvo quietecito un rato, solo riendo, en tanto volvió el placer y pasó el susto, pude gozarlo todo adentro y me sentía próxima a un tempestuoso orgasmo, la energía orgásmica se venía acumulando, se acrecentaba, se arremolinaba, se concentraba.
Venancio comenzó a moverse despacio y en círculo, no en vaivén para que no se saliera nada, llevé mi mano a mi expandida raja y solo pude tocar sus pelos, el orgulloso ariete había desaparecido, ¡me lo había tragado todo! Lo había vencido. En ese movimiento me desacomodé y se salió unos milímetros, Ven volvió a empujar y solo cuando no quedó nada por fuera reinició su movimiento circular, yo no aguanté más, comenzaron a saltar chispas y en gran ciclón con rayos, truenos y centellas me consumí en un gran orgasmo universal de duración infinita, como si estuviese contenido por varias generaciones. Venancio también llegó al final dando un alarido como de Tarzán, Tu no me creerás pero no pudo eyacular dentro de mi debido a lo forzado que estaba, solo cuando lo sacó comenzó a fluir lentamente en en gruesos goterones su semen.
Quedé lastimada por unos días, me ardía al tocarme o al orinar pero en tres días había mejorado, luego quise probar de nuevo y fue mas fácil, lo hicimos con frecuencia aunque me daba muchísimo miedo por un embarazo pero no pasó nada, la naturaleza hace bien sus cosas, el bobo era estéril.
Hacerlo con un bobo es bastante próximo a hacerlo con un animal, cada cual a su estilo, desde luego; Una tarde que iba a llevarle su comida en compañía de mi inseparable Jackson, nos cruzamos en la calle con una pareja de perro y perra pegados, los observé disimulada pero atentamente, la escena me calentó bastante, una vez en mi pubertad habíamos visto una pareja así con unas amigas y la más conocedora nos explicó que se pegaban porque la vulva de la perra una vez ha sido penetrada comienza a contraerse en espasmos cada vez más fuertes, se contrae tanto que aprisiona el pene y no lo deja salir hasta que ha sido fecundada, (yo creía en esa explicación a falta de otra). Anubis se acercó olfateando a la pareja, le dio varias vueltas mostrando sus dientes al pegado pero comprendió que ya no había que hacer y continuamos nuestro camino, estaba todo inquieto, husmeaba por todas partes y se le salía de su funda algo así como una gruesa barra de labial rojo encendido.
Pronto llegamos a la huerta y mi concha babeaba yá saboreando por anticipado el juego que se aproximaba con Venancio, pero éste no apareció por ningún lado a pesar de que lo busqué con diligencia, sospeché entonces que debía haber sido requerido para prestar algún servicio especial en el vecindario y entré a la cabaña para pasar mi decepción y descansar un poco, me senté en una silla esperando bajar mi calentura para regresar y entonces entró Jackson inquieto, exhibiendo la punta de su brillante pene, me olfateó y concentró su husmear en la zona de mi vulva, quizá podía oler mi excitación, yo lo dejé hacer experimentando curiosidad y recordando la escena que acabábamos de ver en la calle, de pronto se trepó sobre mis rodillas y empezó a tratar de taladrarme una pierna.
Al asentir esa cosa lisa y húmeda se me ocurrieron ideas que jamás habían pasado por mi mente ni pasarían de no ser por estas circunstancias particulares de soledad, frustración y deseo.
La curiosidad y el deseo llevaron mi mano a su vientre y pude palpar por primera vez el raro aparato canino, se lo pajeé un rato notando que le crecía más y salía más de la funda, el perro gemía quedamente y hacía intentos por trepárseme de cualquier forma, entonces me quité los pantys y abrí las piernas para permitirle oler mejor y que crees, ¡Se excitó terriblemente!, comenzó a lamerme ávidamente, ¡que lengua!, ¡que sensaciones me provocaba!, no resistí más y me coloqué a cuatro patas para que lamiera mejor pero el muy aprovechado se me trepó y comenzó a tantear con la punta de su enorme miembro hasta que encontró la entrada y me penetró de envión iniciando un movimiento crecientemente acelerado a una velocidad increíble, era muy distinto al bobo, parecía que tenía mucha prisa como temiendo que yo reaccionara y no le permitiera terminar, pero yo en esos momentos solo quería que siguiera.
Su miembro era increíblemente largo y gordote y en estas circunstancias me fue muy útil mi entrenamiento con Venancio.
Mi nuevo amante continuó culeándome y me llevó al séptimo cielo, De pronto, cuando ya se venía el orgasmo sentí un penetrante dolor que me asustó mucho porque no entendí a que podía deberse, quise sacudirme el perro de encima pero no pude, el dolor fue cediendo y cuando el perro, ahora más lento, se movía, me daban nuevas punzadas de dolor y de placer hasta que finalmente me sobrevino un contundente orgasmo como jamás había tenido, fue una explosión superior a la primera vez con Ven, Jackson también alcanzó el clímax y cesó de moverse, luego, no se como, se volteó y ¡Que susto! Quedó pegado a mi como a una perra, mi vagina estaba llena a reventar y se abultaba hacia atrás, me preocupé bastante y bajé más la cabeza para ver hacia atrás entre mis piernas y creí que la vagina se me volvía al revés de lo abultada que estaba, el clítoris estaba también protuberante por la presión de adentro hacia fuera, lo toque y me gustó la sensación, entonces frotándolo por fuera y presionado desde dentro, alcancé prontamente otro magnifico orgasmo.
Creí que no se saldría nunca y ya comenzaba desesperar cuando dando un tirón logró sacarlo dejándome asombrada con el tremendo tamaño que había alcanzado dentro de mi y que ahora podía ver, me llamó la atención la gran bola que se le había formado y que ahora comprendía, era la causa de que no pudiera sacarlo, recordé con una sonrisa la ingenua explicación de mi amiga.
Desde entonces no me ha hecho falta un pene con que complacer mi conchita, si no hay un hombre a mano, tengo a Anubis.
Así terminaba Katty su caliente relato mientras descuidadamente acariciaba el vientre de Anubis, acercándose críticamente a su funda que ya dejaba al descubierto parte de su potente lápiz labial.