Había hecho todo lo posible para librarme de hacer el Servicio Militar, pero no sirvió de nada y tuve que hacerlo.

Lo único que me atraía era saber que iba a estar rodeado de chicos y como soy homosexual, esto era una parte positiva, pero todo lo demás me resultaba desagradable. Era perder el tiempo haciendo cosas que no me atraían o que me resultaban molestas y aburridas.

Una vez en el campamento no me pareció tan desagradable como pensaba, pero sí era tremendamente aburrido estar continuamente haciendo instrucción.

Nos dijeron que hasta que el más tonto no supiera saludar y distinguir los galones, no saldríamos del campamento. En las horas libres, nos íbamos a la cantina y allí pasábamos el tiempo, bebiendo y hablando, pero yo apenas me relacionaba con nadie y me distraía observando a los demás.

Pronto me fijé en un chico que me gustaba especialmente. Era de mediana estatura, fuerte, moreno, de mirada penetrante y aspecto de saber lo que buscaba. Era de poco hablar y se relacionaba lo justo con los demás. Yo disfrutaba mirándolo y fantaseando como sería su cuerpo y su sexo.

Me gustaba admirar el abultamiento rotundo que se le marcaba en la entrepierna y no porque fuese excesivo, sino porque era tremendamente sugerente para un amante de los chicos, como soy yo. En más de una ocasión me pilló mirándole, pero enseguida los dos mirábamos hacia otro lado y esto me me hacía pensar que a lo mejor él también era gay. Las pocas veces que hablé con él, me pareció muy educado y agradable.

Las duchas eran comunales y todos estábamos juntos y desnudos y en una ocasión conseguí ponerme cerca de él para poder verlo desnudo. Tenía el cuerpo bastante velludo y cuando lo ví de frente me quedé como hipnotizado al ver su polla que no era muy larga, pero sí muy gruesa y la tenia como morcillona, quizás por el agua caliente o … por el «calor humano».

Ante esta deliciosa visión tuve una erección enorme y no me había dado cuenta, pero uno que estaba a mi lado y vió mi erección, comenzó a gritar: eh, mirar, aquí hay un maricón que la tiene tiesa de vernos a todos el rabo.

Todos me miraron y hubo risas y frases que me dirigían: hola guapa, me quieres comer la polla; maricón, quieres que te llene el culo de polla?; amorcito, tengo un biberón para ti … Luego se fueron calmando las bestias y se acabó todo el cachondeo.

Al día siguiente me arrastraron entre seis y me llevaron a un almacén abandonado. Lo que más me dolió era que entre los seis estaba el chico que me gustaba.

El que parecía el jefe del grupo me dijo que me iban a follar los seis para ver si así me hacían un hombre de verdad y no una maricona de mierda.

Sabía que no tenía ninguna posibilidad de evitarlo y que si me ponía agresivo iba a ser peor para mi. Por otra parte me resultaba excitante que seis chavales, que no estaban nada mal, me violasen.

Y, sobre todo, me encantaba que el chico que me gustaba me follase con esa maravillosa polla que tenía. Se desnudaron los seis y me obligaron a desnudarme.

El jefe se acercó y tras darme dos ostias en la cara se embadurnó la polla con saliva y me la metió casi de golpe. Casi a la vez otro de ellos me metió su polla en la boca. Fue algo tosco y muy rápido … parecía que no sabían muy bien lo que es follar y los dos se corrieron pronto.

Mientras otro me la metía en el culo, mi adorado chico se acercó y me la metió en la boca … se movía muy lentamente y yo disfrutaba al máximo mamando esa preciosa polla de mi precioso chico.

Subí la mirada y vi su expresión de estar disfrutando a fondo de la mamada. Él me miró y yo le miré con amor … me sonrió y sin decirnos nada nos estábamos diciendo mucho.

Luego llegó el momento en que se acercaba su orgasmo y cerró los ojos y me llenó la boca de la mas deliciosa leche, leche caliente y espesa.

Al terminar me miró de nuevo, como pidiendo perdón y cuando se iba a apartar, le sujete con cariño y le hice darse la vuelta … el se sonrió y se dejó hacer. Separé sus nalgas y casi me desmayé al ver su ojete totalmente rodeado de pelos negros.

Acerqué mi lengua y comencé a darle el más intenso beso negro. Su sabor me parecía delicioso y no quería que eso se pudiese terminar … le metí la puntita de mi lengua en su ojete y comencé a moverla para darle el máximo placer; él se relajó y pude meter un poco más de mi lengua en esa maravillosa cueva de amor.

Al saborear esa delicia de ojete me corrí abundantemente. Tras de mí seguían penetrándome uno tras de otro, pero ya no me importaba … mi chico me hacía feliz y yo estaba convencido de que mi amor era correspondido.

No sé cuantas veces me follaron ni cuanto tiempo duró esa orgía estúpida, pero cuando empezaron a irse, mi culo estaba destrozado y goteaba gotas de sangre. Me quedé tumbado en el suelo, solo y con una mezcla de cabreo y felicidad.

Al rato volvió mi chico y me pidió perdón, acariciandome y limpiandome de los restos de semen y sangre.

Yo le miraba y le expresaba mi amor con una sonrisa y con lagrimas de felicidad.

Él pasaba su lengua por las lágrimas y no dejaba de pedirme perdón. Me acerqué y nos unimos en un beso largo, con intercambio de salivas y de amor.

Al recordar la maravillosa delicia que me supuso la mamada de su peludo ojete, se lo dije y el me dijo que para él había sido algo que no olvidaría en la vida.

Sin decirle nada, le bajé el pantalón, le separé las nalgas y de nuevo mi lengua se introdujo en esa cueva de felicidad.

Pero él estaba mucho mas relajado y mi lengua podía entrar con facilidad y al saborearlo por dentro tuve un orgasmo intenso y largo … nunca en la vida he saboreado nada tan intensamente delicioso.

Nos juramos amor eterno y lo hemos cumplido porque llevamos 46 años juntos y no creo que haya nadie que haya disfrutado tanto del sexo. Pero esto ya es otra historia.