De esa manera podíamos vernos perfectamente a nosotros mismos y a la otra pareja que había cambiado ligeramente su postura: podíamos ver el bamboleo de los pechos de ella ante las embestidas de su pareja, los gritos de ambos seguían llegando claramente por los altavoces y mi mujer empezó a moverse.
Los asientos de los vagones están dispuestos en grupos de cuatro, enfrentados dos a dos con un pasillo estrecho entre cada grupo, son cómodos y acogedores. Me senté en uno de ellos, solo. La verdad es que solo había dos personas mas en el vagón, en el grupo contiguo una chica a la que veía solo de espaldas, y al otro extremo un hombre negro de proporciones gigantescas leyendo el periódico.
Me adelante unos diez minutos a la cita y me quede esperando dentro del coche, pensando que lo más probable era que nadie apareciese, cuando pasaban cinco minutos de la hora decidí dar otros cinco y marcharme solo, pero no fue necesario: A todo correr apareció por la plaza una persona enfundada en un chándal con capucha y una mochila amarilla y azul. Por su forma de correr adivine que era una mujer, que se acercó deprisa hacia donde yo estaba y empezó a mirar de un lado a otro. Me baje del coche y me acerque, acordándome que ni siquiera sabía cómo se llamaba.