Rosa II: Comienza una nueva vida
Las sales que acostumbraba a usar, daban al agua una una textura de por si suave, y el roce de nuestros cuerpos impregnados era una sensación imposible de imaginar, sentía cada centímetro de piel suya y mía, y nos besábamos los pechos sin descanso, con la excitación en puntos no imaginables.