Domingo

Hoy, como muchos domingos en los que ocupas todo mi tiempo, antes de terminar el día, he de repasar algunas «cosillas» como tú las llamas, apuntes para mi reunión de los lunes y esta noche, mientras preparas la cena, me he encerrado en tu despacho y entre papeles, te oigo trastear en la cocina.

Tras la ducha, y para estar más cómoda, solo me he puesto una bata de seda, larga, estampada sobre fondo blanco, y recuerdo que en ocasiones me has dicho que te gusta el tacto de esa prenda porque te resulta tan suave como el de mi piel.

Te asomas en varias ocasiones al despacho sin decir nada y como en un «sin querer», dejo uno de mis hombros al aire y lo acaricio mientras siento como me observas desde la puerta, sin decir nada.

Te marchas… y vuelves al instante con una copa de vino blanco que acercas a mi hombro desnudo que besas tras hacerme estremecer por el frio del cristal de la copa y me susurras al oído que la cena ya está preparada en el salón.

Te comento que aún me queda un rato, un par de folios para terminar y entre besos intentas convencerme de que la cena se enfría.

Como voy a resistirme si has aparecido con uno de esos vaqueros de botones que te hacen tan sexy con los dos primeros botones desabrochados, con tu torso desnudo y moreno y tus pies descalzos…

– te he dicho que tienes unos pies muy lindos?

– hace tiempo que no me lo dices, me contestas

Me sonríes y lo haces sabiendo que tampoco voy a resistirme a esa sonrisa.

Me sacas del despacho agarrándome de la cintura, poniéndote detrás mía y guiándome por el pasillo mientras me aprietas entre tus brazos y vas dibujando mi cuello con tus labios.

Aún con el vaquero, puedo sentir en mis nalgas como se excita tu sexo al acariciar sobre la bata mis senos que responden a tus caricias con una excitación soberbia.

Nos paramos en el pasillo, a medio camino del salón, me vuelvo hacia ti y tomando mi cara entre tus manos, besas mis labios con los tuyos, mis labios que te desean y tras los labios, nuestras manos responden con caricias.

Las mías, terminan de desabrochar tu pantalón y buscan tu sexo que se muestra firme respondiendo a esa excitación que ambos sentimos…

– me gusta como acaricias mi sexo- me dices- me gusta sentir el tacto de tus manos suaves y tus dedos largos, cómo lo tomas entre ellas con tanto mimo y a la vez con tanta seguridad, despacito, suave pero con ritmo.

Sigues besando mi cuello y bajas hasta llegar a mis senos que has descubierto al abrir mi bata.

Pechos jóvenes, tersos, firmes, que siguen respondiendo a tus caricias y a la humedad de tu lengua mientras jugueteas con ella en mis pezones que no pueden evitar excitarse entre tus labios.

Los besas humedeciendo tus labios mientras una de tus manos dibujan su forma y la otra, no deja de apretarme contra ti y empiezo a sentir el calor de tu verga en mi vientre.

Me tomas en tus brazos y me llevas hasta el salón. Has encendido velas, has puesto música, ese cd de Pablo Milanés que te regalé hace meses y has cuidado cada detalle para hacer un nido de amor entre cojines sobre la alfombra.

Mientras me pones de pie sobre ella, terminas de quitarme la bata y dejas mi cuerpo desnudo que observas sin dejar de mirarme con tus ojos negros en los que puedo ver tu deseo por mí. Y vuelves a abrazarme…

– mamita…. – me susurras muy cerca del oído, sabiendo como me excita cuando haces eso y me dices mamita…

– no sabes como te deseo- continuas…

– si? – pregunto yo sonriéndote y sabiendo que sí, que me deseas, que no hace falta que lo digas porque lo noto en tu cuerpo, en tu sexo…

Me acerco a tu cuello y humedeciendo mis labios, lo beso y lo recorro de abajo a arriba, llegando hasta tu oreja, en la que exhalo mi aliento caliente que te hace estremecer.

Acaricio tus hombros y juego con mis manos entre tu pecho.. beso, caricia… otro beso y otra caricia, así hasta llegar a tu ombligo en el que me entretengo dibujando circulitos con mi lengua… y te vuelves a estremecer.

Mientras bajo hasta tu vientre, así, casi sin querer, he rozado tu sexo con el pezón excitado de uno de mis senos.

Entre caricias, te has dejado caer en los cojines y recostado sobre ellos me has invitado a sentarme en tus muslos, colocando tu sexo entre nuestros vientres y que aprieto entre ellos mientras me acerco de nuevo a tu boca que dibujo con mi lengua.. despacito… primero el labio de arriba y luego el de abajo.. mordisqueo tu barbilla y con mi nariz, dibujo la silueta de tu mandíbula hasta llegar con mis labios a tu nuez que beso.

Y vuelvo a tu boca, la excitación te confunde, ya no sabes cuando es mi lengua la que te roza, cuando los dedos de mi mano o cuando son mis labios los que juguetean entre los tuyos.

Tus manos no han dejado de acariciarme…. mis hombros, mis brazos, mis senos, mi vientre, mis caderas…. respondiendo todo mi cuerpo a cada una de tus caricias y de tus besos.

Te incorporas y haces que sea yo ahora la que se tumbe entre los cojines y como un ritual, empiezas a recorrer cada poro, que conoces sin limites, repasando y deteniéndote a palpar cada medida de mi cuerpo. Lo haces lindo, suave, estremeciéndote con cada uno de los gemidos que emito ante tanta excitación.

Te paras en mi vientre y con cariño, separas una de mis piernas y buscas mi sexo que te llama, que te desea… que te espera húmedo y caliente y no puedes evitar jugar con tu lengua en él, recorrerlo palmo a palmo, entreteniéndote en mi clítoris, desbordado de excitación…. y me penetras… introduces la punta de tu verga erecta, excitadísima y levantando mis caderas terminas de penetrarme con brío, con fuerza, con mucho amor… y con ritmo, sacas tu sexo del mío, y de nuevo, con la punta, recorres todo mi sexo hasta llegar a mi clítoris que reza ya hinchado, suplicante de no cesar en tanta excitación que me envuelve… y así, una y otra vez hasta que llevados por una excitación total nuestros cuerpos se estremecen, llenándome de ti.

– no te muevas mamita- me susurras…

– no voy a hacerlo, te respondo…

Y mientras volvemos a besarnos, sigue sonando Pablo Milanés y su «Comienzo y final de una verde mañana»…