Un leve roce II
Comencé a darle lengüetazos a aquel trozo de carne, era inmensa y estaba durísima, me metía su capullo en la boca, lo chupeteaba, le pasaba la lengua por los lados del capullo, me lo lengüeteaba como si fuese un helado, mientras apretaba sus huevos, los tenía enormes a juego con su polla. Era lo que se dice un auténtico súper, pero súper, súper, no súper light como algunos que con 20 cm se creen que son los dueños de la mayor polla del mundo, aquello era enorme no encontraba forma de poderlo coger en su conjunto, ni con la boca y las manos lograba abarcar todo el cipotón aquel.