Contra todo pronóstico, un hombre casado se encuentra temporalmente lejos de casa, sin su esposa y decide vivir plenamente ese breve momento de libertad.
Fue un instante especial. Tan especial y marcante como el primer beso. Los sabores de hombre se mezclaban en mi boca. Fui ganando confianza. Yo acariciaba su abdomen aún con ropa y jugueteaba a enredar mis dedos en su vello púbico.
No me lo podía creer. Estaba a punto de vivir uno de los momentos más fantaseados desde que empecé a descubrir esa curiosidad por el mismo sexo que nace con el tiempo en la mayoría de los hombres heterosexuales casados, pero que pocos llegan a materializar por miedo.