Capítulo 9
Después del tórrido encuentro con madame de la Fonten Ángel volvió a su casa, se quitó la ropa de trabajo y se dio una ducha, el día había sido largo y cansado. Sé sirvió una copa de ese coñac, ahora en Francia el licor era mejor, se sentó en su sofá orejero y dio un repaso a su vida.
Recordó cómo se había ordenado sacerdote a los dieciocho años y como a los veinte ya era el párroco en aquel lejano pueblo de Extremadura. Como era de esperar, a su mente acudieron las imágenes de Rosa, la primera mujer que pasó por sus brazos, aquella mujer madura para él en aquel momento le despertó a un mundo que desde ese momento ya no había abandonado. Rosa le hizo disfrutar del sexo y de los pecados de la carne, a la vez que le atraía nuevas feligresas que también querían ser despojadas del demonio. Pero aquello saltó a los altos estamentos de la iglesia, esa iglesia hipócrita que predica el “haz lo que yo digo, pero no hagas lo que yo hago”. entonces fue enviado a una parroquia en Sevilla, donde era el último mono. Pero pronto su fama saltó a la luz y una preciosa muchacha apareció en confesión un día, esta atrajó a otras y así su vida cambió y se convirtió en un no parar con sexo continuo. María, esa mujer que le cuidaba como a un hijo y que también cayó en sus redes después de verle la polla un día en su bar. La mujer que casi con toda seguridad era la madre de su hijo, o él, el padre de su hijo. La niña del sex-shop que le volvió loco de placer y de lujuria. Rosa la carnicera que con sus prietas carnes y grandes tetas le conquistó y a la cual hizo su perra. Su viaje a Italia, Concetta y Martina y el resto de las novicias de aquel pequeño convento. Ese duro año en la cárcel y los meses de recuperación tras el accidente. Todos esos recuerdos venían a su mente, mientras disfrutaba de esa deliciosa copa de coñac y del pequeño habano, que uno de sus clientes le regalaba.
Y ahora, ahora con tanta clienta rica y descuidada era un sin vivir, limpiaba piscinas y arreglaba los setos y también los coños de sus clientas. Clientas deseosas de un rato de cariño y de una buena polla.
Hoy era viernes y mañana había quedado con ese bomboncito que le quería seducir, pensando seguramente que lo sabía todo sobre el sexo, ese bomboncito al cual había decido convertir en su nueva perra, a ese bomboncito le iba a volver loca y la tendría a sus pies hasta que decidiera volver a España.
A sus cuarenta y cuatro años y después de haber salido de España hace aproximadamente veinte, era ya un hombre curtido, que sabía lo que quería, por lo que prefería a una muchacha de putita, ya que le atraería muchas como ella, pero no descartaba a las señoronas ricas que andaban ávidas de buen sexo.
El sábado por la mañana mientras Ángel preparaba todo lo necesario para la tarde, madame de la Fonten tomaba el aperitivo con una de sus mejores amigas, una mujer algo más joven que ella. Está, no llegaba a los cincuenta. Mujer alta y esbelta, con un cuerpo esculpido en miles de horas de gimnasio. Su uno setenta y ocho le daban un aspecto impresionante. Una larga melena rubia llegaba casi hasta su culo, un culo perfecto en forma de corazón redondo y blanco como la luna. Y unos pechos proporcionados que hacían una figura divina. Mientras departían frente a los vasos y las ligeras viandas del aperitivo. Madame de Montparnasse, que así se llamaba la amiga de la señora de la Fonten, le dijo.
• Estás muy alegre tu hoy, tu cara rezuma felicidad.
• Te contaré una cosa, pero si dices una palabra me vere obligada a matarte jajajajajaj
• Cuenta, cuenta, me tienes con el alma en vilo.
• Y madame de la Fonten empezó a contarle.
• Pues mira, he contratado a un nuevo limpiapiscinas y la verdad es que es un tiarrón, fuerte esbelto y tiene una polla como un caballo. Me volvió loca y me dejó con el coño totalmente abierto.
• ¡No me jodas!
• No, eso lo hizo él y muy bien, por cierto.
• Tienes que darme detalles y su número.
Madame de la Fonten, contó a su amiga su encuentro con Ángel con todo lujo de detalles y está pensó que tendría que llamarlo sin falta.
A Ángel le gustaba mandar en el sexo y le gustaba jugar, excitar y volver locas a sus parejas, no siempre lo conseguía, pues no siempre tenía el mismo ánimo. Pero ese sábado estaba pletórico. Recordó como recibía a Eva en Sevilla y se le ocurrió hacer lo mismo con la muchacha. Preparó un antifaz y lo dejó junto con la nota, preparado en el recibidor de la casa. La casa no era muy grande y tras abrir la puerta, había un pequeño recibidor y luego un pasillo discurría hasta llegar a un salón dejando a los lados una habitación, la cocina y un baño. Mientras Ángel se duchaba y se preparaba la comida.
La muchacha estaba en su casa pensando qué ponerse para la cita. Llevaba excitada desde el viernes que Ángel le había llamado para recordarle que ese sábado le esperaría en su casa a las cinco. Ella se había duchado con mimo y se había rasurado completamente, había cubierto su cuerpo con crema y se había perfumado muy sutilmente. Tuvo que cambiarse la tanga, pues la tenía empapada. Había comido ligero y estaba toda nerviosa ahora en su cuarto. Miró dentro del armario. Encontró un finísimo top blanco que transparentaba sus pezones en forma de cono, estos al tener esa forma, iban unidos a la areola, eran del mismo color y parecían más gorditos, por lo que la montañita que formaban era aún más evidente. Se puso una tanga blanca transparente de fino encaje y una minifalda que casi no tapaba nada, ya que, en un ligero movimiento, dejaba a la vista su tanga. Se vio espectacular, sexi y muy deseable, jugaría con ese hombre y a lo mejor le dejaba que la follara. Se quitó esa ropa, la metió en su mochila y se puso un vaquero muy ceñido y una blusa blanca para salir de casa. Sobre las cuatro y media salía de su casa en dirección a la de Ángel.
Ángel esperaba en su casa con un pantalón de cuero ceñido a su cuerpo sin nada en su torso, sentado en una silla en medio del pasillo. Bajo la silla, dos varas con unas esposas en los extremos reposaban esperando ser usadas. A las cinco menos cinco, abrió la puerta de la casa y en el pomo de la puerta, dejó colgado el antifaz, pego la nota en la puerta y se sentó a esperar.
La muchacha, que había parado a cambiarse en un centro comercial, llegó a las cinco menos dos minutos y se sorprendió al ver la nota. Con sumo interés la leyó. “desnúdate y ponte el antifaz, cuando lo hagas empuja la puerta, coge la nota y pasa con tus ropas en la mano”.
Ahora miraba la nota con cierto estupor y volvió a mirar la nota, entre excitada y decepcionada, ese no era su guión previsto, pero le pudo la curiosidad, se quitó toda su ropa, se puso el antifaz y empujó la puerta. Su coño en ese momento era un río. Tras empujar la puerta escuchó.
• Tira ahí tu ropa y la nota y cierra la puerta. Da tres pasos hacia adelante y mantente ahí parada.
La muchacha hizo todo lo que Ángel le había dicho, avanzó por el pasillo y se paró.
Mientras Ángel la observaba, observaba, como sus pezones estaban completamente duros, como su coñito rezumaba y como una gotita resbalaba entre sus piernas. Ángel le dio una vuelta, observando esos turgentes pechos que miraban al cielo, ese culito redondito que pedía unos azotes, ese vientre plano y esa cara de excitación.
La muchacha temblaba por la excitación, notaba como alguien circulaba a su lado, pero nadie le había tocado. Notó como la cara del hombre, suponía, se acercó a su cuello y la olió. Su coño no paraba de segregar líquidos y ella seguía temblando por la excitación. Escuchó un ruido frente a ella. Una mano se deslizó desde su cuello hasta su muñeca haciéndola estremecer. Su muñeca fue atada a unas esposas cubiertas con una tela. De igual manera una mano acarició su otro brazo uniendo su muñeca al otro extremo de la vara. Su cuerpo tembló y su excitación aumentó, los pezones le dolían y nunca había estado así, expuesta y caliente. Notó como una mano acariciaba el interior de sus muslos muy cerca de su sexo. La mano bajó hasta su tobillo e igual que hiciera con sus muñecas, ató este a unas esposas. Otra vez la mano se acercó a su sexo, y un temblor la invadió, notó descender la mano hasta su otro tobillo, donde fue nuevamente esposado. Ahora estaba totalmente expuesta, con sus manos y sus piernas abiertas y sin ninguna posibilidad de cerrarlas. El hombre la llevó lentamente hasta la habitación que se encontraba justo a su derecha, la tumbó en la cama y él se tumbó a su lado.
• ¿qué me vas a hacer?
• ¿Quién te dio permiso para hablar? Te ganaste diez azotes
• No, no quiero marcas.
• Serán veinte entonces, diez en tu culo y diez en tus tetas.
• La muchacha cayó, poco podía hacer atada y expuesta
Notó como la mano del hombre descendía desde sus ojos por su boca, a su cuello, circundando sus pechos apretando ligeramente un pezón, la muchacha gimió y movió su cuerpo buscando más caricias. La mano descendió por su terso vientre hasta su bien depilado sexo donde se paró, jugando con los labios de este. La muchacha gemía retorciéndose de placer.
Ángel quería que le pidiese, que le rogase, que se entregara a él en cuerpo y alma, la quería suya y para eso tenía que matarla de placer.
Los dedos de Ángel recorrían muy lentamente esos labios que poco a poco se iban abriendo para él. Su extremada lentitud volvía loca a la muchacha que gemía y gemía sin parar. Tras varios minutos acariciando esos labios, consiguió que se abrieran enteramente para él, ahora cada caricia rozaba su clítoris y los gemidos subían de tono. Tras unos minutos así, repasando sus labios y acariciando con mucha sutileza su clítoris, Ángel subió la mano hasta el pezón de la muchacha. Lo apretó con fuerza y notó como esta gemía, se retorcía y abría la boca fruto de su primer orgasmo.
• Caaabroóón,
Pudo gritar la muchacha mientras el orgasmo le hacía estirar piernas y brazos. Ángel bajó su mano nuevamente y esta vez se dedicó a su hinchado clítoris. Mojó sus dedos con sus propios flujos y empezó una caricia eterna en ese botoncito del placer. La muchacha gemía y gemía se retorcía y de su sexo manaba un espeso y blanquecino flujo. En unos momentos, después de varios minutos de caricias sobre su clítoris, la muchacha empezó a convulsionar, botando sobre el colchón, completamente excitada. Solo acertaba a decir.
• Cabrón, cabrón, cabrón, fóllame, fóllame
Ángel impertérrito le soltó las manos y los pies y poniendo su coño sobre su boca, la dejó encima de él. La muchacha al notar su polla erecta se lanzó a por ella, inconsciente de su tamaño y se atragantó con ella. Tras unas arcadas de ansia, se tranquilizó y empezó una mamada más suave. No sabía cuántas veces se había corrido, ya que al final los orgasmos eran tan seguidos que parecían uno solo. Ahora la lengua de Ángel la estaba llevando nuevamente a ese mismo estado, solo que ahora ella también podía participar. Chupaba la polla con ansias, con ganas de recibir su premio, aunque no tenía mucha experiencia, intentaba hacerlo lo mejor posible y notaba temblar la polla dentro de su boca. La lengua de Ángel la estaba volviendo loca y cuando el primer orgasmo le llegó, traspasó su garganta con el ariete produciéndose una fuerte arcada, arcada que hizo que algunos flujos escaparan de su coño, llenando la boca de Ángel con ellos. Ángel al sentir esos flujos, se excitó y a la vez que movía con mayor rapidez su lengua follaba la boca de la chiquilla en un frenético mete y saca. Cuando el primer reguerón de leche salió de la boca de Ángel, la muchacha empezaba a votar sobre su lengua. Ángel, a la vez que seguía follándole la boca, apretó con fuerza su culo e imprimió más ritmo a su lengua, hasta que la muchacha lo empujó apartándose hacia un lado.
• Me quieres matar, cabrón, ¿me quieres matar?
• Los dos quedaron exhaustos sobre la cama.
• No te pienses que esto termina aquí, te dejaré recuperarte un poco y volveré a la carga.
ANGEL
Tras esperar media hora que por cierto, me vino muy bien. Observé a la muchacha dormida boca arriba, con sus turgentes pechos apuntando al cielo. Los acaricié pellizcando dulcemente sus pezones. Besé esos pechos y sorbí y lamí sus pezones, descendí lento hasta su sexo. Levanté sus piernas y enterré mi cara entre ellas. Ella despertó lentamente. Mi lengua recorría el canal que formaban los labios de su sexo, incansable subía y bajaba, por ellos de su ano a su clítoris. Lentamente esos labios se abrían para mí que recogía con mi lengua todos los jugos que ese precioso sexo me proporcionaba. Lamí el interior de sus muslos mordiéndolos suavemente, mordía los labios de su sexo y mordí su abultado clítoris. Tras esto posé mi lengua en el clítoris y lo lamí sin descanso, hasta notar como esa chiquilla arqueaba sus caderas buscando más lengua. Mojé en sus flujos uno de mis dedos y lentamente, muy lentamente fui atravesando el anillo de su ano hasta tenerlo entero dentro. La muchacha paró, gimió y se dejó caer sobre el colchón. Yo en ningún momento había parado el batir de mi lengua. Una vez hubo aceptado ese primer dedo lo moví unas cuantas veces dentro de su culito, hasta que lentamente lo saqué,uní a este primero otro de mis dedos, los mojé en sus flujos y los introduje otra vez con extrema lentitud. Para mi sorpresa esta vez el culito se tragó los dos dedos sin oponer resistencia alguna. Los movía muy lento, mientras mi lengua escribía la tabla del mil en su clítoris.
La muchacha gemía y se clavaba mis dedos en lo más hondo de su culito. Cuando abrí mis dedos dentro de su culito estirando su anillo, la muchacha levantó su espalda del colchón y agitándose ferozmente tuvo un imponente orgasmo que dejó la sábana y mi cara totalmente mojadas.
• Eres un hijo de puta, ohhh, eres un cabrón.
Mis dedos seguían entrando en ella muy suavemente. Yo iba introduciendo más dedos para hacer ese culito más accesible. Cuando mi cuarto dedo entró en su culito, otro orgasmo la sacudió, regándome la cara nuevamente.
Ya estaba preparada, ya la tenía. Unté su culo y mi polla con lubricante, apunté mi capullo a su culito y mi polla entró lentamente hasta el final. La muchacha gemía y profería palabras sin sentido. Mi polla oprimida por ese culito me proporcionaba un placer indescriptible. La movía muy lento, notando como esas paredes me abrazaban impidiendo casi mis movimientos. Este culito me volvía loco y la chiquilla también. Le puse en cuatro sobre la cama, le daba despacito para que fuese acostumbrándose a mi polla. De repente mi mano se estampó contra su culo, suave sin mucha fuerza y aceleré el ritmo, otro azote un poco más fuerte, aceleró mi ritmo un poco más, al quinto azote sujeté con fuerza sus muñecas a su espalda y le di con todas mis fuerzas, hasta que exploté, clavando mi polla en ese tierno culo, me dejé ir dentro de él. La chiquilla se dejó caer sobre el colchón con mi polla dentro.
• Joder cabrón, joder, joder, joder
Tumbados los dos boca arriba, íbamos recuperando muy lentamente el resuello. La muchacha se volvió hacia mí y me besó tiernamente.
• Ha sido maravilloso, pero tengo que irme, hoy hay cena en casa.
Cuando intentó levantarse de la cama, sus piernas se le doblaron y cayó sobre la alfombra.
• ¿Estás bien?
• Si, si tranquilo, me has dejado hecha polvo y no sé cómo me sentaré esta noche.
• Dúchate y te llevo a casa. ¿Por cierto, cómo te llamas?
• Gabriela, me llamo Gabriela.
Cuando Gabriela se hubo duchado la acompañé hasta mi automóvil y la llevé hasta la puerta de su casa. Su madre, la señora strawberry, esperaba en la puerta, pues era un poco tarde. Salí del vehículo y le comenté que la había encontrado en el centro y me pidió si la podía acercar y así lo hice. Tras darme las gracias se volvió dentro de la mansión. Por cierto, la madre tenía un buen culito. Había sido una tarde portentosa y había que celebrarlo.
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