Harry Potter y la paja filosofal

Mi nombre es Harry Potter.

Seguramente me conozcáis por los libros que se han escrito con mis historias.

Las que conocéis son las historias «mágicas».

Pero tengo más historias que contaros. Como sabéis, mis mejores amigos son Ron Wesley y Hermione Granger.

Con ellos paso gran parte de mi tiempo, estudiando, divirtiéndonos, y más cosas que os voy a contar.

Cuando llegué a la escuela de magia Howards tenía 11 años y allí, además de magia aprendí más cosas.

Entre ellas, el sexo.

Como es lógico, cuando se duerme en la misma habitación con más chicos, siempre se acaba haciendo los típicos comentarios alusivos al tamaño de nuestros aparatos además de distintas competiciones por quién la tiene más grande o quién tarda menos en terminar.

Yo me preguntaba: «¿En terminar qué?» Una noche, antes de dormirnos, le pregunté a Ron de qué hablaban.

Harry, ¿no sabes lo que es hacerse una paja?

No, la verdad.

¿Nunca se te pone tiesa la picha?

Sí, algunas veces. Por la mañana.

Pues cuando está así, si te la frotas durante un buen rato, acabas sintiendo un gusto tremendo.

¿Y cómo se hace?

En ese momento me preguntó si estaba empalmado.

Yo le respondí que más o menos.

Él me dijo que me iba a enseñar.

Entonces se bajó los pantalones del pijama y saltó su polla.

Era una polla normal para su edad. De unos 12 cm. y fina con el capullo todo rojo.

No es que me gusten los chicos, pero aquella visión, quizá por ser la primera vez, me excitó un poco.

Entonces me dijo que hiciera lo mismo.

Me levanté y me bajé el pantalón y los calzoncillos con un poco de vergüenza.

Cuando lo hice, Ron se quedó mirando un poco mi polla.

Se sorprendió un poco del tamaño. Medía por aquel entonces 16 cm. y era bastante gorda.

De repente se pone a mi lado y me la coge con su mano. En ese momento sentí un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo.

Comenzó a mover su mano a lo largo de mi mástil, primero de una forma muy suave, después un poco más rápido y más fuerte, luego otra vez despacio y suave.

Estas sensaciones eran completamente nuevas para mí.

Estaba descubriendo unas experiencias maravillosas.

A todo esto, el me decía: «Ves, así se hace una paja. Sigue tú». Yo le dije entre suspiros que no, que siguiera él, que me estaba gustando.

¿Quieres sentir algo mucho mejor?

Sí – ya entre jadeos.

Entonces se agacha delante de mí. Yo bajé la cabeza para ver qué hacía.

Él me dijo que le prometiera que le iba a hacer lo mismo después.

Se lo prometí y, directamente, le dio un lengüetazo a mi capullo sin apartar la mirada. Sentí un escalofrío el doble de grande que el anterior.

Después se entretuvo un rato lamiéndome todo el tronco de la polla.

Luego bajó a mis huevos, los que lamió hasta que se quedaron completamente empapados. Finalmente se metió mi polla en la boca.

Primero sólo un poquito, como haciéndose de rogar.

Luego se la metió entera hasta el fondo. No me acuerdo muy bien, pero creo recordar que dio un pequeño suspiro.

Lo que yo sentí fue indescriptible.

Sentí que me mareaba, sentí de repente un calor terrible en todo el cuerpo, sobre todo en la zona de los riñones.

Ese calor iba en aumento a medida que Ron me mamaba la polla cada vez más rápido y más fuerte haciendo que yo gimiera muy fuerte aunque controlándome para no despertar a los demás.

En un momento sentí como que empezaba a mearme, pero no noté que saliera nada.

Esa sensación duró unos minutos.

Unos minutos en los que no recuerdo nada más que ese gusto increíble que me transportó mucho más allá de esa habitación.

Cuando quise darme cuenta estaba tirado en la cama recuperándome de mi primer orgasmo. Entonces Ron se levantó y me recordó nuestro trato.

Pero yo no sé cómo se hace.

Tranquilo, Harry, tú déjate llevar.

Entonces lo primerio que hice fue cogérsela con mi mano derecha.

Se la cogí y se la apreté un poco, para sentir cómo la tenía de dura.

Estaba durísima. Ron gimió cuando hice esto.

Debía estar muy caliente. Después comencé con un ligero sube y baja. Ron me cogió la mano dirigiéndome para que lo hiciera a su gusto. Estuve un rato alternando entre hacerlo lento y hacerlo rápido.

No sé por qué, pero en un momento dado con mi otra mano cogí sus huevos y empecé a masajearlos.

Esto le gustó, porque cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Justo en ese momento yo me arrodillé e hice lo mismo que me hizo él antes.

Comencé por lamerle el capullo. Su sabor no me agradó en un principio pero luego me fui acostumbrando a él. Más tarde pasé mi lengua por su tronco y por sus bolas haciendo que mi saliva cayera sobre sus calzoncillos enrollados en sus tobillos.

Luego me decidí a meterme su polla en la boca.

No tuve problemas porque como ya he dicho antes, no era excesivamente grande. Justo en este momento soltó un suspiro muy sonoro.

Estuve un rato así hasta que empecé a sentir cómo se movía de atrás para adelante cada vez más rápido, lo que hizo que yo me esforzara en hacerlo más rápido y en apretar más mis labios alrededor de su polla.

En ese momento sentí cómo se convulsionaba su miembro a causa del orgasmo.

No sólo fue su miembro, sino todo su cuerpo.

También pude oír algunas cosas que se escapaban de su boca: «Sí, Harry. Mmmmm. Qué bien. Qué gusto. Sigue.»

Después de esto, quedamos en que lo repetiríamos y nos fuimos a dormir.

En el siguiente relato os contaré mis experiencias con Herminone.