Capítulo 5
- Tiempo perdido I
- Tiempo perdido II
- Tiempo perdido III
- Tiempo perdido IV
- Tiempo perdido V
Mi prima me miraba de una forma tan neutra que no sabía si estaba triste, enfadada, asustada, y yo estaba totalmente desconcertado.
Si Bárbara me había visto follando con su madre, era una estupidez intentar negarlo. Eso era lo único que tenía claro.
Pero, ¿Qué podía hacer?. Me resultaba imposible soltarle de buenas a primeras algo así como «si, Bárbara, me estoy tirando a tu madre, la hermana de mi padre, mi tía. Y es increíble follar con ella».
Recuerdo que me incorporé sin terminar de atarme las zapatillas. Y como uno de esos tipos duros de las pelis respondí fríamente, sin saber de donde salía el valor para hacerlo:
-Si. Es cierto. No he quedado con nadie. Iba a tu casa –pero mi prima no se achicaba fácilmente. Volvió a ponerme contra las cuerdas.
-¿Por qué te estás tirando a mi madre? –me encogí de hombros.
-No lo sé. Supongo que porque estoy enamorado de ella. Me gusta mucho –fue ella entonces la que se encogió de hombros. Pero no dijo nada. Entonces yo, en mi papel de primo mayor, me incorporé y me acerqué a ella.
-Escucha Bárbara. Sé que te tiene que parecer muy raro. Por lo de que seamos familia y todo eso. Pero tu madre y yo somos muy felices cuando estamos juntos –pensé en ese momento que ojala nunca tuviese que explicar a nadie que me estaba tirando a mi propia madre.
-Vale, vale. Si yo no digo nada. Por mi podéis seguir haciendo lo que os de la gana. Pero tener más cuidado.
Más o menos aquello fue todo lo que hablé con mi prima. Luego se fue y yo me sentí mal, con remordimientos. Llamé a mi tía y la dije que no podía ir a verla esa tarde.
Desde entonces, las visitas a casa de mi tía se fueron haciendo menos habituales y todo porque Bárbara, no se sabía porque, procuraba estar siempre en casa a las horas a las que podía verme con mi tía.
Empezamos a vernos en moteles un poco asquerosos en los que echábamos un polvo rápido y nos íbamos.
Iban a llegar las navidades y una tarde de sábado, mi padre y mi hermana salieron a hacer algunas compras. Yo me quedé en casa con mi madre. Recuerdo que los despedimos en la puerta y cuando ella la cerró, se volvió hacia mi.
No nos dijimos nada. Sólo sonreímos y nos besamos apoyados contra la puerta de la calle, luego fuimos al salón y follamos durante toda la tarde.
Fue maravilloso, aquella tarde hubo mucho amor entre mi madre y yo y aunque sólo tuve dos orgasmos, la verdad es que fue muy bonito poder besar su cuerpo desnudo durante largos y largos ratos, tranquilamente, sin las prisas que solían caracterizar la mayoría de nuestros polvos.
En uno de los descansos que nos tomamos mi madre me preguntó que tal me iba con mi tía Raquel. Entonces le conté lo de Bárbara, que lo sabía y que desde entonces nos lo estaba poniendo muy difícil para vernos a pesar de que afirmaba que le daba igual. Entonces mi madre, muy tranquilamente, me dijo.
-Está claro que tu prima quiere follar contigo –yo me quedé un poco parado pero mi madre me explicó una compleja teoría que venía a decir que las hijas no soportan que sus madres, más viejas evidentemente, tengan amantes con los que follen apasionadamente y menos si esos amantes son de la misma edad que la hija.
Y en este caso estaba claro que mi prima Bárbara tenía celos de que hubiese elegido a su madre y no a ella para cometer incesto y que deseaba acostarse conmigo para desquitarse.
Me pareció una explicación bastante lógica a pesar de que en el momento me negué en rotundo a esa posibilidad. Y siendo esto bastante importante, no fue lo más decisivo de aquella charla.
Aquella misma noche, cuando salí con mis amigos, me encontré con mi prima. Era bastante habitual porque salíamos por la misma zona. Pero nunca pasábamos de saludarnos e intercambiar un par de frases.
Sin embargo, aquella noche, mi prima iba con el puntillo y estaba muy simpática así que estuvimos hablando más de una hora en un bar. Muy juntos.
En todo ese rato, no pude ignorar lo que mi madre me había contado y me preguntaba si en ese momento, mi prima estaría pensando en follar conmigo, en besarme delante de todos nuestros amigos que sabían el parentesco que nos unía.
Esta posibilidad hizo que me empezase a empalmar.
Además, como sabéis, yo ya había fantaseado con aquella posibilidad en verano, cuando estuve de vacaciones con ella y la sobaba en el agua. El resultado fue un tremendo calentón que no veía forma de calmar.
Y en un momento muy concreto en que nuestros respectivos grupos de amigos nos dejaron solos, mi prima se acercó mucho más a mí y me dijo:
-¿Sabes una cosa? –negué con la cabeza y entonces Bárbara me plantó los morros en la boca. Nos dimos un morreo impresionante, impropio de una niña de 17 años y mucho menos de una prima. Cuando se separó de mi, me susurró:
-Voy a decir que me estoy poniendo mala y tú me vas a acompañar a casa –era una orden y así se cumplió. Salimos del bar sin que nadie sospechase nada después de despedirnos y nos metimos en el último metro. Nos pusimos en un rincón y allí volvimos a besarnos apasionadamente. Dentro de lo poco discreto que podía resultar procuramos no ser muy explícitos pero lo cierto es que los dos llevábamos un calentón tremendo. «Estoy muy caliente» me susurró al oído Bárbara.
Nos bajamos del metro y caminamos hasta el portal de mi prima disimulando. Habíamos entrado en terreno peligroso.
Pero en vez de ir hacia su portal, nos desviamos ligeramente y nos fuimos a un solitario y abandonado parque a cien metros de la casa de mi prima. Nos sentamos en un banco, mejor dicho, me senté en un banco y mi prima sobre mi, a horcajadas.
Nos empezamos a morrear y a magrear. Yo sobé su culo y logré meter una mano dentro de las bragas y deslizar un dedo por su rabadilla.
Nos decíamos todas las guarradas que se nos ocurrían animados por el alcohol y el calentón mientras yo frotaba mi dedo por su raja del culo.
Seguí animándome por la poca resistencia que mi prima ofrecía al magreo y metí la mano por debajo de su gordo jersey hasta alcanzar sus tetas por encima de una fina camiseta de invierno.
-Que buena estás, hija de puta –le solté al oído.
-¿Lo de hija de puta lo dices por mi madre?. ¿Por qué piensas que es una puta? –su comentario me dejó noqueado. Mi prima sonrió, me besó en la boca y luego, con un rápido movimiento me sacó la polla del pantalón que estaba como un mástil y empezó a hacerme una paja mientras me besaba nuevamente impidiendo que pronunciase palabra. Yo estaba a mil y me iba a correr poniendo perdidas todas nuestras ropas.
-Bárbara, Bárbara, me corro, diooooos, me voy a correr –le advertí imaginando que ella tampoco quería que aquello sucediese y nos metiese a los dos en un apuro. Pero mi prima parecía tenerlo todo pensado. Sin dejar de cascármela, se quitó la bufanda, la enrolló en torno a su mano y mi polla y continuó masturbándome. Yo flipaba… y me corrí… dentro de la bufanda. Cuando mi prima Bárbara retiró la bufanda, todo el semen que había salido de mi polla unos segundos antes, estaba allí pegado. Mi prima tiró la bufanda.
-Era una mierda. Diré que la he perdido –y volvió a besarme. En la boca. Metiéndome la lengua bastante adentro, separando mis encías y frotando sus labios con los míos. Uno de los mejores besos que me habían dado.
Yo estaba muy cachondo. A pesar de la paja. A pesar de los dos polvos con mi madre unas horas antes. Deseaba joderme a mi prima. Metérsela por el culo y por el coño.
Comerme sus pezones adolescentes. Y aunque todo eso no lo iba a poder hacer esa noche en aquel parque, si quería por lo menos metérsela. Y así se lo hice saber.
-¿Quieres follar de verdad, primita?.
-Claro, claro que si –yo sonreí pensando que lo había conseguido. Pero cuando ella sonrió ya sabía que eso no era así.
-Pero hoy no –dijo incorporándose. Se colocó la ropa bien y me tendió la mano para ayudarme a levantarme. Yo estaba un poco mosca. Mi prima se había portado como una auténtica calientapollas. Sin embargo, intenté contenerme.
-Pero Bárbara… ¿por qué te vas ahora?.
-No quiero que pienses que soy tan fácil como mi madre. Seguro que ella el primer día ya dejó que te la follaras a base de bien –había que ser delicado porque en ese momento, lo único que no quería era perder la posibilidad de tirarme a mi prima. Aunque fuese a costa de mentir. En esos momentos me parecía la adolescente más morbosa y apetecible del mundo y la sola idea de joder con ella, un fin que justificaba cualquier medio.
-Escucha –la dije agarrándola del brazo, obligándola a detenerse –lo de tu madre fue distinto. Estábamos solos en tu casa, surgió y… no nos quisimos detener.
-Me parece genial. Pero conmigo tendrás que currártelo más –como esto es un relato sobre sexo y no sobre psicología ni para contar un folletín, intentaré resumir al máximo lo que sucedió desde ese punto.
Mi prima se subió a casa y yo me fui a la mía bastante cachondo y cabreado por otro lado. Simplemente, me jodía que una niña de 17 años, me hubiese chuleado de esa forma. Recuerdo que me metí en la cama y dormí hasta bien entrado el domingo, hasta las doce o así.
Cuando me levanté, mi hermana dormía y al llegar a la cocina, descubrí que mi padre acababa de bajar a comprar el periódico.
Mi madre guisaba y me saludó con un pico al verme entrar. Yo seguía muy cachondo y también muy cabreado así que le metí la lengua a mi madre en la boca atrayéndola hacia mi bruscamente. Sujetándola de la nuca.
-¿Pero estás tonto? –me dijo al separarme –que se puede levantar tu hermana.
-Me da igual mamá, estoy hasta la polla de ocultarme –mi madre me miró boquiabierta. Yo la cogí la mano y la metí dentro de mi pantalón.
-Mira, mira como estoy. Mira como me pones –mi polla esta durísima. Mi madre estaba flipando –y seguro que tú estás igual –dije plantándole bruscamente la mano en el coño, por encima del camisón. Mi madre flipaba pero estaba también muy caliente y lo noté en que sus bragas se humedecieron cuando retiré el camisón y en que no sacaba la mano de mi pantalón. No soltaba mi polla. Nos quedamos mirando en silencio unos segundos.
-Ven aquí –dije yo finalmente, tomando la iniciativa. La hice darse la vuelta, nuevamente con brusquedad y la empujé prácticamente para que se quedase apoyada contra la encimera. Yo me coloqué justo detrás.
-¿Qué haces, Jose? –me dijo como resistiéndose pero sin creérselo ni ella. En realidad estaba deseando que la jodiese. O eso me parecía a mí. Y eso fue lo que hice. La subí el camisón, la bajé las bragas y le metí la polla a mi madre por detrás. En el culo. Que gran culo tenía. La empecé a follar violentamente. Descargando toda la frustración de la noche anterior. En aquel año, no era la primera vez que mi madre y yo follábamos de esa manera tan salvaje así que aquello no iba a afectar para nada a nuestra relación.
Me corrí dentro de su culo unos segundos antes de que mi padre llamase al telefonillo, entre gemidos, jadeos y palabras sucias como «¿Te ha gustado puta, te ha gustado que te joda así?». «Si, cabrón, si, me tienes encamada». Nos dimos un morreo de cuidado mientras mi padre subía en el ascensor.
Cuento este polvo con mi madre porque fue consecuencia directa de lo sucedido la noche anterior y porque será muy importante en un hecho futuro que aún no corresponde narrar.
En cuanto a mi prima Bárbara, se convirtió en mi obsesión. Seguí viéndome con su madre, mi tía Raquel (guardo un especial recuerdo de un polvo que echamos en los lavabos del instituto donde mi tía trabajaba y donde yo había estudiado varios años) y también follaba en cuanto podía con mi madre. Pero lo único que deseaba ya era joderme a mi prima, aunque fuese una vez.
Y ella jugaba conmigo. Me calentaba y luego me dejaba a medias. Por aquel entonces yo me encontraba atrapado entre dos estados de ánimo.
Por un lado odiaba a mi prima por calentarme y no dejar que me la follase a pesar de que lo deseaba y por otro sabía que sólo siendo paciente lo conseguiría.
Más o menos eso fue lo que pasó, y ahora, con la perspectiva de los años, debo decir que mi prima consiguió con su actitud, intencionada o no, uno de los polvos más morbosos que he echado (¿a estas alturas había alguien que pensase que no me había conseguido tirar a mi prima?).
Para que aquel polvo fuese tan especial tuvieron que juntarse varios factores que hacen que un simple polvo no se olvide jamás.
Primero, mi prima llevaba puesto su traje de colegiala. No he conocido aún un solo tío al que no le pongan estos uniformes. La niña más vulgar se convierte en un objeto deseo inmejorable sólo con colocarse uno de esos uniformes de faldita y blusa.
El segundo factor: riesgo. Que nuestra familia no debía enterarse bajo ningún concepto de que habíamos follado, era algo evidente. Por eso, follar con toda la familia (padres, tíos, hermanos, primos… hasta mi abuela) en casa, fue increíblemente excitante.
Tercero: deseo. Aunque mi prima hubiese estado retrasando el momento, ella también lo deseaba y cuando por fin accedió creo que ninguno de los dos podía haber deseado más al otro.
El cuarto y último factor fue consecuencia directa de este. Al tener tanto deseo acumulado, el sexo siempre suele mejor, estás más entregado. Aquel día mi prima y yo nos hicimos de todo, como podréis comprobar y por eso lo disfrutamos tanto.
Todo esto sucedió la tarde del 6 de enero. Como todos los años, hicimos una multitudinaria reunión familiar en nuestro chalet de la sierra. Estábamos todos. Mi padre, mi madre-amante, mi hermana, mi hermano, su mujer y su hija.
Mi tía-amante Raquel, mi primo David, mi prima Bárbara (inevitable). Mi abuela, la madre de mi padre y de Raquel y mi tío Chechu, el hermano pequeño de Raquel y de mi padre. Todo un clan.
Llegamos allí por la mañana y estuvimos hasta última hora de la tarde. Antes de comer, mi prima y yo ya aprovechamos para echarnos miraditas de complicidad e incluso achucharnos en algún rincón donde nadie nos viera. Recuerdo que bajamos al garaje a recoger unas botellas de vino. Nos metimos en un cuartito pequeño y nos dimos un buen morreo y un buen sobeteo.
-Que guapa estás hoy –le dije acariciando suavemente sus tetas por encima del jersey. Llevaba el uniforme de colegiala y me había puesto a mil desde que la había visto aparecer – por qué levas esta ropa si hoy no tienes clase –ella sólo sonrió. Estaba claro que se la había puesto únicamente para provocarme. Sabía lo mucho que me iba ese rollo.
Comimos y a todos nos dio un poco de sueño pero a media tarde nos empezamos a espabilar. Debían ser las seis de la tarde más o menos. Ya estaba casi oscuro del todo.
Mi padre y su hermano preparaban el chocolate de la merienda. Mi madre y mi tía hablaban con mi hermano. Mi cuñada intentaba controlar a su hija y mi abuela y mi primo veían una peli. Yo estaba en la cocina con mi padre y mi tío cuando apareció mi prima que había estado viendo la peli.
-Jose, ven –me dijo desde la puerta.
-¿Qué pasa? –pregunté sin moverme.
-Ven –me dijo tendiéndome la mano. Yo fui hacia ella, me agarró de la mano, salimos al pasillo y subimos al piso de arriba que estaba vacío.
Luego entramos en el dormitorio de mis padres donde los abrigos de toda la familia se amontonaban encima de la cama. Bárbara cerró la puerta echando el pestillo y se volvió hacia mi sonriente.
Yo estaba un poco descolocado porque no podía imaginarme que mi prima quisiera enrollarse conmigo con toda nuestra familia en el piso de abajo. Pero eso era justo lo que iba a pasar. Bárbara se acercó a mi y me plantó los morros en la boca.
Nos dimos lengua apasionadamente durante medio minuto. Luego nos separamos.
-¿A qué viene esto? –dije yo extrañado pero feliz. Ella no dijo nada. Sólo volvió a besarme. Después me empujó suavemente sobre la cama. Ella pasó una de sus piernas por encima de las mías y se sentó a horcajadas sobre mi. Volvió a besarme. Yo estaba un poco alucinado porque veía a mi prima muy cachonda pero no podía admitir la idea de que hubiese elegido ESE momento precisamente para darme lo que tanto tiempo llevaba deseando. Y así se lo hice saber.
-No estarás pensando… –ella asintió con una sonrisa pícara.
-En eso mismo es en lo que estoy pensando –luego, acercándome su boquita a mi oído me susurró: «…en hacerlo aquí. Ahora mismo». Yo pensé unas décimas de segundo en evitar aquella locura, el tiempo que tardó mi prima en convencerme, metiéndome la lengua en la boca. Nos besamos con pasión, hasta caer los dos tumbados sobre la cama, ella encima mía, yo con los pies colgando.
En mitad del magreo, llevé mis manos a su culo y remangué su falda de colegiala hasta acariciar sus nalgas desnudas por debajo de la fina tela de su uniforme.
-¿Y tus bragas? –pregunté sorprendido porque no llevase nada debajo. Mi prima sonrió.
-Me las he quitado. Antes de ir a buscarte –volvimos a besarnos. Lugo ella se incorporó. Ya se había quitado el jersey antes de ir a buscarme y ahora se desabrochaba lentamente los botones de la blusa. Yo hice un gesto como de ir a ayudarla pero ella me retiró las manos suavemente y siguió. Lo hacía muy despacio y mi polla se empezó a poner durísima. Finalmente se deshizo de la blusa. Tampoco llevaba el sujetador. Curiosamente, aunque se las hubiese sobado, era la primera vez que le veía las tetas a Bárbara.
-Dios, que buena estás –era verdad. Sus tetas, no muy grandes, eran perfectamente redondas y con unos pezones oscuros deliciosos que pellizqué.
-¿Te gusto, primo, te gusto? ¿me vas a follar ahora mismo? –yo sonreí y me aupé para besarla en la boca. Nos morreamos mientras mi mano volvía a juguetear debajo de su falda, buscando su ano.
-Te voy a reventar, te voy a joder bien jodida –yo estaba salidísimo y tirarme a mi prima era una obsesión que estaba a punto de satisfacer. Por eso me deslicé de debajo de ella y rápidamente me coloqué tras su espalda. Mi prima sabía lo que iba a pasar y se dejó hacer. Yo remangué despacito su falda de colegiala hasta tener ante mi su culo desnudo.
-Vaya culo que tienes, primita. Es precioso.
-Pues jódemelo, cabrón, jódemelo ya… o me muero –dijo empezando a masturbarse con su mano derecha. Enterró la cara en la cama y se frotó ahogando sus gemidos. Yo me incliné sobre su trasero. Le besé en las nalgas, las lamí y luego enterré mi lengua en su ojete. Lo humedecí aprovechando los jugos que manaban del chochito caliente de mi prima. Después, rápidamente, me di un poco de saliva en la polla y procedí a ensartar a mi prima por el culo.
Estaba claro que con toda nuestra familia en la planta de abajo, pudiendo aparecer en cualquier momento, mi prima y yo debíamos hacer el menor ruido posible. Aún así, una especie de gruñidos salieron de mi boca cuando mi polla empezó a deslizarse dentro del culo estrecho y virginal de Bárbara.
-Mmmmmmmmmh, uuffffffffffffff –fue lo que se me escapó. Tenía bien sujeta a mi prima por las caderas mientras mi rabo salí y entraba en aquel estrecho pasadizo. Bárbara seguía frotándose con la mano derecha el coño y con la cara mordiendo literalmente la almohada.
Entonces sentí que me iba a correr, por eso me retiré. Con un leve gesto de las manos sobre las piernas de mi prima, la hice ver que quería que se diera la vuelta quedando tumbada boca arriba.
Bárbara actuó velozmente y unos segundos después estaba totalmente espatarrada, con sus pies apoyados en mis hombros prácticamente la faldita tapándola únicamente el vientre a punto de recibir mi polla en su coño por primera vez.
Me la sujeté con la mano y fui entrando despacito dentro de mi prima que no pudo ahogar un gritito de placer.
-Ooooooh –los dos nos quedamos muy parados, pensando que se había oído en todo el barrio. Tras unos segundos de nerviosismo y de no pasar nada, mi prima reaccionó. Cogió mis gayumbos, los hizo un burruño y se los metió en la boca. En ese momento me di cuenta que la cara de mi prima estaba desencajada por a lujuria, estaba totalmente transformada y emanaba una lascivia y un deseo de sexo como pocas veces he visto en una mujer. Me pedía con los ojos que la follase, que la reventase a pollazos, que la hiciese gozar a base de empujones, que la llenase con mi verga todo su vientre, que me derramase en un orgasmo eterno.
Empecé a follarla con ansias, poseído por la lujuria igual que ella. La arranqué los gayumbos de la boca y me eché sobre ella introduciéndole la lengua hasta la garganta. Nos besamos mordiéndonos los labios.
-Diooooooooos, cabrón, me estás matando, ooooooh, me estás matando de gusto, si, no pares, primo, no pares de joderme –me susurró al oído mientras yo mordisqueaba su cuello y aceleraba el ritmo de mis empujones sobre su chochito casi púber. Así el orgasmo era inminente.
-Bárbara, me corro, me corrooooo, donde te lo echo que me corroooooo –gemí cuando sentí el orgasmo llegarme.
-No, primo, no te corras dentroooooo –fue lo único que le dio tiempo a decir. Yo reaccioné a tiempo, saqué la polla justo en el momento en el que un enorme lecharazo sacudió mi verga y se derramó sobre el vientre y la falda de mi prima. Agotado me hice a un lado con la polla aún tiesa y pringosa.
Como pudimos limpiamos los restos de semen de su ropa y luego ideamos un plan para justificar su cambio de ropa sin levantar sospechas.
Yo me limpié apresuradamente y bajé al piso de abajo donde nadie parecía habernos echado de menos. Subí con una taza de chocolate y mi prima y yo extendimos el chocolate cuidadosamente justo por encima de los cercos que mi leche había dejado en su falda.
Luego lo retiramos con una servilleta y quedó perfecto. Nadie sospecharía que bajo aquellos pegotes de chocolate, mi prima llevaba los restos de una corrida brutal de su propio primo.
Más tranquilos una vez solucionados el problema, nos encerramos en mi habitación y nos morreamos y nos magreamos un rato para completar el magnífico polvo que acabábamos de echar.
Quedamos en repetirlo cuando surgiese y en que mi tía quedaba al margen de todo eso. Yo podía seguir tirándomela sin que eso supusiese un problema para nadie. Por supuesto mi tía no debía saber que su hija y yo también nos lo montábamos.
En unos meses había conseguido dos amantes que unidas a mi madre me colmaban totalmente mis necesidades sexuales. Y las tres eran familia.
Esta situación tardó poco en cambiar y os prometo que no vais a creer lo que pasó. Eso si, habrá que esperar porque esa noche, cuando mi familia empezaba a marcharse, mi madre se acercó a mi, me llevó a un rincón de la casa aprovechando la confusión y después de besarme con pasión, me dio una gran noticia: «¿qué te parece si nos quedamos tú y yo solos esta noche aquí?, ya he hablado con papá y con Montse y ellos se vuelven a Madrid. Les he dicho que nos quedamos a limpiar y a buscar unas cajas que necesito para… el trabajo».
Yo sonreí increíblemente feliz ante la perspectiva que se abría ante mi. Después de un año y poco de relaciones incestuosas con mi madre, tenía la oportunidad de pasar por primera vez toda una noche con ella.
Continuará…