Capítulo 10

ANGELES

CAPÍTULO 10

CHARLINES

Se despertó y al encender el teléfono recibió un mensaje de Andrés, el marido de Estela. Le decía un escueto, “tenemos que hablar “que la dejó intranquila. Lo llamó por teléfono.

– Hola Ángeles, ¿qué tal estás? – el tono de su voz no le gustó nada.

– Ya te dije que Estela está bien y que no volverá a casa hasta que las cosas cambien.

– ¿Y tú con Rodrigo, estás bien?

– ¿A ti que te importa? – aquella conversación la estaba incomodando mucho.

– Claro que me importa. Os conozco hace muchos años y no me gustaría que vuestro matrimonio se rompiera.

– Mira Andrés, voy a colgar.

– No, no vas a colgar – le hablaba con rabia – Hoy vas a venir a la cafetería de fuera del centro comercial, la de la terraza grande. Sé que sabes de qué terraza te hablo.

– Andrés, ¿qué quieres?

– A las once te espero allí.

– No tengo que quedar contigo para nada. Adiós – colgó el teléfono y se sintió muy nerviosa.

Al momento recibió un mensaje por WhatsApp de Andrés. Cuando abrió el mensaje se tuvo que sentar pues le fallaron las piernas. Era una foto en la que se la veía perfectamente a ella sentada en la terraza de esa cafetería, sus piernas abiertas, hasta se podían ver sus bragas blancas, y en el otro lado de la foto se veía a un señor mayor viendo directamente entre sus piernas. Su corazón latía muy acelerado al ver aquella imagen.

Andrés: “A las once en esa terraza “, ponía el siguiente mensaje.

Eran las once y cinco cuando llegó adonde le había dicho. Andrés estaba allí sentado esperándola. Lo saludó nerviosa, avergonzada.

– Cuando hice la foto no pensé que me serviría para otra cosa que por morbo. Pero veo que me va a ser muy útil.

– ¿Qué quieres?

–  Quiero a mi mujer en casa. Se que Estela está en casa de tu vecino, el otro día la seguí. – estaba muy alterado – Mi mujer me había hablado de tu vecino y que podía ayudarnos en nuestro matrimonio. ¿Se la está follando? ¿Tú también te lo follas como a ese señor de la foto?

– No te permito que me hables así Andrés.

– Mira Ángeles, te hablo como me dé la gana. Yo podré tener culpa de lo que me pasa con mi mujer, pero ella también y tú también la tienes. – con mirada grosera la miró a las piernas – ¿has traído pantalón por miedo de que te pidiera enseñarme a mí las bragas?

– Eres un cerdo.

– Quizás la culpa sea de mi mujer. Llevo mucho tiempo sin follar. Vamos a mi casa.

– ¡Eso ni de coña! No iré contigo a ningún sitio.

– Bueno tú verás lo que haces – cogiendo el móvil empezó a buscar en los contactos – Le voy a mandar a mi amigo Rodrigo la foto. Seguro que no le gustará mucho ver como su querida esposa le enseña las bragas a un viejo.

– ¿Andrés qué quieres de mí?

– Vamos a ir a mi casa y me vas a enseñar tus bragas. Y después te voy a follar.

– Por favor no me hagas esto – estaba desesperada – Me conoces hace muchos años.

– Si, y siempre pensé que estás muy buena. Ahora que mi mujer me ha abandonado pues follaré contigo. ¡Vamos!

Ángeles lo siguió asustada, aquel hombre tenía todas las de ganar, estaba perdida. Durante el camino intentó encontrar alguna manera de convencerlo, pero no la encontró.

Cuando llegaron a casa de su amiga sintió que el mundo se derrumbaba a sus pies. Tenía la esperanza de que todo fuera para asustarla, una broma de mal gusto. Pero supo que iba en serio cuando se sentó en el sofá y le dijo:

–  Quítate el pantalón. Quiero ver tus bragas.

– ¡Andrés no! Haré lo que sea porque Estela vuelva.

–  Claro que lo vas a hacer! Pero ahora quítate el pantalón.

Ángeles lentamente desabrochó los pocos botones de esa escueta bragueta, miró a Andrés con desprecio y fue bajando muy lentamente su pantalón. Agachó su cuerpo y se terminó de sacar el pantalón por los pies. Se puso recta y lo miró desafiante, su escueta tanga, apenas le tapaba su sexo.

– Que buena estás Ángeles. Siempre pensé que estabas buenísima. Y que chochito más limpio tienes

–  Eres un cabrón

–  Si estoy así de salido es por culpa de tu amiga.

Andrés se acercó a ella despacio, lamiéndose los labios y relamiéndose, del bollito que se iba a comer. Acercó su mano al sexo de Ángeles y la dejó ahí sintiendo su calor.

– No, por favor. – sintió aquella mano moverse entre sus piernas, lo hacía de manera brusca. – No lo hagas Andrés. – su voz salía con dificultad

– No sabes las veces que te he follado, estando encima de tu amiga. Las veces que he soñado con apretar esos pezones y lamer ese coñito.

– ¡Para! Si se entera mi marido te mata – se mordió los labios y cerró los ojos. Aquella mano le estaba haciendo mojarse y odió a su coño por ello.

– No se va a enterar si tu no quieres

Andrés meneo con presteza su mano entre la tanga y metió uno de sus dedos dentro de ella.

  • Mira puta, estás empapada
  • No es por ti, no te creas que me gusta esto.

Andrés volvió a meter su dedo dentro de Ángeles.

  • Ves puta, ves cómo te gusta. Gime puta, gime que hoy vas a gritar lo que no has gritado en tu vida.

Absorta como estaba en sus cavilaciones, no se dio cuenta que Andrés se había colocado entre sus piernas y le había quitado la tanga. Solamente al sentir el calor de la boca de Andrés volvió en sí. Ese calor le gustaba, le excitaba y ya, cuando su lengua envolvió su clítoris, no pudo más que gemir y sujetar su cabeza entre sus manos.

Andrés chupaba con deseo ese coño abierto para él y se sentía ganador al sentir las manos de Ángeles en su cabeza. El culmen de su felicidad fue cuando ella se sentó en el sofá y le guío entre sus piernas.

Andrés hacía tiempo que no lamía un coño. Esto le hizo disfrutar de este, lamiendo con mucha mesura esos labios que se abrían al paso de su lengua, ofreciéndole la humedad de ese sexo. Acercó la punta de su lengua al clítoris de Ángeles, esta gimió y apretó más fuerte su cabeza.

  • Más rápido, cabrón, más rápido.

Ahora Andrés ya estaba seguro de su triunfo, solamente tuvo que esperar que Ángeles rodeara su cabeza con sus piernas y empezase a temblar.

No le dio tiempo a reaccionar y la llevó a la habitación de la mano. La fue desabrochando la camisa y el sujetador. Acarició con rudeza sus pechos y pellizcó sus pezones. La empujó contra la cama y le dio la vuelta poniéndola en cuatro. Le azotó con fuerza y se fue desnudando dejando que su deseo fuese creciendo.

Ángeles temblaba de excitación y deseaba ser penetrada, la rudeza de Andrés le recordaba sus andanzas con el hombre de la foto, que hizo posible esto.

Andrés la penetró de una y empezó un bombeo fuerte que casi hasta le hacía daño. Esa rudeza y los azotes le hicieron tener un primer orgasmo. Andrés, incansable continuó bombeándola hasta que ella no pudo más y quedó tumbada sobre el colchón.

– Eres un hijo de ahgggz

Andrés le había metido la polla en la boca y se la follaba con todas sus fuerzas, arcadas, falta de aire y el sentirse usada le llevaron a un nuevo orgasmo que coincidió cuando Andrés le llenó la garganta con su esperma.

– Ahora puedes irte, Ángeles. Y recuerda esto. Mientras no vuelva mi mujer a casa te voy a follar a ti. De ti depende.

Ángeles se vistió totalmente abrumada, no entendía que le había pasado para que su cuerpo reaccionara de manera tan intensa. Se fue sin decirle nada, humillada, avergonzada, y feliz. ¿le gustaba que la tratasen así?

Al llegar a casa solo sentía ganas de estar sola, no le apetecía ver a nadie. ¿Con qué ojos podría mirar a su amiga, sabiendo que su Andrés la había follado y la había hecho correrse varias veces? ¿Cómo podría convencer a su amiga para que volviera con su marido y así dejará de chantajearla?

A media tarde estaba en casa y recibió un mensaje de Estela diciéndole que pasara a merendar por casa de Pablo y así podían estar los tres juntos. Le puso como excusa que no se encontraba muy bien y enseguida escuchó el timbre. Era su amiga que estaba preocupada.

– Hola cariño, ¿Qué te pasa? ¿Uy y esa cara? – Ángeles estaba triste y se sintió culpable por lo que estaba pasando.

–  No tengo un buen día cielo.

– ¿Es por lo que pasó ayer? ¿Te molestó que le ofreciera tu culo a Pablo?

– No tonta – solo recordarlo la avergonzó.

– ¿Entonces? Ven, vamos a hablar – la llevó de la mano hasta el salón – ¿Qué te pasa chochete? Sabes que puedes contarme todo.

– Es que me siento mal cariño. ¿Tú en casa de Pablo estás bien? – Ángeles estaba desesperada – ¿No echas de menos a tu marido?

– En casa de Pablo estoy genial – cuando hablaba de su vecino lo hacía con ilusión – Me trata como una reina, ya sabes cómo es con nosotras. Y a mí Andrés claro que lo echo de menos pero así aprende a tratarme como me merezco.

– ¿Pero tienes pensado volver con él?

– Aún no lo sé tía, supongo que sí, pero ahora estoy viviendo cosas que nunca pensé que viviría. ¿Por qué lo dices?

– Por saber cielo – cada vez se sentía peor por no ser sincera con su amiga – Quizás ya haya cambiado con estos días y te trate bien. A veces pienso que no está bien lo que les hacemos a nuestros maridos. Y tú Andrés, siempre te quiso mucho y es un buen chico. – le costaba hablar bien del hombre que la había chantajeado para follarla.

– Ya sé que me quiere mucho y yo a él, pero esperaré unos días para pensármelo bien antes de tomar una decisión precipitada.

Cada frase de Estela era como un golpe bajo. No sabía que con lo que estaba haciendo, estaba obligando a su amiga a follar con su marido.

Por la noche recibió un mensaje de Andrés.

Andrés: “¿Has hablado con mi mujer? “

Ángeles: “. Si he hablado con ella “

Andrés: “¿Y.…? “

Ángeles: “Todavía no volverá, pero dame unos días por favor. “

Andrés: “Mañana en mi casa a las once. “

Ángeles: “Te lo suplico, dame unos días y volverá. “

Andrés: “Te doy todos los días que quieras, pero mientras no vuelva follaré contigo cada día “

Ángeles: “Eres un cabrón “

Andrés: “Un cabrón, pero bien que te corriste cuando te follaba. Dejaste mi cama empapada “

Ángeles: “Vete a la mierda “- leer ese último mensaje la hizo enrojecer.

Andrés: “Y mañana te haré correrte, aún más. Acuérdate! A las once en casa. “

Tiró el móvil sobre la cama. Encima de chantajearla, la humillaba recordándole que no había podido evitar correrse después de ser follada de esa manera tan abusiva, tan dominante. Como había gemido al sentir los azotes y como se había meado cuando le follo la boca. ¿Por qué a su amiga no le gustaba follar con su marido si su polla era mucho más gorda que la de Pablo y follaba como un toro?

Por la mañana se despertó sobresaltada, estaba teniendo una pesadilla en la que Andrés le contaba todo a su marido, incluso le contaba cómo le había hecho correrse mientras la follaba.

Se levantó y se dio una ducha intentando que su sueño se esfumara arrastrado por el agua que corría por su cuerpo. En esos momentos maldecía, ese nuevo cuerpo tan sensible, que irremediablemente le llevaba a buscar el placer. Seguro que, si su cuerpo fuese como antes, esto no le pasaría. También odió a Pablo por ello, él la había cambiado sexualmente, antes era una mujer normal y ahora todo el día necesitaba sexo, a todas horas. Odió a Estela por haberse ido de casa, la odió por llevar tanto tiempo sin acostarse con su marido y que ahora tuviera que ser ella la que saciara sus ganas de follar.

Salió de casa y buscó la llave escondida de su vecino. Con sigilo abrió la puerta y vio que la luz de la habitación estaba encendida. Se acercó despacio intentando no hacer ruido. La puerta estaba entreabierta y escuchó la voz de su vecino, pero no entendía lo que decía. Estuvo a punto de dar media vuelta y salir cuando la voz de su amiga la hizo detenerse.

– Pablo, me gusta mucho su polla. Está deliciosa.

Ángeles no pudo evitar acercarse y con curiosidad acercó su cara a la puerta entreabierta, al no estar la puerta cerrada del todo, podía escuchar perfectamente

– ¿Le gusta que se la chupe?

– Tienes una boca que da placer como un coño. Me encanta como me la chupas, cariño.

Ángeles vio a Pablo de pie en la cama y a su amiga de rodillas con el sexo de su vecino en la boca.

  • Nunca me la habían chupado así.

Estela movía la cabeza de manera rápida y Ángeles veía como la polla entraba y salía totalmente de la boca de su amiga, como sus babas ya llenaban sus pechos. Era como si lo follara con sus labios, chupando esa polla como el mejor de los helados. A veces detenía sus movimientos y era él el que se movía de manera rápida e incluso la agarraba la cabeza para penetrar más profundo. En estos momentos las arcadas y las babas se sucedían sin control

–  Si, fólleme la boca.

Su amiga estaba excitada con aquella intrusión en su boca y la abría para que él continuara haciéndolo. Le recordaba, como Andrés se había follado su propia boca el día anterior y se mojó, se mojó mucho.

– Me gusta follarte Estela – estaba muy cachondo, tenía la polla totalmente dura

– Follarte por todos tus agujeros, por todos.

Ángeles viendo aquella escena se sentía morir de celos, deseaba irse y dejar de ver aquello, pero su cuerpo le pedía que siguiera mirando. Su coño estaba muy mojado, nunca había visto a un hombre y una mujer en un acto tan íntimo.

– Me vuelve loca como me hace todo – lo miraba a los ojos de manera totalmente entregada – Me quedaré aquí para siempre si usted quiere.

– ¿Y tú Andrés? – Pablo hablaba entre gemidos de placer y nunca lo había visto así – ¿No volverías con él?

– No, si usted me lo pide no volveré a casa – Estela besaba las piernas de él, incluso besaba sus pies – Me siento suya, Pablo. Todo mi cuerpo es suyo si lo desea. Mi boca, mis tetas, mi culo.

– Todo tu cuerpo me vuelve loco, cielo.

–  Es suyo si lo desea.

–  Deseo que sea mío. Quiero follarme tu coño, tu culo.

–  Cuando quiera puede follarlo. Mi culo es virgen y se lo entregaré como muestra de que soy suya.

Ángeles se desmoronaba con cada frase que escuchaba de ellos. Le dolía lo que estaba presenciando e inexplicablemente no podía evitar tener la mano bajo sus bragas y tocarse para calmar su excitación.

– ¿Cree que Ángeles entenderá que me quede aquí para siempre?

– Tu amiga ama a su marido, lo adora y debe entender que nosotros también tenemos derecho a ser felices juntos.

–  La quiero mucho y no soportaría que se enfadara conmigo. Ayer aún me estuvo convenciendo de que volviera a casa con mi Andrés.

– ¿Te intentó convencer?

– Si, me dijo que quizás esto que le hacemos a nuestros maridos no esté bien.

La cara de Ángeles se llenó de lágrimas, ellos no entendían que todo lo que hacía era porque la estaba chantajeando un cabrón. Que ella amaba a su marido y que tanto a su amiga como a Pablo los quería. Que, si ellos terminaban juntos como pareja, lo entendería, aunque le doliera tener que apartarse sexualmente de ellos. Deseó entrar en la habitación y pedirle que hicieran el amor por última vez juntos. Deseó gritarles que los quería, pero solo pudo salir de aquella casa, del lugar donde se sentía libre.

Entró en su casa y se tiró en la cama a llorar, lo hizo durante mucho tiempo. Recordando cada día que había pasado con su vecino, cada sensación que ese hombre le había hecho descubrir. También, como no, pensando en su amiga de la infancia a la que tanto quería.

A las once llamó al portero automático y subió. Andrés le abrió la puerta y la mandó pasar.

–  Veo que has entendido lo que debes hacer – él la esperaba con un bóxer puesto como única prenda.

Ella pasó y se fue directamente a la habitación sin decir nada, sin ni siquiera mirarlo. Andrés la siguió y vio cómo se quitaba la ropa quedando totalmente desnuda. La vio tumbarse en la cama y como flexionaba las piernas y las abría totalmente.

Ángeles sintió como Andrés besaba sus muslos y odió su cuerpo. Se tapó la cara con la almohada cuando sintió como aquella boca comenzó a lamer con desesperación su coño y este enseguida comenzó a eyacular. Odió a sus pezones por estar rogándole a ese hombre que los chupara y éste lo hizo de manera que sus pechos se estremecieron. Odió a aquella polla por ser tan gruesa y estar tan dura, cuando la sintió resbalar en su coño y hacerla gemir. Se odiaba a sí misma por no poder evitar, correrse, cuando ese hombre la follaba como un toro. Odió a sus manos cuando buscaron las nalgas de ese malnacido para apretarlo contra ella. Y, sobre todo, odió cuando gritó de placer cuando el marido de su amiga la hizo estallar en un orgasmo que la hizo empapar la cama.

Estaba temblando, en esos momentos no de rabia, sino de placer. Andrés sacó su polla de su coño, cuando se corrió dentro de ella, en ese momento, ella sintió un extraño vacío.

– Creo, que Estela no va a volver.

Desde que entrara en esa casa eran las primeras palabras que decía.

–  Pues ya sabes lo que te toca.

–  Lo sé…

Ángeles se levantó de la cama y buscó sus bragas que debían estar por el suelo.

– ¿Has visto mis bragas?

– Las tengo yo, me las quedaré con tu permiso.

– ¿Sabes? En el fondo ella se lo pierde, follas como un auténtico cabrón y eso me gusta

Ángeles se vistió, deseaba decirle algunas cosas a ese hombre, pero su dignidad se lo impedía. Bajando las escaleras, hacia la calle, se sintió confusa. ¿Acaso me siento contenta de que Estela no vuelva con su Andrés? Se preguntó avergonzada.

Mientras, Pablo miraba a Estela vestirse. Era realmente hermosa. Le gustaba verla en bragas y con sus pechos desnudos que a pesar de su tamaño se mantenían firmes.

Estela estaba nerviosa porque tenía que pasar por la que hasta hacía un par de días era su casa y sería la primera vez que vería a su Andrés desde que habían discutido aquella noche.

–  Volveré pronto.

Ya le había dicho a Pablo que iría allí a recoger algo de ropa.

– ¿No esté nervioso?, ¿vale?

– Ten cuidado y evita discutir con él.

– No se preocupe que no discutiré con él.

Cuando Estela se fue, Pablo recogió la habitación y cambió la ropa de la cama. Al salir al jardín y pasar por la parte lateral de la casa vio algo que lo hizo sentirse nervioso. La maceta donde escondía la llave de repuesto estaba movida. Se acercó y al levantarla vio que la llave no estaba. Recordó que la noche anterior al regar las plantas sí que estaba. Aquel escondite solo lo sabía Ángeles y tenía que haber cogido la llave esa mañana. Tenía que hablar con ella y preguntarle qué estaba pasando. Últimamente la sentía rara, incluso el día anterior había rechazado ir con ellos a merendar y le había dicho a su amiga que se sentía mal.

Cuando Ángeles salió del edificio decidió regresar a casa caminando pues necesitaba pensar. Vio como su amiga estaba aparcando. Apuró el paso. Si la viera le preguntaría que hacía por esa zona y no sabría que explicación darle.

Estela aparcó y subió. Al tener llave no tuvo que llamar a la puerta y entró. Su marido apareció desde la habitación, estaba desnudo.

– Hola Estela – se puso contento de verla y se acercó a ella para abrazarla – Siento mucho lo ocurrido.

– Andrés solo vengo a buscar algo de ropa – lo esquivó y se fue a la habitación. Se quedó sorprendida al ver la cama toda mojada y el olor a sexo que allí había – Veo que no has perdido el tiempo y ya tienes una amiguita con quien descargar.

– ¿Y tú no tienes un amiguito? Bueno es un viejo por lo que tengo entendido. Yo también tengo mis necesidades.

– ¿Por qué dices que es un viejo?

– El otro día te vi entrando en la casa de ese vecino de tu amiga Ángeles. El que iba a salvar nuestro matrimonio resulta que seguro que te está follando.

– No hables así de ese hombre. Si no fuera por él estaría durmiendo en la calle – al ir hacia el mueble donde tenía ropa lo que vio la hizo enmudecer – ¿Que significa esto? – las bragas de Ángeles que él se había quedado estaban sobre el mueble. Ella las conocía perfectamente. Miraba las bragas y la cama mojada. – Sois unos cabrones. ¿Te estás follando a Ángeles? Estas bragas son de ella. ¡¡¡Pero que zorra es!!

– A ti te da igual con quien yo fólle. Es mi vida – Andrés le quitó las bragas de la mano – Y por desgracia no es ninguna zorra, ojalá lo fuera.

– ¿Qué quieres decir? – Estela estaba desconcertada y no sabía qué quería decir con aquello.

– Pues eso, que sí, que me la follé, pero se puede decir que obligada. Mira yo necesitaba follar, si estuvieras aquí conmigo todo esto se podría haber evitado. Y me aproveché de ella.

– ¿Desde cuándo te la estás follando?

– Ayer fue la primera vez, y le dije que cada día que tardes en regresar me la follaré. Y por eso vino hoy también.

– ¿Pero por Dios Andrés, porque le haces esto? – se dio cuenta, que aquel era el motivo por el cual su amiga estaba mal el día anterior, comprendió porque había intentado convencerla de que volviera con él.

– ¿Por qué lo hago? Porque te amo y te echo de menos, cielo – Andrés abatido se sentó en la cama y comenzó a llorar. – Tu amiga es la culpable de que hayas conocido a ese su vecino y por eso la elegí a ella para desahogar mis necesidades.

– Pero esa no es la manera – se sentó a su lado y le ayudó a secarse las lágrimas – yo también te amo, pero debes darme un poco de tiempo. Debes aprender a valorarme.

– Prométeme que regresarás a casa.

La miraba con ojos implorantes, una mirada de súplica que jamás había visto en su Andrés – Te valoraré, eres la única mujer que amo y amé en toda mi vida.

– Si de verdad aprendes a valorarme, te prometo que regresaré, cariño.

Continúa la serie