En el trayecto hasta mi domicilio, no podía quitarme de la cabeza mi actitud.

Me veía como una auténtica puta, de la más baja calaña.

Llegué cuando mi marido se levantaba. Sin muchas palabras, me metí en uno de los aseos y me di una ducha, para refrescarme.

Estuve bastante rato bajo el chorro de agua, hasta que me decidí a afrontar la situación. Cuando salí de la ducha, mi marido ya se había arreglado, y con un beso se despidió de mí – hasta dentro de dos días- me dijo. Me metí en la cama, pero no podía dormir.

Las imágenes de esa noche de locura, rondaban mi cabeza sin dejarme conciliar el sueño. Noté como mi entrepierna empezaba de nuevo a mojarse, y casi sin querer me encontré acariciando el clítoris. Fue una paja fenomenal, imaginando todas las cosas vividas esa noche, y así, tras el orgasmo, quedé profundamente dormida. Al despertar, estaba sola en casa.

La canguro (nombre que se da a la cuidadora/cuidador de niños), había vestido a los niños y llevado a casa de mis padres, donde estarían unos días.

Con la calma que proporciona las vacaciones, me tomé un café, me di otra ducha, y me vestí para salir a comprar y dar una vuelta. Estaba en la puerta de mi casa, cuando sonó el teléfono. Me di la vuelta y lo descolgué.

Era Carlos que quería hablar conmigo por lo sucedido la pasada noche. Quedamos en el puerto deportivo de Barcelona y hasta allí me dirigí. Carlos me esperaba cuando llegué. Me llevó hasta su velero y allí empezamos ha hablar:

Lidia -empezó diciendo- lo de anoche tiene una explicación que no sé si te hará gracia. Días antes de que quedáramos para cenar, se presentó en la consulta uno de los visitadores médicos del laboratorio «XXXXXX», para presentarme un nuevo fármaco contra la inapetencia sexual. Me comentó que aún estaban en las últimas pruebas y esperando la aprobación de sanidad para su distribución, pero me dejó una muestra.

No sigas -le contesté- Creo que ya sé el final. La muestra la probasteis ayer noche con Carla y conmigo.

Sí, así es.

Hijos de Puta.

Me levanté, pero Carlos me cogió del brazo suavemente y me pidió que me sentara para que pudiera acabar de contarme lo sucedido. La verdad es que yo también tenía interés en saber el final de todo esto, y me volví a sentar. Carlos continuó:

Aprovechamos una de vuestras idas al aseo, para mezclar con el vino de la cena unas gotas de este nuevo medicamento. El resto ya lo conoces.

Demasiado bien -le contesté-.

Tras un largo silencio, que me pareció interminable, Carlos rompió el hielo.

Quieres ver el velero?- me dijo-

De acuerdo -contesté-

Me enseñó la cubierta, la cabina de mando, y después bajamos por una escalera hasta los camarotes. Lo que había visto hasta entonces era precioso pero los camarotes me dejaron alucinada. Yo ya sabía que Carlos era de familia muy rica pero ese velero era impresionante. Entrar en los camarotes era como entrar en un palacio. En los tres camarotes el lujo desbordaba la imaginación. Camas enormes, espejos combinados con mármol y madera, baño particular en cada camarote, suelos de mármol combinado con madera en los aseos. El más grande de los tres era el suyo. Además de todo lo explicado el suyo tenia un super tv y una gran torre llena de todo tipo de artilugios electrónicos de los cuales no conocía ni la mitad. En el centro del camarote una gran mesa llena de mariscos varios y una champanera con una botella de cava en su interior. Nos sentamos y seguimos dialogando de trabajo, durante un rato, pero irremediablemente la conversación fue girando a la noche anterior. Cuanto más hablábamos de lo sucedido, más notaba como se mojaban mis bragas. Con mucho disimulo baje mi mano hasta mi entrepierna y note como las bragas estaban completamente mojadas. No pude evitar una caricia inconsciente sobre mis mojadas bragas, lo que provocó que diera un pequeño suspiro, al notar el contacto de mis dedos con mis hinchados labios vaginales, aunque estuvieran las bragas de por medio. Notaba otra vez esa extraña sensación de calentura. Carlos se levantó, se acercó a mí por detrás, y puso sus manos sobre mis duros pechos. Mientras me los acariciaba, yo acariciaba mi coñito por encima de las bragas notando lo mojado y caliente que lo tenía. Me giré, bajé la cremallera de su pantalón, como pude saqué su verga, que ya empezaba a endurecerse y me la metí en la boca. Bajó su mano hasta mi coñito y con un dedo me corrió las bragas. Acarició mis labios y con delicadeza me apretó el clítoris. El orgasmo fue repentino, lo que hizo que le mordiera ligeramente su glande, arrancando de su garganta un grito de placer. Sin esperar mucho más, note como su liquido espeso y agridulce invadía todo el interior de mi boca. Tragué todo lo que pude y el resto resbaló por mis labios hasta caer por entre mis tetas y el escote de mi camisa. Me levantó, a golpes tiró todo lo que había sobre la mesa y me estiró sobre ella. Separó mis piernas y enterró su cara en mi coñito. AAHHHHHHHHHHHHHHH, gemía yo de placer notando su lengua moverse rápidamente sobre mi clítoris. La verdad es que era un auténtico experto comiéndose mi coño. Le rogaba que no parara, le suplicaba que me comiera el culo, pero él se retiró. Se quitó los pantalones y la camisa, y desabrochó mi camisa y los sujetadores. Mis tetas saltaron, y pude ver los pezones completamente duros y más grandes de lo que los había visto nunca. Cogió otra botella de cava, la abrió y comenzó a tirarlo sobre mi coño para luego ir recogiéndolo con la lengua. Menuda sensación el contraste de la bebida fría y la cálida lengua cuando me rozaba. Me creía morir de gozo. Siguió tirándomelo ahora por entre las tetas dejando que bajara hasta mi coñito y raziándomelo por todas mis zonas erógenas (culo y coño). Me metió la polla en la boca, mientras el burbujeante líquido recorría su camino. Se inclinó y volvió a comerme toda la entrepierna. En la primera lamida, me llegó el orgasmo, y sin tiempo para disfrutarlo, se incorporó y me hundió su polla. Tras pocas embestidas nos corrimos otra vez y me dejó caer todo su semen por mi vello púbico y mi abdomen. Nos levantamos y nos «duchamos juntos». Tras un largo y apasionado beso nos vestimos y yo regresé a mi casa. En mi regreso ocurrió algo. Me dirigía en el taxi a mi domicilio, cuando creí ver el coche de mi marido detenido en un semáforo. Mi marido tiene un deportivo de los que no hay muchos en Barcelona. Paré y bajé del taxi. Sin que me viera me acerqué, y tras una espera no demasiado larga, vi como una morenaza de unos 27 años se metía en el coche con él. – Así que de viaje- pensé -. Paré otro taxi y me dispuse a seguirle. Llegaron a un hotel lujoso de esta ciudad y tras dejar el coche en la puerta y recoger la maleta se metieron en el hotel.

Al llegar a casa, estaba hecha un lío. No me podía creer todo lo ocurrido en apenas 24 horas. Me preparé una bebida fuerte con hielo y llené el Jacuzzi. Me desnudé y me metí en el agua burbujeante con el vaso en la mano.

CONTINUARÁ