Buenas noches.

Al momento de escribir esto, son la 1:45 de la madrugada, no puedo dormir, mi padre me castigó de la manera más injusta y solo hasta ahora pude recuperar mi celular.

Escribo desde la rabia, la excitación, la lujuria y el estupor.

Somos mis padres, mi hermano menor y yo, mis padres trabajan muy duro para darnos lo mejor y nuestras responsabilidades como hijos son pocas.

En mi caso, solo debo arreglar nuestro cuarto, ordenar la sala de estar y el comedor, cumplir académicamente y recoger la suciedad esporádica de Choco, el Rotweiller que tenemos por mascota.

Pero hubo una tarde que incumplí con mi deber, una fuerte fiebre me tiró desde temprano en cama, tuve que salir del colegio más temprano de lo acostumbrado para llegar a la casa y tratar de descansar.

Mi madre llegó y encontró el desorden, no me dijo nada, pero dio la queja ante mi papá, que ni corto ni perezoso, me quitó el celular, las salidas con mi amiga de infancia, las visitas de mis primos y la cuota monetaria que me da semanalmente.

¿Fiebre por qué?

Verán, en el colegio tengo un amiguito de travesuras, lo amo porque me hace reír mucho, jugamos como si de mi hermano se tratase, nos hacemos pilatunas, cosquillas, y compartimos mucho tiempo juntos entre clases.

Hubo una tarde donde me dijo que iba a estar solo en la casa y me invitó para ver una película, sin pensarlo le seguí la invitación y resultamos en su casa, en un sofá grandote, viendo la película en un televisor inmenso que tiene y jugueteando atacados por la risa.

Hubo una escena de la película bastante caliente, donde una pareja se besa y terminan en una sesión de sexo, no explícito, pero sí muy ardiente. Nuestras hormonas se dispararon, y sin pensarlo, resultamos besándonos, tocándonos y sacando algunas de nuestras prendas de vestir.

Aún éramos vírgenes, y de común acuerdo decidimos que íbamos a perder la virginidad en ese mismo instante y lugar.

Besos fogosos, caricias torpes, manos traviesas, nervios de punta, pieles enchinadas y se llegó el momento de entregarle mi flor juvenil a alguien a quien amo y admiro.

Pero acá vino el pero, inexpertos en estas faenas, y a pesar de nuestra juvenil excitación, no logramos que mi amigo tuviera una erección, no fue posible, su cosita era como un simple pedacito de carne colgando, sin vida, flácido, muy distante a aquellos monstruos que vemos en nuestras pantallas cuando buscamos, tratando de calmar la curiosidad.

No hubo poder humano, simplemente no se le paró, aunque lo intentamos de todas las maneras posibles.

Extraño en un muchacho de 18 años, grande y lleno de vigor. Confusa, abandoné la casa en medio del llanto y las excusas de mi frustrado amante.

Al llegar a la mía, ingreso y lo primero que encuentro es a mi hermano tirado en nuestro sofá, en pantaloneta, en medio de un profundo sueño, y mi vista se detuvo a la altura de su entrepierna, no sé si soñaba o acababa de hacerse una paja, pero su pene se erguía duro, gigantesco, tremendamente parado y se adivinaban sus incipientes venas por encima de la tela.

Cautelosamente me acerqué para ver de cerca eso que se marcaba en su pantaloneta, curiosa y excitada como venía, pasé mis temblorosos dedos por encima para comprobar lo que era. Efectivamente, mi hermano dormido lucía una verga grande, durísima, y por qué no decirlo, provocativa.

Apenas un par de toqueteos, sopesando con mi mano la dureza y el grosor de aquello que me hipnotiza, salí de la sala y me encerré en mi cuarto, yo también traía mi propia urgencia.

Me acaricié por encima de mi calzón, que venía empapado pero no por la orina, sino por un líquido espeso y semi-transparente. Mi vagina estaba hinchada y muy sensible, pero no cabía mas allá de la mitad de mi dedo medio. No conocía el orgasmo, por lo tanto no lo busqué, pero esas auto-caricias cumplieron con el deber de calmar mi ansiedad.

Ese fin de semana fue bastante agitado, no acostumbro espiar a mis padres, hasta ahora fui respetuosa de su intimidad, pero sé que cada sábado es el momento en los que ellos hacen el amor y yo, ávida de conocer todo lo relativo al sexo, me propuse espiarlos, varias veces los he oído, su alcoba queda pegada a la mía, mientras que la de mi hermano está ubicada en la planta baja de la casa y hasta allá no llegan los gemidos de mi mamá.

Ese sábado puse la alarma de mi celular a las 11.00 p.m, la hora en que se entregan a la pasión.

Pero no me dormí, estaba muy deseosa de aprender más, la falla de mi amigo lo único que había logrado era despertar mi interés en el sexo.

Es fácil espiarlos sin ser vista, por debajo de la puerta hay una luz bastante grande, y ellos cogen iluminados por una lámpara pequeña.

Besos apasionados, caricias por todas partes, lamidas en los lugares más insospechados, definitivamente mis papás saben disfrutar de su intimidad.

Aunque todo se veía perturbadoramente excitante, yo solo esperaba el momento cumbre, cuando pudiera ver en todo su esplendor la herramienta de mi papá. Solo tardó un momento, para que viera a mi mamá prendida de esa cosa enorme, lo chupaba como si de ello dependiera su vida, me tuve que tapar la boca para que no se me escapara un gemido de aosmbro ante el portentoso instrumento que mi papá trae en medio de sus piernas, perfectamente es del tamaño y grosor de mi antebrazo, y se levanta como un mastil de carne, orgulloso y altivo por su tamaño y segura firmeza.

Pero luego de tantas lamidas y chupones, llegó el verdadero plato fuerte de la noche, mi papá voltea a manera de perrito a mi mamá y se dispone a atravesarla desde atrás con su erguido artefacto, escasa de experiencia, fácilmente pensé que la iba a partir en dos, estuve a punto de gritarles. «¡Papá, no lo hagas, la vas a lastimar! ¡Mamá, no te dejes, te va a causar daño!». Me estoy ríendo sola por ese pensamiento…

¿Daño? Mi mamá pone una cara de dicha y lejos de rehuír a esos embates, empuja su cadera para salirle al encuentro a ese rígido intruso, y pulgada tras pulgada, veo que desaparece en su totalidad dentro de ella. Lo que vino tras de eso, fue una serie de movimientos de vaivén, besos, manos en los pechos de ella y algo que aumentó mi anhelo, fue ver ese par de bolas colgando bajo el palo de mi papá, perfectamente pueden ser del tamaño de las pelotas de tennis.

Luego, mi mamá se desensarta y boca arriba en la cama, abre sus piernas completamente, mientras que mi papá toma su espada de carne, aún mas´inmensa que al principio, y se la acomoda en la cueva de mi maá, y se la ensarta de un solo golpe, el gemido de placer de mi mamá me erizó la piel, ante lo cual no resistí ver más y me fui para mi habitación, sentía cosquillitas en mi muy hinchada vagina y de alguna manera me las tenía que quitar. Me masturbé hasta caer rendida, no logré el desconocido orgasmo, pero en algo sacié mi ardor.

El domingo transcurrió no muy tranquilo, me sentía rara, turbada, lo que vi me encantó, pero también me trastornó. Tuve que luchar para no preguntarle nada a mi mamá, no quería que supieran que los espié y que los voy a seguir espiando.

Llegó el lunes y la inevitable charla con mi amigo, especialmente luego de ver dos trozos de carne parados y muy duros ¿Qué pasó con el suyo el viernes?

Miradas furtivas durante las clases, materias aburridas, la mañana estaba interminable, hora de receso y la charla:¿Vamos a mi casa y lo intentamos?

La cara de felicidad de mi amigo ante mi propuesta era un poema. Por fin el tan ansiado final de la jornada, el camino a mi casa me pareció eterno, sabía que iba a estar sola hasta tarde en la noche, fue entrar y el tsunami de besos, caricias, toqueteos no se hizo esperar, con el ingrediente que le hice lo mismo que mi mamá le hizo a mi papá, se sentía extraño tener un pedazo de carne en la boca, con un ligero sabor a orina…

¿Y qué pasó? ¡Nada! ¡Absolutamente nada!

El colgajo parecía muerto, yacía inerte en medio de tantos chupetones, y los muchos intentos de masturbarlo para que se le parara eran vanos, no había respuesta positiva, mientras yo estaba encharcada, las escenas de mi hermano erecto y del polvo de mis padres estaban vivos en mi mente y se sentían en mi vagina, pero no pasó nada extraordinario, salvo por una semi-erección intrascendente, y sus caóticos intentos por penetrarme con aquello lo más que lograron fue que lo sacara muy amablemente de mi casa y me quedara desilusionada nuevamente, ahogada en un mar de confusión…¿ Será gay? ¿No soy lo suficientemente linda para él? ¿No le gusto?

Batallando contra la frustración, llegué a la conclusión que mi amigo no era el indicado para estrenarme como mujer, nuestra amistad no estaba en discusión, pero yo necesitaba a alguien que me cumpliera con mis nacientes necesidades íntimas femeninas, y él no era el que se mostrara más apto para esa tarea. Me dispuse a mis labores de casa, empezando por mi cuarto, luego sala de estar y por último el desorden de Choco. Choco…!

Era aún cachorro, apenas un año largo desde que está en la casa, hijo de una camada nacida en casa de los jefes de mi mamá, raza pura, un obsequio hecho para mi madre.

Nunca me había puesto a pensar en el perro como objeto sexual, a pesar que en los últimas semanas le he visto lamerse la roja salchicha que esconde una funda peluda que trae debajo. Lo cepillo, limpio sus regueros, lo acicalo, juego un rato con él y ya, suficiente tiempo invertido en un simple perro, pero esta vez fue diferente.

Recogí su reguero, limpié su cama, alcé del piso sus juguetes, y dejé de último la cepillada…Pelo suave, corto, muy sano, perro fuerte, alegre, noble, inteligente, muy bello, lo cuido más que a mí.

Todavía me sorprendo a mí misma por qué dejé la cepillada para el final, empecé despacio, con calma, pero algo atraía mi atención, era inevitable desviar mi mirada para abajo, y ver aquello que domina mi mirada.

Rozo con mano temblorosa eso que me perturba, se siente tibio, peludito, tomando ánimo y desechando mi pudor lo agarré, primero suave, luego con más firmeza, deliciosa sensación, me dan punzadas en mi vagina cuando siento su tibieza, y aumentan cuando empieza a asomarse la puntita roja de su salami impregnada de un líquido tibio. Pugno por tratar de sacar el contenido de ese capullo en su totalidad hasta que por fin lo logro, es muy hermoso lo que veo, me encanta su grosor, su dureza, su color rojo encendido, su red de venas azules que lo surcan en su totalidad, quedé entre impactada y gratamente sorprendida ante la vista que me ofrece Choco, un bellísimo miembro, tal cuál lo quería tener entre mis manos.

¿Entonces conque así se siente tener una verga entre las manos?

Para el caso, se trataba de un macho Rotweiller, pero daba lo mismo, lo había logrado y eso era lo verdaderamente importante. Además, me encantaba la pulsante sensación!

Pero lo que terminó por echar a la basura mis asomos de pulcritud, fue el movimiento copulatorio que hacía el perro, meneando adelante y atrás sus caderas, simulando aparearse, mi pequeña mano estaba llena por el calibre de su herramienta, pero jamás me llegué a imaginar que iba a seguir creciendo, alcanzando un tamaño asustador, de por sí enorme, a la vez que empezó a expulsar un líquido parecido a la clara de huevo, espeso, tibio y abundante, mientras mi mano sentía sus espasmos que parecía que se desplazaban a mi propia caverna de hembra.

En ese mismo instante, mandé mi rezago de escrúpulos al carajo, había tomado una vía sin retorno y no pensaba echarme para atrás, lo tenía todo, ganas, tiempo, un macho a mi disposición y una curiosidad sin control, recordé en ese momento la polla enorme de mi papá y la voracidad con la que mi mamá lo engullía, no en su totalidad, por el volumen, sino el esfuerzo que hacía para comérselo completo y me dije a mí misma ¿Por que no?

Choco seguía botando su líquido en pequeños chorros, sin pausa, uno tras otro, conforme sentía en mis manos el latido de su enorme salchicha rojiza, casi violeta.

Me iba acercando cada vez más a la polla de Choco, lo podía oler, pero no me atrevía, a pesar de estar a solas con él y saber que cuento con toda la tarde para los dos, la dureza en mi boca era lo que más anhelaba, con mi amigo no se pudo, así que me toca inclinarme por Choco, un macho al fin y al cabo, y con el objeto de mis deseos a mi alcance, la sola posibilidad me emocionaba.

Soy muy cuidadosa en el tema de su aseo, siempre está impecable, huele rico, no tiene parásitos y su dentadura es perfecta, por eso no lo pensé tanto para intentar hacerle una mamada, me ubiqué debajo de él, primero saboreé la crema que le salía, no sabe mal, es ligeramente salada, pero no me desagrada, sus palpitaciones no cesan.

Cierro mis ojos, poseída por los nervios, tomo la morcilla y la ingreso despacio en mi boca mientras Choco mira y se deja paciente, me dejo arrastrar definitivamente por la lujuria y engullo la salchicha en su totalidad ¡Qué delicia! Su grosor, su dureza palpitante, su sabor me vuelven loca, el perro empieza con meneos de cadera a follarme la boca, busco posicionarme mejor para permitir sus ondulantes movimientos, en uno de ellos, metió la totalidad del miembro y lo sentí hasta la garganta, lo que me provocó arcadas, pero no me detuve, menos ahora que empezó a botar de su leche a borbotones, incesantemente, me la estaba tragando sin saborearla y sentí cómo aumentó su grosor, tamaño y dureza, me estaba doliendo la mandíbula a causa de abrir mi boca al máximo para recibir todo aquello. Pero aún faltaba lo mejor: En la base de su estaca había una bola que iba aumentando su tamaño conforme el perro se excitaba, me encantaba sentir las venas en mi lengua, lo disfruto, mientras aumentaban las cosquillitas en mi vagina, no sé si estaré preparada para dar el siguiente paso, pero lo deseo ardientemente, sin embargo el grosor y tamaño de eso me intimida, veo mi conchita muy estrecha para que se me acomode dentro como lo manda la naturaleza, pero innegablemente lo voy a intentar. Lo espero y lo pretendo.

Luego que hube dejado la mamada, el miembro de Choco empieza a disminuir su tamaño. Se acuesta en la alfombra y se lame a la vez que me lanza miradas que interpreto como de gratitud, pero yo estaba lejos de haber terminado con él!

 

Continuará…