Los nuevos vecinos
CHARLINES
Estaba esperando al ascensor para subir a casa cuando entró en el portal un matrimonio o al menos lo parecía, se acercaron también para esperar al ascensor.
Me saludaron, les correspondí y se presentaron como los nuevos vecinos del 5º A, se habían trasladado la semana anterior y no conocían a nadie del edificio. Eran una pareja de unos 40 años sin hijos, mejor porque yo vivo en el 4º A y los niños siempre, aunque no quieran, son escandalosos.
Me invitaron a tomar una copa con ellos en su casa cuando estuviera libre, si me apetecía para intercambiar impresiones sobre la comunidad y el barrio en general. A mí la que me apetecía era la mujer que estaba muy buena. Acepté de buena gana y llegamos a mi planta por lo que me despedí de ellos con un saludo y besos a ella.
Ella mediría uno sesenta y cinco, unas tetitas medianas se marcaban sobre su polo azul, se apreciaba un bien torneado culo. Vestía falda corta con medias, su bronceado le daba con ellas un bonito color a sus piernas. Polo azul celeste y chaqueta vaquera, normalita pero elegante, él iba trajeado y con corbata, supuse que era comercial o director de banco.
No le presté mucha atención a la invitación pues supongo que son cosas que se dicen y que después no esperas cumplir. No hay nada peor que un extraño en tu casa y además cuando a él le apetezca llegar, por ello mi intención no era la de visitarlos, a pesar de ser una agradable pareja.
Pasaron los días sin saber nada de ellos y un buen día vuelvo a coincidir en el ascensor con el marido. Este me vuelve a invitar a tomar una copa en su casa, además aprovechando el partido de fútbol que transmiten por televisión. Me dice que sin falta me espera para verlo juntos. Acepto pues ya me parecía de mala educación rechazar la invitación por segunda vez.
Al día siguiente con motivo de la retransmisión del partido subí a las nueve de la noche con unos bombones para ella y una buena botella de vino para todos, pues me parecía inadecuado llegar con las manos vacías.
Estaba el vecino solo en casa cuando llegué, el partido comenzaba a las nueve y media, abrimos la botella de vino y comenzamos a charlar sobre el ambiente del barrio y la zona en general. Ellos eran de EEUU y se habían trasladado a Madrid por motivos del trabajo de ambos. Él era director de personal en una multinacional y ella reportera gráfica en una revista internacional.
Comenzó el partido y finalizado el primer tiempo llegó su señora, nos saludamos comentó que el día había sido muy atareado y venía cansada por lo que se iba a dar un baño y después saldría para hacernos compañía.
Después del baño y cubierta solamente por el ligero albornoz
Se sentó en uno de los sillones y nosotros estábamos en el sofá informalmente como si nos conociéramos de toda la vida.
Sandra que así se llama la mujer, se sentó con una de las piernas por encima de uno de los apoyabrazos del sillón, el albornoz de color rosa dejaba ver unas piernas bonitas y largas que ella sabía tenía y por eso las exhibía para mi deleite.
Ahora yo estaba más pendiente de sus muslos que del partido, el vecino se dio cuenta y me preguntó acercándose a mi oído, que si me parecía que estaba buena. Le contesté que sí, que estaba muy buena.
– ¿Te gustaría follártela?
Me quedé perplejo, no esperaba una pregunta de este estilo
– Hombre no sé qué decir, es una pregunta a la que no sé cómo responder –
– Sé sincero, ¿dime si te gustaría o no? –
– Pues en realidad está muy buena, si me la follaría, pero creo que sería una decisión de ella y no tuya –
– Mírala bien –
Me fijé y vi que estaba acariciándose el coño, calentándose ella solita, uno de los pechos lo tenía al descubierto, la verdad es que estaba provocativa a más no poder.
Entonces el vecino se marchó al baño y me dejó solo con ella, mis pensamientos eran solo uno, si me atrevía que pasaría, estaba deseando despejar la incógnita.
– Sandra – Dije, ella se volvió en respuesta a mi llamada dejándome ver su pecho descubierto
– ¿te apetece tomar algo? Fue lo primero que se me ocurrió decir
– Si, claro, pero algo especial –
Ahora sí que estaba perdido, o me atrevía o dejaba pasar la oportunidad
– Tengo algo que te va a gustar – le dije llevándome la mano a mi polla.
– A ver si es verdad acercaté – contestó
Me acerqué a ella y estando de pie, me desabrochó la bragueta sacando mi polla que estaba morcillona toqueteándola con la mano. Cuando se endureció un poco más, se lo metió en la boca y lo chupeteó hasta que se endureció del todo, se puso dura, bien dura.
– Abre bien la boca.
Ella abrió la boca y me miró a los ojos, sujeté su barbilla e introduje mi polla hasta que tuvo su primera arcada. Saqué lento mi polla, sonreí y volví a meter mi polla hasta su garganta. Una nueva arcada y esta vez el albornoz se abrió mostrando sus pechos. Una lágrima rodaba por su mejilla, a la vez que las babas empezaban a cubrir sus pechos. Seguí mi incursión en su boca y bajé una mano hasta sus pechos. Unos pezones abultados y gordos me esperaban, los apreté y ella gimió. Mi polla volvió a la carga y una nueva arcada esta vez más fuerte que las anteriores sonó en el silencio de la habitación. Saqué mi polla y bajé mi mano, descendiendo por su cuerpo y extendiendo las babas por sus pechos hasta llegar a su coño. Un coño húmedo y ansioso de recibir su ración de caricias. Lo acaricié como si fuera la más preciosa de las joyas una y otra vez sin pausa, llegando desde su ano hasta su clítoris, recorriendo ese camino hasta tener su coño bien abierto.
– Fóllame ya cabrón, fóllame.
Yo seguí con mis caricias, buscando elevar su calentura al máximo. En estas estaba, cuando apareció el marido polla en ristre con intenciones de entrar a matar de inmediato.
– Tranquilo ¿a dónde vas? sujeta las manos de Sandra y no dejes que se mueva.
Yo me introduje entre sus piernas, seguía con mi caricia, quería volverla loca, que gritase de placer que suplicase una polla y le daría dos, un buen premio. Mi mano acariciaba ese coño que ya era un río y se desbordaba corriendo entre sus piernas. Mi polla erecta como pocas veces, besaba sus labios impregnándose de su viscoso líquido.
– Fóllame hijo de puta, fóllame ya.
La miré a la cara e introduje dos de mis dedos en su interior, los moví con violencia y me regaló un potente squirt que le hizo levantar su pelvis del sofá.
– Ahora sí, ahora ya puedes follarla.
– Siéntate en el borde del sofá y que ella se te siente encima.
Así lo hicieron, Sandra se colocó a horcajadas sobre su marido. y se introdujo, casi desesperada la buena verga en su interior. Yo los miraba mientras sujetaba mi pétrea polla. Salí hasta la cocina y embadurné mi polla con oro verde. Me acerqué a la pareja, donde Sandra botaba como una loca sobre la polla de su marido. La empujé hacia delante, apoyé mi capullo en su culito y lo traspasé.
– Noo, cabrón, noo, joder, joder.
Empujé un poco más y después otro poco, hasta tener mi polla entera dentro.
– ¿Quieres que la saque?
– Ni se te ocurra.
Azoté ese níveo culito hasta ponerlo carmesí, mientras le daba con fuerza. Sandra se dejaba hacer y pedía más fuerte y más rápido. Yo a la vez que la taladraba, la movía para que sintiera también la polla del marido en su interior. Un tremendo orgasmo regó el cuerpo del marido y Sandra cayó destrozada sobre él. Yo seguí hasta correrme con mi polla dentro de su culito. Cuando la saqué un reguero de semen pardusco caía de su dilatado culito. Su marido sacó la polla del coño y se corrió sobre sus tetas extendiendo con cariño su esencia por todo su cuerpo.
Tras dejarla reposar unos minutos, abrí de nuevo las piernas de Sandra y acerqué mi boca a ese apetitoso coñito. lo lamí y lo relamí, mientras Sandra me regalaba sus mieles que no dejaban de fluir de tan apetitoso coño. Las manos de Sandra sujetaban mi cabeza a la vez que ella restregaba su coño por mi boca. Tuvo un tremendo orgasmo que la dejó vacía y exhausta sobre el sofá. La besé en la boca y me senté a su lado.
– Móntame puta, quiero darte otro buen momento.
Como había hecho con su marido, Sandra se situó sobre mí y dejándose caer, se clavó la polla hasta el fondo. Yo me acerqué al borde del sofá, metí mis manos bajo su culo, la levanté un poco y le di con todas mis fuerzas, hasta sentir como me regaba con sus flujos. Sandra me rodeó con sus brazos y me besó muy húmedo. El marido aprovechó para empujarla y penetrar su culo.
– ¿Esto querías hijo de puta?, esto, que alguien me dejase bien abierta para sodomizarme.
El marido no dijo nada, la sujetó por los codos y le dio con todas sus fuerzas. en pocos minutos, llenaba su culo con su esperma.
– Toma puta, ¿ves como sí que te gusta zorra, lo ves?
Y diciendo esto se salió de ella. Yo aproveché para ponerla sobre el respaldo del sofá y volver a entrar por su culito ahora lleno del esperma de su marido. Entré con mucha suavidad, pues estaba dilatada y bien lubricada. Le di suave a la vez que azotaba su culo. le pellizqué los pezones, le azoté los pechos y le mordí la nuca. Lentamente aumenté mi ritmo sujeto a su cuello, la arqueaba, metiendo mi polla en toda su extensión. Aceleré un poco mi ritmo, me gustaba sentir la presión de ese culo en mi polla. Ese ritmo me estaba llevando a un inminente orgasmo y aceleré, aceleré hasta clavar mi polla en lo más hondo de ese culito, donde me vacié con gusto.
Después de esto, pasamos todos por la ducha.
Una vez que nos duchamos salimos desnudos al salón, ella se abrazó a mi tirándose a mis brazos, la sujeté con fuerza, mientras me mordía en el cuello sensualmente y anduve unos pasos con ella en brazos, hasta llegar a colocarla boca arriba, encima de la mesa del comedor, le comí los pechos y bajé hasta su coño con mi lengua, la acaricié suavemente lubricandola de nuevo. Ese coñito rápidamente volvió a fluir con intensidad, haciendo que mi polla empezara a palpitar.
Me cogí la polla y le di un repaso con la punta por sus labios y clítoris durante unos momentos de locura, en los que sacudía la cabeza de un lado a otro encima de la mesa.
Entonces le metí el capullo y un poco más, movía ese trozo de mi polla sintiendo la opresión de sus carnes y excitándome al máximo. Ella notaba como crecía el capullo y le iba abriendo el coño a cada manoseo mío.
El marido se puso por la otra parte de la mesa ya con la polla morcillona, se la puso en la boca agarrándole los pechos. Ella la saboreaba con la lengua y se la introducía para lamerle el capullo.
Ahora nos lo tomábamos con más calma saboreando cada momento. Ese húmedo coñito, sorbía mi polla queriendo atragantarse con ella. Notaba cada corrida de Sandra que ya tenía mis piernas chorreando. Le saqué la polla y sujetando su vientre, procedí a pasar mi capullo con fuerza sobre su clítoris, hasta que ella me bañó y yo le llené el coño de semen.
El marido se empezó a pajear en su boca con el capullo metido dentro mientras azotaba sus pechos. Hasta que el marido se corrió en su boca con varios chorretones de semen. El partido había acabado, así es que nos vestimos. Tras dar un beso a Sandra, estreché la mano de su marido y me despedí de ellos hasta una segura próxima vez.