Capítulo 7

ÁNGELES

CAPÍTULO SIETE

CHARLINES

En cuanto escuchó que su marido se marchaba a trabajar se levantó y se dio una ducha. Con sigilo para no ser vista por ningún vecino y que Pablo no la escuchara, se acercó al lateral donde estaba escondida la llave y la cogió. Se sintió excitada al tener esa llave en la mano. Entró en la casa, estaba todo a oscuras, caminó lentamente hasta la habitación donde su vecino dormía plácidamente. En la puerta de la habitación se quitó la camiseta y los pantalones cortos, dejándolos en el suelo. Sigilosamente se acercó hasta la cama donde plácidamente, Pablo dormía. Su cuerpo también estaba contento de verlo, pues sintió como sus pezones se endurecían mucho y su sexo estaba terriblemente empapado. Se metió en la cama despacio. Tumbado boca abajo, su vecino dormía plácidamente, estaba totalmente desnudo. Le gustaba mirarlo, aunque hubiera preferido que entrara más claridad por la persiana apenas abierta. Acostada de lado lo miraba, hasta que acercó su mano y lo acarició muy levemente los hombros, su espalda. Le acarició las nalgas, y sintió que Pablo movía su cabeza un momento, pero siguió durmiendo. Ángeles introdujo la mano entre los muslos de él y muy suavemente abarcó sus testículos cerrando la mano sobre ellos. Le excitaba tener los testículos de ese hombre en su mano.

Pablo dormía y sintió una agradable sensación entre sus muslos. Soñaba que le estaban masajeando los huevos y sentía placer. En su sueño no podía ver la cara de la masajista, pero su mano era suave y pequeña. Se puso muy cachondo cuando esa masajista bajó muy lentamente besando sus nalgas y sus genitales. Pasaba su lengua por ellos. Aquella sensación tan placentera era muy real. Abrió los ojos, sorprendido y comprendió que su sueño no era tal, sino que sus testículos estaban siendo lamidos de verdad. Su polla se puso dura por completo. Gimió cuando aquella mano agarró su sexo y lo movió lentamente.

  • Buenos días, dormilón – su lengua seguía lamiendo entre palabra y palabra.
  • Buenos días, joven – su voz grave delataba su excitación.
  • Me desperté y pensé que me apetecía desayunar esto.
  • Me vas a matar cariño
  • Sí, pero de placer. ¿No quiere? –  con un gesto lo obligó a girarse y quedar boca arriba. Se metió la polla en la boca y la chupó con deseo –  Es que está tan rica, su polla.
  • Me alegra que te guste, cielo.
  • Muchísimo. Por Favor, encienda la luz, quiero verla. – satisfaciendo su deseo, estiró el brazo y encendió la luz. Ella miraba su polla y sus testículos – Me excita mucho mirarle la polla así dura.
  • Tú haces que se ponga así siempre.
  • ¿Siempre? – Ángeles se sentó sobre su estómago. Con su mano abrió su sexo para mostrarle cómo estaba – Mi sexo está siempre, así, empapado por su culpa.
  • Siempre se me pone dura contigo, sí.
  • ¿Cuándo caminamos también? – se movía sobre su cuerpo frotándose contra su barriga. – ¿Cuándo vamos a caminar va excitado?
  • Si, cada vez que te veo, sea la situación que sea, me empalmo.
  • ¿Y le gusta que le pase eso? –  se dejó ir hacia atrás un poco y ahora se frotaba contra la polla. Estaba muy excitada.
  • Si, aunque a veces me da reparo que me pase eso.
  • ¿Cuándo le da reparo empalmarse por mi culpa?
  • Por ejemplo, cuando está tu marido delante.
  • ¿Cuándo está Rodrigo conmigo también se le pone dura?
  • Si, ya te he dicho que siempre que te veo me empalmo.
  • A mí me gusta que se le ponga dura siempre por mi culpa. ¿Y sabe? A veces cuando estoy con mi marido en el jardín también me mojo al mirarle a usted. Se que no le gusta que mezcle el amor por mi esposo con usted y no debería decirle estas cosas.
  • Debes decirme todo. Lo que sientas, lo que desees, aquí eres libre cariño.
  • ¿Todo?
  • Si. Todo.
  • Entonces lo diré todo – se dejó caer sobre el pecho de él y acercó su boca al oído – Quiero que me fólle, don Pablo – dándole un beso en la mejilla se echó a un lado y abrió sus piernas mucho – por favor, fólleme.
  • ¿Quieres que te fólle? – él, de rodillas entre las piernas de ella acariciaba su coño con su polla, estaba empapada y ya llena de sus flujos.
  • Si por favor. Deseo que me fólle.
  • Estás empapada cariño – su glande resbaló y lo dejó dentro.
  • Más, métala más, hasta el fondo, quiero sentirme llena – lo miraba con cara suplicante, cara de placer y de desesperación.
  • ¿Quieres un poco más de mi polla dentro de ti?
  • Si, por favor.
  • ¿Cuánto más quieres que la meta? Debes decírmelo todo.
  • Ya se lo he dicho, toda, la quiero toda dentro

Al escuchar decir eso, se la metió toda de golpe arrancando un gemido fuerte de ella

  • Siii. Gracias por follarme.

Comenzó a follarla fuerte, los dos gemían excitados. Mientras, ella se sujetaba con fuerza a su cuello, atrayéndolo hacia sí, besándolo con pasión, gimiendo en su boca con cada embestida. Su coño se deshacía de gusto. Pablo, besó su boca, su cuello, sus pechos. Chupó sus pezones que estaban grandes y duros.

  • Me gusta cómo me folla. Lo deseaba.
  • ¿Deseabas que te follara? – el seguía follándola fuerte, profundo
  • Siii. Deseaba que me follara.
  • ¿Desde cuándo deseabas que te follara?
  • Desde el día que le mostré mi monte de venus en el banco sentados – gimió al sentir como aquella polla la follaba fuerte, llenándola entera – al ver su erección bajo el pantalón deseé que me follara algún día.
  • Eso ocurrió, el segundo día de caminar juntos.
  • Lo sé, por eso me daba vergüenza decirlo. – el cuerpo de Ángeles volvía a temblar en un nuevo orgasmo – Me corro otra vez Pablo.
  • Córrete niña, no dejes de correrte
  • Acérquese a mí – al abrazarla sintió como su coño empezaba a soltar chorritos, se estaba corriendo, temblando, abrazada a él – A veces cuando fóllo con mi marido pienso en usted.
  • Vas a conseguir que me corra, con lo que me dices.
  • Es la verdad. Mi marido me folla y cierro los ojos y pienso que es usted quien lo hace

Al escucharla él se movía más rápido. Los dos gemían por el placer tan grande que sentían.

  •  Sigue, cuéntamelo todo.
  • Y cuando pienso que es usted tengo los orgasmos más intensos. – estaban a punto de correrse – Me gusta más su polla que la de mi marido. – confesar eso la puso muy cachonda – Me corro otra vez. Me encanta su polla.

Ambos comenzaron a temblar y se abrazaron fuerte. Se besaron muy profundo, mezclando sus salivas. El orgasmo los alcanzó cuando literalmente se comían, uno, la boca del otro. Ángeles pudo sentir perfectamente, como Pablo le llenaba el coño con su caliente semen. Se quedaron abrazados mucho tiempo. Ángeles le contó que había quedado con Estela para comer pero que vendría temprano, por lo que decidieron que esa mañana no iría a caminar.

  • ¿Cómo encuentras a tu amiga desde que viene a la terapia?
  • Está mucho más contenta

Al hablar de su amiga recordó las marcas que Pablo le había dejado en las nalgas.

  • Se que usted me hizo prometerle que no le preguntaría cosas sobre la terapia pero que Estela podría contarme lo que ella quisiera.
  • Así es, ella si quiere puede contarte lo que quiera. Yo no te contaré nada por respeto a ella y su privacidad, como tampoco jamás contaría nada de lo que hacemos tú y yo.
  • Gracias, es usted muy bueno conmigo – ella estaba apoyada en el pecho de él y este le acariciaba el pelo y la espalda – Ayer Estela me contó lo de su culete, nos íbamos a cambiar y vi las marcas en sus nalgas. Pensé que había sido Andrés quien le había pegado y le pregunté y me contó que fue usted.
  • Si Ángeles, fui yo.
  • Pero le pegó muy fuerte, tenía el culo colorado.
  • Le pegué con la fuerza que ella necesitaba, comprendo que es difícil de entender para ti.
  • ¿Pero no le dolía?
  • Claro que le dolía, pero hay mujeres que ese dolor las excita y llega un momento que el dolor desaparece y se convierte en placer.
  • Eso me dijo ella, que se excitaba al pegarse. – aquello le daba curiosidad – ¿Si alguna vez se lo pido, usted me pegaría?

Recordó entonces su desafortunado incidente del día anterior y se excitó sin quererlo

  • Todo lo que desees lo haré cariño, aunque te confieso que me resultará difícil al principio.
  • Gracias – le dio un beso en el pecho – ahora tendré que irme. No quiero que mi amiga me vea salir de su casa.
  • Si, será mejor.
  • ¡Ah! Estela me dijo que le había dicho, que las sesiones serían más cortas. ¡Gracias! Se acercó a la cama y le besó en la boca. Lo inesperado de ese beso, lo hizo excitar. Me encanta su polla y como se pone.

Deseó sentirla en su boca y sin decir, ni preguntar nada, se acercó a ella y la chupó con deseo. Se la chupó con muchas ganas y se sintió feliz cuando aquel hombre eyaculó en su boca.

  • No pude evitarlo.

Su cara de niña traviesa, le encantó

  • Ahora sí que me voy.
  • Regresa cuando quieras, cielo.
  • Claro, soy libre

Se fue y él la miró caminar moviendo sus caderas exageradamente

  • No me mire así que si no me dan ganas de quedarme.

Devolvió la llave a su escondite, cualquiera que pudiera verla en ese momento, vería que estaba feliz, sonriendo, por fin ese hombre la había follado y le había encantado como lo había hecho.

Ya en casa se dio una ducha y recogió un poco el salón y la cocina. Cada poco tiempo miraba el reloj, estaba deseando que llegara su amiga, parecía que el tiempo se hubiese detenido

Cuando llegó se dieron un abrazo, las dos estaban nerviosas y algo avergonzadas por lo que estaban sintiendo.

  • No pude venir antes, cari. ¿Qué tal estás?
  • Bien, bueno un poco nerviosa – se apartó de ella un poco para verla como iba vestida – Tía estás guapísima – llevaba unos leggins negros que se ajustaban totalmente a sus piernas y sus nalgas. Por arriba llevaba una camiseta blanca que realzaba su pecho con un ligero escote.
  • Tengo que superar mi trauma con la ropa y pensé que te gustaría. Tú también estás muy guapa. – Ángeles se había puesto solo una camiseta larga que llegaba a medio muslo y una braguita azul de encajes.
  • Claro. Me encanta – agarrando la mano de su amiga la hizo girar – Tienes un culo perfecto cabrona. – sin darse cuenta le dio una palmada en las nalgas.
  • ¡¡Ay!! – se apartó, pues aún tenía el culo dolorido.
  • Perdón, perdón… No me di cuenta – la abrazó y su boca buscó la de su amiga fundiéndose en un beso húmedo – ¿Te duele mucho?
  • Un poco.
  • Ven, vamos a la habitación. ¿Quieres?
  • Pensé que no me lo ibas a decir nunca.
  • Tonta, es que me daba corte decírtelo.

Se fueron de la mano juntas a la habitación. Se quedaron de pie abrazadas y besándose cada vez con más pasión. Sus respiraciones agitadas delataban lo que estaban sintiendo. Ángeles no tardó en poner sus manos sobre las nalgas de su amiga, era extraño pero el culo de su amiga le gustaba mucho.

  • Me encanta tu culo, tía.
  • Es tuyo siempre que lo trates bien.
  • ¿Es mío?
  • Si.
  • Entonces fuera esto.

Se agachó detrás de ella y la descalzó, le quitó el pantalón. Tener aquel culo que tanto le gustaba delante de su cara la hizo excitar. Vio que aún tenía marcas de los dedos de Pablo y acercando sus labios besó sobre éstas. Estela se estremeció cuando la lengua de su amiga lamió sus glúteos

  • Saben muy rico tus nalgas.
  • ¿Te gusta su sabor? – Estela se sentía avergonzada al notar que aquello la estaba haciendo mojar mucho su coño.
  • Mucho

Pasó la lengua por cada nalga desde donde terminan hasta la espalda. Cuando le quitó la braga sintió sus mejillas encenderse al ver de cerca el coño y el ano de su amiga y sentir que deseaba pasar la lengua por ellos

Ángeles agarró las nalgas y las separó. Estela gimió cuando sintió la lengua de su amiga pasar entre sus nalgas y sentir que le lamía el ano.

  • ¡¡Qué vergüenza, cari!!
  • ¿Te gusta sentir mi lengua ahí?
  • Si, mucho. ¿Y a ti hacerlo?
  • Me encanta

Hundió su cara entre las nalgas para lamer y chupar aquel agujerito que tanto le gustaba. Estela casi pierde el equilibrio cuando sintió que su amiga le estaba lamiendo el coño. Tuvo que apoyarse en la cama y no podía aguantar sin gemir de manera escandalosa. Su amiga le estaba comiendo el coño y lo hacía de manera muy apasionada.

  • ¡Dios! Me vas a hacer correrme, cariño.

Escuchar eso hizo que Ángeles siguiera haciéndolo con más deseo, estaba muy excitada dándole placer a su amiga. Gimió de excitación cuando sintió que ese primer coño que lamía comenzó a eyacular y ella intentaba tragarse todo aquel delicioso líquido que expulsaba en pequeños chorros.

Cuando se recuperó del intenso orgasmo, se giró, para ayudar a levantarse a su amiga. Se miraron con las mejillas coloradas. Ángeles tenía la barbilla mojada por su corrida, su amiga la limpió con agradecimiento, lamiendo su cara y su boca.

  • Te he mojado, cariño. Dios que placer me has dado mi niña. – la besaba y buscó el borde de la camiseta para quitársela. Ángeles estaba ahora solo con las bragas – ¡Es que mira que eres bonita, eh! – con mucha delicadeza le acarició los pechos, mientras sus dedos rozaban sus pezones que estaban totalmente duros.
  • ¿Te gustan mis tetas?
  • ¿Si me gustan? – acercó su boca a los pechos y los besó con curiosidad, con deseo – Me encantan, cielo.
  • A mí me gustan las tuyas – deseó ver las tetas de su amiga y de manera rápida le quitó la camiseta y el sujetador para tocarlas – ¿Me dejarás tocarlas siempre?
  • Siempre que quieras podrás tocarlas. Tía me pones mucho.
  • Y tú a mí.

Se alternaban para besarse las tetas y chuparse los pezones. Estela le quitó las bragas y la hizo tumbarse en la cama. Ángeles se moría de placer cuando sintió como su amiga le acarició el coño a la vez que le daba pequeños mordiscos en los pezones.

  • ¿Puedo lamerte yo el chochito?
  • Haz lo que desees. Es tuyo.
  • Espero hacerlo bien cariño, nunca hice esto – Estela, besó y lamió entre sus piernas. ¿Te gusta?
  • Sii, sigue por favor.

Su amiga lamió su coño y lo chupó con maestría, como mujer, sabía lo que les gustaba, la hacía retorcerse de placer. Le gustaba acariciar el pelo de Estela mientras le comía el coño.

  • Entonces, ¿te gustan mis tetas?
  • Me encantan cariño.
  • Pues siéntelas, – puso una de sus tetas contra su sexo y comenzó a moverla, el pezón duro se restregaba por su abultadísimo clítoris.
  • Me corro, cielo. Que sensación, me vuelve loca. – Su cuerpo comenzó a temblar y se corrió, contra aquella teta tan suave.
  • Mira – se puso a su altura y le mostró el pecho totalmente mojado – ¿Lo quieres?
  • Si por favor – Ángeles lamió y chupó, aquella teta, sabía a su coño, a su placer.
  • Que bien la chupas cielo.

Tuvieron varios orgasmos más, lamiéndose, frotando sus coños entre sí, metiéndose los dedos.

  • Esto es increíble mi niña – estaban abrazadas, desnudas – ¿Nos estaremos volviendo lesbianas?
  • Como mucho, bisexuales, aunque no creo. A mí no me gustan las mujeres, solo tu Estela.
  • A mí tampoco me gustan las mujeres, pero tú me pones muy cachonda tía.
  • Y tú a mí. Nunca pensé que me pasaría esto.
  • Ni yo lo había imaginado nunca.

Cuando llegó la hora de comer lo hicieron desnudas. Les gustaba mirarse y de vez en cuando se besaban o daban caricias llenas de cariño.

  • Me ha gustado mucho todo contigo hoy – Estela estaba vistiéndose pues eran las cuatro menos cuarto – ¿Cuándo volvemos a quedar?
  • Cuando quieras sabes que normalmente estoy en casa, bueno por las mañanas voy a caminar.
  • ¿Sigues caminando con Pablo?
  • Si, casi todos los días.
  • Tenías razón cuando me decías que ese señor es diferente.
  • Si, lo es. ¿Te gusta Pablo?
  • ¿Gustarme? Nooo. Podría ser casi nuestro abuelo, pero tiene algo que fascina, no sé explicarlo. ¿Verdad?
  • Si, es eso que dices tú.
  • Anda que si Rodrigo o mi Andrés nos escucharan…
  • Calla, calla. Nos matarían.
  • Pues sí. ¿Cuándo salga de la sesión te gustaría volver a tomar el sol como el otro día?
  • ¿Como el otro día?
  • Si, cuando dejamos que tu vecino nos viera juntas en bikini. Me dijiste que te gustaba la sensación de que te viera. A mí me gustó hacerlo.
  • Si, me gusta esa sensación.
  • ¿Entonces quedamos después?
  • Vale.
  • Queda dicho, luego nos vemos. Chao, cariño, voy a llegar tarde.
  • Chao, cielo.

Cuando Pablo le abrió la puerta la vio risueña, feliz. Se apartó invitándole a pasar y no pasó desapercibido para él que esa tarde llevaba esos pantalones que tanta vergüenza le daba ponerse. Se dio cuenta que tenía razón y su culo llamaba la atención con ellos puestos.

  • ¿Qué tal estás? ¿Cómo ha ido la comida con tu amiga?
  • Muy bien, es que Ángeles es adorable. La quiero muchísimo. Luego al terminar quedé en volver a su casa para tomar el sol juntas – quería que él lo supiera para que así saliera a verlas.
  • Veo que te has atrevido a ponerte los leggins.
  • Si, otras veces los ponía, pero con camisetas más largas para tapar… Ya sabe.
  • Lo sé, para tapar el culo.
  • Si

Ángeles, se despertó y vio que eran las seis de la tarde. Cuando su amiga se fue decidió echar una siesta, estaba cansada después del día que llevaba, primero follando con su vecino y después con Estela. Aún sentía en su vagina pequeñas punzadas de placer y sus pezones seguían erectos. Se dio cuenta que durante los últimos días estaba todo el tiempo excitada y eso la avergonzó un poco, pero la verdad es que le gustaba esa sensación. Pensó en Rodrigo, cada día sentía que lo amaba más y el sexo con él era cada vez más intenso. Era distinto a hacerlo con su vecino, con él, el sexo era más salvaje, más morboso, los orgasmos eran más fuertes, pero pensó que era normal porque con él, tenía la sensación de estar haciendo algo prohibido. No pudo evitar recordar como Carlos, le había humillado y follado en la ducha, su polla era gorda, muy gorda. Las pollas de Pablo y su marido eran más parecidas entre ellas, quitando el tamaño de los testículos, que los de su vecino eran bastante más grandes. También pensó en Estela y en cómo le estaba atrayendo el cuerpo de su amiga. ¿Sería bisexual como decía su amiga? Lo descartó enseguida porque no le atraía ninguna otra mujer, Estela si le atraía y mucho. Rememoró con reparo como le había gustado pasar su lengua por las partes más íntimas de ella, la sensación de rodear aquellos pezones con los labios y chuparlos despacio. Estaría horas con su pezón en la boca, pensó sonriente. Se estaba excitando con todos esos pensamientos y decidió levantarse. Se dio una ducha y se puso un bikini. Pronto llegaría su amiga y le había propuesto, tomar el sol juntas. La idea le gustaba, aunque era arriesgada, siempre temía que Estela pudiese notar lo que Pablo provocaba en su cuerpo.

¿Hoy también le pegaría en las nalgas como el día anterior? La curiosidad por saber que pasaría detrás de la pared del salón era muy grande. Ojalá su amiga quisiera contarle algo.

Sonó el timbre de la puerta y abrió enseguida. Cuando Estela vio a su amiga no pudo evitar sentir algo de corte. Recordar que Pablo, la había masturbado y que horas antes habían tenido sexo juntas provocaba en ella esa sensación. Se abrazaron y se dieron un beso en los labios.

  • ¿Qué tal estás cariño? Te estaba esperando.
  • Ya veo –  se fijó que solo estaba con el bikini puesto – Pero que guapa estás cielo.
  • Ven, ya te preparé un biquini. – cogió de la mano a su amiga y se la llevó a la habitación.
  • ¿Tía estás loca? – aquel biquini era pequeño, Estela levantaba la braga de éste para ver su tamaño – Con esto se me verá hasta el chochete. ¿Acaso quieres que tu vecino me vea, el coño?
  • Ya te vio el culete y hasta te pegó en él. – de nuevo su curiosidad le embargaba – ¿nunca te vio el resto?
  • No seas bicha – sus mejillas se pusieron de todos los colores.
  • Uy te has puesto muy roja. ¿Te lo vio, a que sí?
  • Luego te lo cuento.
  • Venga porfa ponte este bikini – la abrazó y le dio muchos besos en ambas mejillas para convencerla.
  • Me lo pongo con una condición.
  • ¿Qué condición?
  • Que tú también te pongas uno que te quede pequeño. Si no, yo no me lo pongo.
  • ¡¡Eres una bruja!!

Se abrazaron riendo, eran como dos niñas preparando una diablura. Cuando salieron al jardín vieron que Pablo estaba sentado fuera de su casa. Lo saludaron con la mano. Ambas pensaban que ese señor les había hecho sentir mucho placer ese día. Se tumbaron en una misma toalla que era extragrande, las dos entraban en ella, perfectamente.

  • Tía siento como el bikini se me mete por el chochete – el bikini de Estela le quedaba muy pequeño y sus nalgas quedaban totalmente al aire – estamos locas.
  • El mío también se mete – Ángeles se puso un bikini de hace años, lo guardaba por si alguna vez hacía falta a alguna sobrina de Rodrigo. Cuando Estela lo vio en el cajón había insistido que tenía que ponerse ese o ella no se pondría el suyo – Me tienes que contar algo. ¿Recuerdas?
  • Uy tengo poca memoria – se volvió a ruborizar – ¿Qué tengo que contarte?
  • ¿Pablo te vio el chochete?
  • Si… – se tapó la cara con las manos – Estoy loca cariño.
  • Cuéntame porfa.
  • Es que hoy me dio un masaje – solo recordarlo su cara subía de temperatura.
  • ¿Desnuda?
  • Si
  • ¿Del todo?
  • Del todo.
  • ¿Y te gustó?
  • Mucho. Por favor no seas mala y no me hagas recordarlo. – al recordarlo sentía que se estaba excitando.
  • Eso es porque te gustó mucho y te excitas al recordarlo. ¿Verdad? Te conozco muy bien, cielo.
  • Es inevitable. Y este biquini que se me mete no me ayuda nada ¡¡eh!!
  • Abre las piernas un poco – Ángeles también se sentía excitada y deseaba jugar un poco.
  • Nooooo. Me verá Pablo y me da cosa.
  • Venga, no seas mala conmigo. Si en total ya te vió.
  • Ya, pero no sé.
  • Si las separas un poco después te lo compenso.
  • ¿Ah sí? ¿Y cómo lo harás?
  • Antes de que te vayas –  acercó su boca al oído de su amiga – te como otra vez el coño. ¿Quieres?
  • Eso no puedo perdérmelo

Ángeles, vio como su amiga separaba las piernas.

  • ¡No las cierres eh!

Ángeles se incorporó un poco y giró su cara hacia el jardín de su vecino, él estaba leyendo

  • ¿Pablo?
  • Dime Ángeles

Al mirar hacia ellas vio a Estela con las piernas abiertas, la braga del biquini apenas se veía pues estaba dentro de aquel coño tan bonito.

  • Te voy a matar – Estela le hablaba en voz baja mientras escuchaba a Pablo hablar con su amiga.
  • ¿Cuándo tendrá un momento para explicarme una cosa de las oposiciones? – estaba inventando una excusa para llamar su atención y que viera a su amiga así.
  • Cuando quieras te acercas por casa e intentaré ayudarte.
  • ¡Ah vale, genial! ¡Gracias! Bueno no le molesto más.
  • Nunca molestáis.
  • Ya. ¿Te ha gustado? – Ángeles, volvía a hablarle a su amiga.
  • Eres muy puta, muy, muy puta, cariño. Menuda vergüenza me has hecho pasar.
  • Ayer me dijiste que te gustó la experiencia de que mirara, tus nalgas.
  • Pues ahora tú. – Estela quería que su amiga también viviera esa sensación.
  • ¿Yo, que?
  • Separa las piernas tú también.
  • ¿Estás loca? Se me verá todo.
  • Tú me dijiste que la sensación de que tu vecino te viera las nalgas te gustaba.
  • Las nalgas sí, pero el coño es otra cosa. – pensar que Pablo podría mirar su sexo la excitaba pero que lo hiciera delante de su amiga le ponía nerviosa y doblemente excitada.
  • Si lo haces, te como yo a ti tu coño después.
  • Eres una bicha. Está bien, lo haré.

Ángeles separó sus piernas. Con el paso de los días sabía perfectamente cuando la mirada de su vecino estaba sobre ella y ese era uno de esos momentos. Estela giró su cara para ver si era verdad que las había separado y se excitó de comprobar que así era. Su amiga también le estaba mostrando su coño al vecino y se sintió mojada con la sensación de estar así, las dos juntas, enseñándole sus coños.

  • ¿Te gusta que te lo esté mirando? – Estela sentía curiosidad por lo que estaría sintiendo su amiga.
  • Me da vergüenza, pero es una sensación muy fuerte. mi coño es una fuente
  • A mí también me gusta cariño. Siento que estoy empapada también.
  • Sii. Creo que estamos mojando la toalla. Yo por lo menos.
  • Si estuviéramos solas te comería el chochete aquí mismo.
  • Estás loca.
  • Es que me muero de ganas por hacértelo. ¿Vamos a dentro?
  • ¿Quieres?
  • Sí quiero. Es lo único que deseo en estos momentos.
  • ¿Vamos?

Se levantaron y se fueron hacia la casa. Nada más traspasar la puerta Estela la abrazó y le bajó la braguita. Vio que estaba totalmente mojada. Se agachó y comenzó a besarle el coño. Lo lamía con desesperación y deseo. Ángeles le acarició el pelo mientras se lo hacía.

  • No pares cariño, me vas a hacer correrme – gemía muy excitada, aquella boca le daba muchísimo placer – ¡Me encanta! – empezó a temblar y sintió como su amiga recibía en la boca su orgasmo. – Uff como me pones tía. – ayudó a ponerla de pie y fue ella la que ahora le bajó la braga – Gírate porfa.

Estela sonrió al darse cuenta de que a su amiga le gustaba su culo. Feliz se giró y le ofreció sus nalgas.

  • Es que me gusta demasiado –

Gimió al sentir como Ángeles besaba sus glúteos, los lamía, chupaba, los acariciaba con las dos manos. Sintió como los separaba y aquella boca se perdía entre ellos para besar y lamer su coño y su ano.

  • Estás empapada, cielo.
  • Tú me pones así cariño.

Cada vez gemía más fuerte, se movía para pasar su culo por la cara de su amiga

  • Si sigues así, me voy a correr, cielo – sus piernas temblaban, llevó sus manos hacia atrás para apretar la cara contra ella y empezó a correrse. – Dios que bien lo haces tía.

Se fundieron en un abrazo fuerte y se besaron saboreando sus orgasmos. Cuando salieron al jardín, Pablo las miró feliz. Ellas no se habían dado cuenta, pero había escuchado los gemidos que provenían de detrás de la puerta y le encantaba verlas así.

Se volvieron a tumbar en la toalla y se miraban con complicidad. Ángeles se dio cuenta que su amiga estaba con las piernas separadas sin habérselo pedido, ahora estaba mostrándole el coño a su vecino por voluntad propia. Se sintió algo celosa de pensar que a su amiga le podía gustar Pablo. Y a Pablo le podría estar gustando su amiga. Ella también separó las piernas sin decírselo a Estela.

  • ¿Estela y que tal te va con Andrés? – quería saber si su matrimonio estaba mejorando con la terapia – Nunca te pregunto y quizás necesites hablar sobre eso.
  • Mi matrimonio, va mal cielo – su amiga se puso algo triste al hablar de ese tema – ¡¡Mira que quiero a mi Andrés eh!!, pero es un tonto. Se que me quiere, pero no me valora como mujer. En estos dos días me siento más valorada como mujer, gracias a ti y a Pablo, que en los últimos años con mi marido.
  • ¿Pero no te desea? ¿No fóllais?
  • Llevamos semanas sin follar cariño. Mi Andrés me busca, no te vayas a pensar que no, pero soy yo la que no quiero.
  • ¿No te pone tu marido?
  • Si que me pone, y en la cama es un toro desbocado, pero no me gusta sentirme un trozo de carne. Ya sabes, me gustaría que me acariciara y estuviera más pendiente de mí. – la miró con picardía- como haces tu por ejemplo cielo.

Un toro desbocado, esa expresión le hizo gracia.

  • Estás loca cariño yo no desaprovechar nunca a un toro desbocado.
  • Es que es la verdad. Hace años me ponía mucho eso. Todo el tiempo quería follarme y mira que recuperaba pronto el cabronazo. Me dejaba escocida, me daba tan fuerte que me volvía loca
  • Que bruta eres, ojalá os arregléis, cielo.
  • Ojalá, cariño, pero si no cambia lo veo complicado, al no tener sexo, todos los días estamos discutiendo y eso me destroza, no soporto discutir con mi Andrés. Gracias por preguntarme.
  • En una cosa tienes razón.
  • ¿En cuál?
  • Que es un tonto porque estás muy buena.
  • Hay mi niña, tú sí que estás buena.

Se sonrojaron al darse cuenta de las cosas que se estaban diciendo después de tantos años siendo amigas.

Eran las nueve de la noche cuando Estela se fue para casa, Ángeles se despidió de ella y al cerrar la puerta del jardín vio que su vecino aún seguía sentado donde antes las observaba. Ella entró en casa y se puso una camiseta larga y cogió unos apuntes pues no sabía a qué hora llegaría Rodrigo.

No dijo nada cuando entró en el jardín de su vecino y pasó por delante de él. Él la miraba caminar hacia su casa y vio como movía su culo. Desapareció tras el umbral de la puerta y no pudo aguantar, más que unos segundos, en levantarse de su silla y seguirla. Estaba excitado ante la idea de poder estar con su joven vecina de nuevo. Cuando cerró la puerta vio que ella lo esperaba en el salón sentada en el sofá.

Al verlo se dio cuenta que estaba excitado, su bañador estaba muy abultado y eso la hizo sentirse aún más mojada. Se levantó yendo hacia él y lo abrazó, comenzó a besarlo buscando su boca y gimió excitada cuando ese hombre unió su lengua con la suya. Lo desnudó con prisa, con deseo. Al ver su erecto sexo se lo acarició. En ese momento sintió ganas de tener aquella polla en su boca, pero necesitaba otra cosa con más urgencia. Lo empujó hacia el sofá y cayó sentado sobre éste. Se miraron con deseo, los dos estaban muy cachondos. Pablo la contemplaba expectante, observaba cómo se iba despojando de su camiseta y del bikini que casi no tapaba nada. La vio acercarse, subirse al sillón y pasar las piernas dejándolas cada una en un brazo. Sujeta al respaldo se dejó caer mientras el mantenía su polla en dirección a su coño. Se dejó caer de golpe y se la clavó entera. Gimió y empezó a botar con fuerza sobre esa polla. mirándole fijo a los ojos, buscó sus manos y las colocó sobre sus tetas Cada vez aquel movimiento de caderas era más rápido. No tardó en hacerlo correrse dentro de ella. Sintió su semen regando su interior. A la vez, ella comenzó a correrse sobre él. Sus cuerpos pegados y mojados se fueron separando lentamente

Ángeles lo abrazó y volvió a besarlo, para acto seguido levantarse y comenzar a ponerse el biquini. Lo miró sonriente.

  • Desde esta mañana deseaba volver a follar con usted.
  • Y yo contigo cariño, gracias por escaparte este ratito.
  • Tengo que irme, no sé a qué hora llegará mi marido.
  • Vete cielo, no te arriesgues.
  • Hasta mañana Pablo – salió de su casa con los apuntes en la mano.
  • Hasta mañana

Habían pasado quince minutos desde que entraron en casa y le había hecho tener un orgasmo increíble en tan breve tiempo.

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