Capítulo 3
- Aventuras por el mundo. Fatma
- Aventuras por el mundo – La dulce Penélope
- Aventuras por el mundo – ¿Bailas encanto?
- Aventuras por el mundo – Elena
Aventuras por el mundo
CHARLINES
ELENA
Ese viernes Elena despertó con la cabeza algo pesada, era su penúltima noche en Buenos aires y ¿a saber cuándo volvería?, La pena le había pasado factura. Se levantó de la cama como un zombi, se metió en la ducha y dejó correr el agua hasta que salió caliente. Entró bajo el chorro de agua y dejó que esté le fuera espabilando lentamente. Su boca estaba como el cemento, los combinados de la noche anterior le estaban pasando factura. Se enjabonó y tras aclararse salió de la ducha, se secó con mimo y minuciosamente, se colocó su camiseta de los Rolling y un pantalón vaquero y salió a recorrer esa preciosa ciudad, su ciudad, muy despacio para retener todo lo posible en su interior. Pasó casi con lágrimas en los ojos por la plaza de mayo. Se acercó para imprimir en su memoria la Casa Rosada. Entró en la catedral metropolitana y se ungió de sus aguas para darse suerte en su nueva vida. De aquí no podía menos que desayunar unos buenos churros con chocolate en el café Tortoni, ese aroma especial lo llevaría siempre en el recuerdo. Tenía que despedirse recordando el olor a papel del Ateneo Grand Splendid, antiguo teatro convertido en biblioteca. Tras recoger los aromas de libros de todas las épocas, quiso que sus ojos guardasen el colorido de la calle boca, las imágenes y el color de la calle caminito. Recogió el rugir de la Bombonera.
El barrio de San Telmo, la recibió con los brazos abiertos y su exposición de Antigüedades, ese día fue solo para ella. Una visita a la Recoleta para despedirse de esa gente que espera encontrarse contigo lo más tarde posible. Paro a comer un buen asado en puerto madero. Paseo por los parques de Palermo, para volver de nuevo a su casa recoger su maleta y con los ojos inundados, partir hacia el Ezeiza, también conocido como ministro Pistarini. En el taxi no paró de llorar, la pena de abandonar su país, su casa, su vida, le sumió en un mar de lágrimas. Una vez llegó al Adolfo Suárez, hubo de recomponerse. Un taxi le acercó hasta la estación de atocha, donde un tren la llevaría hasta Almería y allí un autobús le acercaría a Vera, un bonito pueblo andaluz con unas preciosas playas. En vera le esperaba su amiga Maribel que ya le tenía reservada una habitación. Su encuentro fue emotivo, con risas y lágrimas. Tomaron una manzanilla en uno de los bares cercanos a la estación, las dos desbordaban sentimientos.
- Te he encontrado un trabajo, seguro que te gustará. Es de recepcionista en un gimnasio de la zona.
- Estás en todo Maribel, no sabes cómo te lo agradezco.
Tras casi un par de horas de charla fueron a casa de Maribel, donde Elena empezaría su nueva vida. La vida ahora para ella era tranquila, trabajo, playa, trabajo y a casa. Le gustaba disfrutar del sol, pues aún lucía un espectacular cuerpo. Ella se gustaba, morena, no muy alta, unas bonitas tetas y un bonito culo y ¿sus pezones?, esos pezones que volvían locos a los hombres recordándoles las tetinas de los biberones de su infancia. Ella hacía todo lo posible por resaltarlos y ahí, con el calor de prácticamente todo el año, la labor era fácil. Desprenderse del sujetador y dejar sus pechos completamente libres sería una gran apuesta. Después el tiempo y la excitación harían resaltar esa parte de su anatomía, que muchos y muchas desearían degustar.
Su trabajo en la recepción del gimnasio era entretenido, pues nunca faltaba gente y había gente muy amable y dicharachera. Entre estos últimos está Pablo, un hombre de sesenta años, que, aunque un poco gordito, se conservaba bastante bien. Este siempre tenía un saludo y unos minutos para ella. Un galán de los antiguos, de esos que atraen más por su forma de ser y su seguridad que por su físico.
Elena vivía una vida tranquila, desde que salió de su Buenos aires querido, no quería relaciones duraderas, había decidido ser libre, disfrutar de la vida y disfrutar de su cuerpo.
Ese viernes, raro en él, Pablo salió de los últimos y como siempre se acercó al mostrador.
- ¿Qué hará la Argentina más guapa de estas tierras está noche de luna llena?
- Pues está argentina espera que algún amable y apuesto caballero, desee invitarla a cenar unos pescaditos a la orilla del mar.
- No lo diga dos veces bella dama, si usted tiene a bien me haría el hombre más dichoso acompañándome a cenar a la orilla del mar con la luna de carabina.
- Jajaja qué tonto que es usted
- Se lo digo en serio bella dama, si usted quiere le prometo una noche diferente con luces y colores y eso sí, un buen vino y una buena conversación.
- Entonces le tomaré la palabra.
Tras darse los números de sus teléfonos, quedaron en que el la recogería sobre las ocho y media en su casa.
Pablo apareció con un precioso ramo de flores que dejó a Elena sin palabras, ella dejó las flores en un bonito jarrón y se colgó de su brazo para dar un paseo.
Así, recorrieron las calles cercanas al mar. Se descalzaron y se adentraron en la playa caminando por ella hasta parar en uno de los chiringuitos, que en esta son numerosos. Sentados a la brisa del mar, pidieron unos pescaditos y un buen vino blanco para pasarlos. Su conversación fue amena y larga, los minutos y las horas, pasaban sin darse cuenta. Ambos eran gente culta y su conversación era amena y fluida.
Elena le contó lo difícil que le resultó tomar la decisión de venirse a España, dejando todo tras ella. Pablo a su vez le contó que él era del norte y también había dejado casi todo atrás, aunque él se mantenía relativamente cerca de los suyos.
Tras cenar pidieron un combinado, para ella el día siguiente era fiesta y para él todos los días son fiesta. Siguieron hablando, entrando ya en temas más íntimos, ambos eran libres y ambos disfrutaban de su libertad y se prometieron seguir haciéndolo.
Elena en un momento de la noche fue al baño y tras mingitar, se limpió con un trozo de papel. Una sonrisa traviesa apareció en su cara y se quitó la tanga, guardándola en el bolso mientras pensaba que esa noche podría ser especial. Al salir se lavó las manos y se miró al espejo, ese hombre la estaba poniendo muy cachonda y quería estar preparada para la acción.
Llevando en la mano sus copas se acercaron a la orilla del mar, donde la brisa era fresca, lo que hizo erizar sus pezones. Esto no pasó desapercibido para Pablo, que amablemente se ofreció a prestarle su chaqueta.
- ¿Me dejas que te abrace y así te doy calorcito?
- Ya estás tardando, la brisa del mar siempre se me cuela dentro.
Pablo la abrazó pegando su pecho a su espalda. Sus manos frotaron sus brazos y su boca atrevida, besó su cuello. Elena gimió al roce de los labios. Pablo lentamente fue acercando sus manos hacia el contorno de sus pechos, mientras su boca chupaba el cuello que ella ofrecía para ser venerado. Fue acercando sus manos a los pechos y acarició con suavidad esos pezones que se clavaban en la palma de su mano. Su polla se tensó en el interior del pantalón. Acercó su boca al oído de Elena.
- Esos pezones terminarán en mi boca.
Elena no dijo nada, sabía que era muy probable que así fuera. La mano de Pablo desabrochó los botones del vaquero para ir introduciéndose como una culebra hasta tocar su piel. Acarició la suave piel del vientre de Elena. Su boca lamía y chupaba su cuello y su otra mano ya había entrado bajo su ropa buscando la humedad de su sexo. Esos pezones que le estaban volviendo loco, le llamaban a apretarlos y acariciarlos, mientras Elena gemía cada vez con mayor intensidad. La mano exploradora de Pablo había llegado a tocar la humedad de su sexo, sus dedos recorrían los labios menores pringándose con su espeso fluido.
- Que cerda niña, no tienes bragas, ¿Qué andabas buscando? jajajajaj
Pablo, acariciaba lentamente el canal que formaban sus labios menores observando, cómo estos se abrían al paso de sus dedos, como cada vez había más humedad. Las prisas habían desaparecido y ahora el tiempo se había detenido. Pablo no desistió en sus caricias, ni en sus besos. Elena gemía y retorcía su cuerpo buscando las caricias.
- Me estás matando, no pares, no se te ocurra.
El sexo de Elena cada vez era más húmedo y cada vez se abría más al paso de los dedos de Pablo, que lentamente lo torturaba en una caricia sin fin.
Su mano ascendió hasta llegar al pezón que quedaba libre y ahí, ambas manos apretaron esos pezones hasta escuchar un gemido de lamento, los soltaron y los acariciaron dulcemente. Está operación se repitió varias veces. Pablo se llevó dos de sus dedos a la boca e impregnó estos con su saliva, bajó hasta el clítoris de Elena y ahí extendió ese líquido que le ayudaría en sus siguientes minutos, donde incansable rodearía ese pequeño botón hasta hacerlo estallar.
- Te voy a volver loca niña, te desharás en mis manos.
Uno de los dedos llenos de saliva, buscó el clítoris de Elena y lo circuncidó con extrema lentitud sin ninguna prisa. Lo rodeaba lento y suave y recorría el canal que formaban sus labios menores, recogiendo la humedad que estos le proporcionaban.
- Así, no pares, me matas, me matas.
Pablo daba vueltas y vueltas a ese botoncito que cada vez hacía que Elena gimiera con mayor intensidad. Mientras una mano apretaba un pezón la otra rodeaba incansable el clítoris de Elena, que ahora mantenía sus piernas totalmente abiertas, mientras gemía ya sin contención.
- No pares que me corro, no pares, no pares.
Elena buscó la boca de Pablo para fundirse en un profundo beso, mientras su cuerpo convulsionaba al ritmo de la intensidad del placer recibido. Tras unos segundos donde su cuerpo se fue relajando. Elena se levantó, se puso frente a Pablo, bajó sus manos a los botones de su pantalón. Puso sus rodillas a los lados del cuerpo de Pablo. Buscó su polla ya erecta, la sacó y la fue enterrando dentro de su sexo, despacio, muy despacio. Sintiendo como la polla le iba llenando, como su cueva se abría, al paso de esa barra de carne dura y caliente.
- Joder cabrón, que gorda, me abres entera, me llenas entera.
Elena dejó que sus cuerpos se fundieran en uno, se paró unos segundos y empezó un lento cabalgar, disfrutando de cada centímetro de tan magnífico instrumento.
- Así pequeña, así, no dejes nada fuera.
El clítoris de Elena estaba muy excitado por el continuo roce que había recibido. El estar en la playa a ojos de todo el mundo la excitaba, la hacía sentirse única. El roce de la polla en sus carnes, la tenía al máximo de excitación y no pudo más. Se desató, se sujetó con fuerza al cuello de él y empezó a botar sobre la polla con todas sus ganas, a la vez que gritaba su placer al viento.
- Así, más fuerte, más fuerte, me matas cabrón, me matas, si, joder, si
Con todas sus fuerzas se agarró al cuello de Pablo, mientras enterraba su polla en lo más hondo de su ser, temblaba como una niña y ahora reía de gozo.
- Joder con el abuelo, me has dejado paralítica. ¿Ahora como camino yo?
- Tranquila esto fue un aperitivo, quiero comerte entera, quiero disfrutarte y quiero dejarte exhausta. Este fin de semana espero no lo olvides nunca.
Elena abrazada a él sonreía como si esta hubiera sido su primera experiencia. Cuando se hubo recuperado lo besó en la boca y le preguntó.
- ¿Vives muy lejos?
- Realmente, no, unos diez minutos.
- Pues vamos, dejemos los vasos en el chiringuito y vamos a tu casa.
Se acercaron al chiringuito, dejaron los vasos sobre la barra y lentamente fueron caminando hasta la casa de él. Por la playa serían poco más de cinco minutos y de la playa a su casa habría poco más de quinientos metros.
Llegaron a la casa, abrió Pablo y Elena entró, subió rauda hasta la habitación y ahí esperó que llegase Pablo. Este entró y se acercó a ella, le fue acariciando todo su cuerpo mientras sus bocas se fundían en un largo y húmedo beso. Lentamente le fue despojando de todas sus prendas hasta tenerla como Eva en el paraíso. La tumbó sobre la cama, se hincó de rodillas y se colocó con la cabeza entre sus piernas.
La lengua de Pablo recorrió los muslos de Elena recogiendo los jugos de sus anteriores corridas, buscó su clítoris y lo acarició con la punta de la lengua. Elena gemía a la vez que llevaba sus manos a la nuca de Pablo.
- Se generoso y no pares de lamer, me encanta que me coman.
Pablo ascendió por su cuerpo, no quería pasar sin degustar esos pezones que le tenían loco toda la noche. Mientras chupaba el uno apretaba el otro, cuando creía que ya había bastante, soltaba el pezón y ponía su boca en él, para ahora repetir la operación con el otro pezón.
- Cómeme, cómete mi coño, quiero correrme en tu boca.
Pablo bajó hasta el sexo de Elena, lo lamió recogiendo sus jugos y se centró en su clítoris. Lo lamía despacio, muy despacio, a la vez que recogía los fluidos de Elena que ya parecía casi una fuente. El dedo anular de Pablo se acercó al culito de Elena y empezó a acariciar este. Con las caricias lentamente el culito se fue abriendo y dejó pasar la primera falange del dedo.
- Joder, cabrón, joder.
Pablo movía tan lento su dedo como su lengua y Elena no paraba de retorcerse sobre su boca.
- Me matas cabrón, me matas.
Las manos de Elena apretaban con fuerza la cabeza de Pablo a la vez que su cuerpo se arqueaba. El dedo de Pablo entró hasta tocar el culo de ella con sus nudillos, a la vez que recibía en su boca, un potente chorro que partía de su coño.
- Sigue, sigue, que bueno, que rico, que bueno.
Elena se retiró unos centímetros encogiendo su cuerpo y disfrutando de su orgasmo. Su cuerpo se agitaba al son de su respiración. Cuando se vio recuperada se lanzó a por la polla de Pablo.
- Te voy a comer la polla hasta que me des tu leche cabrón, quiero tenerte en mi boca.
Elena abriendo su boca al máximo, introdujo en ella el capullo de Pablo, lo ensalivó bien y lo lamió con dulzura teniéndolo en su boca. Poco a poco fue ganando milímetros, hasta acoger toda la polla en su boca y traspasar con esta su garganta. Salía despacio regando el pubis de él con sus babas, subía y bajaba su cabeza unas pocas veces y volvía a comerse la polla entera.
- Así gatita, así, cómetela entera, disfruta, córrete con ella en la boca.
Elena iba aumentando su ritmo lentamente, metiendo más cantidad de carne en su boca y aguantando las arcadas. Pablo cada vez estaba más cerca del final, ya, su aguante era casi inexistente. Sus manos sujetaron la cabeza de Elena, su pelvis dio un golpe, la polla traspasó la garganta y un chorro salió de ella llenando la garganta de Elena con su leche. A la vez Elena abría sus piernas y un chorro se desprendía de su cuerpo. Elena empezó a temblar sobre la polla de Pablo.
- Así gatita, así, no dejes nada, no dejes nada.
Elena salió tosiendo y llena de fluidos, pero volvió a terminar su trabajo.
- Cabrón, me he corrido con tu polla en la boca. Dejaré que me perfores el culito, es un premio que no le doy a cualquiera.
Pablo se volvió sujetando las tetas de Elena, le pellizcaba suave los pezones y con la palma de la mano se los acariciaba. Elena recibía un placer distinto, ese que nunca había conocido, el placer del dolor, el placer de saber que después del dolor venía más placer.
Elena notaba cómo la polla de Pablo iba adquiriendo forma y volumen, como su dureza se pegaba a sus carnes y como su propio sexo ya destilaba los más dulces jugos.
Pablo le mordía el cuello mientras aumentaba la presión de sus dedos sobre sus pezones. Ya la polla de Pablo apretaba con fuerza las carnes de su culito.
- Chúpame la polla gatita y ponme el coño en la boca.
La gatita lo miró traviesa, con una maligna sonrisa en la boca, mientras se ponía a horcajadas sobre su boca. Una vez estuvo acoplada, Pablo sacó la punta de su lengua, buscó su clítoris y empezó a lamerlo muy lentamente. Elena babeaba de gusto mientras abría su boca para albergar en ella un buen trozo de carne.
Elena lamía la polla de Pablo, introducía una parte, la saboreaba y volvía a salir. El ímpetu de la grandiosa comida de coño le llevaba a intentar introducir toda esa barra de carne en su interior.
Pablo seguía lamiendo con dulzura ese coño que ya empezaba a regalarle sus jugos, esa miel que él tanto ansiaba. Sujetaba con fuerza el culo de Elena mientras sorbía su clítoris martirizándolo con la punta de su lengua. Elena llevada por las ansias devoraba la polla llevándola ya al fondo de su garganta. Unos apagados gemidos salían de su boca indicando que le estaba gustando y le gustaba mucho.
Pablo elevó su cabeza y lamió con frenesí ese pequeño agujerito que se abría ante él. Llevó su dedo anular a las puertas del cielo y acarició está entrada, a la vez que su lengua ahora lamía con mayor intensidad el clítoris de Elena. Lentamente el dedo de Pablo iba entrando en el culito que lo recibía con alegría. Elena ahora ya tragaba toda la polla, gemía y se retorcía sobre la boca de Pablo.
El cuerpo de Elena empezó a temblar sobre la boca de Pablo, llevó la polla hasta su garganta y ahí gemía y gemía, temblando.
Lentamente se fue descabalgando de Pablo.
- Fóllame cabrón, tienes que follarme.
- Te partiré el culito.
- No joder fóllame, tengo el coño palpitando, cálmamelo.
Pablo la acercó al borde de la cama, levantó su culo y entró en ella despacio, ayudado por su inmensa humedad.
- Siii, joder, si, que rico. Fóllame, fóllame duro.
Pablo entró en ella unas cuantas veces y sin previo aviso empezó a darle con todas sus ganas, con todas sus fuerzas. Elena gritaba, bramaba y recogía en sus puños las sábanas mientras movía de un lado al otro su cabeza.
- Así, así, no pares, si, joder, me corro, me corro.
Elena se dejó caer sobre las sábanas, encogida sobre sus piernas y respirando con dificultad. Miraba a Pablo con un hilo de babas en su boca y sus ojos vueltos.
- Te lo has ganado, aquí tienes mi culo.
Elena se puso de rodillas sobre la cama y con sus manos se abrió el culo dejándolo a la vista de Pablo. Este lo chupó y llenó con su saliva, se ensalivó la polla y apuntó al pequeño agujerito. Lentamente consiguió traspasarlo y fue ganando terreno.
- Tranquilo, despacio, despacio
Media polla ya estaba dentro, Pablo se mordió los labios, sujetó las caderas de Elena y empujó con fuerza.
- Cabrón, me partes, hijo de puta
- ¿quieres que la saque?
- No, no se te ocurra, aguanta un poquito.
Pablo esperó un poco sintiendo como las paredes del culo le apretaban la polla. Lentamente se fue moviendo adelante y atrás. Sus manos apretaban los pechos de Elena que ahora estaba pegada al pecho de Pablo. El ritmo fue subiendo lentamente y el cuerpo de Elena se fue alineando con la cama. Cuando ya estaba recta en paralelo a la cama, Pablo la sujetó por las muñecas, le clavó la polla con fuerza y empezó a darle con todas sus ganas.
- Sí así, así, rómpeme, rómpeme el culo, parte me en dos. Mira, mira la cama mojada, calada, si, si, si, joder sí.
Pablo tiró con fuerza de las muñecas de Elena a la vez que le clavaba su polla hasta la empuñadura.
- TOMA, toma, toma, joder que bien, que gusto, que bueno
Y diciendo esto se dejó caer sobre el cuerpo de Elena que respiraba agitada. El sopor los llevó a quedar tranquilos aún con la polla de Pablo dentro de Elena.
El día los encontraría pegados y saciados.