Historia de la Literatura Erótica II: La Edad Media, entre el Pecado y el Amor Cortés

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Si la Antigüedad fue la época de la celebración del cuerpo, la historiografía tradicional ha tendido a pintar la Edad Media como un milenio de oscuridad, castidad forzada y represión eclesiástica. Sin embargo, esta visión es reduccionista e incompleta.
La literatura medieval es, en realidad, un campo de batalla fascinante donde chocan dos fuerzas titánicas: la doctrina oficial de la Iglesia (que condenaba el placer no reproductivo) y la cultura popular y cortesana, que desarrolló formas de erotismo sofisticadas, crudas y, a menudo, subversivas. Desde los tratados de sexología árabes hasta la sátira obscena de los fabliaux franceses, el erotismo medieval fue mucho más vibrante de lo que sugieren los libros de texto convencionales.
1. La Luz de Oriente: El Erotismo en el Mundo Islámico Medieval
Mientras Europa se replegaba en los monasterios tras la caída de Roma, el mundo islámico vivía su Edad de Oro. Aquí, el erotismo no solo se toleraba, sino que se estudiaba con rigor científico y se celebraba literariamente.
El Jardín Perfumado y la Erotología
A diferencia del cristianismo medieval, el islam no veía el placer sexual dentro del matrimonio como algo inherentemente pecaminoso. Esto permitió el florecimiento de la erotología (la ciencia del amor).
- El Jardín Perfumado (Al-Rawd al-Atir fi Nuzha al-Khatir): Escrito por el jeque Nefzawi (Túnez, siglo XV), este texto es mucho más que un manual de posturas. Es un tratado que combina consejos de salud, historias picarescas y una clasificación rigurosa de los placeres. Nefzawi aborda la sexualidad femenina con un respeto y una atención a su satisfacción que tardaría siglos en aparecer en la literatura médica occidental.
Las Mil y Una Noches
Aunque las versiones victorianas (como la de Richard Burton) fueron censuras o exotizadas, los manuscritos originales árabes están repletos de un erotismo franco. Historias como la de El mozo de carga y las tres doncellas describen la desnudez y el juego sexual con una naturalidad lírica, donde el ingenio verbal es tan importante como el acto físico.
2. El Amor Cortés y los Trovadores: El Deseo Sublimado
En la Europa cristiana del siglo XII, surgió en la Provenza un fenómeno que cambiaría la concepción occidental del amor: el Amor Cortés (Fin’amor).
La Tensión del No-Tocar
El erotismo de los trovadores se basa en la dilación del placer. El caballero ofrece vasallaje a una dama (generalmente casada y de mayor rango social). La literatura de esta época es erótica precisamente porque es adúltera y prohibida, pero rara vez explícita en el acto genital.
- El erotismo de la distancia: Poetas como Guillermo de Poitiers o Bernart de Ventadorn cantaban el deseo de ver a la amada desnuda, de tocarla bajo el manto, creando una tensión sexual literaria basada en la imaginación y el voyerismo emocional.
- Las Trobairitz: Es crucial mencionar a las mujeres trovadoras, como la Condesa de Día, quienes escribieron poemas donde expresaban su deseo carnal de forma mucho más directa que sus contrapartes masculinas: «Quisiera tener a mi caballero desnudo entre mis brazos una tarde».
3. Los Goliardos y el Carmina Burana: La Rebelión Clerical
No todo era nobleza y castillos. En los márgenes de la Iglesia surgieron los Goliardos: clérigos vagabundos y estudiantes universitarios que escribían poesía en latín satírica y profana.
El famoso manuscrito Carmina Burana (s. XIII) contiene, junto a canciones de taberna, poemas de un erotismo pastoral explícito. A diferencia del amor cortés, aquí no hay sublimación: hay violaciones de pastoras, encuentros furtivos en los prados y una celebración hedonista de la primavera y la carne joven. Representan la válvula de escape intelectual de una clase letrada oprimida por el celibato obligatorio.
4. Los Fabliaux y el Decamerón: La Risa y la Carne
Hacia la Baja Edad Media, la burguesía emergente demandaba historias más realistas. El erotismo se volvió cómico, escatológico y anticlerical.
Los Fabliaux Franceses
Estos cuentos breves en verso (siglos XII-XIV) son la antítesis del amor cortés. Son relatos crudos donde los órganos sexuales a menudo tienen voz propia, los curas son lujuriosos y las mujeres son astutas y sexualmente voraces. El erotismo aquí funciona como un mecanismo de sátira social: se utiliza el sexo para ridiculizar la hipocresía de las clases dominantes.
Giovanni Boccaccio y el Decamerón (1353)
Esta obra maestra italiana marca un punto de inflexión. Escrita tras la Peste Negra, el Decamerón es un canto a la vida (y al sexo) frente a la muerte.
- Caso de estudio: El cuento de «Meter el diablo en el infierno» (Jornada 3, Novela 10). Boccaccio utiliza un eufemismo religioso para narrar un acto sexual explícito entre el ermitaño Rústico y la joven Alibech.
- Importancia: Boccaccio legitima el placer sexual como parte de la inteligencia humana y la astucia natural, alejándolo (parcialmente) de la culpa teológica.
5. El Caso Hispánico: Del Arcipreste a La Celestina
La literatura medieval española ofrece dos joyas imprescindibles para entender la evolución del erotismo.
- El Libro de Buen Amor (Arcipreste de Hita, 1330): Una obra ambigua y monumental. Bajo la excusa de advertir contra el «loco amor» (amor carnal), el Arcipreste narra sus propias aventuras amorosas (a menudo fallidas) con serranas y monjas. Es un texto vitalista que celebra el cuerpo femenino con descripciones detalladas, escudándose en la ironía.
- La Celestina (Fernando de Rojas, 1499): A las puertas del Renacimiento, esta obra rompe todos los esquemas. La pasión entre Calisto y Melibea es carnal, urgente y destructiva. Pero la figura clave es la alcahueta Celestina, quien articula el sexo como una mercancía y una necesidad fisiológica, despojándolo de cualquier idealización romántica.
Conclusión: La Semilla del Renacimiento
Lejos de ser una época asexuada, la Edad Media codificó las reglas del romanticismo occidental y, al mismo tiempo, preservó la tradición erótica a través de la sátira y la influencia árabe.
El erotismo medieval osciló entre dos extremos: la mujer como Eva (tentadora, puerta del infierno, protagonista de los fabliaux) y la mujer como María (ideal inalcanzable, objeto del amor cortés). Sería necesario el advenimiento del Renacimiento para intentar reconciliar el cuerpo y el espíritu.
En el próximo volumen, veremos cómo la imprenta y el redescubrimiento de los clásicos desataron una explosión de libertinaje literario. Próxima entrega: «El Renacimiento y la Ilustración: De Aretino al Marqués de Sade».