El alumno

Habían pasado más de dos años que yo no daba clases en esa escuela, por razones económicas me había ido a trabajar a una más alejada.

El último curso que tuve allí fue un quinto año mixto, allí conocí a Luciano.

Él tenía 18 años y realmente era hermoso.

Tenía un aire árabe que me enloquecía cada vez que lo miraba, medía cerca de un metro ochenta y tenía un cuerpo trabajado que hacía imposible no mirarlo.

Mientras fue mi alumno sólo teníamos un trato formal.

Al final de ese año me marché del colegio y no lo volví a ver hasta tres años después. Estaba yo en el tren rumbo a la universidad donde trabajo actualmente y se me acerca un chico precioso:

«Hola, profe». Era Luciano. No lo podía creer, estaba mejor que antes.

Empezamos a hablar y me comentó que estaba estudiando matemáticas en la universidad donde yo trabajaba, así que compartimos todo el viaje y arreglamos para volver juntos.

Las horas de trabajo ese día se me hicieron eternas, cuando por fin me iba, en la estación estaba Luciano esperándome.

Llegó el tren y nos sentamos juntos y empezamos a platicar. Pregunté sobre sus estudios, sus ex compañeros, y por fin, sobre sus novias.

Me comentó que hacía unos días que estaba distanciado de su chica, porque había descubierto que ella le había sido infiel.

Yo pensaba cómo alguien podía traicionar a semejante bombón. Llegamos por fin a la estación donde debíamos bajarnos y le ofrecí venir a cenar a mi casa.

Aceptó encantado.

Llegamos a mi casa y mientras yo preparaba la cena él miraba televisión sentado en la cocina.

La cena fue tranquila, hablamos mucho de todo, hasta que en el café, le comenté que había comenzado a escribir un libro sobre mi vida, basándome principalmente en todas las experiencias sexuales que había tenido.

Él se sonrió y me dijo que no sabía que yo tenía una vida sexual tan activa, a lo que yo me reí y le dije que estaba equivocado, ya que por lo general mi vida sexual fue como pasivo.

Él se quedó mudo, congelado. Entonces le confesé que era gay, y que realmente tuve muy buenas experiencias.

Luciano se aflojó un poco y me empezó a preguntar cosas sobre mi vida, ya estábamos en confianza.

Le confesé que escribo relatos eróticos para publicar en Internet, y se rió muchísimo, entonces le ofrecí pasar a mi habitación, donde estaba la PC, para que leyera alguno si así lo deseaba.

Aceptó de buen grado.

Inmediatamente fuimos a la habitación y ya en la computadora se puso a leer «Derritiendo nieve», uno de mis relatos.

Mientras leía una sonrisa se dibujaba en su hermosa cara, y un bulto impresionante en su pantalón.

Yo, sentado a su lado, le hice notar que se estaba excitando.

Él se miró, y tocándose la verga sobre la tela del pantalón me dijo: «la verdad…profe… es que escribís como para calentar a cualquiera».

Esa insinuación fue lo que estaba esperando para hacerlo mío. Sin decirle nada, mientras él seguía leyendo, le bajé la cremallera y metí mi mano dentro de su pantalón.

¡No tenía ropa interior! Eso me calentó muchísimo, saqué su verga y la observé unos instantes, era bellísima, bien gorda y venosa, y de unos 18 centímetros de largo.

De un color cacao que era de admirar, y un glande que por la circuncisión estaba al aire y algo mojado.

Me arrodillé a su lado, y mientras él continuaba leyendo, me fui introduciendo esa pija en la boca, tratando de tragarla toda.

La saboreaba delicadamente, la rodeaba con mis labios y la llenaba de saliva para que al introducirla por mi garganta se deslice con mayor facilidad.

Luciano no aguantó más y se puso de pie desabrochándose los pantalones.

Tomándome de la cabeza con ambas manos, me empezó a coger por la boca mientras me decía : «¿Le parece que así voy a aprobar, profe?».

Al estar de pie podía sentir bien como esos 18 cm me taladraban la boca. Noté que se estaba por venir, entonces me puse de pie y lo empujé suavemente sobre la cama.

Me saqué mi ropa, y acosté a su lado buscando su boca.

Al principio se resistió a que lo besara, pero luego de un rato su boca se abrió a mi beso y nuestras lenguas se fusionaron apasionadamente.

Entonces, con el dominio absoluto de la situación, prácticamente le ordené que me lamiera el culo, él no lo dudó, me dio vuelta y mi culo quedó a su entera disposición.

Separó las nalgas con sus manos y me metió la lengua de tal forma que creí que acababa ahí mismo.

Era impresionante la chupada de orto que me estaba dando. Jugaba con su lengua en mi interior.

Cambié de posición y su pija quedó al alcance de mi boca nuevamente. Le pedí que se saque la remera, y casi me muero al ver ese abdomen trabajado por la gimnasia y las pesas.

Le chupé todo: tetillas, cuellos, pecho, ombligo, y por supuesto, los huevos y la pija, que estaba durísima.

La lengua de él seguí taladrándome y llenándome de saliva el culo, pero algo nuevo estaba pasando, ahora Luciano estaba metiéndome los dedos. La sensación era maravillosa.

Cuando me sentí totalmente dilatado, lo empujé dejándolo boca arriba y me monté sobre él.

Poco a poco me fui ensartando en su mástil, era tan grueso que me costaba mucho, pero el dolor que sentía no sería nada comparado con el placer que esa pija me proporcionaría luego.

Finalmente, empujé y entró todo lo que faltaba de golpe, lo peor ya había pasado, ahora venía mi premio. Empecé a moverme suavemente, mientras veía como el chico se entregaba al placer entrecerrando los ojos.

Sus manos me tomaron de la cintura y ayudaban a mi cabalgata.

Así estuve subiendo y bajando por esa pija como diez minutos.

Sin sacarme de él, Luciano me giró dejándome en «perrito» y me empezó a coger con fuerza.

La metía toda hasta el fondo, se movía en círculos (eso me alucina) y la sacaba para volver a meterla una vez más. Sus fuertes manos me tomaban de la cintura y presionaban hacia él.

Sin decirme nada noté como se vaciaba dentro de mí.

Lo dejé, la sensación de su derrame en mi interior era fantástica.

Su pija aún seguía dura, entonces él siguió bombeando hasta que se corrió nuevamente.

Luego la sacó, y se tiró exhausto a mi lado.

Yo empecé a masturbarme, pero él me dijo que no lo hiciera, que él no era tan egoísta como para dejar que me masturbe, y me empezó a chupar la pija, no lo hacía muy bien, se notaba su falta total de experiencia, pero con algunos consejos de mi parte, fue haciéndolo cada vez mejor, hasta que finalmente me vine en su boca.

Luego lo besé, sellando con ese beso el momento de placer que mi alumnito me había brindado.

Nos quedamos desnudos un buen rato conversando sobre mis relatos, y me hizo prometerle que haría uno sobre él.