El que tenia bien claro lo que tenia que hacer era el avispado mocoso, que ya se había situado entre sus muslos separados con sus bermudas bajadas hasta los tobillos. Los primos habían hecho un trabajo previo maravilloso, por lo que la entrada fue como la seda, metiendo su larga verga hasta los testículos en el primer empujón.
Los días se hicieron semanas, y las semanas se volvieron meses y el pobre seguía sin encontrar trabajo por mucho que lo intentaba a diario. La economía familiar estaba destrozada y nuestras deudas empezaban a ser preocupantes.
Ella, que sabe lo mucho que me excito al verla con esa ropa, le puso la guinda al pastel, cuando, ya en el coche, se acomodo la falda al sentarse y me mostró, la muy picarona, que esa velada llevaba puestas sus braguitas negras de cordón mas finas, aquellas que apenas si le tapan nada por delante, y absolutamente nada por detrás.
Así que me marche con Paco en el avión sin decirle nada, sabiendo que mi cara y mi actitud eran de sobra elocuentes, y que cuando ella hablara con Jenny esta entendería lo que pasaba por mi mente.
La agente, con una sonrisa satisfecha, se tomo con bastante tranquilidad lo de ponerse la camiseta de nuevo, mirándonos con cierta insolencia mientras se abrochaba los botones. Sin importarle nada, al parecer, que tanto su compañero como yo vieramos de nuevo sus pechos desnudos...
Pues en ella se mezclaba el goce que surgía de las continuas penetraciones en mi conejito... con el dolor que sentía en mis senos... y con el asco que tenia en mis labios... sobre todo cuando el tipo al que se la estaba chupando eyaculo en mi interior... inundando mi boca y hasta mi garganta con el liquido mas vomitivo que había probado jamas... y que me supo a gloria bendita.
De repente soltó mis caderas, y estrujando de sopetón mis sufridos pechos me dio cuatro o cinco enculadas tan violentas que estoy convencida de que alzo mis pies del suelo. Pues el sádico, rugiendo de placer, se estaba corriendo en mi interior, y para celebrarlo retorcía y tiraba de mis pobres pezones como si quisiera llevárselos de recuerdo.
Estaba yo sentado mas o menos en mitad de la cama, con Lorena lamiéndome el cipote con gula y veneración, mientras uno de mis amigos la enculaba con energía, cuando su hermanita se deshizo de los dos chicos con los que había estado haciendo un sándwich, dejándolos agotados en un rincón de la cama.
Lo cierto es que su novio, que venia de lo mas excitado ante la perspectiva de lo que iba a suceder, en teoría, se quedo muy sorprendido al ver el desastroso estado en el que le recibió Lorena, que aun no había terminado de recuperarse del todo de lo que había acaecido anteriormente.
Como cada mañana dejaré que una mano permanezca posada sobre su montículo divino, ardiendo con el calor y las sensaciones que se desprenden bajo su palma, mientras que con la otra mano empezare a subirle el camisón desde las rodillas... como cada mañana.
Ella aun estaba medio sentada medio de rodillas junto al sofá, con una mano apretando su conejito por encima de la minifalda, señal inequívoca de su deseo insatisfecho y una turbia mirada de pasión en sus ojos.
Pense que todo había acabado cuando el afortunado bicho por fin eyaculo, empujando de tal modo que arranco un nuevo y violento orgasmo a mi insaciable mujer, sacando del interior del trasero recién desvirgado de esta un trozo de carne roja aun mayor de lo que recordaba. Pero de nuevo me equivoque lastimosamente.
Tuve que usar ambas manos para controlar aquella cosa inmensa, y no ahogarme con su grosor mientras la devoraba, y aun así casi me asfixio cuando el bestia ese me sujeto por la cabeza y me obligo a tragarme mas de la mitad mientras eyaculaba directamente en mi garganta.
Era como si el chico dormido hubiera desconectado la maquina, y yo me pusiera a los mandos. Me costo muchos esfuerzos, pero pronto aprendí como podia mover sus manos, brazos y piernas como si fueran los míos propios mientras el crio dormia.
Aunque el chico ya tenia la pinza en su mano, note que se había quedado muy quieto, con una mano aferrada fuertemente a mi teta y la otra dentro de mis bragas; así que me gire, y vi que el pobrecillo al final se había corrido en los pantalones de seda.
Esta, una lindisima rubita de ojos claros y rostro angelical, con mas redondeces en su cuerpecito de lo aconsejable, parecía sentir una gran devoción por su hermano mayor, aceptando jugar con nosotros si el se lo pedía.
Me quitaron la parte superior del pijama entre todos fácilmente, y entonces no solo sentí varias manos jugando con mis pechos, sino que Paco, el que estaba de rodillas, empezó a lamer y chupar mis sensibles pezones con auténtico deleite, consiguiendo que se me volvieran a poner duros como pequeños diamantes.
Aun así, la rigidez habitual de mi miembro cuando soy poseído no podía ocultarla, pues con cada envite la rozaba por detrás. El tenue roce de su fino camisón contribuía a aumentar mi placer, por lo que sin siquiera darme cuenta, cada vez buscaba mas ese contacto.
Pues desde donde estabamos veíamos perfectamente como Ingrid permanecía recostada en el sofá, frente a nosotras, con los ojos cerrados, tratando de no pensar en quien la estaba llevando al borde del orgasmo. Pues era el perrazo el que, meneando alegremente la cola, tenia incrustada las fauces en su acogedora intimidad; lamiendo, entusiasmado, la dulce cueva que habíamos dejado tan amablemente a su entera disposición.
Después la obligue a que fuera, completamente desnuda, a nuestro dormitorio, para que se trajera el regalo que traíamos para ella. Ingrid lo abrió delante mía, y así pude ver la sorpresa que reflejo su rostro cuando sacó de la caja un consolador doble, acoplado a un cinturón de cuero.
Pero María me dijo que a ella le había dado la impresión de que los perros actuaron por celos cuando vieron a su ama tocando las zonas mas íntimas del semental. Y, si te interesa mi opinión, yo coincido con María... porque sino los perros habrían salido antes y no cuando llevaban tanto rato en la cuadra.
A regañadientes accedí a que me volvieran a atar y amordazar, esta vez en el pequeño cuarto trastero, con la excusa de que así evitarían que les chafase la broma, a la espera de que apareciera Carmela a ponerse el traje de novia; que yo podía ver, muy bien puesto, en una esquina del cuarto, gracias al enorme espejo que las mellizas habían tenido la amabilidad de mover, para que a través de la estrecha rendija de la puerta pudiera ver todo el cuarto.
Porque María, ahora que ya no tenia que preocuparse por Belen, le estaba dejando por fin a Manolo maniobrar a su antojo... y el muy truhán no perdía el tiempo. Cuando su boca no estaba morreandola a lo desesperado estaba chupando y lamiendo su cuello como si fuera un helado de vainilla... y sus manos solo salían de debajo de su minifalda vaquera para meterse debajo de su top negro.
Lo primero que vi, cómodamente arrellanado en el sofá, fue un magnifico strip-tease, que no tenia nada que envidiarle al de las mejores chicas de alterne, en el que mi atractiva cuñada terminaba quedándose tan solo con un atrevidisimo conjunto de lencería, que no pude dejar de reconocer como el mismo que había comprado para Isabel tan solo unos días antes, con ayuda de mi cuñado.
Dado que mi mujer casi nunca usa pantalones no tenia grandes impedimentos a la hora de introducir sus largos dedos en su intimidad, e incluso en su trasero, para masturbarla violentamente, mientras la besaba con pasión, hasta arrancarle algún apagado suspiro o gemido de placer, como justificante de sus continuos y traidores ataques.
Cuando Raúl vio que la cosa iba en serio, en vez de interrumpir la fiesta, lo que hizo fue vengarse en mi cuerpo. Me hizo tumbar boca abajo sobre la cama, y me penetro, muy violentamente, por el agujero mas estrecho. Todo esto sin perderse ni un detalle de lo que sucedía en la otra habitación.
Desde ese día eran ellos los que solían venir a menudo por nuestra casa, o invitarnos a la suya, para hablar de negocios, o pasar la velada. Allí se turnaban en entretenerme; así, uno de ellos me daba conversación, para que el otro pudiera beneficiarse a mi esposa.
Mientras esperaba que le llegará una nueva remesa, mi esposa, comprensiva con sus clientes mas asiduos, cumpliendo así las órdenes que le daba Luis, les dejaba que permanecieran con ella en el interior del probador mientras se ponía las pocas prendas que le quedaban por vender.
Creía que venían, sobre todo Raúl, por mi hija, pero pronto me di cuenta que me prestaban mucha mas atención a mi que a ella. Sobre todo porque en casa suelo vestir con ropas mucho mas ligeras, y sin la odiosa opresión del sujetador, dejando que mis pesados senos se muevan en total libertad.
Tenía las piernas bastante separadas para no molestarle cada vez que tenía que coger una herramienta de la caja, por lo que me extraño muchísimo notar el intenso roce de su ruda mano en mis sensibles labios menores, mientras sacaba una gran llave inglesa; cuyo áspero mango, al salir, aun rozo más a fondo mi intimidad, deslizándose insidiosamente por la rosada abertura.
Las enormes ojeras que lucía a la mañana siguiente me permitieron comprender que se había pasado bastantes horas pensando en lo que debía hacer; y su forzada sonrisa, la primera que le veía en muchos años, me declaraba vencedor absoluto del primer asalto.
Mientras esperaba que le llegará una nueva remesa, mi esposa, comprensiva con sus clientes mas asiduos, cumpliendo así las órdenes que le daba Luis, les dejaba que permanecieran con ella en el interior del probador mientras se ponía las pocas prendas que le quedaban por vender.
Creía que venían, sobre todo Raúl, por mi hija, pero pronto me di cuenta que me prestaban mucha mas atención a mi que a ella. Sobre todo porque en casa suelo vestir con ropas mucho mas ligeras, y sin la odiosa opresión del sujetador, dejando que mis pesados senos se muevan en total libertad.
Dado que mi mujer casi nunca usa pantalones no tenia grandes impedimentos a la hora de introducir sus largos dedos en su intimidad, e incluso en su trasero, para masturbarla violentamente, mientras la besaba con pasión, hasta arrancarle algún apagado suspiro o gemido de placer, como justificante de sus continuos y traidores ataques.
Porque María, ahora que ya no tenia que preocuparse por Belen, le estaba dejando por fin a Manolo maniobrar a su antojo... y el muy truhán no perdía el tiempo. Cuando su boca no estaba morreandola a lo desesperado estaba chupando y lamiendo su cuello como si fuera un helado de vainilla... y sus manos solo salían de debajo de su minifalda vaquera para meterse debajo de su top negro.
A regañadientes accedí a que me volvieran a atar y amordazar, esta vez en el pequeño cuarto trastero, con la excusa de que así evitarían que les chafase la broma, a la espera de que apareciera Carmela a ponerse el traje de novia; que yo podía ver, muy bien puesto, en una esquina del cuarto, gracias al enorme espejo que las mellizas habían tenido la amabilidad de mover, para que a través de la estrecha rendija de la puerta pudiera ver todo el cuarto.
Me quitaron la parte superior del pijama entre todos fácilmente, y entonces no solo sentí varias manos jugando con mis pechos, sino que Paco, el que estaba de rodillas, empezó a lamer y chupar mis sensibles pezones con auténtico deleite, consiguiendo que se me volvieran a poner duros como pequeños diamantes.
Ella aun estaba medio sentada medio de rodillas junto al sofá, con una mano apretando su conejito por encima de la minifalda, señal inequívoca de su deseo insatisfecho y una turbia mirada de pasión en sus ojos.