Historia real donde pude oler, lamer, hacerle el amor y llenar de semen unas las ricas chanclas rosadas de espuma de mi prima Jazmín, la hermana de mi prima Liliana.
Historia real, donde pude deleitarme por primera vez con el rico aroma y sabor de las baletas doras de mi prima Liliana, ella nunca supo que sus baletas tenian mi semen.
Como sea fue que pasé el desconcertante momento de estar hablando con el hombre que apenas minutos antes había estado gozándose a mi mujer, y mientras explicaba sus planes de promoción, intentaba apartar mi vista de aquellas manos que había visto paseando por todo su cuerpo y despojándola de su prenda más íntima para ofrecerle la mejor tarde de sexo que ella hubiera jamás soñado siquiera tener.
Historia real donde pude disfrutar del rico olor y sabor que tenían las baletas de Marianita y verla caminar en mi semen tantas veces sin que lo supiera.
Para que sepan lo que paso es mejor leer primero el relato la jefe en seccion de hetero, despues en anapoima en sección orgias, y gozaran de este relato es rico salir de viaje y mas con situaciones como esta.
Este es el segundo encuentro que tuve con mi sobrina, unos meses después de haber ocurrido lo anterior descrito, ya que había pasado eso entre mi sobrina y yo, me asustaba la idea de que ella le dijera a mi hermana, pero pasaron las semanas, dos para ser exactos, y no ocurría nada pensé que lo que había ocurrido era pasajero
Al verme frente a ella, su frente se crispo, pues viéndome la cara ya no podía engañarse a sí misma diciéndose que quien estaba haciéndole algo tan sucio era un desconocido.
El difícil acceso, había hecho que tu negativa fuera repetidamente la respuesta, pero ese día no pudiste negarme el deseo de salir y escapar un poco de la rutina, vestida con una playera sin mangas, un vaquero a la rodilla y una camisa de vaquero sobre el top, me subí a tu coche, sabía que ibas un poco inconforme, pero pensaba que el paisaje sería la recompensa a tu desanimo.
Yo iba en mi coche, despacito, tranquilo, de paseo, cuando de repente, por el retrovisor observé cómo una rubita montada en un scooter se acercaba a mi coche bastante deprisa; reconozco que estuve un tanto capullo, pues algo perverso e infantil se apoderó de mi mente y es que cuando trataba de adelantarme yo aceleraba, le cerraba el paso, aunque no de una manera brusca, sino que jugaba con ella.