Capítulo 7

Una tarde. Lucas y Helena están sentados en el sofá revisando un álbum de fotos viejas.

Helena está vestida con una minifalda de cuadros y un suéter de lana ajustado sin sostén, que le da un aire juvenil pero extremadamente sensual. Lucas está en pantalones casuales.

—Mira esta, Lucas —dice Helena, señalando una foto de su juventud en traje de baño. Su voz es nostálgica—. Podría haber sido modelo, ¿no crees? Mi cuerpo era espectacular.

Lucas se acerca, y su respiración se acelera al ver la figura. —Mamá, tu cuerpo es espectacular. Siempre lo ha sido. Hubieras sido la modelo más gloriosa. Y te lo digo yo, que he visto lo que nadie más ha visto.

—Mmm… ¿Crees que todavía tengo el potencial, Lucas? —Helena lo mira con una sonrisa de desafío.

Lucas ya está encendido. —Hay que probarlo. Te voy a tomar unas fotos. Vamos a hacer una sesión de moda, pero solo para mis ojos. Y quiero que uses toda esa ropa que compraste y que solo yo veré. Quiero capturar el verdadero premio.

Helena asiente, sus ojos brillan con una lujuria compartida. —Acepto. Pero tú serás mi asistente personal, y tendrás que asegurarte de que cada atuendo se ajuste a la perfección.

La decisión de revisar el viejo álbum de fotos había destrozado la última pretensión de normalidad entre Lucas y Helena. El dormitorio se había convertido en un santuario oscuro y cálido, iluminado por la luz tenue del atardecer que entraba por la ventana. Helena, con un brillo en los ojos que Lucas nunca había visto, aceptó el desafío. La cámara era la excusa, pero el verdadero propósito era la posesión explícita de su cuerpo.

El juego comenzó con la simulación de la seriedad. Helena se puso el traje de pantalón de negocios color gris y la blusa de seda color marfil. La seda, tensada por sus grandes pechos sin sostén, gritaba el deseo escondido.

Helena adoptó la primera pose, de pie, piernas separadas y manos en la cadera, el traje de pantalón proyectando una imagen de control que la blusa desmentía. Lucas tomó fotos de cerca del escote, capturando la seda luchando por contener su carne. Luego, ella se sentó en una silla, cruzando las piernas lentamente, forzando al pantalón a subir y a Lucas a arrodillarse para una toma que resaltara la curva del muslo y la tensión en la entrepierna. Finalmente, se inclinó sobre el escritorio, la blusa cayendo del hombro, el pantalón apretándose en sus nalgas. Lucas se acercó, susurrándole al oído la depravación que le provocaba verla en esa pose.

Helena se enderezó y se acercó a Lucas, su vientre cerca del suyo. «Lucas, la seda se me arruga justo aquí,» dijo, su voz ronca. Ella tomó la mano temblorosa de Lucas y la forzó a deslizarse bajo el borde de la blusa, tocando su vientre plano y caliente. «Siente mi piel. Dime si el pliegue es lo único que sientes.» Lucas gimió y hundió los dedos en su vientre.

Acto Seguido: Helena se dio la vuelta. Lucas, con las manos calientes y el pene palpitando, desabrochó los botones de la blusa con una lentitud tortuosa y bajó la cremallera del pantalón hasta el muslo. La blusa cayó al suelo. Helena se bajó el pantalón, frotando deliberadamente la tela sobre la base de la erección de Lucas al pasarlo. Quedó en la lencería de seda perla, que ya estaba visiblemente húmeda. Helena se puso el siguiente atuendo sola, de pie, girando lentamente para que Lucas no perdiera la visión de su cuerpo.

Helena se puso el traje de baño de una pieza con cortes provocadores, de color azul cobalto. La lycra se ajustaba tan al límite que el contorno de su sexo y nalgas era palpable. La ropa ya no era barrera, sino una segunda piel obscena. Helena se tumbó de lado en la cama, la cabeza apoyada en una mano y el cuerpo curvado. El traje de baño se hundía en sus pliegues íntimos, una invitación muda. Lucas tomó su primera foto. Luego, se inclinó hacia adelante, sosteniéndose con las manos en el suelo. El ángulo hizo que la lycra se estirara sobre su trasero, dándole a Lucas una vista explícita de su vagina hinchada a través de la tela. Finalmente, se puso de pie, espalda apoyada en la pared, con una pierna levantada, obligando a su vagina a ser el punto focal. Lucas tomó una foto de primer plano de la tensión de la lycra en su sexo.

Helena se puso de pie. Ella agarró el bulto de la erección de Lucas y lo frotó contra el corte del traje de baño, justo donde su vagina estaba palpitando. «Siente esta tela, Lucas. Es lo único que nos detiene. ¿Puedes resistir la lycra mojada por mí?»

Helena se puso de rodillas en la cama, dándole la espalda. Lucas deslizó lentamente la cremallera del traje de baño. Cuando la cremallera llegó a su cintura, Lucas se detuvo, llevó su boca a la piel desnuda de su espalda baja, lamiendo el sudor. Luego, introdujo sus dedos bajo la tela, acariciando sus nalgas antes de terminar de bajar el traje. Helena se lo quitó pasándolo por sus piernas, frotándolo de nuevo sobre la erección de Lucas. Helena se sentó en el borde de la cama, dándole la espalda a Lucas, mientras se ponía con lentitud la lencería de encaje.

Helena se puso la lencería de encaje transparente color lavanda con ligueros. Sus pezones eran visibles y los labios de su vagina se delineaban claramente. El encaje era un mero formalismo.

Helena se puso de pie, con las manos en la cabeza, obligando a sus pechos a proyectarse hacia adelante bajo el encaje. Lucas capturó la prominencia de sus pezones. Luego, se puso de rodillas en la cama, con los muslos abiertos de par en par, mirando a Lucas, su vagina expuesta era el centro de atención. Lucas se inclinó para una toma a ras de las sábanas. Finalmente, se puso a cuatro patas, con la cabeza girada para mirarlo, y se tocó el clítoris sobre el encaje mientras Lucas tomaba la foto de su trasero.

Helena se arrodilló frente a Lucas. Ella abrió sus piernas de par en par. «Huele mi deseo, Lucas. Huele mi suciedad. Quiero que mi olor se te quede grabado.» Lucas introdujo dos dedos en su vagina a través del encaje, sin permiso. Helena gritó de placer.

Acto Seguido: Helena se puso de pie. «Quítamela tú. Rásgala.» Lucas, con las manos ya mojadas por la humedad, rasgó el encaje de la braguita y desabrochó el sujetador, dejando caer las prendas de encaje a sus pies. Helena quedó totalmente desnuda, su cuerpo palpitando de excitación. Helena permaneció de pie, mientras Lucas le ayudaba a ponerse el último atuendo, deteniendo la tela a la altura de sus pechos para una última caricia visual.

Helena estaba desnuda bajo la blusa de seda blanca. Lucas la abotonó mal deliberadamente, dejando un pecho completamente expuesto y la blusa colgando asimétricamente. Ella se colocó en el centro de la cama, su pecho desnudo como el foco, mientras Lucas tomaba fotos. Luego, Lucas la ayudó a recostarse. De espaldas en la cama, Helena separó sus piernas, la blusa a un lado, exponiendo su sexo. Lucas tomó la última foto del sexo de su madre, a centímetros, antes de tirar la cámara.

Él derribó a Helena, y tomó el pecho expuesto en su boca, lamiendo y succionando con una avidez salvaje. Helena, a su vez, tomó el pene duro de Lucas y lo besó y lamió con su boca

Lucas se abalanzó sobre Helena y la cubrió con su cuerpo. Él tomó su boca con una ferocidad bestial, no era solo un beso, sino una agresión de lenguas. Lucas metía su lengua profundamente en la boca de su madre, aspirando su aliento, sintiendo el sabor de la excitación y el vino. Sus manos apretaban los grandes pechos de Helena con una fuerza posesiva, los pezones ya duros bajo sus palmas. Helena respondía al beso con un hambre idéntica, mordiendo el labio inferior de Lucas hasta el punto de la sensación. Ella gimió en su boca y deslizó sus manos por el trasero de Lucas, clavando las uñas en su carne mientras lo acercaba.Lucas susurró en medio del beso: «Eres mía, madre. Quiero beber todo lo sucio que salga de ti.» Helena respondió: «Tómalo, hijo. Soy tuya. Hazme gritar.»

La proximidad de sus bocas y genitales era insoportable. Lucas se arrodilló entre las piernas abiertas de Helena y tomó su vagina con una violencia de necesidad. Su lengua no acariciaba, succionaba y lamía el clítoris y los labios con una fuerza desenfrenada, como si quisiera arrancar el placer de su madre. Usó sus dedos para abrir los labios de su sexo y exponerse aún más a su lengua. Helena gritó sin contención, su cuerpo se levantaba de la cama con cada embestida de la lengua de su hijo. Ella tomó la cabeza de Lucas y la presionó contra su sexo, empujándose contra su rostro con un descaro total. Helena jadeaba: «Muerde esa caliente carne, hijo. Hazme mojarte la cara. Quiero que te ahogues en mi maldito placer.» Lucas se detuvo solo para gruñir: «Eres el dulce más caliente que he probado, madre. Voy a lamer hasta la última gota.»

Helena no dejó a Lucas pasivo. Ella quería que él sintiera el mismo éxtasis Mientras Lucas la complacía oralmente, Helena tomó el pene duro de Lucas y lo masturbó con una técnica frenética y despiadada. Ella usó su saliva y los fluidos de ella como lubricante, frotando su mano arriba y abajo con una velocidad que buscaba el clímax inmediato .

Lucas se levantó por un momento. Helena se puso a cuatro patas, su trasero proyectándose. Lucas frotó la punta de su pene contra el borde anal de su madre mientras sus dedos penetraban su vagina con una profundidad violenta. No hubo penetración, solo la fricción brutal y el contacto duro en cada abertura. Lucas gruñía en el trasero de su madre: «Siente mi maldita cabeza aquí, madre. Siente mi calor. ¡Quiero meterme en todo lo que tienes, madre!» Helena gritaba: «Sí, hijo, sí. ¡Hazme sentir esa presión! ¡No pares!»

La estimulación dual y la obscenidad del momento llevaron a ambos al límite final. Helena empujó su cadera contra la boca de Lucas y al mismo tiempo apretó su mano alrededor del pene de él, llevando el ritmo a una velocidad de locura. Lucas sintió la explosión inminente. Lucas rugió, su cuerpo se arqueó y su semen fue lanzado con fuerza sobre el vientre de su madre, un acto de eyaculación total y descontrolada. Helena, al sentir la liberación de su hijo, gritó su propio nombre en un alarido de agonía y placer, su cuerpo convulsionando en un orgasmo violento. Sus fluidos se mezclaron en el caos de la cama.

Ambos cayeron jadeando, cuerpos agotados y resbaladizos, el silencio solo roto por la respiración irregular. La carne había triunfado, y el clímax sin penetración había sido la máxima expresión de su lujuria compartida y descarada.

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Tensión bajo el mismo techo

Tensión bajo el mismo techo VII