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Las aventuras del príncipe I

Las aventuras del príncipe I

Castillo de Avec- StLaurent, Francia, siglo XII

El verano había llegado ya con su agobiante calor y como todos los años el príncipe Phillipe, delfín heredero de la corona francesa, viajaba hasta la residencia de verano de la corona en el sur del reino.

El viaje había sido una verdadera tortura.

La caravana no paraba de dar tumbos a cada bache, el calor hacia que la piel del príncipe brillara por el efecto de las gotas de sudor y para colmo de males el carrero, un joven moreno, musculoso , marcado por el duro trabajo, se había desprendido, con permiso de su alteza, de la casaca, dejando a la vista la parte mas bella de su cuerpo.

El torso de aquel mozo era prácticamente negro, marcado hasta el extremo, cada músculo se podía ver desde metros, sus tetillas eran grandes y pálidas, y una delgada línea de vello recorría desde el centro de su pecho hasta la hebilla de su cinturón (y evidentemente bajaba mas abajo).

Phillipe se atrevía a sacar la cabeza de vez en cuando para observar aquel espectáculo que en un principio parecía lo único bueno de aquel viaje.

No tenia miedo a las miradas de los guardias, todos ellos montados a caballo y ninguno contenía ni una pizca de atractivo.

Phillipe prefería no preocuparse de lo que le había estado pasando. Sabia que no era normal sentirse excitado por un hombre.

Era pecado. Pero a el le daba igual, pues el no podía y no quería prohibirle a su amigo que creciera cuando veía a un hombre.

Le pasaba desde los catorce años, cuando empezó a entrenarse en el arte de la espada con otros muchacho de la corte.

Sus compañeros entrenaban con el torso desnudo y el no podía evitar fijar la mirada en sus abdominales, sus pequeños ombligos, sus pezones relucientes, sus cuellos brillantes con esas bonitas nueces que se movían tan sensualmente al beber de sus cueros de agua.

Pero sobre todo le gustaba ver como las góticas de sudor nacían en las cabelleras de los chicos y recorrían el centro de la espalda hasta escapar por dentro de los pantalones, lo que le permitía observar sus nalgas marcadas en los pantalones de cuero.

Pero el torso de aquel siervo le había ocasionado problemas.

Su polla había empezado a crecer desmesuradamente hasta el punto de que la presión de sus pantalones le provocaba dolor.

Esto junto al calor y los baches del camino hacían insoportable el viaje.

Al final de la tarde la caravana había llegado hasta el castillo. Un castillo pequeño cerca de la costa y del lago azul, donde la familia real solía pasar la estación estival. Pero este año los problemas de la corte habían impedido al rey viajar hasta allí.

Phillipe habría de pasar solo el verano. El castillo olía a humedad, el calor se apoderaba del ambiente.

Las sirvientas acompañaron a el heredero hasta su habitación, y allí le desprendieron de sus ropas, y lo metieron en un barreño donde empezaron a frotarle y enjabonarle.

De haberle gustado las mujeres aquello lo hubiera vuelto loco, las hubiera desnudado allí mismo.

Pero en cambio Phillipe no hacia mas que imaginar como seria aquello rodeado de jovencitos y empezaba a excitarse. Por suerte las sirvientas acabaron pronto y se fueron de la habitación.

Tras el baño el príncipe bajo al comedor donde lo esperaban los guardianes del castillo junto a distintos pequeños nobles de la comarca.La cena consistió en un verdadero banquete con las mas preciadas viandas de la región.

Durante el transcurso de la cena y el posterior descanso las muchachas de la nobleza local acosaron al apuesto príncipe con sus escotes desmesurados y sus sonrisas falsas, todas y cada una suspiraban por el. Pero los ojos de Phillipe estaban puestos tan solo en una persona.

Era uno de los sirvientes del castillo, un jovencito de no mas de 16 años, de piel morena, ojos grises, sonrisa inocente y una cara infantil y alegre que ponían a funcionar todas las vísceras del príncipe.

No media mas de 1, 65 y su cuerpo era delgado, sin una marca las ropas le quedaban holgadas y cada vez que se acercaba al príncipe su olor hacia temblar a Phillipe.

Phillipe no había sentido aquello por ningún otro ser.

El banquete llego a su fin y el príncipe subió a su habitación. La Comida le pesaba en el estomago y junto a la humedad de la noche le hacían sudar y sufrir de dolor.

El príncipe decidió quitarse la ropa para poder dormir. Se dispuso delante del espejo que había en su habitación y empezó a desnudarse. Primero se quito la túnica bordada con el escudo real, desprendiéndose también de todas las piezas metálicas y joyas.

Quedo allí con unos pantalones de cuero y una camisa de algodón. Los vellos del pecho, dispuestos en pequeños bucles negros, sobresalían por la abertura de la camisa y llegaban casi a su bello y grueso cuello, el príncipe asió una jarra de agua y comenzó a beber, sus carnosos labios se mojaron y después su nuez empezó a bailar en su cuello.

Un chorro de agua se escapo de su boca recorriendo su cuello y cayendo hacia el pecho.

La camisilla quedo mojada, mas bien empapada y su pecho se translució, dejando ver sus pequeñas tetillas y sus pezones excitados, el príncipe movió su enorme mano hasta su pezón derecho y empezó a tirar de el suavemente. Una oleada de placer recorrió su cuerpo y decidió retorcerlo mas fuertemente hasta el punto de dolerle.

Pero fue un dolor placentero algo que no había experimentado nunca. Su órgano empezó a crecer y su cabeza empezó a pensar en aquel sirviente. Imagino como lo besaría, como lo desnudaría, como comería cada trozo de su piel.

El príncipe se desprendió de su camisa y dejo su torso desnudo.

Aquel torso a pesar de ser pálido por naturaleza estaba bronceado por las horas de entrenamiento, y estas a su vez habían logrado esculpirlo hasta que cada uno de sus abdominales alcanzaba una belleza sin igual, su pecho era fuerte y angulado y todo el tórax estaba repleto de pequeños bucles de pelo y lunares de distintos tamaños que llegaban hasta sus brazos , fornidos y musculados gracias a la practica con la espada. El príncipe empezó a acariciarse suavemente con sus enormes y preciosas manos.

Cada uno de sus dedos recorrían los recovecos de sus abdominales, pasaban por el centro del pechos, atornillaban sus bucles. Dirigió uno de sus dedos hasta su boca y lo ensalivo, tras lo cual empezó de nuevo a torturar sus pezones, esta vez empezando por sus aureolas lo que le daba mucho placer.

Tras esto bajo sus dedos hasta su pelvis y comenzó a masajear su vello púbico, practica que efectuaba siempre antes de dormir pues le ayudaba a ello.

De repente se desprendió de los pantalones y se quedo completamente desnudo ante el espejo. Su cintura era perfecta, totalmente musculosa, marcada y triangular, todos y cada uno de sus músculos se notaban, era un espectáculo sin igual.

De sus caderas nacían sus piernas, grandes, formadas, ligeramente recubiertas de los mismos bucles de pelo que la parte posterior.

Sus muslos eran suaves fuertes, sus rodillas poseían una gran belleza geométrica, sus canillas formaban una parábola perfecta y terminaban en sus enormes pies hasta donde llegaba su pelo.

Pero sin duda La parte mas bella de lo que quedaba a la vista era su magnifica verga.

Aquella verga era pálida, enorme, media unos 17 centímetros y muy gruesa y además estaba recorrida por numerosas venitas que la hacían mas bonita aun.

Además poseía una particularidad especial, estaba totalmente recubierta de piel, su corto prepucio no dejaba salir mas que una pequeña parte de su glande, un glande brillante y rebosante de precum.

Phillipe llego al colmo de la excitación empezó a tocarse sus nalgas de acero y dejo que su dedo bailara un poco en su interior durante unos minutos, lo que le hizo llegar casi al orgasmo.

Decidió dejar su ojete y dirigirse hasta su polla empezando a masajear el cuerpo de su pene lentamente una y otra vez dejando hasta que alcanzo su máximo esplendor y una vez allí dejo que retrocediese la erección para volver a pajearse retirándose suavemente la piel del glande y agitándola poco a poco.

Tanta excitación lo había agotado y se tendió en su cama masajeando una y otra vez su enorme polla y dejando que sus manos acariciasen su cuerpo hasta que su pene comenzó a convulsionarse, y el apretando su glande para impedir que su leche saliera disparado.

Esto ultimo le ocasiono un gran placer.

Dejo que su semen cayera en una de las sabanas q no utilizaba y se quedo dormido allí desnudo y sudoroso hasta el siguiente día.

Fin de la primera parte, si te ha gustado pronto escribiré la segunda

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