Y me chupaba la otra teta y de mi concha bajaban ríos por mis piernas, y él estaba como enloquecido, parecía que no había chupado unas tetas en años, desesperado me mamaba y apretaba mis pechos llevándome al borde del orgasmo, mientras yo apretaba aún más su cabeza contra mis tetas...
Yo estaba tan caliente que empujaba con mi culo hacia atrás para sentirlo lo más adentro posible, ya que me encantó la sensación de su pubis contra mis nalgas y sus huevos contra los míos, así que aprovechaba pasando una mano por entre mis piernas apretar sus cojones contra los míos.
La Isla en su zona Noreste tiene una serie de pequeñas calas con unas playitas preciosas totalmente rodeadas de espesa vegetación, es necesario ser un buen conocedor del terreno para poder acceder a ellas y ese era yo, desde luego mi sana intención era pasar el día en una de ellas puesto que mi compañera lo merecía sobradamente.
Primero con delicadeza, y luego introduciendo su lengua en mi boca con tanta pasión que la saliva salía de nuestras bocas sin dar tiempo a que la tragáramos.
Mi cuerpo daba espasmos mientras ella seguía liada con mi sexo, no podía aguantar más y me corrí por segunda vez era increíble, me estaba haciendo sentir como nunca me había sentido en el tema del sexo, era fascinante.
Cojo dos cojines los pongo bajo su vientre, su culito respingon sobresale, entre sus nalgas su precioso coñito, su culito ya acepta dos dedos sin problemas, ella continua masturbandose, ha llegado mi hora, el premio al que sabe esperar.
Alejandro me recordó que me quedaban 3 minutos, y con voz burlona me dijo que esta vez no lo conseguiría y, aprovechando la situación le reté a que si yo lo lograba el sería el siguiente, lo cuál fue el incentivo más poderoso que se me pudo presentar para conseguir que Aldo sucumbiera a mis caricias.
Era el tercer día en la isla... hoy la tocaba iniciarse a ella.
En la mañana me puse una bikini diminuto de esos de hilo dental, que solo cubría parcialmente lo necesario y por el frente se escapaban algunos de mis bellos, y me fui a la alberca de la casa, al rato él llegó al verme así se quedó mudo pero yo le eché agua y empezamos a jugar, después de un rato me senté en la orilla de la alberca él se dirigió hacia a mi nadando me tomo de las rodillas
Bertha mientras me besaba los labios, los senos sobandome con frenesí las nalgas y me besaba y tomaba con sus manos mis pechos hasta que por sentí como explotábamos por dentro que hizo que cayera en la cama casi sin sentido Berta me desato las manos y me quede profundamente dormida .
No siente pudor, al contrario, la excita observarse a sí misma como si de una película porno fuese espectadora y a la vez protagonista. Vuelve a acelerarse su pulso, su respiración y un deseoso revoltijo se deja sentir en su estómago, es el frío y el desenfreno de su deseo.
Un cariñoso catequista da las primeras lecciones de placer a un alumno deseoso de aprender, utilizando jueguitos para seducirlo.
Al cabo de un rato estábamos los dos en la cama semidesnudos, y ella me preguntó que si la deseaba, a lo que le respondí que me daba miedo tenerla, sabiendo que jamás seria mia en realidad.
Ella se despidio de mi dándome un beso en la boca, quedándome el sabor de mis jugos vaginales, y me dijo la próxima vez que no veamos te las regreso y veras que es lo que te tengo preparado.
Recuerdo algunos conjuntos célebres, como vestirme de colegiala usando la ropa de mi hermana pequeña, la cual me quedaba ajustada y sexy, o vestirme de putita usando ropa de mi hermana mayor como tacones, minifalda , tanga y tops con transparencia.
Mientras, le había levantado el jersey y le había sacado los pechos del sujetador pasando de uno a otro magreándolos a placer, se paraba de vez en cuando en los pezones y pellizcándolos, había conseguido ponerlos duros.
Unas vacaciones en el trópico despertaron en mí, mujer joven, española un deseo incontrolable hacia los hombres de color... llegando a tener una aventura en Venezuela.
Él era tres años mayor que yo, de repente empezó a caer una tormenta con el resultado de una increíble mojadura para los dos, ya que ese fin de semana me iba a quedar a dormir en su casa, nos fuimos para allí con la intención de secarnos y esperar a que acabase de llover.
Elena me dijo que se estaba corriendo encima de mi, y a mi me costó muchísimo no hacer lo mismo, cuando terminó y se relajó un poco, la hice ponerse a cuatro patas y usando el mismo aceite que Carlos había cogido como lubricante, la enculé con facilidad.
No pude resistir mucho más y derramé todo mi semen dentro de su culito, y noté como olas de placer recorren todo mi cuerpo, Isabella también lo estaba pasando bien y parecía que estaba teniendo un nuevo orgasmo.