«¿Cuánto cuesta la puta vida?» Lupita murmuró, sentada en su cama de colchón deshilachado, la luz tenue de su laptop iluminando su rostro preocupado. Tenía 18 años y la vida ya se le presentaba con facturas que no podía pagar. La ingeniería bioquímica era su pasaporte a un futuro brillante, una salida del barrio, de la miseria que la rodeaba. Pero la universidad era un carro de heno, y su bolsillo no daba abasto.

Ricardo, su novio de tres años, era un buen chico. Trabajaba en una tienda de electrónicos, ahorrando cada centavo para la universidad, para su futuro, para el suyo y el de Lupita. Él no sabía lo que la angustiaba, no podía imaginar que la persona que amaba se enfrentara a la posibilidad de ser expulsada. La relación entre los dos era pura, inocente. Nunca se atrevieron a cruzar ciertos límites, respetando la decisión de Lupita de guardar su virginidad para el matrimonio.

Pero la vida es cruel y a Lupita se le agotó la paciencia. La colegiatura era una bestia hambrienta que no paraba de crecer, y la universidad no daba créditos sin dinero. «Tendré que buscar un puto trabajo», se dijo a sí misma, desanimada. Su búsqueda por internet la condujo a un callejón sin salida. Hasta que, de repente, la pantalla parpadeó con un anuncio que la detuvo en seco. «Servicios de acompañante», decía. El dinero que ofrecían podía solucionar todos sus problemas. La idea le dio un cosquilleo en la panza. Era descabellada, sucia, deshonrosa. Pero la desesperación es un maestro cruel que te empuja a lugares a los que no quieres ir.

Se levantó, caminó lentamente al espejo del baño, se quitó la camiseta y la falda, se puso la lencería que su mamá le había regalado para su cumpleaños. «¿Por qué no?» Lupita se dijo, tomando su teléfono con la intención de tomarse unas cuantas fotos. Estaba dispuesta a vender lo que la sociedad valoraba de una chica: su cuerpo. El espejo le devolvía la imagen de una joven hermosa, con piel cobriza y ojos negros que ya no reflejaban inocencia. «Así podré pagar la universidad», se convencía, apretando los labios.

Subió las imágenes a su perfil falso en la red de sexo servicios. Empezó a recibir mensajes privados. Hombres que le ofrecían dinero por su «compañía», por «momentos inolvidables». La desnudez de las propuestas la enrojeció, la hacía sentir sucia, expuesta. Pero cada «¿Cuánto cuesta la hora?» era una luz verde que la acercaba a la meta. Se aferró a la idea de que era por su educación, que no era una decisión que tomaba por gusto, sino por supervivencia.

El primer cliente fue un desconocido. El miedo le revolvía el estómago, la excitación de la adrenalina se entremezclaba con la angustia. Se reunió con él en un motel cutre, el olor a humo y a desinfectante se adhería a sus pulmones. «Relájate», le dijo, «sólo tienes que dejar que te folle». Ella tragó saliva, apretando la almohada con sus manos temblorosas. Lo hacía por la vida que soñaba, por la salida que se le presentaba. Cerró los ojos, y permitió que la desgarrara, que la usara, que la degradar. El hombre le arrancó la ropa y se sacó la endurecida verga, lupita era un manjar que no se come todos los días.

Primero lamió todo su cuerpo, lupita sentía una mezcla de placer y repulsión al mismo tiempo, el celular de lupita sonó, era Ricardo, su novio, Lupita se congelo de nervios, no sabía si contestarle, al final opto por tomar la llamada para evitar que el se preocupe.

-hola mi amor -contesta ella con la voz entrecortada.

-hola bonita, fui a tu casa a buscarte, pero tus papas me dijeron que no estás- contesto el, con tono tranquilo.

-si, este…. -Lupita no sabia que decir, nunca antes había tenido que mentir.

-salí, a casa de una compañera a estudiar -pero te puedo ver al rato -agregó ella, confiada de haber reaccionado rápido.

El hombre que estaba con ella comenzó a chupar su clítoris.

-HAHAHA -jadeo Lupita sin poder contenerse.

-¿Que pasa amor? -preguntó Ricardo preocupado.

-nada cariño, me pegué con el borde de la mesa- respondió ella hábilmente.

El hombre siguió saboreando el néctar exquisito de la joven, mientras ella seguía al teléfono con su novio tratando de disimular los jadeos que le provocaba la lengua de su cliente.

-¿de verdad estás hablando con tu novio desde la habitación de un motel, con otro hombre? -preguntó el pervertido hombre a Lupita.

-¿Que fue eso?, se escucho la voz de un hombre- intrigado preguntó Ricardo.

-ammm, es el papá de mi compañera, nos está ayudando a estudiar- respondió ella con otra mentira.

El hombre se acomodo para penetrar el tierno coño de la putita novata.

Lupita al ver el enorme tamaño de su cliente y de la inminente follada que recibiría abrió las piernas lo mas que pudo.

-cariño, te tengo que colgar, el papa de mi compañera me va a explicar algo -dijo Lupita a su novio colgando inmediatamente después sin darle oportunidad de responder.

-cielos señor, esa es una verga muy grande -expresó Lupita con preocupación por su integridad vaginal.

El lujurioso hombre comienza a meter su longitud en el estrecho coñito de la joven, centímetro a centímetro Lupita recibe la descomunal verga, sintiendo que es partida en dos intenta mantener la calma, pero los aullidos de dolor y placer salen sin permiso de su boca.

Cuando por fin el hombre logra meter todo su miembro dentro de la bella joven, sus ojos ya están en blanco y su boca abierta jadeante escurriendo saliva que no puede contener.

Esa expresión logra incrementar la lujuria del hombre que inmediatamente comienza a embestir con fuerza el apretado coño.

Lupita grita y jadea, el dolor ya dio paso al placer, con cada embestida los hinchados y pesados huevos del hombre chocan contra el prieto ano de la joven estudiante, liberando un sonido obsceno que rebota en las paredes del cuartucho. Cuando por fin termina, el cliente suelta un rugido seguido de un chorro de semen espeso que inunda el vientre de Lupita. Al sentir sus entrañas llenarse del líquido viscoso y caliente Lupita libera de sus labios un chillido que anuncia un intenso orgasmo.

El cuerpo de la joven se convulsiona ante sensación de placer que recorre su cuerpo, poco a poco su apretado coño libera la verga que lo invadía expulsando el exceso de leche masculina. Col piernas temblorosas, la nueva puta se levanto y comenzó a vestirse, el hombre hizo lo mismo y después le dio a Lupita lo correspondiente a su tarifa más una propina. Con la cara de satisfacción lupita se tambaleo de regreso hasta su casa.

Más adelante, su lista de clientes creció, entre ellos se encontraban profesores de su universidad y amigos de su novio Ricardo.

Lupita cada vez se habituaba mas las mentiras y las escusas que le decia a su novio y si familia, y comenzó a disfrutar mas de su nueva profesión.