Mi sirvienta me llevó para ser usada. No lo dudé un segundo, me arrodillé entre sus piernas y me rendí ante esa polla, adorándola con mi lengua y con mi boca. Empecé lamiendo esos gordos huevos que se aventuraban bien cargados.
Muy bien putita, ahora serás mi esclava y trabajarás para mí en el bar. Si no lo haces recibirás una buena paliza diaria hasta que cedas, ¿tú verás?
No tenía opción, si no obedecía, me pegaría una paliza diaria y ese hombre pegaba duro. Me lanzó un vestido que tapaba lo justo
La verdad es que estaban muy ricas y las chupaba con ganas. El guapo tras unos minutos de chupar, me puso en cuatro y empezó a follarme, al principio suave, dejando que mi coño se fuera acostumbrando. Al calvo parecía que le gustaba más follarme la boca y así lo hacía.
Empecé a recordar al tipo ese, la mujer obesa y el látigo. Pero no podía recordar más que las voces del tipo al correrse. Mi mente se fundía en negro después de escuchar las voces. Me dolía todo el cuerpo, para la única vez que no me habían follado, me habían dejado para el arrastre.