No soy una puta callejera, tengo mi lugar en un conocido hotel madrileño donde paran ejecutivos en sus viajes de negocio, el puesto me cuesta un poco de dinero y alguna que otra mamada al jefe de seguridad del hotel y el director del mismo para que me dejen trabajar sin tener problemas, pero así es la vida para ganar dinero hay que invertir.
Su sexo, comienza a moverse, a salir y entrar en mi boca, ¡me está follando!, ¡me está follando por la boca!, siento como llega hasta mi garganta, su mano se posa en mis nalgas, mientras con la otra retira la sabana de encima de mí, el aire fresco llega hasta mi cuerpo, mi rostro, el sol golpea mis ojos y me hace cerrar los ojos.
Él tomaría el último tren, hacía frío y llovía. Ella no lo conocía pero al llegar a la estación entablaron conversación y juntos subieron a ese tren donde les esperaba un viaje muy excitante.
Le he mamado en múltiples ocasiones la polla a mi marido, a él como a todos los hombres, yo creo, le gusta que se la chupen, nunca me ha gustado que eyaculen en mi boca y las pocas veces que lo ha hecho he tenido que salir corriendo a escupirlo todo. ¿Querrá hacerlo en mi boca?, no, no quiero, si me lo pide le diré que no, pensaba mientras comenzaba a introducir su sexo en mi boca y a subir y bajar la cabeza rítmicamente, mientras se la sujetaba con mi mano derecha.
Con la fusta en una preciosa bolsa, ecológica de papel reciclado, estrecha y larga como la propia fusta, salimos a la calle y seguimos curioseando escaparates, su brazo pasa por mis hombros mientras yo me he ligado a su cintura, el aire primaveral recorre mis piernas, hincha ligeramente la falda, lo noto entre mis piernas, acariciando mi vello púbico, enfriando mis calores.
Mis rodillas estaban sobre la alfombra, note su pie entre mis rodillas, como las empujaba hasta separarlas, me sentía bien, cómoda sintiendo su fuerza sin dureza, su pie salió de entre mis rodillas, por un momento no supe donde se encontraba, hasta que note como la parte libre del cinturón de seda comenzaba a atarse a mis tobillos, mientras sus manos acariciaban mis piernas desnudas.
No sabéis, o quizá sí, lo difícil que es quitarse unos pantalones en esas circunstancias, así que opte por no quitármelos y con mi polla totalmente tiesa me aproxime a ella buscando la calidez de su interior.