Capítulo 12

Ángel despertó solo en la cama, se duchó, se vistió y como tenía por costumbre, bajó a desayunar. La muchacha lo miró, sonrió y bajó la vista al suelo. Ángel sabía que el haber tenido a su señora a sus pies le había gustado y le había gustado mucho. Aun recordaba como su sexo estaba húmedo, muy húmedo.

Desayunó con tranquilidad y salió al jardín. Cada parterre le llevaría una hora y media más o menos así que tenía unas quince horas de trabajo por delante. También tenía que limpiar y adecentar la piscina, así que un par de días largos no se les quitaba nadie, menos mal que se había apropiado del viernes también, si no tendría que haber corrido.

Fue colocando las flores y las hierbas que irían haciendo unos bonitos conjuntos. También pensó en colocar unas lámparas LED con placas solares para dar luz a los parterres, ya que la fiesta sería de noche y así lucirían mucho más. Para la hora de comer ya se había perfilado casi cuatro parterres, pero estaba cansado, así que por la tarde se dedicaría a la piscina.

Por su parte Verónica se había levantado y había bajado a desayunar. La muchacha procedió a servirle el desayuno.

Ayer me comiste muy bien el coño.

La muchacha se quedó helada y un rubor ascendió por su cuerpo hasta dejar su cara completamente roja.

Perdón señora, perdón, no se…

No me pidas perdón, me gustó y me gustaría poder devolverte el placer.

¡¡¡ gracias, muchas gracias, señora, yo encantada!!!

La muchacha se retiró a la cocina, con su sexo completamente mojado. Pensó en la noche pasada y en cómo había saboreado el dulce sexo de su señora. Como esta había regado su cara y en el fenomenal polvo que el jardinero le había echado. La verdad es que ese hombre podía hacer con ella lo que le diera la gana, la volvía loca de placer. Siguió con sus tareas por la casa, mientras Verónica subió a su habitación, se cambió y se puso su bikini blanco.

Quería coger un poco de color para la fiesta, estos días hacia calor y lucia el sol y había que aprovecharlo, ya que pronto terminaría el verano. Se dio la crema para el sol, no quería quemarse y bajó a la piscina, al pasar por el jardín, vio a Ángel sudado y con sus músculos brillando al sol. Se acordó de la noche anterior y se mojó toda, sintiendo como la excitación corría por su cuerpo.

Se tumbó de espaldas al sol sin nada de ropa encima, no quería marcas y menos ahora con el verano tocando a su fin. El calor del sol también la calentaba a ella que notaba como su sexo bullía y se alborotaba. Decidió lanzarse al agua, tenía que bajar la calentura.

El agua estaba perfecta, aunque refrescaba por las noches, el hecho de poder calentarlo le daba un plus y más en esa época del año. Cuando dieron las dos, Ángel apareció todo sudoroso, se desnudó y se lanzó al agua. Verónica lo miraba desde su tumbona y la verdad que se excitaba solo de pensar en volver a tenerlo dentro.

Ángel salió del agua como un dios, dejando escurrir por su piel las gotas del agua. Observó a Verónica desnuda, su pene se tensó. Verónica se mordió el labio.

Esta noche te dejaré comerte a la muchacha, la atare como a ti ayer y podrás hacer con ella lo que quieras. Ahora voy a comer que la tarde será larga.

Ángel entró en el gran comedor y se sentó en un extremo de la mesa. Al poco llegó la muchacha con el primer plato, lo sirvió y cuando se daba la vuelta para salir, noto la mano de Ángel bajo su falda. Se paró en seco y le dejó hacer.

Esta noche, serás de la señora.

Ángel sacó su mano y la muchacha salió rauda camino de la cocina.

Una vez hubo terminado Ángel siguió su ritual, se fumó su purito y se sirvió su copita de coñac. Estaba en el porche cuando Verónica apareció totalmente desnuda.

Veo que ya has comido

Si, ahora iré a la piscina a terminar de dejarla perfecta, la fiesta es pasado mañana.

Voy a comer.

Verónica desapareció tras la puerta de la casa camino del comedor. Ángel terminó su copa y su puro y se dirigió a la piscina. Aquí lo primero que hizo fue comprobar todas las luces, cambió un par de ellas y se dispuso a limpiar a fondo las paredes y el fondo de la piscina.

En el fondo, iluminado por unos focos laterales, se encontraba el escudo de la familia Montparnasse, signo de distinción de esa casa. Ángel limpió a fondo la piscina que brillaba con luz propia. Llegada la noche, comprobó que todo estaba perfecto y volvió hacia la casa. Por el camino recibió un mensaje de Gabriela.

“¿Qué hacemos este sábado, quedamos?”

Ángel miró el mensaje mientras pensaba, quería a la madre y a la hija, pero no sabía cómo conseguirlo. Sabía que la táctica de atarlas y cegarlas era mejor, pero tenía que llevar a la madre hasta su casa y no sabía cómo hacerlo.

Dándole vueltas a la cabeza, pensó que esa mujer necesitaba un pequeño empujoncito. Maquinaba lentamente como poder llevarla hasta su casa y claro, como después de esto hacerla suya junto a su hija. La verdad no parecía tarea fácil, por lo que decidió entrar a cenar y ya iría viendo cómo podría conseguirlo.

Esa noche de momento tenía dos lobas para él solo, dos lobas hambrientas y una de ellas con sed de venganza.

Cuando la muchacha llegó con las viandas, Ángel, mirando fijamente a Verónica, metió su mano bajo la falda de la muchacha, esta abrió sus piernas y se dejó hacer. Mientras su mano masturbaba con dos dedos el sexo de la muchacha, Ángel en ningún momento dejo de mirar a Verónica que se retorcía sobre su silla fruto del deseó y la excitación. Verónica miraba la escena excitada y llena de lascivia. Ese cabrón, sabía cómo calentarla.

La muchacha gritó cuando por sus piernas empezó a descender el líquido de su orgasmo. Ángel sacó su mano del sexo de la muchacha, se levantó y acercándose a Verónica, puso sus dedos a un par de centímetros de su boca. Verónica, abrió la boca, saco la lengua y lentamente engulló esos húmedos dedos, para proceder a lamerlos como si de una polla se tratara. Los ojos de ambos permanecieron fijos mientras se desarrollaba la escena.

La cena transcurrió sin más pausas, al terminar los dos salieron al porche a tomar una copa antes de subir a la habitación.

Eres un cabrón, me tienes el coño chorreando.

¿Te gustó su sabor?

Si, está muy dulce.

Pues enseguida podrás devorarla entera.

Uhmmm no sé si podré contenerme.

Ángel tomó su copa, apurándola, miró a Verónica, se levantó y fue a su cuarto. La muchacha ya estaba en él completamente desnuda. Ángel la tumbó en la cama, le ató las manos al cabecero y los pies en la parte posterior de la cama.

ÁNGEL.

La muchacha ni habló, mientras ataba sus piernas al final de la cama. Ahora estaba en cruz, atada de pies y manos. Busqué una de mis camisetas y le tapé la cara con ella. Aunque ya no sería sorpresa, su señora entró. Entró provista de un consolador de grandes dimensiones, sujetó a un arnés donde otro consolador más pequeño se volvía hacia el otro lado. Verónica se lanzó entre las piernas de la muchacha y procedió a lamerla entre sus muslos.

Lentamente subía por ellos hasta llegar a su sexo. La muchacha sujetaba con fuerza sus correas para poder recibir todo el placer posible. Verónica lamía los labios de esa joven muchacha. Los lamía de arriba hacia abajo, deteniéndose en su clítoris, el cual chupaba y lamía sin descanso. La muchacha era un grito continuo, sus orgasmos se delataban por la gran cantidad de flujo que brotaba de su sexo.

arrête, arrête s’il te plaît, ça va me tuer

Los gritos cada vez eran más sonoros y el flujo cada vez más copioso.

s’il te plaît, s’il te plaît, arrête, s’il te plaît

Y tras esta última frase dejó de moverse. Rápidamente la desatamos y la espabilamos.

Je n’en peux plus, s’il vous plaît, laissez-moi me reposer, juste quelques minutes.

Verónica me miró asustada, yo la empujé contra la cama, até sus manos y sus pies y le di la misma medicina. Tras unos minutos, Verónica gritaba como una loca pidiendo clemencia, su coño era un manantial y su cuerpo un terremoto que no dejaba de temblar. Paré, paré mientras ella jadeaba y gritaba aun sin tocarla.

Salaud, tu as failli me tuer (Cabrón casi me matas.)

Pues tú a ella le hiciste lo mismo.

Desátame, desátame por favor

Desaté a Verónica que rápidamente pasó a acariciar con dulzura el cuerpo de la muchacha, está buscó su boca para fundirse en un largo beso. Tras unos minutos de besos y caricias, Verónica se levantó, se colocó el arnés y se dirigió hacia la muchacha. Le levantó las piernas hasta ponerlas en sus hombros y lentamente la penetró. Los movimientos de Verónica eran lentos y pausados, me ofrecía su precioso y redondo culo y yo no pude resistirme.

Me acerqué a ella, mojé con saliva la entrada de su culo, mojé igualmente mi polla, acerqué la cabeza de mi polla a su culo y lo traspasé muy lentamente. Entré en ella suave, notando el roce de su carne, saqué mi polla y la mojé más con mi propia saliva, volví a entrar en ella despacio y un poco más dentro. Lentamente iba ganando milímetros en tan estrecho canal. Por fin, mis huevos tocaron el arnés y un grito partió de la boca de las dos. Verónica por sentirse plenamente ensartada por su culo y por su coño con la polla del arnes y la muchacha al sentirse penetrada hasta lo más hondo de su sexo.

Sujeto a las caderas de Verónica, fui imprimiendo cada vez más fuerza a mis acometidas, lo que provocaba que Verónica hiciera lo mismo. Mi ritmo era fuerte, más fuerte de lo que podía aguantar mucho tiempo, por lo que, viendo mi orgasmo muy próximo, sujeté con fuerza las muñecas de Verónica y le di con todas mis fuerzas hasta correrme.

Las dos mujeres gritaron a la vez y a la vez, manaron de sus cuerpos sendos chorros que terminaron con ellas bañadas en sus propios jugos. Lentamente me salí de Verónica, que pegó un pequeño respingo cuando mi polla abandonó su culo. Las dos mujeres se mantuvieron tumbadas y penetradas por el arnés, quedando profundamente dormidas.

Yo me levanté y fui a la cama de Verónica, donde me quedé profundamente dormido.

A la mañana siguiente, los rayos de sol que incidían directamente sobre mi cara me despertaron, pero ya no eran las siete, casi eran las ocho. Me levanté raudo y bajé a desayunar. Ese día tuve que prepararme el desayuno, la muchacha aún no había bajado, por lo que me preparé un café y una tostada y salí a terminar mis parterres. La labor era fácil pero muy pesada, había que conformar las figuras que darían vida a esos parterres y procurar que fueran lo más parecidas posibles.

Ese día el sol calentaba con fuerza, por lo que a eso de las doce de la mañana paré para tomar un refresco y comer un poco, bajo la sombra del porche. Tras almorzar un poco continué con mi trabajo hasta las dos, cuando paré y me dirigí a la piscina. Ahí estaba Verónica, completamente desnuda y algo roja por los rayos del sol. Me desnudé y me lancé al agua. Verónica que al parecer estaba dormida, se despertó, me miró, se levantó y se tiró al agua, apareciendo entre mis piernas donde llevo mi polla a su boca. Salió del agua cual sirena.

Me gusta tu polla, fóllame aquí mismo.

No me lo pensé dos veces, le hice una coleta y tirando de ella le clavé mi polla hasta el fondo. Los dos teníamos prisa y por esa razón le di duro, muy duro. A los pocos minutos los dos gritábamos de placer, a la vez qué nuestros flujos se diluían en el agua.

¿Hoy comerás conmigo?

Sí, hoy sí.

Durante la comida, Ángel le comentó que ya estaba todo prácticamente terminado, que en cuanto terminase se iría a su casa que quería descansar. Verónica le propuso acudir a la fiesta, pero él amablemente declinó esta oferta. Aún tenía miedo de ser reconocido y a esa fiesta iría mucha gente importante, incluidos los responsables de la gendarmería.

Ángel acompañó a Verónica por el jardín donde pudo apreciar la sutileza de las composiciones florales. A eso de las seis de la tarde se despidió de Verónica, con un beso largo y húmedo.

Ángel volvió a la tranquilidad de su piso, se sentó en su sofá y se sirvió una copa de coñac que bebió pausadamente. Cerca de las ocho, se vistió y bajó a cenar algo. Cenó un poco en uno de los restaurantes de la zona y se sentó en una terraza a fumar su purito y beber su coñac.