Caminó los pocos pasos que nos separaban, y en ese momento el que se puso nervioso fui yo. Esa pija de unos 10 cm. dormida se posicionó frente a mis ojos. Yo levanté mi vista y recorrí todo su cuerpo con la mirada, observé detenidamente cada detalle, su ombligo, su pecho, sus piernas. Todo su cuerpo estaba bronceado y se notaba que tomaba sol con una tanga porque justo esa parte la tenía blanca.
Yo me quedé sin palabras, no podía creer que Gabriel se prestara todos esos años para los antojos sexuales de Gonzalo. Pero aunque no lo pudiera creer, Gabriel se arrodilló delante de mí y manoteó mi bulto, despertándolo y sacándolo al encuentro de su boca, su succionadora diría yo. La chupó, la lamió, jugó golpeándola en su lengua, la saboreó. Parecía un adicto a mi verga, deseoso de toda la leche que pudiera dar. Gabriel es un tipo alto, con unas piernas trabajadas, al igual que su culo. Una piel muy blanca y unos ojos celestes cegadores.