Capítulo 9

ÁNGELES

CAPÍTULO NUEVE

Aquella mañana la vida de los tres había dado un giro inesperado.

Ángeles miraba a Pablo y a Estela. Aquellas dos personas habían cambiado su sexualidad por completo. Habían hecho que su cuerpo estuviera revolucionado todo el día. Los miraba ahora, juntos bajo el mismo techo y era extraño. Se preguntaba si habrían follado esa noche. ¿Estela le habría chupado la polla alguna vez a Pablo? ¿Y si lo había hecho, le gustaría tanto su sabor como a ella? Sentada en el sofá estaba distraída con esos pensamientos que la abrumaban.

Estela había ido a la habitación a cambiar la cama y Pablo se sentó a su lado en el sofá. Le acarició la cara con cariño.

– ¿Qué tal estás?

Necesitaba saber cómo se sentía después de todo aquello

– ¿Que pensabas tan concentrada?

– Pensaba en todo esto y por una parte estoy feliz. Después de mi marido sois las personas más importantes en mi vida.

– ¿Y por la otra parte?

– Estoy como avergonzada de que Estela sepa lo nuestro. Y además no se si seré capaz de sentirme libre con ella aquí. Sería una situación muy extraña.

– Debes intentarlo cariño.

La mano de Pablo acariciaba su pierna con delicadeza.

¿Qué te gustaría?

– ¿Ahora mismo?

– Si

– Pues…

Con su dedo señaló entre sus piernas con timidez.

– ¿Ya te has olvidado de que debes decirme las cosas que desees?

– Me gustaría…

Miró hacia la habitación por si la escuchaba su amiga.

– Que me lamiera el coño, pero está ella por casa.

– Espera

Pablo se levantó y le escuchó hablar con su amiga y cerró la puerta al terminar. Volvió a su lado enseguida

– ¿Así mejor?

– Si, gracias.

Pablo se arrodilló frente al sofá, lentamente le quitó las bragas. Ella no podía evitar mirar hacia la puerta cerrada mientras separaba sus piernas y las subía al sofá quedando totalmente abierta para recibir aquel placer. Sentir como Pablo le estaba comiendo el coño, con su amiga al otro lado de la puerta era una sensación extraña, le daba morbo, pero también reparo. La sensación de la lengua de Pablo le hizo abstraerse del mundo. Sentía como el placer cada vez era más fuerte y tapaba su boca con la mano. Se corrió enseguida, el morbo y esa pericia que Pablo tenía, le volvían loca. Él le comía el coño como nunca nadie lo había hecho.

Cuando estuvo relajada Pablo, con cariño, le puso de nuevo las bragas y le besó la boca antes de ir a abrir de nuevo la puerta de la habitación. Estela apareció al poco rato y se acercó a ella.

– Gracias por no molestarte que me quede aquí cariño – y esta vez el beso en la boca fue de su amiga. – Te quiero mucho.

– Y yo a ti cielo.

Ese día Estela recibió muchas llamadas de Andrés, pero ella no le contestó. También llamó a Ángeles, preguntándole por su mujer y rogándole que la convenciera para volver a casa que estaba muy arrepentido. La decisión de Estela estaba tomada y no pensaba volver a su casa tan pronto, aquello le serviría de escarmiento.

Era muy raro para Ángeles ver a su amiga en casa de su vecino. Esa tarde la invitaron a merendar y aprovechando que Rodrigo no estaba aceptó. Estela estaba feliz como hacía mucho tiempo que no lo estaba. Se sentía querida, valorada, admirada, tanto por Pablo como por su amiga.

– ¿Puedo hacer una cosa que llevo años sin hacer? Con vosotros me siento cómoda.

– Claro. – respondieron a la vez Pablo y Ángeles y eso les hizo sonreír a los tres.

– Ahora vengo – desapareció tras la puerta de la habitación.

Cuando volvió a aparecer vestía solo una camiseta que dejaba claro que no llevaba sujetador, pues transparentaba por completo sus pezones grandes y oscuros, y por debajo estaba con una minúscula tanguita. Tanto Pablo como Ángeles la miraron fascinados pues su cuerpo era espectacular.

– ¿Os gusta? – se giró sobre sí misma para mostrarles su cuerpo.

– Estás preciosa cariño. ¿Verdad que está preciosa, Pablo?

– Si, está preciosa.

– ¡¡Que culazo tienes tía!!

– Me encanta como miráis mi culo. Se siente muy querido por vosotros.

– A mí me gusta que nos lo dejes ver – Ángeles se sorprendía de decirle eso y más con Pablo allí delante.

– Es tuyo cielo, bueno y de Pablo también, si tú quieres.

– Será de los dos entonces.

– ¿Y el tuyo? – Estela le dio una pequeña palmada en el culo a su amiga.

– El mío no es tan bonito como el tuyo.

– ¡Serás tonta! – se acercó a ella y le levantó la camiseta para mostrárselo a Pablo – ¿verdad que su culo es precioso?

– Lo es.

Se creyó morir de vergüenza al sentir que su amiga le estaba acariciando las nalgas delante de él. Sabía cómo acariciarla y enseguida sintió que estaba excitada. Cuando Estela le agarró las manos y las puso sobre su culo todas sus fuerzas por no caer en la tentación se esfumaron.

– Tía aquí no por favor – estar haciendo eso con su amiga delante de Pablo le daba reparo.

– Vamos a la cama – la llevó de la mano hacia la habitación.

En la habitación se desnudaron con prisa, las dos deseaban estar juntas de nuevo. Estela besó cada centímetro del cuerpo de su amiga haciéndola gemir. Ella hizo lo mismo con su amiga. Besó y chupó sus pechos, sus nalgas, su culo, su coño. Estaban muy cachondas. Cuando Estela le empezó a comer el coño gimió y se dio cuenta que habían dejado la puerta abierta. Se tapó la boca con la mano.

El placer era indescriptible, cuando su amiga entrelazó las piernas con las suyas juntando sus vaginas, el placer aumentó y los gemidos subieron de tono. Estaban empapadas y resbalaban una sobre la otra. Se iban a correr juntas. No pudo evitar tapar su cara cuando vio que Pablo, desde la puerta, estaba mirando cómo estallaba de placer gracias a su amiga.

Estela se dio cuenta de lo que pasaba y también se avergonzó. Estaban temblando y se tumbó sobre su amiga para ocultar su rostro sonrojado.

– Ha sido hermoso – Pablo se había acercado a la cama y acariciaba sus cabellos – Sois dos amigas que os queréis y os gusta daros cariño. Por hacer eso no debéis sentir vergüenza. Gracias por permitirme ver algo tan bonito.

– ¿Le ha gustado vernos? – la voz de Pablo las tranquilizaba.

– Muchísimo. ¿Hay algo más excitante que ver a dos bellezas como vosotras dándose placer?

Estirando el brazo cogió una toallita húmeda de la mesilla de noche y comenzó a limpiar con ella sus coños. Las dos suspiraron al sentir aquel contacto tan tierno.

– No por favor. Mi coño está muy sensible. – Estela gemía al sentirse limpiada por él.

– Y el mío -Ángeles se estremecía cada vez que su coño sentía aquella toallita húmeda.

– Disfrutar como os merecéis.

Se quedaron abrazadas sintiendo como las empezaba a masturbar con delicadeza. Sus coños pegados, apenas dejaban entrar su mano entre ellas. Pero él, se las apañaba para rozar sus excitados clítoris. Ellas se besaban y frotaban sus tetas, mientras sentían esa mano entre ellas que les hacía volverse locas.

Cuando Estela sintió que Pablo le acariciaba el ano gimió alto y se puso colorada.

– ¿Qué te hizo? – Ángeles con curiosidad le preguntó al oído a su amiga – Te pusiste colorada.

– Nada – otro gemido más intenso se escapó de su garganta cuando sintió que las manos de ese hombre le abrían las nalgas y le besaba entre ellas.

– Dímelo porfa.

– Me está besando entre las nalgas tía.

– ¿Y eso te gusta?

– Muchísimo, no es la primera vez – casi no podía hablar. – Me voy a correr cariño, me estoy corriendo, dame tu boca

– Córrete cielo.

Ángeles llevó su mano entre las piernas de ambas y comenzó a masturbar a su amiga.

  1. Tía me estáis volviendo loca – comenzó a temblar muchísimo

La lengua de Pablo en su ano y la mano de su amiga en el coño la estaban llevando a un placer inigualable.

Ángeles, sintió como su amiga se estaba corriendo, y tuvo que abrazarla pues temblaba muchísimo. Se asustó un poco al ver los ojos en blanco de Estela, pero enseguida supo que era porque estaba sintiendo un orgasmo demasiado intenso. La llenó de besos en la cara y la boca para calmarla.

– Joder tía – estaba jadeante y sudorosa – Me habéis hecho sentir un orgasmo bestial.

– Yo también quiero – Ángeles sintió que ahora la boca de Pablo estaba en su coño – Me está lamiendo.

– ¿El culo?

– Nooooo – solo pensarlo le dio vergüenza – El coño.

– ¿Y no te gustaría en el culo? Te juro que es alucinante.

– Pero me da vergüenza.

Siguieron besándose y Ángeles gemía al sentir la lengua de Pablo por su coño. Estela la hizo girar y ponerse ahora ella debajo de su amiga. La abrazó y mientras la besaba acariciaba sus nalgas. Ángeles sintió las manos de su amiga abriéndolas.

– Cariño te voy a matar, deja en paz mi culo.

Al separar sus nalgas tanto, Ángeles entendió que su amiga le estaba ofreciendo su ano a Pablo y éste entendió el mensaje. Sentir el dedo de ese hombre acariciar su ano, le hizo taparse la cara y gimió. Era una sensación extraña pero muy placentera. Gimió cuando sintió un tierno beso en esa parte de su cuerpo que tanta vergüenza le daba. Le estaba pasando la lengua por él y le daba placer. Sus gemidos se hicieron más intensos.

– Mírame cariño

– Es que me da corte tía.

– ¿Te gusta?

– Si, mucho.

Ángeles se corrió, mientras su amiga le apartaba las manos de la cara. Tembló como pocas veces lo había hecho. Pablo la había hecho sentir un orgasmo, lamiendo y chupando su ano mientras la masturbaba, como solo él y su amiga sabían hacerlo.

Quedaron exhaustas, abrazadas, felices de poder compartir aquel placer juntas. Ángeles pensaba que era extraño, las dos habían gozado muchísimo y había sido con un hombre que no era ninguno de sus maridos.

Se fue de aquella casa y era tarde. Sintió algo de envidia al despedirse de su amiga y saber que ella iba a dormir con Pablo esa noche y estaba segura de que follarían de nuevo. Pensó en Rodrigo. Por lo menos yo voy a dormir con el hombre que amo y Estela no, pensó como consuelo.

En casa se dio una ducha antes de que llegara su esposo. Necesitaba borrar cualquier vestigio del placer que había sentido en la casa de al lado. Al enjabonarse se dio cuenta que aún tenía el ano muy sensible. ¿Cómo sería que me hiciera lo mismo Rodrigo? Él nunca se lo había lamido y pensar en pedirle que lo hiciera le dio reparo.

Por la noche, en la cama con su esposo, estuvieron follando. No podía evitar pensar en su amiga y en Pablo y eso le hizo tener más orgasmos de lo normal. Se sentía culpable, pero viendo a su esposo feliz, ella también lo era. Abrazada a su esposo ya dormido, una pregunta martilleaba su cabeza. ¿El sexo puede hacer enamorarse de alguien? ¿Puede el sexo dominar la vida de una persona?

 

Continúa la serie