Capítulo 3

LAS SENSACIONES DE MARIA.

Una vez en el avión, María empezó a revivir.

  • ¿Puedo hablar señor?
  • Por supuesto.

Todo esto ha sido algo maravilloso. La sensación de ser un objeto, de ser usada, entregada, todo eso me ha vuelto loca.

Nada más que me puso el antifaz en casa empecé a mojarme pensando en… ¿qué pasaría?, ¿cuál sería mi destino? Sabía que usted cuidaría de mí, que nada malo me iba a suceder, pero el morbo me tenía con la sangre hirviendo. Al montar en el automóvil mi coño descargó una gran cantidad de agua y temí ponerlo todo perdido. En el avión deseaba que me follase, que me hiciese suya, que me volviera loca, pero no podía hablar, no quería ser castigada, esta noche, no.

Al llegar a la casa me volví loca. Mi cabeza estaba a mil revoluciones, mi cuerpo era una caldera. Esa voz que le pidió que me entregase, volvió a soltar mis flujos. Usted soltando mi vestido, acariciando mi cuerpo, pellizcando mis pezones. Casi me corro ahí mismo.

Sentir mis pechos pegados a la madera, donde mis duros pezones casi me mantenían en vuelo. Por fin, su azote en mis nalgas y mi sexo. Con sus dedos dentro de mí, el límite estaba cerca, sabía que no podría aguantarme y así fue, su siguiente azote desencadenó mi orgasmo, un silencioso orgasmo, del que usted si se dio cuenta. Me excitó notar como calladamente recogía mis flujos para no delatar mi acción.

Al sentarme sobre usted, no sabía lo que iba a hacer, estaba expectante y curiosamente me relajé. Sentir como me subía sobre sus piernas y como abría las mías exponiendo mi sexo, hizo que temblase de gusto. Desconocía si habría alguien delante, yo casi ya me había corrido.

Sentir el calor y la suavidad de la polla en mi entrada, me volvió loca. Cuando ese hombre me penetró, casi sin tocarme, sujeto a mis rodillas, me sentí un objeto y a punto estuve de correrme, pero aguanté. Tras sentir el calor de su semen en mí, me dejé ir, el orgasmo fue largo, interminable y mi conciencia se perdió unos segundos. No fue la follada, que, en sí, no fue gran cosa. Fue la excitación, la excitación y la liberación de todo el día, de las sensaciones, de los momentos, el no poder ver, me estaba volviendo loca.

Llegar a ese baño, quitarme el antifaz y poder ver fue una liberación. Usted me había dicho que esa noche había ganado diez mil euros. Eso también me excitó, por primera vez había vendido mi cuerpo, me sentía muy puta, mi sexo manaba y mis pezones ya hasta me dolían de lo duros que estaban.

Cuando me ató colgada, me sentí indefensa, expuesta, un juguete. Y volví a excitarme.

Sentir como se aflojaba la cadena fue un alivio, aunque esa polla sobre mi rostro me hacía daño, la quería en mi boca, pero no me la dejaba. Estaba a mil, hervía en mí misma. Cuando flageló mis pechos, creí morir, el dolor se mezclaba con el placer de tal forma que me volvía loca. Ese calor y ese escozor me tenían al borde del orgasmo. Orgasmo que explotó dentro de mí, cuando otra polla flageló mi coño, ahí creí morir, temblé de gusto y tuve que cerrar mis piernas para quedar suspendida de la cuerda. El no poder ver me tenía al borde de un abismo, abismo real, que sentía bajo mis pies.

El hombre me cargó y me dio la vuelta empezando a chupar mi sexo, yo loca me tiré a por su polla. La metí en mi boca y pude sentir que era muy gorda y muy larga. Una lengua en mi coño y otra en mi culo, me hicieron correrme tres veces más antes de darme nuevamente la vuelta.

Por fin…. al sentir como esa polla llenaba por entero mi coño, me corrí otra vez, ya no se las que llevaba. Esa polla me volvía loca, llenaba mi sexo y me llegaba muy, muy adentro.

Al sentir el lubricante en mi culito, sabía lo que venía y me volví loca de contenta. Pero al sentir como otra polla me partía literalmente en dos, tuve que gritar, gritar muy fuerte. No cabían, las dos pollas no me cabían. Pero que equivocada estaba, las dos pollas se acoplaron llenándome entera, por completo, haciéndome gozar como nunca. Nunca había sido penetrada doblemente y me encanto. Me encanto sentir esas dos pollas dentro de mí, como se rozaban entre sí. Como al entrar una, la otra salía y como ese roce me producía un extraño placer que unido al morbo de sentir como se rozaban, lentamente me fueron llevando a un orgasmo. El más intenso y fuerte de mi vida, un orgasmo que me devastó por dentro como una bomba nuclear. Un orgasmo que me separó de la vida, que anuló mis sentidos y me sumió en una inconsciencia profunda.

Desperte bañada por los orines de esos hombres, desorientada, no sabía dónde estaba, ¿qué estaba pasando? Por fin al notarme atada recordé, recordé justo en el momento que los dos hombres se corrian y era bañada por una ingente cantidad de semen, jamás había sido bañada así y me encanto. Joder, cuando ese hombre llevó sus dedos a mi boca y pude saborearlo, joder, me volví a correr, como si fuese mi primera vez.

Luego llego usted, me arropó y me llevó a asearme, trajo mi vestido y me trató con dulzura. La verdad que me gustó la noche.

  • ¿Peroooo?, creo que tendré que ser castigada por correrme sin permiso
  • Si así lo deseas, así será. ¿dónde quieres ser castigada?
  • Aquí, en este avioncito.
  • Pues así será.

Pasé con María al fondo del avioncito y la recliné sobre el ultimo asiento. Le tapé los ojos con un pañuelo y desanudando su vestido la dejé totalmente desnuda sobre el asiento. Esta vez solté mi cinturón, me salí al pasillo y estampé mi cinturón sobre su culo. Una raya de color rojo se instauro en él. María levantó su cabeza sujetándose con fuerza al respaldo. Un segundo azote restallo en el aire para estamparse de nuevo en su níveo culo. Al séptimo azote del cinturón. María llorando se dejó caer sobre el asiento. De su sexo y de sus ojos brotaban abundantes lágrimas. Al decimo azote María empezó a temblar, convulsionaba sobre el asiento y su culo ya estaba morado. Aún quedaban cinco azotes que marcaron su espalda y sus muslos, le costaría unos días sentarse. Cuando terminé, María levantaba su cabeza buscándome, se había corrido al menos una vez y la parte posterior de su cuerpo, le ardía. Saqué mi polla, me agarré a sus caderas y la follé con fuerza, con mucha fuerza. María gritaba por el dolor y el placer. El calor de su cuerpo me subyugaba y me enervaba volviéndome loco. No aguanté mucho con ese ritmo y me corrí, me corrí dentro de ella llenándola con mi esencia. María gritó y se dejó ir sobre el asiento, no podía sentarse.

El avión llegó puntual a cuatro vientos y para María el viaje hasta casa fue un suplicio, a pesar del confort del automóvil, cada bache de la carretera le sacaba un grito.

Al llegar a casa le mandé desnudarse y tumbarse sobre la cama. Fui a por un ungüento y lo extendí sobre su magullado cuerpo. Según extendía el ungüento, María empezó a gemir, volvió su cara y pidió que le dejara chuparme la polla. Yo la tranquilicé y le dije que cada cosa a su tiempo. Cubrí con el ungüento su parte posterior y metí mis dedos en su coño. Estaba empapada, con extrema lentitud yo entraba y salía de ella, María gemía y se retorcía encima de la cama. Lentamente fui acelerando el ritmo de mis dedos. María ya totalmente quieta, se dejaba hacer hasta que, levantando su culo, se clavó mis dedos hasta el fondo. Su orgasmo fue silencioso y largo, pues tardó unos largos segundos en volverse a tumbar sobre la cama.

  • Vamos al salón, perra.

María se levantó y fue gateando hasta el salón. Yo me desnudé y me senté en el sillón orejero que tenía.

  • Ven putita, ven y chúpame la polla.

María se me acercó, con mucha delicadeza acogió mi polla en su mano. Lamio mis huevos, largo rato y lentamente subió por mi tallo hasta llegar al glande. Abriendo su boca, lo introdujo delicadamente y lamio mi capullo durante unos interminables minutos.

Esa boquita me volvía loco y me estaba dando un enorme placer. María se aplicaba en la lenta mamada como nadie, quería darme placer y me lo estaba dando, me estaba volviendo loco. No pude más y sujetando su cabeza me follé lento su boca, hasta regalarle mi espuma, que brotó por la comisura de sus labios en un desbordé inusual.

Después de esa grandiosa mamada, esa noche la dejé dormir a mi lado en la cama.

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