De todo lo que me pasó con una chica que conocí en Forum
La noche era fresca y oscura cuando la joven, sumisa y deseosa de complacer, se dirigió al parque. Llevaba puesto un vestido corto y ajustado, perfecto para atraer la atención de su futuro amante. El chico de 25 años, con un pene grande y venoso, la esperaba ansiosamente. Se habían conocido a través de un foro de incesto y zoofilia, donde compartieron sus fantasías más oscuras y tabúes.
Al encontrarse, él la tomó de la mano y la llevó a un rincón oscuro del parque. Sin perder tiempo, la empujó contra un árbol, levantándole el vestido y bajándole las bragas con urgencia. Ella, sumisa y obediente, se dejó hacer. Él sacó su miembro, ya erecto y palpitante, y lo introdujo en su húmeda y estrecha vagina. Ella gimió de placer y dolor mientras él la penetraba con fuerza, su gran tamaño llenándola por completo.
El acto fue rápido y brutal, con él bombeando dentro de ella sin piedad. La joven, con los ojos cerrados y la boca abierta, disfrutaba cada embestida, sintiendo cómo su cuerpo se estremecía con cada movimiento. Finalmente, él alcanzó el clímax, llenándola con su semilla caliente. Pero su apetito no estaba saciado.
«Cuéntame tus experiencias,» le ordenó, aún jadeante. «Quiero saberlo todo.»
Ella, arrodillada frente a él, comenzó a masturbarse mientras relataba su primer encuentro con la zoofilia. «Todo comenzó cuando tenía 18 años,» dijo, su voz temblorosa de excitación. «Mi perro, un labrador llamado Max, siempre había sido cariñoso y juguetón. Pero un día, mientras jugábamos en el jardín, noté algo diferente. Max comenzó a lamerme entre las piernas, su lengua cálida y húmeda explorando mi pequeña vagina. Al principio, me sentí incómoda, pero pronto empecé a disfrutar de la sensación. Max parecía saber exactamente qué hacer, y sus lamidas me hacían sentir un placer indescriptible.
«Con el tiempo, nuestras sesiones se volvieron más frecuentes. Max me lamía la vagina y el ano, y yo me dejaba llevar por el placer. Un día, mientras estábamos en el sótano, mi papá nos pilló. En lugar de enojarse, vi un brillo en sus ojos. Se acercó y, sin decir una palabra, comenzó a desabrocharse el cinturón. Me levantó y me colocó sobre una mesa, separando mis piernas. Sentí su pene duro y venoso empujando contra mi entrada. Grité de dolor y placer mientras me penetraba, su tamaño llenándome por completo.
«Desde ese día, el perro y mi papá me hicieron de todo. Me penetraban, me chupaban, y me usaban para su placer. A veces, me ataban y me dejaban a merced de ambos. Otras, me obligaban a chuparles mientras me penetraban. Fue una iniciación brutal, pero me enseñó a disfrutar del dolor y el placer en igual medida.
«Una noche, mientras exploraba la casa, encontré a mi mamá en el sótano,» continuó la joven, su voz más intensa. «Estaba embarazada y gordibuena, con su gran cuerpo desnudo y brillante de sudor. La vi masturbándose mientras un cane corso, el perro de nuestro vecino, la penetraba con fuerza. Al mismo tiempo, chupaba el pene de Max, nuestro labrador. Me quedé paralizada, observando la escena con una mezcla de asco y excitación. Mi mamá, al notar mi presencia, me hizo una seña para que me uniera. Sin dudarlo, me acerqué y comencé a tocar su cuerpo, sintiendo sus curvas y su piel suave. El cane corso, al verme, comenzó a lamerme, su lengua áspera y húmeda explorando mi cuerpo.
«Nos convertimos en un trío incestuoso y zoofílico. Mi mamá me enseñó a chupar el pene de Max mientras el cane corso la penetraba Luego max hizo lo mismo conmigo comenso a follarme por mi vagina pero luego el cane corso, me monto de imprevisto, y me penetro anal mientra mi mama me decia que todo iba estar bien . La sensación de tener a dos animales dentro de mí, llenándome por completo, fue indescriptible. Grité de placer mientras me corrían, su semen caliente llenándome por dentro.
«Desde ese día, mi mamá y yo compartimos muchas más experiencias. A veces, invitábamos a más animales, o incluso a mi papá. Fue una educación intensa, pero me enseñó a explorar mis límites y a disfrutar de cada momento.
«Y una noche,» dijo la joven, su voz casi un susurro, «encontré a mi papá en el cuarto de mi hermana. Mi hermana, , estaba desnuda y gimiendo mientras mi papá se masturbaba, restregando su pene en su pequeña vagina. Me quedé paralizada, observando la escena con una mezcla de horror y excitación. Mi papá, al notar mi presencia, me hizo una seña para que me uniera.
«Me acerqué y comencé a masturbarme mientras observaba. Mi papá, con una sonrisa perversa, se vino en la vagina de mi hermana, su semen caliente y espeso cubriéndola por completo. Cuando me descubrió, me invitó a pasar. Me tocó y me comió, preparándome para follarme analmente. Fue una locura, un morbo indescriptible.
«Me penetró con fuerza, su pene grande y venoso llenándome por completo. Grité de dolor y placer mientras me follaba, su ritmo implacable. Al mismo tiempo, mi hermana, ahora cubierta de semen, comenzó a llorar. Mi papá, sin detenerse, me ordenó que la calmara. Me acerqué a ella y comencé a chuparle los pezones, mi lengua explorando su pequeño cuerpo.
«Fue una experiencia intensa, y desde ese día, mi papá y yo compartimos muchas más. A veces, involucrábamos a mi hermana, o a otros animales. Cada vez, aprendía algo nuevo, explorando mis límites y disfrutando de cada momento.»
Mientras relataba, una chica negra de su misma edad se acercó, observándolos con curiosidad. La chica, al ver la escena, comenzó a masturbarse. La joven de 18 años, sin detener su relato, la invitó a unirse. «Ven, chúpale el pene. Te va a encantar.»
La chica, excitada, se arrodilló y tomó el miembro del chico en su boca, chupándolo con avidez. La joven de 19 años, viendo la escena, se excitó aún más y continuó masturbándose, relatando sus experiencias con voz jadeante.
El chico, con dos chicas a su disposición, se sintió en el paraíso. Primero, folló a la nueva chica, penetrándola con fuerza mientras la joven de 18 años observaba, tocándose. Luego, las puso en la posición del 69, con la nueva chica comiéndole la vagina a la joven de 18 años mientras él follaba el culo de la segunda chica.
El acto continuó, con las dos chicas masturbándose mutuamente, abriendo la boca y sacando la lengua, pidiendo que les dieran «su lechita». El chico, incapaz de resistirse, las penetró a ambas, primero a una y luego a la otra, hasta que finalmente se vino en la boca de la nueva chica, quien tragó cada gota con avidez.
La joven de 19 años, satisfecha y exhausta, se recostó contra el árbol, sonriendo. Había cumplido su deseo, y el de su amo. Pero el chico, aún insaciable, quería más. «Cuéntame tus experiencias,» le ordenó a la chica negra, su voz llena de lujuria.
La chica negra, con una sonrisa perversa, comenzó su relato. «Todo comenzó cuando tenía 18 años,» dijo, su voz profunda y sensual. «Mi papá siempre había sido un hombre de deseos peculiares. Una noche, lo seguí al establo y lo vi follando a una yegua. La yegua, con su cuerpo poderoso y su pelaje brillante, relinchaba de placer mientras mi papá la penetraba con fuerza. Vi cómo su pene, grande y venoso, entraba y salía de la yegua, su ritmo implacable. Mi papá, al notar mi presencia, me hizo una seña para que me uniera. Me acerqué y comencé a tocar la yegua, sintiendo su piel suave y cálida. Mi papá, sin detenerse, me ordenó que me desnudara. Lo hice, y sentí cómo me penetraba, su pene llenándome por completo mientras follaba a la yegua al mismo tiempo. Con su brazo, me sostuvo la cabeza y me obligó a chuparle el pene mientras me decía: ‘Las hembras solo están para satisfacer al macho y al hombre, sin importar raza.’ Grité de placer y dolor mientras me follaba, su ritmo implacable. Al mismo tiempo, la yegua relinchaba de placer, su cuerpo moviéndose con cada embestida. Mi papá, con una sonrisa perversa, se vino dentro de mí, su semen caliente llenándome por completo. Luego, me ordenó que me arrodillara y le lamiera el pene, limpiándolo de cualquier rastro de la yegua. Obedecí, sintiendo su sabor salado y amargo en mi lengua.
«Otra noche, encontré a mi mamá en el establo,» continuó la chica, su voz más intensa. «Estaba siendo follada por un caballo, su cuerpo grande y negro moviéndose con cada embestida. Mi mamá, con su culo ancho y sus curvas pronunciadas, gemía de placer mientras el caballo la penetraba. Se veía como una diosa, su cuerpo brillante de sudor, y su cabello rizado cayendo sobre su espalda. El caballo, con su pene enorme y palpitante, entraba y salía de mi mamá, su ritmo constante y poderoso. Me acerqué y comencé a tocar a mi mamá, sintiendo sus curvas y su piel suave. Mi mamá, al notar mi presencia, me dijo: ‘Las hembras solo están para satisfacer al macho y al hombre ,sin importar raza.’ Luego, me enseñó a chupar el pene del caballo, guiando mi cabeza con sus manos hacia el enorme pene del caballo, fue indescriptible, su sabor y textura pero el morbo pudo mas, Mi mamá viendo la escena, comenzó a gemir más fuerte mientra se masturbaba,luego me dijo que le comiera la vagina mientra el caballo la penetraba por el culo, su cuerpo moviéndose con más intensidad, se vino dentro del culo de mi mamá pero el caballo no se detuvo y me sorprendió manteniendo su firmeza en su pene mientra yo le comía la vagina a mi mama recorde como papá follaba a la yegua con su brazo y comencé a introducir mi mano asta la altura de mi brazo en la vagina de mama, ella se extasió de placer y dijo sigue asi hija, yo podía sentir dentro de la vagina de mama, como entraba el enorme pene del caballo del otro lado y rosaba con mi brazo, y solo una tela de carne por dentro separaba las partes intima de mama luego luego sentí como el coño de mama se contraia y comenzó a correrse como una yegua se perdió en un orgasmo mientra yo me mastubaba al mismo tiempo llegando a correrme tan bien y el caballo comenzó a venirse y su semen caliente llenándola por completo. Yo, sin detenerme, seguí lamiendo la vagina de mi mamá, sintiendo cómo su cuerpo se estremecía con cada lamida. Finalmente, ambas alcanzamos un segundo orgasmo, nuestros cuerpos convulsionando de placer mientras el caballo se retiraba, su pene aún palpitante, y comenzó a escurrir el semen del culo de mi madre y comenze a sabolearlo era un poco amargo pero convinado con los jugos de mamá lo difrute.
«Desde ese día, mi mamá y yo compartimos muchas más experiencias. A veces, invitábamos a más animales,
La chica negra, ahora exhausta y satisfecha, se recostó contra el árbol, sonriendo. El chico, aún insaciable, las penetró a ambas de nuevo, su apetito insaciable. Finalmente, se vino en la boca de ambas, quien tragaron cada gota con avidez. Las dos chicas, aún excitadas, se masturbaban mutuamente, abriendo la boca y sacando la lengua, pidiendo que les dieran «su lechita». El chico, incapaz de resistirse, las penetró a ambas, primero a una y luego a la otra, hasta que finalmente se vino en la boca de la nueva chica, quien tragó cada gota con avidez.