Danielita
Danielita siempre había sido para mí la hermanita menor de Federico, mi amigo de toda la vida, y por extensión algo así como mi propia hermanita menor.
Sin embargo para ella yo era un amor imposible, un chico «grande» que no se fijaba en ella porque era solo una niña.
Con el pasar del tiempo ella se fue convirtiendo en una pequeña mujer, y una increíblemente bella.
Cara de niña, de una piel bien blanca manchada con algunas pecas. ojos del color del cielo, naricita respingona, y una boca con labios tan provocativos que parecían desubicados en un rostro tan angelical.
Cuello largo, un busto muy desarrollado para una chica de su edad, cinturita de avispa, una pancita plana que su ropa siempre dejaba al aire, cola bien redonda y piernas bien largas que la ayudaban a lograr sus espléndidos 175 cm de altura.
Sin embargo este desarrollo físico parecía pasar desapercibido para su familia, que la seguía tratando como a una niña.
Con el correr del tiempo ella fue perdiendo el respeto que me tenía y me provocó de todas las maneras posibles, ocasionándome unas calenturas cada vez más difíciles de controlar.
Yo solía salir de la universidad todos los días e ir a la casa de Fede, lo esperaba allí hasta que él llegara de la suya (tardaba más o menos una hora más en llegar) para cenar juntos y ver un poco de televisión o jugar a algún juego.
Como era como de la familia, los padres de Fede tomaban mi llegada como la hora de irse a la cama, y yo me quedaba jugando con Gulliver el enorme perro gran danés de Fede y últimamente resistiendo los ya descarados acosos sexuales de Daniela.
De a poco fui cediendo hasta que esa hora, desde que llegaba hasta que lo hacía Fede, se convirtió en una hora de lujuria total.
Daniela era de lo más caliente y realmente no conocía límites, me costaba muchísimo seguirle el tren y todos los días traía alguna sorpresa que me hacía poner colorado.
Pero sin dudas lo que más la excitaba era mantener esa imagen de niñita buena e inocente frente a su familia y portarse como una puta cuando no la estaban mirando.
Adoraba hacer cosas muy pervertidas, en lugares muy expuestos, jugando con la posibilidad de ser sorprendida y que su disfraz de niña inocente fuese descubierto.
Hasta que llegó ese día. Había decidido tomar la iniciativa y demostrarle quién era el jefe. No podía dejar que una chica de su edad me manejara a su antojo, así que en mi mochila tenía una sorpresa para ella.
Cuando sus padres me saludaron y se retiraron a dormir ella de inmediato comenzó a caminar hacia mí con actitud de come-hombres.
Yo le dije desde mi sillón: «¡Quédate donde estás!», en una voz firme pero la baja, para no llamar la atención de sus padres.
Sorprendida abrió la boca como para decir algo. La interrumpí: «¡Ni una palabra!, hoy harás todo lo que yo te diga o no haremos nada, ¿de acuerdo?».
Asintió con la cabeza, su rostro mostraba una mezcla de sorpresa y satisfacción, con una sonrisa nerviosa que no podía ocultar. Le ordené que se quitara toda la ropa ahí mismo.
Dudó un instante, estaba en el medio del living, sus padres sólo tenían que asomarse a la amplia escalera y la verían, lo mismo cualquier transeúnte que mirara hacia la casa por cualquiera de los tres amplios ventanales.
Sin embargo la excitación pudo más y lo hizo dejando al descubierto su hermoso cuerpo, sus pezones ya estaban totalmente erectos y todavía no la había tocado.
Le ordené que trajera mi mochila y me entregara su contenido. Se apresuró a hacerlo, ansiosa por ver qué le tenía preparado.
Cuando la vi desnuda, con las cuerdas en su mano, el rostro ruborizado y una mueca de incredulidad y sorpresa supe que por primera vez la había puesto en una situación que la superaba, por dentro me sentía triunfante.
«Date la vuelta y cruza tus muñecas en tu espalda» le dije, ahora mucho más seguro. «Pero si mis papás…» comenzó a decir.
Yo la interrumpí nuevamente: «Dije que ni una palabra, si desobedeces una sola de mis órdenes te castigaré.». Más sorpresa en su rostro, vacilante, me dio la espalda y cruzó sus muñecas.
Con un trozo de cuerda las até juntas. Acerqué una de las pesadas sillas de estilo y la puse frente a ella y le ordené que pusiera sus pies la los lados de las patas delanteras. Así lo hizo y comencé a atar sus piernas a las patas de la silla.
Ella por supuesto no entendía nada de lo que traía entre manos, la silla estaba de frente a ella, ¡si intentaba sentarse se iría al piso con silla y todo!.
Le ordené que apoyara sus tetas contra el respaldo y até firmemente su torso contra el mismo, sus pezones asomaban entre los gruesos barrotes.
Seguía intrigadísima, en la posición en que estaba sólo podría acariciarla, su coñito y su culo apuntaban hacia abajo, cada vez entendía menos.
Por último, aprovechándome de su total inmovilidad le introduje sus bragas en la boca sin ninguna resistencia y las aseguré con un pañuelo.
Cuando comencé a recostar la silla sobre su respaldo su cara se transformó, sonrojándose violentamente, se dio cuenta que ahora estaba totalmente indefensa.
Me alejé un poco para disfrutar de mi obra, ¡era lo más erótico que había visto en mi vida!.
Su culo perfectamente redondo apuntaba al cielo a la altura justa para que cualquiera la penetrase de pie, su propio peso hacía que su espalda se arqueara contra la silla haciéndolo resaltar aún más.
Sus pechos estaban bien oprimidos contra el respaldo soportando gran parte de su peso y su cabeza descansaba de costado contra la peluda alfombra.
Sus ojos me miraban, ahora provocativos, respiraba fuertemente.
Un manjar a la vista, pero a la vez pensé que si sus padres aparecían o Fede llegaba más temprano estaría en serios problemas.
Me acerqué y comencé a acariciar todo su cuerpo, ella respondió meneándose todo lo que podía y emitiendo gemiditos.
Cuando llegué a su sexo noté que estaba empapado como nunca antes, sus jugos ya corrían por sus piernas, yo tenía que probar eso.
Me senté en otra silla frente a ese tentador coñito y hundí me cara en él, casi de inmediato ella se sacudió en un violento orgasmo y llenó mi cara de jugos.
Yo seguí lamiendo, chupando y mordisqueando hasta que se corrió de nuevo, aún más violentamente.
Evidentemente esto le encantaba.
Decidí que era mi turno así que le quité el pañuelo y sus braguitas, me bajé los pantalones, y tomando la pesada silla por el respaldo ubiqué su cara a la altura de mi hinchada polla, Daniela entendió de inmediato y levantó su cabeza y abrió su boca.
La hice desear pasando mi polla por sus labios mientras ella la buscaba con desesperación y luego de un rato se la introduje suavemente.
Empezó a mamarla con fruición, me aproveché de la situación y comencé a introducirla más profundamente, ella cooperaba abriendo más su boca luego de varios intentos logró metérsela toda, era la primera vez que lo hacía.
Yo todavía tenía sus bragas en mi mano así que las tomé y estirándome se las introduje en su coño y comencé a acariciar su clítoris.
La mamada se hizo aún más fuerte, Daniela estaba fuera de sí. Al poco tiempo ya no aguanté más y retirándome de su boca me corrí en su cara inundándola completamente, ella me acompañó con otro violento orgasmo haciendo lo imposible por no gritar de placer.
En ese momento volví a la realidad y agucé el oído para detectar cualquier ruido, por ahora estábamos a salvo.
La obligué a limpiar cuidadosamente mi polla con su lengua, lo que hizo que se recuperara inmediatamente.
Apoyé nuevamente la silla en el piso y retiré de su coño las braguitas, ahora totalmente empapadas en sus propios jugos y tomándola por sorpresa las coloqué nuevamente en su boca, asegurándolas nuevamente con el pañuelo.
Esto pareció hacerla reaccionar, y nuevamente comenzó a respirar con agitación cuando me coloqué en posición para penetrarla.
La penetré en un solo y firme movimiento hasta el fondo, Daniela gimió con fuerza y siguió haciéndolo con cada uno de los violentos embates, luego de un rato sentí que estaba por correrse y yo me retiré y coloqué mi hinchado glande en la puertita de su culito.
Ella trataba por todos los medios de indicarme que no quería hacerlo por ahí (nunca lo había hecho), pero no le hice caso y empecé a presionar, sintiendo como de a poco el agujerito iba cediendo.
Ella me miraba con una mezcla de miedo y calentura que hacía que tuviera que esforzarme en no correrme.
La cabeza ya estaba adentro y su cara no denotaba dolor, sino lujuria, así que seguí penetrándola lentamente.
En un momento Daniela me sorprendió y violentamente empujó sus caderas contra mí clavándosela hasta el fondo, emitiendo un fuerte gruñido ahogado por su mordaza. «¿Con que la quieres así, putita?» le pregunté, y comencé a follarla con fuerza.
Ella perdió el control y seguía empujando sus caderas, emitiendo toda clase de sonidos ahogados.
Ya era más de lo que ambos podíamos soportar y nos corrimos con un último y violento empujón. Pude sentir cómo llenaba sus entrañas de sémen mientras chorros de sus jugos me mojaban los testículos y corrían por mis piernas.
Después de un momento se la saqué y pude comprobar que había perdido el conocimiento.
La desaté, quité la mordaza, y la lleve al sofá donde la abracé hasta que se despertó.
Cuando lo hizo me llenó de besos y agradecimientos y luego de ver el gran reloj de pie tomó sus cosas y fue corriendo hacia el baño.
En ese preciso momento sentí un ruido de llaves en la puerta de calle, a toda velocidad me subí los pantalones, recogí las cuerdas y acomodé las sillas en su lugar, la puerta del living se abrió justo cuando yo aterrizaba sobre el sillón.
Fede entró apurado y me pidió disculpas por haber llegado media hora tarde, un profesor lo había retenido.
Me preguntó si me había aburrido y le dije que no, que Daniela me había atendido muy bien.
En ese momento llegó ella en su papel de niña buena e inocente, yo no podía creer que fuese la misma persona de hace unos instantes.
Se despidió de su hermano con un beso y se alejó subiendo la escalera, Federico no pudo ver cuando a mitad de camino levantó su falda mostrándome su culo desnudo con sus bragas colgando del dedo índice a la vez que me guiñaba provocativamente un ojo.
wow que relato mas caliente mmm
Hermoso relato.Pleno de morbosidad y calentura. Fundamentalmente por ser muy creíble.