Me llamo Jairo, y quiero compartir con ustedes una experiencia que, aunque en apariencia no parezca gran cosa, para mí fue un punto de inflexión. Un antes y un después en la forma en que vivo mi deseo, mi cuerpo… y el placer. Fue como abrir una puerta sin saber qué había detrás… y encontrarme con una versión mía que estaba esperando ser liberada.

En aquel momento vivía con mi familia, así que no tenía la libertad de prender la compu cuando quisiera, bajar la luz y entregarme tranquilo al deseo. Tenía que esperar esos ratos raros en los que la casa quedaba en silencio, sin nadie alrededor. Y aun así, muchas veces no podía resistirme…

Había noches en las que el impulso era más fuerte que la prudencia. Me encerraba, me ponía los auriculares para no hacer ruido, y navegaba con una mano en el mouse y la otra más abajo… siempre con un ojo en la pantalla y el otro atento a la puerta, por si alguien entraba de improviso. Algunas veces no llegaba a más que mirar, con la tensión palpitándome en el cuerpo. Otras… terminaba rápido, en silencio, con el corazón latiéndome en la garganta.

Pero también había esas pocas veces mágicas, casi milagrosas, en las que me quedaba completamente solo en casa. Esos momentos eran distintos. Ahí sí podía sacar todo el deseo acumulado, bajar la intensidad del mundo exterior y subirle el volumen a mi propio placer. Me preparaba, elegía bien lo que iba a mirar, y me entregaba sin apuros, sintiendo cada segundo como un regalo.

Todo comenzó la noche en que descubrí una página dedicada al contenido erótico. No era una más del montón: había algo adictivo en ella, con secciones y categorías que despertaban curiosidades que ni sabía que tenía. Al principio, solo quería mirar, me creé una cuenta sin pensar demasiado, solo para acceder a algunos posts que pedían estar registrado. Completé los datos casi con desgano, sin saber que, en realidad, estaba abriendo una puerta a algo mucho más profundo.

En los días siguientes, pasaba horas frente a la compu, explorando cada rincón de esa página que tenía algo difícil de explicar, algo que enganchaba. Los posteos eran variados: fotos, videos, textos, algunos muy calientes, otros más sugerentes, pero todos tenían algo en común… la intención de provocar. Cada publicación podía recibir puntos de los usuarios, y eso hacía que quienes subían contenido se esforzaran por ofrecer lo mejor.

Descubrí que se podía ver un ranking con los más valorados, y me perdía navegando entre esas listas: los favoritos del año, del mes, de la semana… hasta que me encontré revisando compulsivamente los tops del día. Era un ritual. Entraba, elegía una categoría según lo que me calentara en ese momento, y me dejaba llevar. Horas mirando, deseando, explorando. A veces me bastaba con eso. Otras veces… terminaba descargando toda esa tensión con un gemido contenido y una pantalla aún encendida.

Y al día siguiente, lo mismo. Como si algo dentro mío pidiera volver, una y otra vez.

Como les decía, ya había recorrido todas las secciones varias veces. Siempre encontraba algo que me generaba curiosidad, que me excitaba, que me llevaba —casi inevitablemente— a cumplir con mi práctica onanista del día. Pero había una categoría que siempre había ignorado. Las pocas veces que me aparecía algo de ahí, eran fotos de hombres mostrándose. Y eso, sinceramente, no me calentaba. Así como existía una sección donde mujeres posteaban imágenes y videos de sí mismas —desde lo más soft hasta lo más explícito—, también había una para hombres. Cada uno exhibía lo que quería, hasta donde quería… pero yo nunca le había prestado atención.

Hasta que un día, sin buscarlo, todo cambió.

Estaba aburrido, frente a la compu, con toda mi familia dando vueltas por la casa. Una de esas ocasiones en las que hacerse una paja era imposible: cuatro personas alrededor, y encima tenía que salir en poco tiempo a hacer un trámite. Igual entré a la página, más por costumbre que por otra cosa. Y lo primero que me apareció fue un posteo de un tipo mostrando su cuerpo.

Estaba de pie, en una habitación con luz tenue, y se lo notaba seguro, relajado… su cuerpo desnudo, firme, con ese gesto entre provocador y natural que tienen quienes se sienten deseables. No me detuve a mirarlo demasiado. Pero hubo algo en esa imagen que me quedó dando vueltas. No porque me calentara verlo a él, sino porque de repente se me cruzó una idea, así, de golpe…

¿Y si fuera yo el que sube una foto así?

¿Qué pasaría si revelara mi cuerpo? ¿Si alguien, del otro lado, se excitara con una imagen mía? ¿Si una mujer —real, desconocida, curiosa— entrara a mi post, se detuviera unos segundos… y se tocara pensando en mí?

Me gustó la idea. La fantasía de ser deseado me excitaba más que cualquier video. Que alguien se calentara mirando mi piel, mi forma, mi pija. Que fantaseara conmigo. Que se masturbara con mis fotos. Que tuviera un orgasmo deseándome. Que le temblaran las piernas mientras escribía un comentario anónimo diciéndome lo que me haría. La sola fantasía me puso duro. Y todavía no había hecho nada…

Los días siguientes fueron una mezcla constante de momentos. Cuando estaba en casa y encontraba un rato a solas, seguía con mi práctica habitual: sentarme frente a la compu, recorrer las secciones, dejarme llevar por las imágenes y las fantasías hasta terminar. Pero algo había cambiado. Cuando no estaba frente a la pantalla, la idea de ese post mío volvía una y otra vez. Aparecía mientras caminaba por la calle, mientras viajaba en colectivo, mientras cenaba con mi familia. Incluso en la cama, antes de dormirme, cuando el cuerpo empezaba a relajarse, esa fantasía se volvía cada vez más nítida. Y más fuerte.

Imaginaba todo: qué fotos subiría, qué parte de mi cuerpo mostraría primero, si sería algo más sugerente o directamente explícito. Pensaba en los ángulos, en la luz, en la pose. Me preguntaba cuánta gente lo vería… cuántas personas se excitarían conmigo… cuántas se tocarían. Cuántas cerrarían los ojos después de venirse, con mi imagen todavía encendida en sus pantallas.

Se había vuelto una obsesión.

No era solo por la paja. Era algo más profundo. Algo que tenía que ver con ser visto, con ser deseado, con provocar placer del otro lado de la pantalla. La sola idea me generaba una mezcla rara: un cosquilleo en el pecho, una electricidad en el cuerpo… y la verga tensa cada vez que lo fantaseaba.

Pasaron tres o cuatro días así, con la idea dándome vueltas en la cabeza todo el tiempo, haciéndome cosquillas por dentro, calentándome más que cualquier imagen. Hasta que, de pronto, el destino me guiñó un ojo. Estábamos almorzando en familia. Una escena normal, cotidiana, sin mayores sobresaltos. Pero de repente mi hermana, entre bocado y bocado, pidió permiso para salir esa noche al cine con unas amigas, y quedarse a dormir en la casa de una de ellas.

Yo estaba en mi mundo, fantaseando con las fotos que iba a sacarme, cuando escuché su voz. Y entonces me incorporé un poco en la silla, giré la cabeza lentamente hacia mi papá, y esperé la respuesta. Pero no era la respuesta que esperaba mi hermana… era la que yo estaba esperando con una ansiedad casi infantil. Solo que lo que yo deseaba no era una noche de salida. Era mucho más íntimo. Más morboso.

Porque si mi hermana se iba, y mis padres —como ya sabíamos desde hacía semanas— se iban también a esa fiesta pactada desde hace tiempo… entonces esa noche la casa quedaría vacía. Vacía. Y solo para mí.

Ese sí —cuando finalmente llegó— no fue solo un permiso familiar. Fue una señal. Fue la confirmación de que esa noche, por fin, llegaba el momento tan esperado.

Esa noche iba a ser la noche. La de mi primera sesión de fotos.

Mi primer post. Mi primera vez exhibiéndome al mundo.

Esa tarde, después de comer, tenía clases. No recuerdo bien de qué materia, pero lo que sí recuerdo es que no escuché ni una palabra de la profesora ni de mis compañeros. Mi mente estaba completamente en otro lado. Solo podía pensar en lo que iba a pasar esa noche… en mí, en mi cuerpo, en cómo iba a mostrarlo.

Cuando llegué a casa, todavía faltaban varias horas para que todos se fueran. Los minutos pasaban lentos, espantosamente lentos, como si el tiempo se estirara a propósito para jugar conmigo. Todo transcurría a un ritmo desesperante. Cada sonido, cada movimiento, cada minuto que pasaba, me hacía sentir más cerca… y más caliente.

Finalmente, las amigas de mi hermana pasaron a buscarla. Mientras mis padres terminaban de prepararse, yo me movía por la casa con una mezcla de ansiedad y excitación. Cuando los vi subirse al auto y alejarse por la calle, supe que no había marcha atrás. Estaba solo. Completamente solo.

Ya tenía preparada la ropa que iba a usar para sacarme las fotos. Había elegido el lugar de la casa, pensado los ángulos, la luz, todo. Me había armado el escenario mental una y otra vez en los últimos días, y ahora iba a hacerlo real. Cerré con llave la puerta… y fue como encender un interruptor dentro mío. Mi pene empezó a endurecerse al instante, como si hubiera estado esperando esa señal. Me atravesó una oleada de lujuria. Una ola de deseo me recorrió de pies a cabeza, intensa, eléctrica. Me excitaba como pocas veces me había pasado antes. Estaba por desnudarme… y mostrarme.

Entré a mi habitación y busqué el slip que tenía pensado ponerme. Me saqué el pantalón y la ropa interior. Mi pija seguía dura, tensa, como si también supiera que había llegado el momento de mostrarse. Me puse el slip: blanco, de una tela finita, tan suave como delgada, lo que lo hacía casi transparente y dejaba ver bastante de lo que había debajo.

Después me puse un jean medio viejo y nada más. Con eso empecé a sacarme las primeras fotos. Me temblaban un poco las manos, pero el cuerpo me pedía avanzar.

Al principio me saqué algunas frente al espejo, de cuerpo completo, descalzo, con el jean puesto y el torso desnudo. Mido 1,70 mts, y en ese momento hacía bastante actividad física, así que estaba bastante marcado: los abdominales se notaban y los brazos se veían firmes. No dejé que se vieran mis ojos verdes, ni mi cabello enrulado… solo mostré hasta mi nariz, mi boca y una barba de apenas un par de días.

Había algo en esa imagen parcial, en mostrar sin mostrar todo, que me excitaba aún más. Saqué algunas fotos de frente y otras de perfil. Después me desabroché los botones de la bragueta, despacio, como si también estuviera haciendo un striptease para mí mismo, y tomé algunas fotos mostrando el slip… ese slip que dejaba adivinar claramente mi pija apretada, marcada, como queriendo salirse.

Después me bajé el pantalón por completo y seguí sacando fotos. Solo con el slip. Casi transparente. Pegado a mi cuerpo, húmedo en algunas partes, marcando cada curva, cada vena. El deseo se mezclaba con la adrenalina.

Seguía tan duro como al principio, palpitante, imposible de ignorar. Había llegado el momento de mostrarla a quien quisiera verla. Me bajé un poco el slip y dejé asomar la cabeza: redonda, tensa, casi a punto de explotar. El tono violáceo dejaba ver la sangre latiendo a borbotones. Estoy circuncidado, así que la cabeza estaba completamente al descubierto, brillosa, expuesta, hipersensible. Me saqué unas fotos así, con la tela aún apretándome la base, como si luchara por contener lo que ya no podía más.

Después bajé el slip un poco más… hasta dejarla libre. Toda. Mi pija completa, desde la base, se revelaba sin ocultar nada: dura, caliente, con las venas marcadas al límite, como si fueran a estallar. Estaba tan excitado que la punta quedaba pegada a mi ombligo, sin necesidad de tocarla. Solo el deseo la sostenía en esa tensión perfecta.

El tronco, grueso y curvado levemente hacia la izquierda, se convirtió en el protagonista absoluto de mis fotos. La luz del cuarto le daba un brillo húmedo, y cada ángulo parecía resaltar algo distinto: el grosor, la forma, el pulso. La retraté desde lejos, en planos generales frente al espejo, y luego me acerqué. Primerísimos planos. Detalles. Sombras. El deseo convertido en imagen.

Y entonces vino el siguiente paso. Me saqué por completo el slip y quedé completamente desnudo frente al espejo. Me miré. Me deseé un poco también. Y saqué varias fotos más…

Ahí estaba yo, desnudo, excitado, con el cuerpo latiendo… y la cámara llena de imágenes que, hasta hacía unos días, solo existían en mi mente.

Mi primer post estaba a punto de nacer.

Pero eso —y lo que vino después, que fue todavía más intenso— lo contaré en otro capítulo…