Capítulo 3
- Eloísa, esa muchacha que cambió mi vida
- Eloísa, esa muchacha que cambió mi vida II
- Eloísa, esa muchacha que cambió mi vida. Integro
Eloísa, esa muchacha que cambió mi vida. Integro
CHARLINES
Ese día había amanecido con un sol radiante. El mar estaba totalmente en calma y la gente andaba por la playa y los paseos cercanos a esta, aprovechando la mañana. Yo como todos los días salí para hacer mi hora de caminata diaria. Volví y me di una ducha. Me extendí una buena cantidad de crema para el sol por el cuerpo. Recogí mi libro electrónico, la silla de la playa, la sombrilla y bajé a la playa. Ahí estaba tan tranquilo con mi libro bajo la sombrilla, cuando ella se me acercó.
- Hola, buenos días, ¿podría ayudarme?
Ante mí apareció una mujer de unos treinta años, en sujetador y braga. Una mujer aparentemente normal, pechos más bien pequeños, una cara bonita y un cuerpo muy delgado. La verdad que su aspecto no era nada lujurioso, pero quizás con un buen baño, podría cambiar.
- ¿En qué podría ayudarte?
- Verá, no he comido desde hace dos días y no tengo dinero para nada.
Miré mi reloj, eran ya las doce del mediodía, un poco pronto para el vermut, pero bueno, siempre se puede hacer un esfuerzo.
- Darte dinero, no te voy a dar, pero te puedo invitar a comer.
- Muchas gracias, no sabe cómo se lo agradezco.
- Entonces, vístete y vamos a comer algo.
Se puso una camisola muy amplia que le llegaba a media pierna y me dijo que no tenía más. Yo la miré y vi una mujer abatida y prácticamente destruida. Llegamos al bar de Manolo y nos sentamos en una mesa. Le pasé una carta y le dije que eligiera lo que más le gustaba.
- ¿Puedo pedir lo que quiera?
- Lo que quieras, ¿qué quieres beber?
- Joder una cerveza y una hamburguesa de la casa con patatas fritas.
- Perfecto, espérame aquí.
Me levanté y fui a pedir, yo me pedí un blanquito con un capataz (un pincho con mejillón, anchoa, bonito, pepinillo, guindilla y una navaja) le pedí la cerveza y me dirigí a la mesa.
- Toma la cerveza.
Ella la miró y la tomó de un trago.
- ¿Puedo otra?
- Claro, ve por ella.
Cuando volvió ya más tranquila, le pregunté su nombre. Me dijo que se llamaba Eloísa. Le pregunté, que por que una muchacha aparentemente normal, estaba en esa situación, no parecía drogadicta ni con grandes vicios. Ella me comentó que su marido había muerto en el viaje de novios. Alquilaron un barco y él se ahogó. Ella estuvo varada en medio del mar una semana hasta que un barco la encontró. Una terrible depresión la invadió, la echaron del trabajo y su familia, aunque pudiente, no quiso hacerse cargo de ella. Su vida pasó de una cierta comodidad a una vida llena de penurias.
El paro se le había acabado hacía seis meses y vagaba mendigando por las playas en busca de lo que fuera. Algunas veces había tenido que dar sexo a cambio de un plato de comida y había vivido experiencias de todo tipo.
Cuando llegó la hamburguesa sus ojos se abrieron como platos y ya no volvió a hablar hasta dejar el plato reluciente. Yo le miraba atónito, cómo iba dando cuenta de la hamburguesa, las patatas y la ensalada que Manolo le había regalado. Cuando terminó me miró y me dijo.
- ¿qué quieres a cambio de esto?
La miré despacio y con mucha calma le comenté que no quería nada, los favores se hacen sin esperar nada a cambio. Ella sonrió y apretó mi mano. Estuvimos charlando y tomando alguna cerveza más hasta casi las cuatro.
- ¿Te apetece comer unas patatas con chorizo que tengo en casa?
- Joder, sin pensarlo, vamos.
Yo vivo en un pareado pequeñito cerca de la playa y nos dirigimos a él. Preparé las patatas y comimos hablando de su vida. Le pregunté si ya estaba recuperada de la depresión. Me contó que la vida le había curado, pues no había ido a ningún especialista, pero había tenido que intentar superarse para poder seguir viviendo. Ese espíritu de lucha me gustó, me pareció una chica fuerte.
Tras la comida preparé café y nos sentamos a ver una película. A los cinco minutos ya estaba dormida. Le dejé el sofá para ella y fui a hacer unas llamadas, la chica me había caído bien y me apetecía echarle una mano.
- Joder, perdona, hacía tiempo que no pillaba un sitio cómodo para dormir y podía dormir con los dos ojos cerrados.
Le dije que se diera una ducha que íbamos de tiendas. Me miró sorprendida, pero fue directamente al baño a ducharse. Al salir, aun con la ropa que tenía, parecía otra con el pelo y la cara limpios.
- Hacía mucho que no me daba una ducha, me lavo en el mar y en las duchas de la playa, pero no es ni parecido.
- Bueno, estás mucho más guapa. Vamos a ver a un amigo y de paso te compraré algo de ropa.
- ¿De verdad? Muchas gracias.
Mi amigo Ramón, tiene una tienda de ropa y le había llamado por si le podía ayudar. Cuando llegamos a la tienda le dije que buscara un vestido bonito y se lo pusiera. Mientras hablaba con Ramón. Mirándola, Ramón primero puso una cara extraña, pero cuando Eloísa salió vestida con un precioso vestido azul verdoso, su cara cambió.
- Ramon: Has sabido elegir, ese vestido te va perfectamente y es de muy buena calidad sin ser muy caro.
- Eloísa: Antes me gustaba mucho la ropa, ahora no tengo dinero, gracias a Pablo podré vestirme como me gusta.
- Pablo: Mira Eloísa, Ramón es amigo mío y necesita alguien que le ayude, pues tiene otra tienda en el pueblo y quien está en ella se le marcha.
- Eloísa: ¿De verdad? Eso sería fantástico.
- Ramón: pues si quieres te puedes quedar y vemos que tal te desenvuelves, te enseño cómo funciona todo y luego Pablo vuelve a recogerte.
- Eloísa: no me lo puedo creer esto es un sueño. Muchas gracias.
La emoción se instaló por unos instantes en los ojos de Eloísa y yo la abracé y le dije que estuviera tranquila, que Ramón es un buen amigo.
Esa tarde la pasé paseando hasta la hora de cerrar la tienda, aquí como es zona turística, en verano no se cierra hasta las diez. Pensé en esa joven casi una niña para mí, yo ya tengo sesenta años y aunque creo que me conservo bien, treinta son justo la mitad. Esa chiquilla tenía una gran personalidad y aunque la vida le había tratado bastante mal, había conseguido superar las adversidades. Yo le ayudaría en todo lo que pudiera, me caía bien y, me parecía muy agradable.
A las diez llegué a la tienda de Ramón, donde Eloísa estaba atendiendo a dos turistas, estas parecían contentas y al final se compraron dos vestidos. Eloísa estaba muy contenta y Ramón también, ella rápidamente se había hecho con la tienda y era una chica muy lista. Ramón estaba eufórico, pues no podía creerse que no tendría que cerrar ninguna tienda. Salimos de la tienda y despedimos a Ramón que tenía que volver al pueblo.
Eloísa se cogió de mi brazo y apretó sus pechos contra él, mi polla reaccionó y se puso morcillona. Caminamos unos minutos, ella colgando de mi brazo y yo hueco y estirado como un pavo.
Esa noche la llevé a cenar a un restaurante que estaba frente al mar. Eloísa estaba muy contenta y no dejaba de darme las gracias.
- No tienes por qué agradecerme nada, simplemente es un favor para ti y para Ramón.
- Jo, pero me has hecho un gran favor, para mí eso no tiene precio. Ahora me falta encontrar un sitio para pasar la noche, aunque ahora con dinero me será más fácil.
- Si quieres puedes quedarte en casa hasta que encuentres algo.
- ¿de verdad?, ¿puedo quedarme en tu casa?
¡no me lo puedo creer!
Me apretó la mano sobre la mesa y me desarmó con su sonrisa, sus ojos húmedos delataban su emoción. Tomamos una copa cerca del mar en una terraza de un chiringuito, la noche era calurosa y se agradecía la brisa del mar. Eloísa estaba eufórica y desbordaba alegría. Me contó que hacía mucho tiempo que no reía y que me contaría su vida cuando estuviera preparada, pero me merecía saber. Me avisó que los años posteriores a la muerte de su marido, parecían una eternidad y solamente habían pasado cuatro años. Me miraba con una mirada lánguida, como abobada y sonreía mirándome a los ojos con pasión.
- Vamos a casa, dijo Eloísa, quiero hacerte un regalo.
- No tienes porqué hacer nada, no hace falta.
- Quiero hacerlo, deseo hacerlo, déjame que lo haga. Vamos a casa.
Fuimos caminando ella agarrada de mi brazo y restregándose los pechos sobre mi brazo. La miraba y sonreía. Al llegar a casa le enseñé su habitación y ella me llevó al salón y me dijo.
- Siéntate ahí y déjate hacer, yo me encargo.
Eloísa salió del salón y fue al baño, volvió con un frasco de aceite para niños, que tenía para darme e hidratar la piel después del sol y con un par de toallas. Además, llevaba mi neceser bajo el brazo
Dejó todo sobre la mesa y me miró a los ojos. Su vestido se abrochaba por delante y ella con mirada lujuriosa empezó a desabrochar los botones. Desabrochó el segundo botón y sus dedos fueron al borde del vestido para abrirlo lentamente mientras recorría su piel. Con extrema lentitud bajó al tercer botón e hizo la misma operación. Ahora abría las dos partes del vestido, mostrando el nacimiento de sus pechos, se recreaba con esta operación, mostrando un bien formado canalillo. Bajó al cuarto, al abrir el vestido pude ver que se había quitado el sujetador y sus pechos estaban libres. En un sutil movimiento me enseñó su pezón, duro y largo, lo acarició, lo apretó y lo volvió a acariciar. Se mordía los labios y su cara y sus ojos denotaban su excitación.
Mi polla empezó a reaccionar y cada vez estaba más dura.
Eloísa pasó al quinto botón, este ya dejaba sus pechos al descubierto, esos pechos, aunque pequeños parecían recios y duros. Los acarició eternamente y se apretó ambos pezones, como ofreciéndoselos a mi boca.
Yo me relamía y tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no bajar mi mano y masturbar mi polla.
Ella seguía con sus caricias hasta llegar al sexto y último botón. Aquí fue abriendo muy lentamente el vestido, dejando al descubierto su cuerpo, sus pechos, su vientre y siguió deslizando el vestido por su cuerpo hasta dejarlo caer sobre sus pies. Grácilmente se elevó por encima de la tela y quedó ante mí vestida únicamente con sus bragas de color carne.
Mis esfuerzos para no tener que tocarme la polla eran sobrehumanos, aunque las bragas no eran nada sexis, la humedad que se apreciaba en ellas me estaba volviendo loco. Eloísa se contorsionaba mientras sin dejar de mirarme, sus manos fueron a la cintura de sus bragas y tirando de ella con mucha suavidad las fue bajando. Dándose la vuelta su cuerpo se convirtió en una ele inversa, que al llevar sus bragas fuera de su cuerpo, dejo ver los labios de su sexo. Al darse la vuelta pude apreciar un coño con buena cantidad de pelo.
- ¿Me ayudarás a afeitarlo?, me excita esa idea.
- No tengas dudas.
Eloísa me acercó mi neceser, donde estaba mi cuchilla y mi espuma de afeitar. Se sentó sobre la silla del salón, colocó una toalla bajo su sexo y acercó su sexo al borde de la silla.
Yo me levanté, busqué una tijera en el cesto de la costura y en una palangana fui desechando los pelos de ese sexo, cada vez más húmedo.
- ¿Quieres que te deje algún pelillo?
- Como más te guste, va a ser para ti.
Ante esa proposición extendí generosamente la espuma de afeitar y procedí a dejar el sexo completamente limpio de vello.
Eloísa destilaba jugos por su sexo mientras se sujetaba gimiendo a mí nunca. La limpié bien con la toalla queriendo eliminar todo resto de sus olvidados vellos. Su coño totalmente depilado, llamó poderosamente a mí lengua a recorrerlo. Bajé mi cabeza y probé ese delicioso manjar.
- Ehhh… ¿dónde vas?, te dije que estuvieras quietecito
Así que vuelve a sentarte, ya tendrás tiempo de comer calentito.
Eloísa lentamente desabrochó mi camisa y me la fue quitando sacándola por mis brazos. Me acarició la mejilla y bajó a mis zapatos, lentamente me quitó los zapatos y los calcetines. Subió por mi cuerpo lamiéndome con su lengua entre mis pechos, mis pezones y mi cuello. Sus manos bajaron a mi cinturón, mientras ella fija en mis ojos, los botones y la cremallera de mi pantalón. Me besa suave en los labios tirando de mi pantalón hacia abajo. Besa mi polla sobre el calzoncillo y me muerde levemente la polla. Yo gimo y le sujetó la cabeza contra mi polla.
- Tranquilo, yo me encargo, tú, quietecito.
Muerde el calzoncillo y tira de él hacia abajo sacando mi polla al aire. Mientras me mira fijamente, baja el calzoncillo hasta dejarme desnudo ante ella. Besa mi polla, la chupa, la muerde y la vuelve a chupar. Se levanta, busca el bote de aceite y lo echa sobre mi pierna derecha. Me mira y se sienta a horcajadas sobre mi pierna, se abre los labios de su coño y cubre mi polla de aceite. Me besa suave en los labios mientras sujeta con fuerza mi polla. Empieza a moverse sobre mi pierna, lento, muy lento, noto su humedad. Aprieta mi polla, no la mueve, simplemente la aprieta mientras su cuerpo se mece sobre mi pierna. Ella gime apretando mi polla con fuerza.
Joder… me estoy volviendo loco, el roce de su sexo en mi pierna, la humedad que ya impregna mi pierna y sus gemidos, me están volviendo loco. Intento sujetarla, hacer que vaya más rápido, pero
- Tranquilo nene, tranquilo
Seguía moviéndose muy lento, gimiendo, con los ojos casi vueltos y apretando con fuerza mi polla. Su ritmo va aumentando y sus gemidos también. Suelta mi polla y se apoya en mi cuello, su ritmo aumenta. Ella se sujeta a mis hombros, ahora grita, me pide más, pero es ella la que se da placer. Me besa con pasión metiendo su lengua hasta lo más hondo de mi boca. Su ritmo es muy, muy rápido y mientras está sujeta con fuerza a mi cuello, me moja la pierna, grita y gime. Me regala su orgasmo, orgasmo que degusto con avidez.
- Así, joder que bueno, que bueno, que bueno, jodeeer
Me besó con pasión metiendo su lengua hasta lo más hondo de mi boca.
Me mira aun respirando alto, recuperando el resuello. Se levanta, busca el aceite y lo extiende por mi polla, echa una gran cantidad. Moja sus dedos y los mete en su culo mientras besa mi boca y sonríe ladina.
- Te voy a follar papito, te voy a follar.
Se da la vuelta, sujeta mi polla y muy lentamente se la va metiendo en su culo.
Yo me vuelvo loco, ese culo me aprieta con ganas.
Eloísa se levanta muy lento para volver a bajar hasta que consigue tener toda mi polla dentro.
- Que gorda la tienes cabrón, me llena el culo entero, me quema, jodeer.
Eloísa lentamente sube y baja, tiembla sobre mi polla, acelera su ritmo, aprieta sus pezones y se corre sobre mi polla. Se levanta, se da la vuelta y me pide que la folle. Me cuelo entre sus piernas y sin dejar de buscar sus ojos, entró con fuerza en ella. Gime, suspira y pide más. Me sujeto fuerte a sus caderas y le doy fuerte mientras veo botar sus pequeños pechos.
- Así cabrón, así, rómpeme, destrózame el coño, si joder, siii.
Eloísa se levanta, sujeta mi polla y la mete en su boca. Me chupa el capullo lento, con mucha lengua, la mete dentro de su caliente boca, atraviesa su garganta y se queda con ella dentro. Sus ojos llenos de lágrimas me excitan. Saca mi polla cubierta de babas y la menea con su mano, sonríe y me mira a los ojos. Vuelve a introducirla en su boca, se folla esta con mi polla y no puedo aguantar más.
- Toma puta, toma, bebe no dejes nada, bebe, jodeer, jodeer.
Nos levantamos y vamos hacia la cama, por el camino azoto su culo.
- Gracias por el regalo, así da gusto.
- Eres un buen goloso jajajaj.
Esa noche durmió conmigo, necesitaba el calor de un hombre.
CAPÍTULO DOS
Esa mañana me llamó Ramón.
- Pablo, te dejo las llaves en el bar de Manolo, si quieres acompaña a Eloísa en la tienda.
- Vale, no te preocupes, ¿a qué hora cierras al medio día?
- A las dos y abro a las cinco.
- Vale, pásate luego por la tienda.
Eloísa y yo desayunamos tranquilamente y después la acompañé a la tienda. La dejé en la tienda y fui a dar mi paseo, a la vuelta pasé por la tienda y todo iba fenomenal. Fui a casa y recogí mis cosas para bajar a la playa. Sobre la una dejé todo en casa, me duché y me vestí.
Esa mañana había sido espectacular para Eloísa, pues había hecho una buena caja. Fuimos a celebrarlo comiendo una buena mariscada a la orilla del mar en un chiringuito de un conocido. Eloísa estaba exultante, radiante y feliz.
- Si no me diera vergüenza, te comería la polla aquí mismo. Joder, muchas gracias me has dado la vida.
- No exageres, simplemente le comenté a un amigo necesitado la posibilidad de resolver su problema.
La mariscada nos duró justo hasta la hora de abrir de nuevo la tienda. Tras dar un beso a Eloísa, me fui a casa para echarme una buena siesta. Esa tarde bajé a la playa tarde, ya eran las siete, pero el sol aún calentaba con ganas. Subí a casa sobre las nueve, me duché y me vestí para ir a buscar a Eloísa. Ramón ya estaba en la tienda y su sonrisa llenaba todo el local.
- Joder Pablito, menuda joya me has regalado, si sigue así me saca de la pobreza.
Eloísa estaba espectacular, se había puesto uno de los vestidos de la tienda y tenía más moscones que gente había en el paseo marítimo. Esa tarde había vendido de todo. Vestidos, lencería, bolsos, adornos, casi de todo lo que había en la tienda. Estaba contenta y exultante y Ramón igual que ella.
Nos despedimos de Ramón a las diez y media y fuimos a cenar unos espetos al lado del mar, al chiringuito de María. Ese día había una actuación en directo y aprovechamos para pedir un combinado antes de ir a casa.
La conversación versó en su totalidad sobre la maravillosa tarde de Eloísa en la tienda. Me abrazaba, se pegaba a mí, sonreía, era feliz y de repente, acercó su boca a mi oreja, y me dijo.
- Necesito que tú polla me llene la boca, quiero comerte hasta que te derritas en mí.
Joder, con esa declaración de intenciones, mi polla creció hasta casi romper el pantalón. Yo no conocía mucho a Eloísa, pero estaba desatada y eso me gustaba.
Fuimos hasta casa paseando por la playa y era ella quien de vez en cuando se paraba para llenarme la boca con su lengua. Yo le correspondía con mi boca y con mis manos, menos hábiles que las suyas, que ya tenían mi polla fuera.
- Tranquila niña, tranquila, que la noche es larga.
No tardamos mucho en llegar a casa, pero ambos íbamos muy calientes, mi polla estaba dura como una roca y sus bragas empapadas, ninguno de los dos iba a durar mucho.
Llegamos a casa y no había cerrado la puerta y Eloísa ya tenía mi polla en su boca. La tumbé en el suelo de la entrada y busqué su coño ávidamente. Yo debajo y ella encima, nos devorábamos como lobos hambrientos. Su coño empezó a destilar juguitos que yo tragaba con devoción, mientras le regalaba a ella, mi líquido preseminal. Yo ya no podía aguantar mucho más y sabía por sus caldos que ella era un orgasmo continuo. Empecé a follarme su boca, hasta llenársela de mi esencia que la desbordó y le llenó por completo. Ambos quedamos exhaustos tardando en volver a la posición inicial.
El sueño nos invadió al instante, nos cubrió con su oscuridad y nos mantuvo hasta que los primeros rayos de sol rompieron la noche.
Eloísa me había hecho cambiar, había vuelto a traer recuerdos y sensaciones ya olvidadas y me había inyectado algún año de vida, así de repente. La vida con ella era un mundo feliz para mí y creo también para ella. A los dos meses de estar conmigo, ya en pleno verano, empezaba el mes de agosto, una tarde que caminábamos por el puerto, me dijo.
- Creo que hoy te empezaré a contar mi vida. No es nada alegre y divertida, pero así sabrás quién soy y que puedes esperar de mí, aunque tú, has sido muy bueno conmigo.
ELOÍSA, EL COMIENZO
Ese día paseamos cerca del mar, parando para comer unos pescaditos, frente al mismo mar. Sentados mientras el sol se ocultaba por nuestra derecha, departíamos sobre la nueva vida de Eloísa, la cual había mejorado considerablemente. Seguía viviendo conmigo, pero quiso compartir los gastos y así los dos estábamos más contentos.
Me miró lánguida a los ojos y al pasar el camarero le pidió unos calamares a la andaluza.
- Te voy a contar cómo empezó todo.
Yo callé mientras ella tomaba aire.
Nuestra luna de miel iba a ser fantástica, tanto Andrés, mi marido, como yo, éramos de buenas familias y no nos faltaba el dinero. Nuestro viaje de bodas sería un crucero en barco por las islas del caribe. Andrés era patrón de barco y el mismo se encargaría de llevar el barco de puerto en puerto. La verdad es que los primeros días todo era fantástico, parábamos donde queríamos, pasábamos la noche en el barco o bajábamos a tierra a algún hotel. Pero un día, ese fatídico día, hubo una pequeña tormenta, lo justo para zarandear el barco con mucho ímpetu. Andrés me mandó bajar al camarote y no salir de él. Yo bajé y cuando todo se calmó, esperé que Andrés bajase a buscarme, pero él no bajaba. Al subir a cubierta, vi que estábamos a la deriva y no pude encontrar a Andrés. Sin remedio me eché a llorar y gritaba su nombre con todas mis fuerzas. Miraba en el mar intentando verlo, pero no lo pude ver por ningún lado, Andrés había desaparecido. La desesperación llegó a mi cuando se echó la noche y seguía a la deriva, tenía unas pequeñas nociones de navegación, pero no sabía echar velas ni guiarme en el mar. A la semana más o menos, me encontró un barco, yo tenía comida y podía refugiarme del sol dentro del barco. Uno de los tripulantes del barco, se acercó a mi velero y me remolcaron hasta el puerto. Tuve que dar parte a las autoridades y me quedé alojada en un hotel, esperando que encontrarán a Andrés. Jamás lo encontraron y aquí empezaron todos mis problemas. Según la legislación española, hasta pasados más de diez años un desaparecido no es dado por muerto. Por este motivo, me quedé sin nada, mis padres no quisieron hacerse cargo de mí y no podía disponer de mis bienes, pues mi marido no había fallecido.
Mi historia se empezó a torcer desde el mismo momento del funeral. Estaba totalmente desamparada. Mis suegros se hicieron cargo del funeral, pero nada más.
En ese mismo funeral, mi tío, un hermano de mi padre, me propuso su ayuda. Maldita la hora que la acepté, la pagué cara, muy cara. Para mantener mi ritmo de vida, mi tío me prestó treinta mil euros. Yo pensaba devolvérselos en poco tiempo con mi trabajo. Pero la depresión hizo que me echaran del trabajo, la indemnización apenas si cubrió los pocos gastos que tenía pendientes. Con el dinero de mi tío, me alquilé un pequeño piso, pero ese dinero se terminó pronto y tuve que pedirle más y aquí vino mi perdición.
Yo no sabía que mi tío era un enfermo sexual y tenía unos gustos un tanto refinados. Si aceptaba sus digamos, gustos, me prometió mil euros por cada sesión y me descontaría quinientos de la deuda. En un principio no me pareció una mala idea, pero el tiempo me diría que fue muy mala.
Una noche me llamó. Me dijo que fuera a su casa, que él me pagaba el taxi, pero que fuera rápido. Me presenté en su casa en diez minutos. Ahí me esperaba una sorpresa. Había tres hombres y dos mujeres, la tercera parece ser que sería yo. Mi tío se mantenía sentado en su butaca y parecía que no iba a actuar.
Nada más entrar, las dos mujeres impecablemente vestidas se acercaron a mí, me rodearon con sus manos y me acariciaron todo el cuerpo. Me fueron desnudando mientras me besaban y me acariciaban. Sus manos parecían incansables, mis pezones se ponían tiesos como si fueran pequeños colines. Yo no sabía a lo que iba, pero ya iba comprendiendo. Veía a los hombres ya completamente desnudos frente a mí, los tres tenían sus miembros en la mano y me miraban como perros de presa. Ellas se acercaron a los hombres y de rodillas ante ellos empezaron a chupar sus pollas con gran efusión.
Mientras, mi tío, se masturbaba sentado en un sillón. Uno de los hombres se acercó a mí, me tumbó sobre la mesa del salón y sentándose en frente, empezó a lamer mi sexo. Me lamía con ganas y su lengua me estaba dando un gran placer. Veía cómo las mujeres ya casi desnudas seguían chupando la polla de aquellos hombres.
Una de ellas con un precioso sujetador de seda, dejaba a la vista solamente uno de sus pechos, ahora estaba sentada mientras uno de los hombres le comía el coño y la otra mujer le besaba incansable en la boca. A la vez esta, pajeaba al otro hombre.
Mi compañero de viaje me había puesto en cuatro y me follaba con ganas, el espectáculo ahora había cambiado frente a mí. Una de las mujeres sentada sobre las piernas del hombre, era pajeada muy suavemente por este. Ella a su vez, pajeaba al hombre, pasando algunas veces la polla por su sexo. La otra mujer, ahora estaba tumbada boca abajo sobre la mesa y el otro hombre le daba por el culo.
El hombre que me follaba se había acercado a la escultural rubia que mostraba un pecho y ahora se pajeaba sobre su boca, mientras esta era penetrada por el otro hombre. Mi tío se había acercado a mí y manoseando mi pecho, se masturbaba cerca de mí.
El que se pajeaba sobre la rubia empezó a descargar su semen en la cara de esta, mientras mi tío me llenaba las tetas con su caliente y viscosa leche. El hombre que daba por el culo a la escultural rubia sacó su polla, se la puso en la cara y se corrió sobre ella, mientras esta metía la polla hasta su garganta.
- Muy bien Eloísa dijo mi tío, te has ganado el dinero, toma.
Era la primera vez que hacía eso, pero no sería la última, poco a poco te iré contando las perversiones de los amigos de mi tío.
- Veo que tu vida ha sido más un valle de lágrimas que un camino de rosas. Le dije.
- Estoy sorprendida contigo, tu no me has pedido nada a cambio.
- No te lo pediré, ya te dije el primer día.
Eloísa me miró con cara de niña buena y acercándose a mí me dio un ligero pico en los labios, mientras apretaba mi polla sobre el pantalón.
- Joder abuelete, como estás.
- Es tu culpa niña, solo tu culpa.
Ya era tarde y caminamos lentamente hacia casa mientras íbamos hablando de lo ocurrido durante el día. Al llegar a casa, Eloísa me dijo que estaba cansada y que se iba a la cama. Cada uno se fue a su habitación.
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CAPÍTULO TRES
A la mañana siguiente, cuando me levanté, Eloísa ya se había ido, había hecho café y había dejado unas tostadas preparadas. Yo comencé mi rutina diaria, primero desayuné, mi paseíto por el paseo marítimo, luego duchita y playa. Sobre las dos fui a buscar a Eloísa que a esa hora salía. Fuimos a tomar un vermucito donde Manolo y después subimos al pueblo a comer, así Eloísa podía ver la otra tienda de Ramón. Después de ver la tienda fuimos a un restaurante que conocía en la parte vieja de la ciudad.
- La verdad es que me haces sentirme como una reina. Creo que hoy te contaré el capítulo ahora y así tendremos la noche libre.
ELOISA
Mi tío el muy cabrón, era un auténtico obseso sexual y se movía por todos los mundos del sexo más oscuro. Ese día me llamó para que me preparase, me iría a buscar. Me dijo que solamente me pusiera un abrigo por encima, sin ningún tipo de ropa más, el abrigo y los zapatos.
Así me vestí y bajé cuando llegaron, un impresionante automóvil me esperaba a la puerta de casa. Entre en la parte trasera y aquello era impresionante. Mi tío sonreía ladino y me dijo que me sentara a su lado. Con parsimonia abrió una botella de champán y me ofreció una copa. Hacía mucho tiempo que no tomaba champán y la verdad, me gusto poder volver a apreciarlo. Al rato el automóvil se paró en lo que parecía un almacén abandonado. Estaba oscuro, pero se podía apreciar el lamentable estado de esa nave.
- Quítate el abrigo, me dijo.
- Ahora ven, sácame la polla y empieza a pajearme.
Yo me quite el abrigo, mis pezones estaban duros y mi sexo empezaba a inundarse, esa autoridad me ponía a mil. Me senté a su lado, le saqué la polla y empecé a pajearle, mientras él amasaba mis pechos y me besaba muy soezmente la boca. Unas luces aparecieron tras los cristales, me asusté y me tapé mis pechos.
- Tranquila, solamente son mirones, sigue a lo tuyo.
Seguí masturbando a mi tío, mientras él apretaba mis pezones y seguía con su baboso beso. Me sujetó por el cuello con fuerza.
- Cómeme la polla, me metí su polla en la boca.
Bajé mi cabeza y abrí mi boca y engullí su polla, él movía sus caderas para follarme la boca. Las luces alumbraban el interior del coche y algunos golpes se escuchaban tras la puerta.
- Abre la puerta puta, ábrela.
Yo estaba asustada pero no podía moverme, mi tío me sujetaba con fuerza mientras se follaba mi boca. Tras un rato comiéndome su polla, su voz volvió a sonar autoritaria y fuerte.
- Siéntate sobre mí, mirándome a los ojos.
Así lo hice, subí mis rodillas al asiento y lentamente me dejé llenar por esa polla gruesa.
- Muévete putita, muévete.
Me levantaba casi sacándome toda la polla y me dejaba caer, para clavarla entera. Me estaba gustando y más cuando me empezó a apretar los pezones. Cuando estaba a punto de llegar al orgasmo, mi tío abrió la ventana y cuatro o cinco manos se apoderaron de mis pechos. Me los apretaban, apretaban mis pezones y metían sus sucios dedos en mi boca. Increíblemente, eso me excitó hasta tal punto que tuve uno de los mejores orgasmos de mi vida. Mi tío volvió a subir la ventanilla después de mi orgasmo y autoritario dijo.
- Chúpame la polla y trágatelo todo.
En cuatro sobre el asiento me empecé a comer con gula la polla de mi tío. Este volvió a abrir la ventanilla y ahora fueron mi culo y mi sexo los que fueron mancillados por varias manos. Los dedos se colaban por todos mis agujeros, obligándome a tragar la polla en toda su extensión. Mi garganta follaba la polla de mi tío, mientras yo creía que miles de dedos entraban en mí. Nos corrimos a la vez mi tío y yo y me trague toda su leche tras un gran orgasmo.
En ese momento decidí marcharme de allí, esto ya no tenía sentido. En poco más de un año, había sido la puta de mi tío y aunque me había resarcido de la deuda, no me gustaba mucho esa vida en la que era un simple trapo. Mañana te contaré otro poco de mi vida.
La verdad es que Eloísa me había dejado perplejo y con una buena erección.
- Aunque la historia es triste, me has provocado una buena erección.
- Vamos a la tienda y te la chupo en el almacén.
- ¿Y por qué no en la tienda?
- Pues porque trabajo allí y no quiero perder mi empleo.
En menos de media hora estábamos en el almacén, Eloísa de rodillas y yo con mi polla en su boca. Fue una mamada rápida pero placentera, ella me miró a los ojos, mientras se tragaba toda mi espuma.
Cuando Eloísa abrió, salí de la tienda y me di un paseo hasta casa, me cambié y bajé un rato a la playa. Leía mi libro bajo la sombrilla, mientras veía a los muchachos y muchachas jugar sobre la arena, esa era su hora, ahora la playa era suya. Sobre las ocho recogí y subí de nuevo a darme una ducha. Me vestí y fui a buscar a Eloísa. Ramon ya estaba allí.
- Mira Pablo, esta mujer casi me vende toda la tienda.
- No sabes cuánto me alegro, vamos a tomar un vinito mientras cierra.
Ramon aprovechó para contarme que la iba a cambiar una semana a la tienda de arriba, que había contratado una chica que mañana vendría para quedarse en el puerto en cuanto se hiciera con la tienda. Quería dar algo más de glamour a la tienda del pueblo, con ropa de más calidad y algún zapato fino. Bueno, quería hablar con Eloísa del tema, por lo que nos invitó a cenar.
Cuando salió Eloísa, nos fuimos a un restaurante que había cerca de la playa. Ramon le expuso su idea a Eloísa y esta pareció encantada con lo expuesto, además el horario era mucho mejor, aunque se comprometió el primer mes a pasarse por la tienda del pueblo. Ramon le comentó que esa semana vendrían los representantes y que quería que fuera ella quien los atendiera y comprara lo que quisiera para la tienda.
Tras la cena, nos fuimos a casa y por el camino Eloísa me contó.
- Aún tengo el sabor de tu polla en mi boca.
- Pues tengo más si quieres.
- En cuanto lleguemos a casa, te voy a recrear otra de las fantasías de mi tío.
No habíamos entrado en casa y ya la tenía colgada de mi cuello.
- ¿Te acuerdas del primer día?
- ! Como olvidarlo ¡
- Pues ya sabes, quietecito.
Eloísa se sentó frente a mí con su vestido subido hasta media pierna. Mirándome fijamente a los ojos se acarició sus pechos que lentamente fueron apareciendo bajo la tela del vestido. Se apretaba los pezones y gemía. Me miraba mientras su otra mano buscaba entre sus piernas, ¡No tenía bragas! Sus ojos fijos en mí se le iban achinando por el placer.
- Ven siéntate sobre el reposabrazos y mastúrbame.
Así lo hice, me senté a su lado y bajé mi mano a su sexo, estaba chorreando. Sus ojos abultados miraban la bragueta del pantalón y no tardó en bajarla. Ahí estábamos los dos masturbándonos.
- Bésame, bésame sucio y baboso.
Bajé mi boca y empecé a besarla muy baboso, llenando su cara de saliva, comiéndome su lengua, tirando de ella. Eloísa gemía con mis dedos en su interior y bajó su boca hasta engullir mi capullo y ahí se quedó a vivir. Mis dedos entraban en ese charco con suma lentitud. Levantó la cabeza, me miró y muy lentamente se fue levantando.
- Siéntate.
Me senté en la butaca, ella se levantó el vestido hasta dejar su sexo a mi vista y poniendo una pierna a cada uno de mis lados, se fue dejando caer. Se enterró mi polla hasta la empuñadura, gimió y empezó a subir y bajar mientras me metía su teta en la boca.
- Muérdeme, muérdeme el pezón, hazme gritar, muerde fuerte.
Yo le hice caso y primero chupé para poner bien duro el pezón y después mordí, mordía no muy fuerte, y lamia a la vez.
- Más fuerte cabrón, más fuerte.
Le mordí más fuerte a la vez que apretaba con fuerza el otro pezón. Eloísa aceleró su ritmo y en tres cabalgadas se dejó caer temblando sobre mi polla.
- No pares, aprieta, aprieta, no pares.
Cuanto más apretaba más temblaba y más jugos se escurrían sobre mi polla. Ella no paró de moverse.
- Más dame más cabrón, no pares, dame fuerte.
Yo como pude moví mi pelvis a la vez que con mis dos manos apretaba con fuerza sus pezones.
- Así, sí, lléname, lléname.
Le di todo lo fuerte que pude, hasta vaciarme dentro de ella.
- Así, joder que rico, que bueno, sí, sí, sí.
Aún siguió temblando sobre mí hasta que su cuerpo se calmó. Tras calmarse me pidió que le llevará a la cama. Dejó caer su vestido y desnuda se tumbó a mi lado. Los dos nos quedamos dormidos y relajados hasta el día siguiente.
Hoy Eloísa conocería a su nueva compañera y le enseñaría los pocos entresijos de la tienda. Esperaba y deseaba que la muchacha fuera inteligente y en poco tiempo se pusiera al día.
Al llegar Eloísa se encontró a una muchacha impresionante una morena de casi uno ochenta, con unos buenos y turgentes pechos, además de unas piernas interminables. Se presentó y le dio dos besos, mientras ambos pechos se juntaban, produciendo escalofríos en ambas mujeres. Eloísa dejó pasar a la chica, para poder admirar su imponente culo, bien redondo y aparentemente bien duro.
Una vez entraron a los pocos minutos, llegó Ramón. El hombre se presentó y le presentó a la morena a Eloísa y a Eloísa a la morena. Les dijo que las dejaba solas y que volvería cuando cerrará a las ocho.
Yo hice mi vida como todos los días y a eso de las dos me acerqué a la tienda. Ese día recogí a las dos chicas y las llevé a comer. Sara me sorprendió, ¡menudo pedazo de mujer! Eloísa me la presentó y me dijo que era una chica espabilada que en poco tiempo se pondría al día. Comimos hablando de Sara, que era la nueva. Así supimos que vivía con sus padres y vivía en la zona de la playa. Había estudiado ciencias políticas y ahora estaba sin trabajo, por lo que había aceptado la oferta de Ramón. Después de comer fuimos a uno de los chiringuitos que había cerca de la tienda y nos tomamos unos combinados. Las chicas se fueron a la tienda y yo a mi casa y a la playa.
Sara era una chica inteligente y no le hicieron falta más días para ponerse al día. Pero Ramón había decidido reformar un poco la tienda del pueblo, por lo que estarían juntas toda la semana.
Esa semana pasó rápido y Ramón había invitado a todas las fuerzas vivas y a la gente influyente a la inauguración de la nueva tienda. Por supuesto las dos muchachas y yo también fuimos invitados. La inauguración fue todo un éxito y en ella ya habían vendido unos vestidos de la nueva colección. La marquesa de Cabo Peñas, fue una de las más animadas y no se separó de Eloísa en toda la noche. Sara por su parte se centró en el alcalde, el jefe de policía y el jefe de protección civil.
Una vez terminado el evento, Ramón nos invitó a unas copas en un selecto PUB de la localidad. Aquí hablamos de lo bien que había salido todo y de lo contentos que se habían puesto algunos. Eloísa nos comentó que la marquesa de Cabo Peñas, una mujer exuberante de cerca de cincuenta años, le había prometido volver con alguna amiga. Ramon estaba tan contento, que les subió las comisiones un tres por ciento a las chicas.
Nos volvimos a casa paseando por la playa, ese día había varios pescadores, ya con sus sillas y sus neveras dispuestos a pasar la noche.
Eloísa me contó por el camino, que no había querido decir nada, pero que la marquesa se le había insinuado. A ella no le importaba, después de lo vivido los últimos cuatro años, ya era totalmente bisexual. Comentó que la marquesa sin ser muy guapa era una escultural mujer y no le importaría nada tener un momento íntimo con ella. Llegamos a casa tarde y cansados, por lo que nos fuimos a la cama.
Cuando me levanté, vi las tostadas y el café sobre la encimera. Desayuné, salí a dar mi paseo y después de una buena ducha bajé a la playa. Al subir, nueva ducha, hacía muchísimo calor, me vestí y fui al pueblo a buscar a Eloísa que había subido en el autobús. Tras salir de la tienda fuimos a comer a uno de mis restaurantes favoritos. Nos sentamos al fondo en un sitio íntimo, ya que estaba rodeado por dos grandes columnas.
- ¿Quieres que te cuente como siguió mi vida tras dejar a mi tío?
- No tengas ninguna duda.
Después de dejar a mi tío, el dinero se fue rápido, gastar y no ingresar, te lleva rápidamente a una situación incómoda. La verdad es que en esa época llovió mucho e hizo mucho frío. Por estas circunstancias fui atacada por una fuerte gripe, me dejó muy mal. Un hombre me vio y me llevó a su casa, me cuidó y me curó. Cuando creía que ese buen hombre lo había hecho simplemente por humanidad, me vi vendida a tres hijos de la gran puta.
Estos salvajes me violaron durante casi un día entero. Te cuento. Un hombre de dos metros largos, anchas espaldas y fuerte, muy fuerte, se presentó en casa del hombre que me había cuidado y echándome sobre su hombro, me cargó en la parte de atrás de una furgoneta y me tapó la cabeza con una capucha.
Paramos tras unos minutos, me volvió a cargar en los hombros y me metió en un lugar húmedo y cerrado. Noté como unas manos, varias, seguramente ahí había más hombres me tocaban sin ningún cariño. Apretaban mis pechos, pellizcaban mis pezones y tras arrancarme la ropa, metían sus dedos en todos mis agujeros. Me pusieron unas pinzas en los pezones y colgaron algún peso de ellas. El dolor era casi insufrible uno de ellos, creo que eran tres, por lo menos tres, me metió su polla en la boca. Una polla gorda y no muy limpia, me la metió hasta la garganta. Tuve que aguantar las arcadas para no vomitar. Mientras otro se divertía azotando mi culo., cuanto más fuerte me daba, más apretaba el de mi boca. Sentí como me levantaban en vuelo, me abrían las piernas y una polla bastante gruesa entraba en mi coño que aún no estaba húmedo del todo. Mi gritó excitó a ese animal y me la metió hasta hacer tope con su cuerpo. Así como estaba en vuelo y sujeta por las axilas, seguramente era el hombretón el que me sujetaba, el que follaba, aumentó su ritmo y yo empecé a lubricar, lo que me hizo más placentera la penetración.
En ese momento y colgada de ese animal, sentí como hurgaban en mi puerta de atrás. El hombretón, paró y el otro tipo de un empujón, me clavó su polla hasta el fondo. Yo perdí el aire, me quedé vacía y llena de polla. Nunca me habían follado dos pollas a la vez. El hombretón marcaba el ritmo y cada vez me daba más fuerte, yo sentía como mi coño y mi culo ardían y como el orgasmo me llegaba como un tsunami. Cuando el hombretón explotó dentro de mí, yo perdí el conocimiento, estaba exhausta. Desperté tirada en el suelo de un callejón, llena de semen y totalmente desnuda.
CAPÍTULO CUARTO
Como pude busqué algo con lo que cubrirme. Encontré una camiseta de baloncesto, tendida de una cuerda y al ponérmela era casi como un vestido, eché a correr y me escondí como pude.
Como no sabía qué hacer, ni de donde sacar dinero, me puse de rodillas a la entrada de una iglesia a pedir. Una mujer vestida de negro se me acercó y con una voz melosa, lenta y suave, me preguntó.
- ¿qué haces aquí niña?, ¿porque estás pidiendo?, no pareces una vagabunda.
- Ya ve señora, la vida tiene estas cosas.
- Ven conmigo, te daré de comer.
Un impresionante automóvil, nos esperaba, la mujer entró en él y me mandó pasar detrás de ella. El automóvil entró en una gran mansión y nos dejó a la puerta. El conductor me ofreció su mano y me ayudó a salir del automóvil. La señora me acompañó hasta un gran baño donde una muchacha me esperaba para ayudarme en mi baño.
La señora se sentó en una butaca que había en el baño. La muchacha tiró de mi camiseta y me mostró desnuda a su señora. Lentamente me acompañó hasta estar dentro de la bañera. Con una esponja muy suave fue recorriendo todo mi cuerpo, recreándose en mis pechos y en mi sexo. Me mandó levantarme y ponerme de pie y ahí, pude contemplar que ella también se había desnudado. Ahora podía ver, como la señora estaba de rodillas a los pies de la muchacha y le estaba chupando la polla, la muchacha era muchacho, pero tenía unas importantes tetas. Era la primera vez que veía una chica trans y la verdad me excitó mucho. El placer que recibía la muchacha me lo transmitía, entrando en mi coño con lentitud y habilidad, yo me retorcía con sus dedos dentro de mí.
Lentamente salí del agua. La señora se despojó de su vestido negro y ante mi apareció un cuerpo perfecto, bien formado y con una piel muy suave. Me miró y me dijo.
- Ven aquí, acércate a la butaca y lame mi sexo.
No era la primera vez, con mi tío ya había probado algún que otro coño y no me disgustaba. Me acerqué a la mujer que, abierta de piernas, me mostraba un coño depilado. Se lo empecé a lamer, pasando mi lengua por todo el, sin prisa. Mientras, la señora seguía chupando la polla de la muchacha. Yo de vez en vez miraba hacia arriba, viendo votar los imponentes pechos de esa muchacha que me había sorprendido.
La mujer se sacó la polla de la boca y le dijo a la muchacha.
- Fóllatela, haz que devore mi coño, rompela como tú sabes.
Frente a mí un gran espejo me devolvía la cara de lujuria de esa muchacha, que de una me ensartó, llevando su polla hasta lo más hondo de mi chorreante sexo. Sujeta a mis caderas me daba con fuerza y me hacía devorar el coño de su señora que, con dos de mis dedos en su coño, gemía como una puta y se retorcía como una loca. Veía votar los pechos de la muchacha que a la vez que me azotaba con saña, me daba con fuerza, con mucha fuerza. Yo gemía y apretaba mi culo contra esa imponente polla. La muchacha aceleraba, estaba a punto y la señora la miraba fijamente a los ojos. En el mismo momento que la muchacha clavó con fuerza su polla en mi culo, la señora me regaló la miel de sus jugos que ávidamente bebí hasta dejar ese coño limpio y reluciente.
Tras este íntimo momento, bajamos a cenar. En esa casa era costumbre que todo el mundo cenara desnudo. La señora se sentó en un borde de la mesa y a mí me sentó en el otro, estábamos frente a frente en esa gran mesa. Por la puerta de ese inmenso comedor apareció un mayordomo, vestido únicamente con una pajarita. El hombre tendría más de cincuenta años y portaba una depilada polla, no muy larga y bastante gordita. En su mano traía una sopera, que depositó al lado de la señora y procedió a servirla. Después se acercó a mí e hizo lo mismo. Su polla erecta estaba muy cerca de mi boca, casi se rozaba conmigo. Una vez se retiró, la señora me preguntó.
- ¿Te lo quieres follar?, folla muy bien
- ¡Pero señora, cómo puede!
- Jajaja, no te preocupes tu hoy serás el postre.
La cena continuó, con un pescado y tras este, el mayordomo recogió la mesa y la dejó bien limpia. La señora se subió en ella dejando su cabeza a media mesa.
- Ven, acerca tu coño a mi boca, quiero mi postre.
Yo totalmente desubicada, subí a la mesa, dejando mi coño a la altura de la boca de la mujer. Antes de llegar a su boca, entró el mayordomo con una almohada que puso bajo la cabeza de la mujer. Esta ahora llegaba a mi sexo sin esfuerzo. Noté como su lengua se abría paso por el canal que formaban los labios de mi sexo. Lo lamía despacio sin dejar un milímetro por recorrer.
- Fermín, dale por el culo, aun no lubrica bien.
Fermín diligente se subió a la mesa, abrió mis piernas dejándome justo sobre la boca de la mujer, escupió en mi culo y lentamente me fue penetrando. La imparable lengua de la mujer hizo la penetración mucho más placentera. Fermín entraba en mi lentamente, saboreando cada milímetro de mi culo y disfrutando de cómo le apretaba la polla.
La señora ahora recibía mis jugos que desbordaban mi sexo, llenando su boca. Mis orgasmos se repetían, mientras la señora me devoraba y Fermín me follaba el culo.
- Fermín dale fuerte, muy fuerte, haz que me riegue la cara.
Y Fermín le hizo caso, vaya si se lo hizo. Sujeto a mis caderas me dio con todas sus fuerzas, yo era un orgasmo continuo, pues la lengua no paraba de azotar mi clítoris. Al final, tuve que lanzarme hacia adelante mientras mi coño se vaciaba sobre la boca de la señora, que ávida no desperdició ni una gota. Esa noche dormí en la mansión y al día siguiente me devolvieron a la calle.
La verdad que tu historia es alucinante, ¿Cómo una mujer de buena posición como tú, pudo llegar a estas circunstancias?
- Aun me falta la última historia, pero ya te la contaré, ahora no tenemos tiempo, es la hora de abrir.
Dejé a Eloísa en la tienda y monté en mi automóvil, para volver a casa. Como todos los días bajé un rato a la playa y al volver a casa me duché y me vestí para ir a buscar a Eloísa. Tras cerrar la tienda bajamos al puerto y Eloísa se fue a la tienda, para ver que tal lo llevaba Sara.
Sara estaba contenta, había vendido bastantes cosas y la tienda había estado movida toda la tarde. Sara se alegró de ver a Eloísa y le preguntó qué tal ella en el pueblo. Eloísa le contó, que era diferente, al ser una tienda más exclusiva, iba poca gente, pero casi todas con idea de comprar para algún evento. Sara le dijo que le gustaría ver la tienda, que si se la podía enseñar algún día. A lo que Eloísa le respondió que no había problema, que se pasara cuando quisiera.
Cuando Sara cerró, fuimos a picar algo por el puerto y después nos fuimos a casa. Por el camino, como siempre fuimos por la playa, Eloísa me contó que esa tarde le había llamado la marquesa de Cabo Peñas y que le había pedido que cerrara la tienda para ella, quería la tienda sola, para que nadie supiera lo que compraba, por supuesto, aunque tuviera que pagar más, deberíamos retirar lo que ella adquiriera de la tienda.
- ¿Pero eso puede suponer mucho dinero? Dije yo
- Sin duda me contestó Eloísa
Me contó también que había pedido a la tienda de embutidos de al lado que le preparara una bandeja de ibéricos con una buena botella de champán, que sabía gustaba a la marquesa. Como al día siguiente quería estar perfecta, nos fuimos a dormir.
Me levanté y Eloísa ya había marchado, hice mi vida como siempre, el paseíto y la playa, para ducharme antes de subir a buscar a Eloísa.
Cuando llegué, la marquesa de Cabo Peñas salía seguida de Eloísa que portaba unas cuantas bolsas, amablemente le eché una mano con las bolsas, saludé a la marquesa y me volvía a la tienda con Eloísa.
- Parece que ha sido una buena compra.
- Muy buena, deja que me arregle un poco y ahora te cuento.
Eloísa se arregló un poco el pelo y dándose la vuelta se agarró de mi brazo y me dijo.
- Hoy te invito yo, que hice una buena mañana.
Yo me dejé guiar por Eloísa que me llevó a un buen restaurante de la ciudad. Entramos y no había mucha gente, por lo que pudimos elegir mesa. Nos sentamos en un discreto lugar un poco separado del resto del comedor. Una vez el camarero había servido el primer plato, Eloísa me dijo.
- Hoy que quieres que te cuente, la visita de la marquesa o mis últimos días antes de conocerte.
- Sin duda la visita de la marquesa.
- te cuento.
Hoy me levanté pronto, me duché y me vestí, ya ves, más sexi de lo normal. Sabía que la marquesa querría algo más que comprar. Bueno, ya la has visto a ella.
Al abrir la puerta me he encontrado una mujer espectacular. Toda vestida de negro, con unas trasparencias que dejaban muy poco a la imaginación. La hice pasar y tenía preparada una mesa con los ibéricos y el champán. Ella se ha quitado la chaqueta larga que llevaba, dejándome ver sus perfectas piernas, torneadas y brillantes. Unas medias de seda negra le cubrían hasta medio muslo. Una ligera y pequeña falda de gasa, le llegaba justo a tapar la blonda de las medias. Una camisa de gasa transparente dejaba ver un sujetador que justo realzaba sus pechos, dejando a la vista parte de su areola.
La marquesa ha entrado y se ha sentado perfectamente recta. Con los pechos desafiantes frente a mí. Te he de reconocer que me he mojado al sentirla cerca. Esa mujer impone con su porte y su seguridad. Nada más sentarse me ha preguntado, sin anestesia.
- ¿Te gustan las mujeres Eloísa?
- Yo titubeante, le he contestado que era bisexual y que si me gustaban las mujeres.
- Mejor, aparte de comprar, me gustaría que me comieras el coño, ¿si te parece bien?
- Si lo dice usted así, me parecerá bien sin duda.
Me había demostrado que era una mujer segura y directa que sabía lo que quería y no le gustaba perder el tiempo.
- Desnúdate, me dijo
Evidentemente no me lo he pensado, ella iba de negro y yo de blanco. He soltado los amarres de mi falda dejándola discurrir por mis piernas, he desabrochado mi blusa dejando mi precioso sujetador de encaje a juego con mi braga, a la vista de la marquesa.
- Tienes un bonito cuerpo Eloísa.
Mientras yo desabrochaba mi sujetador, ella se iba quitando la blusa dejando a mi vista sus pechos recogidos por el precioso sujetador. Sus areolas se veían en más de la mitad y sus pezones erectos se dejaban ver en el borde de la copa del sujetador. Mientras yo me quitaba y doblaba mis bragas, ella se iba despojando de la falda que al igual que yo dejo que descendiera por sus largas y bien torneadas piernas.
- Desnúdame Eloísa, desnúdame.
No me hice de rogar, me acerqué a ella y besando su boca, eché mis manos al cierre del sujetador. Lo saqué por sus brazos. Ante mí aparecieron esos pechos rotundos, casi perfectos, esos pezones duros y largos. Mientras besaba su boca amasé con lujuria esos pechos turgentes, duros, brillantes y suaves. Bajé a sus pezones, los chupé, los mordí y los lamí. Ella sujetaba mi cabeza para que siguiera con mi acción. Lentamente bajé por su cuerpo, hasta tener en mis manos las cintas de esa diminuta tanga, que apenas tapaba el abultado sexo de la marquesa. Tiré de ella con lentitud y fui descubriendo su sexo, ese sexo que me subyugo. Era precioso, jamás había visto uno igual, perfecto, brillante, deseable. Tenía forma de pico de águila y su clítoris se abultaba en su nacimiento.
- ¿Te lo vas a comer? Ahora es tuyo.
Claro que me lo iba a comer, lo iba a degustar, a saborear, a deshacer en mi boca. Me acerqué al coño de la marquesa, saqué mi lengua y la acerqué a esos labios, ya húmedos. La miré a los ojos y pasé mi lengua desde su rosado ano, hasta su abultado clítoris. Ella gemía mientras apretaba mi cabeza contra su coño. Pero yo no tenía prisa. Le lamí despacio, desesperadamente despacio, recogiendo todos los líquidos que partían de ese encharcado coño. Mi lengua entró en ella buscando beber de ella de su fuente. Abrí los labios de su coño con mis dedos y busqué su clítoris. Lo sorbí, lo chupé de un lado hacia otro, de arriba abajo y ella me regaló su primer orgasmo.
Recogí ese orgasmo con mi ávida lengua y aprovechando sus propios jugos, acerqué un dedo a su culo.
- Sí cerda, si, eso me gusta, dame placer y te compraré la tienda entera.
Seguía sorbiendo su clítoris mientras mi dedo buscaba llegar hasta el final. Lentamente entré en ella despacio, sin prisa, entraba y salía, mientras se sujetaba con fuerza a mi cabeza. Otro de mis dedos se acercó a su culo, junté mis dedos y fui entrando en el dilatado culito, lento, muy lento. Cuando mis nudillos tocaron su carne, abrí mis dedos dentro de ella haciendo un poquito más grande ese agujero.
- Así cerda, así, joder que rico.
Mi lengua seguía recogiendo sus jugos que cada vez me regalaba más generosamente. Me apretó fuerte contra su sexo mientras yo ya iba con mi tercer dedo para adentro.
- Así puta, así, nota como me corro en tu boca, traga puta, traga.
Ese tercer dedo abrió su culo como si fuera una cuña, por lo que metí un cuarto. Entraba en ella muy lento, notando como su esfínter apretaba mis dedos que yo habría dentro de ella. Esto le producía un gran placer que se veía recompensado con una importante cantidad de jugos que ya llenaban mi cara. Me levanté y me separé de ella.
- ¿Dónde vas puta?, no pares ahora, no pares.
No le hice caso, fui al baño y ahí busqué un bote de crema que había llevado para tener las manos suaves. Me arrodillé nuevamente ante ella y unté muy bien su culo con la crema, con mis dedos la fui introduciendo lentamente. Metía y sacaba mis dedos ahora un poco más rápido, no mucho, un poco. Su culo se iba abriendo para mí, mientras la marquesa se deshacía en jugos. Saqué mi mano un momento.
- ¿Qué haces puta, que haces?, no pares joder, no pares.
Puse mis dedos haciendo un pico de pato y unté todos ellos y mi mano con la crema. Bajé mi boca a su coño y lo empecé a lamer con suavidad. Acerqué mi mano a su culo y apreté un poco.
- ¿Qué vas a hacer? ¿Qué haces? Para joder, para.
Pero no paré, mi mano ya estaba cerca de introducir dentro mis nudillos, lo demás ya sería fácil. La marquesa se agarró fuerte a mi cabeza y aguantó la respiración, a la vez que movía su culo. Mi mano entró hasta la muñeca.
- Hija de puta, me rompes, me destrozas, joder puta, joder. Ve despacio por favor, muy despacio.
Separe mi boca de su coño y me dedique a traspasar ese culo con mi mano. la metía despacio y la sacaba forzando con mis nudillos la dilatación, para volver a entrar. La marquesa tenía los ojos en blanco y empezó a temblar a la vez que una fuente manó de su coño, mojándome entera.
- No pares joder, no pares, no pares.
Seguí aún unos minutos, hasta que lentamente se fue relajando, saqué mi mano y pude ver su culo totalmente dilatado. La marquesa fue corriendo al baño, su esfínter dilatado era incapaz de contener nada. Tras unos minutos donde casi todo volvió a la normalidad, la marquesa se acercó y me besó en la boca con pasión, con gula, con agradecimiento. Me lavé las manos y tras vestirme, acompañé a la marquesa en la vista de la colección que me dejó un buen dinero. Hasta aquí la visita de la marquesa, lo demás, ya lo sabes tú.
- Joder, tengo la polla como un palo.
- ¿A ver? Joder, sí que estas durito, si y yo tengo un calentón que no puedo con él. Vamos a la tienda.
Eloísa pagó y salimos rumbo a la tienda. Entramos y Eloísa cerró con llave, no quería sorpresas. Me metí en uno de los probadores y le dije.
- Siempre tuve esta fantasía.
Eloísa me miró sonrió y se quitó las bragas.
- Fóllame así, a lo bruto, yo también tengo esa fantasía.
Ese día no hubo preliminares, le di la vuelta, la puse contra la pared del probador y le di con todas mis fuerzas. Mientras le sujetaba del pelo, apretaba su pezón, le soltaba el pezón y azotaba su culo, así hasta que noté que bañaba mi polla, me dejé ir llenándola también el coño de leche.
- ¿Joder cabrón, me tenías ganas ehh? Joder
- Hoy especialmente, pero siempre te tengo ganas.
- Serás cabrón. Ahora vete, que, si no, no abro la tienda en todo el día.
CAPÍTULO CINCO.
El verano iba pasando y la tienda del pueblo funcionaba cada vez mejor, Eloísa había hecho buenas clientas también de localidades cercanas. Muchas gracias a la marquesa de Cabo Peñas. Ramon estaba muy contento y la verdad que se portaba como un buen jefe, sabía que las chicas cumplían y el las dejaba hacer.
Yo aún tenía pendiente la historia de la última parte de la vida de Eloísa antes de conocerme, por alguna razón, ella no había querido contarme nada. Nuestra vida seguía como en un principio, ya llevábamos cuatro meses juntos y nos llevábamos bien. Eloísa es una chica muy inteligente y rápidamente hizo que tanto ella como yo aumentáramos nuestro dinero.
Sara la encargada de la tienda del puerto también venía con nosotros muchas veces y teníamos una muy buena relación.
Recuerdo ese día que fui a buscar a Eloísa, era un sábado y ya por la tarde no abría la tienda. Ese día aprovechamos para ir a comer a una de nuestras calas preferidas. Casi nunca había nadie, pero ahora aún era menos probable.
Bajamos con todo lo necesario, montamos el chiringuito y nos dispusimos a comer.
Eloísa me comentó que estaba muy contenta y nunca podría darme las gracias por todo lo que había hecho por ella. Eloísa estaba preciosa había cogido un par de kilitos y ahora su figura estaba mucho mejor moldeada. Nunca usaba bikini si estábamos solos y yo también iba desnudo.
Comimos tranquilamente, a la sombra de unas rocas que a la vez nos daban protección y nos quitaban el aire. Durante la comida no podía dejar de mirar los pechos de Eloísa, ahora más abultados y con esos pezones que llamaban poderosamente a mis manos y mi boca. Una vez que se estiró para recoger algo, no pude contenerme y le pellizqué un pezón.
- Tranquilo nene jajajajaj. Hoy te contaré el final de mi penosa historia. No me atrevía a contártela, pues como iras viendo, tiene matices oscuros.
ELOISA
Verás… como ya te dije, me había aficionado a pedir a la puerta de la iglesia, la verdad es que la gente era generosa conmigo y solía echarme unas monedas. Como has podido comprobar, soy austera y ahorradora. Por lo que, con esas monedas aparte de comer, me pude permitir un vestidito. Un vestidito de tirantes muy liviano, que me llegaba cuatro dedos por debajo del culo. Como no tenía dinero para ropa interior, solamente portaba el vestido. Rápidamente descubrí que cada vez iban más hombres a la iglesia y me dejaban buenas propinas, por lo que yo aumenté mi escote y me volcaba de vez en cuando dejando ver mis pechos.
Mi “negocio” iba muy bien, hasta que un día el párroco se me acercó y me mandó seguirlo. Lo seguí hasta un cuarto muy bien decorado con grandes cuadros y un antiguo sofá de terciopelo. Me mandó sentar y él se sentó a mi lado.
- Hija mía, eso que haces en la puerta de la casa del señor, no está bien.
- Pero padre, no tengo donde ir.
- Calla pecadora, calla.
El párroco me miró a los ojos con los suyos inyectados en sangre.
- Hija mía he de castigarte.
Y diciendo esto me tumbó sobre sus rodillas y empezó a darme azotes por encima del vestido. Yo notaba crecer su polla y de repente me subió el vestido y pudo ver mi culo desnudo.
- Ves como eres una pecadora, lo ves.
Creo que esto le excitó, pues su polla se puso muy dura y los azotes fueron más fuertes. Mi culo me ardía y a la vez ese calor me producía cierto placer. No sé cuántos azotes llevaba, pero notaba como mis jugos descendían entre mis piernas. Él se dio cuenta y me metió dos dedos en el coño.
- Mira como estas, puta, mira.
Movía sus dedos con gran entusiasmo y el calor de mi culo, ahora se juntaba con el calor de mi coño y exploté, exploté entre sus dedos.
- Mira cómo te corres puta, me has bañado la mano.
Se arrodilló frente a mí y empezó a lamer mi coño, lo devoraba, su lengua repasaba todo mi coño, recogiendo todos mis jugos.
- Que rica estas, puta, que bien sabes.
Diciendo esto me metió un dedo en el culo y me follo fuerte con él. Me follaba el culo a la vez que lamía mi coño y no pude más, me corrí de nuevo en su boca.
- Que puta eres.
Se levantó se quitó los pantalones y tirando de mi pelo hacia atrás, me metió su polla hasta la garganta.
- A ver qué sabes hacer puta, toma, come.
Sin compasión me metió la polla hasta la garganta, ahí me retuvo, no me dejaba respirar, me ahogaba. Conseguí respirar y esa polla salió llena de mis babas, dejando caer estas sobre mis pechos. Me apretaba fuerte contra su pelvis y traspasaba mi garganta con su polla, era un puto animal salido.
Cuando se cansó de follarme la boca, me colocó sobre él y me metió su polla de un solo empujón. Ahí estuvo follándome un buen rato, hasta que me puso en misionero y sujeto a mis caderas me daba muy fuerte. Me volvió a follar la boca durante unos minutos, era un puto animal. Me puso en cuatro y volvió a darme con todas sus fuerzas, yo pensaba que no se correría nunca, pero no, se salió de mí, me tiró del pelo y me metió la polla hasta la garganta, para llenar mi estómago con su blanca espuma.
- Así puta, así, traga, traga joder, traga. Mañana a las seis te quiero ver en el confesionario del final de la iglesia.
Ese día ya no pude estar más tiempo en la iglesia, tenía la cara desfigurada y el vestido todo arrugado. Otra vez mi vida estaba en manos de un degenerado. Al día siguiente volví como me había dicho. Entré en la iglesia y no había nadie, fui al último confesionario, tendría más de seis metros de largo, con dos entradas a los lados y un gran cubículo en medio.
Entré en uno de los lados, me creía más segura. Dentro había un reclinatorio, con un mullido cojín de terciopelo para poder apoyar las rodillas. Me coloqué en él y el cura empezó a hablar. Me hizo contarle toda mi vida y yo notaba ligeros golpes en la madera del confesionario. De repente un pene erecto apareció justo a la altura de mi boca.
- Chupa puta, chupa.
Abrí mi boca y acogí esa verga caliente y dura en mi boca. La empecé a chupar con mesura, despacio, joder, la saboreaba y me gustaba. Se la chupé largo rato sin tocarla más que con mis labios, él tampoco se movía. La sentí palpitar, y de repente, mi boca se llenó con su líquido que tuve que tragar hasta la última gota.
- Muy bien putita, mañana te espero a esta hora.
Cuando salí de esa iglesia, me prometí no volver nunca más. Esa misma noche me fui hasta una localidad cercana, donde mientras dormía, fui violada, me rasgaron el vestido y me tuve que buscar la vida. En un tendedero de un bajo, encontré el sujetador, la braga y la camisola con las que te conocí y ahí cambio mi vida, esta vez para bien.
Mi polla se me había puesto muy dura con la escena del confesonario.
- Joder cabrón, cómo te has puesto.
Eloísa miraba mi polla y acercó su mano hasta ella.
- No podemos dejar esto así.
Se dio la vuelta, ofreciéndome su culo y suavemente me dijo.
- Fóllame, fóllame suave.
Levanté su culo hasta dejarlo a la altura de mi polla y entré muy lento en ella. Cuando toqué fondo, volví a salir igualmente lento. Entraba y salía de ella muy lento mientras ella gemía. Le metí mis dedos en la boca.
- Chúpame los dedos, imagina que son otra polla.
Eloísa me chupaba los dedos produciéndome una gran excitación. Ambos gemíamos y balanceábamos nuestros cuerpos en un ritmo eternamente lento. Mi mano bajó a su pecho y mis dedos apretaron su pezón, noté como su coño oprimía mi polla a la vez. Apretaba su pezón, lo acariciaba y le pegaba un empujón, para enterrar profunda mi polla en ella. Ese ritmo lento, me llevaba inexorable al orgasmo, que cada vez sentía más cerca. No quise acelerar, pero si se lo dije.
- Me voy a correr, me corro, me corro.
Y me corrí dentro de ella a la vez que le apretaba con fuerza sus pezones. Después de correrme y bien sujeto a sus pezones, aun aguanté un minuto dentro de ella balanceándome, mientras notaba como ella me bañaba la polla con sus jugos.
- Que rico cabrón, que rico, esto no me lo habías hecho nunca.
Tumbados en la toalla nos quedamos hasta que nos despertó el frescor de última hora de la tarde.
Tras recoger todo el campamento, fuimos a cenar a un chiringuito de la playa, ya por la noche refrescaba, por lo que tuvimos que ponernos una sudadera. Tras cenar fuimos para casa y a partir de ese día, ya dominamos todos los días juntos. Ya sabía la historia de Eloísa, que había cambiado mi vida. Esa chiquilla, dio luz a mis días a partir del día que la conocí. Le compramos las tiendas a Ramón y ahora vivimos muy cómodamente. Sara se despidió ese verano, pero pudimos contratar a una amiga suya Gabriela, que aún hoy sigue con nosotros.