Había dejado de llorar, y su respiración comenzó a hacerse más agitada aún de lo que ya estaba, alcancé a escuchar un leve gemido, que pronto aumentó de volumen, al tiempo que ella agarraba mi cabeza y la presionaba fuertemente contra su sexo.
De pronto, en una de las fuertes embestidas, sentí como mi piel y mi cabello se erizaban, como mi cuerpo sudoroso se convulsionaba, como mi coñito se humedecía aún más, como de mi boca salían gritos y gemidos de extremo placer y como un intenso orgasmo recorría mi interior, mientras mordía mis labios y arañaba el culo y la espalda de aquel hombre.
Estaba como un toro, se retorcía sobre mí y apoyando su cuerpo sobre el mío, me sostenía los brazos con su cuerpo y mientras me besaba el cuello, me lamía las orejas, me metía la lengua entre mis labios...
Mi Liria había sido pasiva espectadora. Aunque se notaba exaltada por nuestro acto. Cuando vio emerger de mi concha la leche, me chupó y lamió. Con sus dedos aceitó con el cremoso néctar su máquina para probar su vigor. Apenas en cuclillas sobre la pija probó su ardiente cabeza, cerró los párpados para que la sensación se hiciera más profunda. Cuando comenzaron a estirase los labios íntimos suspiró con deleite. Tendida yo observaba.
La sentí lista para mi paquete, así que baje la tapa de uno de los excusados y me senté, y le dije que ella viniera y se sentara sobre mí, ahí me dijo algo que llevo mi excitación al extremo, Diana, mi querida prima menor, era virgen, por lo que me pedía que la tratara bien.
Me vino a pedir trabajo. Ya nos conocíamos de antes. Habíamos trabajado juntos durante unos dos años aproximadamente. Ahora él estaba en el paro desde hacia unos cuatro meses y no encontraba quien lo contratara..
Mirándolo fija y coquetamente mientras sorbía un poco del trago que sostenía entre mis manos, crucé muy despacio mis piernas dejándolas algo levantadas y estiradas elegantemente una encima de otra en forma diagonal…
Soy adicto a la lencería erótica, llámese corseletes, portaligas, hilos dentales, brasieres, medias de seda, baby dolls, etc., adicción que desde el inicio de mi matrimonio encontró eco en mi esposa, ella es una hermosa mujer de 1,68 metros, 49 kilos de peso y con unos espectaculares 90-60-95, que resultan casi perfectos para cualquier clase de lencería.
En realidad no creo ser un tipo difícil.Simplemente soy un esclavo de mi trabajo y de mi tiempo y como no tengo margen de error, los retrasos debidos a otros me desquician.Máxime si se trata de la empresa de luz privatizada que me cobra la energía mas cara del mundo.
Sin aceptar la invitación volví a mi lecho matrimonial donde mi marido distendido descansaba de las tensiones que ayer lo volcaron a la realidad, mirando por la ventana abierta los recuerdos de la semana fueron pasando por mi mente
Sentada a su lado y entretenida en lo que estaba haciendo no me dí cuenta que mi bata estaba un poco abierta y con el movimiento dejaba ver gran parte de mis tetas. Como estaba desnuda debajo mire hacia mi cintura y ví que la abertura llegaba casi hasta mi sexo... aunque no se lo veía aún.
Después de pasar el vendaval, de la presentación de su novia. Rut y Mía se hicieron muy buenas amigas. Pero en el fondo Rut envidiaba a la futura esposa de su padre. Debido a el estrecho, laso de amistad que unió a las dos jóvenes. Rut decide ser ella quien organizará la despedida de soltera de Mía.
Y sin mas, empezó a pasar una rasuradora eléctrica por el pecho. Resultaba agradable, así que cerré los ojos y me relajé. La máquina avanzaba a buen ritmo, de modo que enseguida pasó a limpiar el vientre. Luego me pidió que levantara los brazos y se concentró en los sobacos. Antes de que me diera cuenta, ya estaba atacando el vello del pubis.
De pronto empecé a sentirme inundada por una riada de caliente semen que con la fuerza de un grifo empezó a golpearme en lo más profundo de mí, lo que disparó en mi interior el más brutal orgasmo que jamás había sentido y que seguro nunca sentiré.
Al darse vuelta para ubicar su ropa en el respaldo de la silla quedaban ante mí, deslumbrantes, sus nalgas redondas, firmes, no muy grandes aunque sí generosas entre las que se perdía la tirita de su tanga.
Para entonces empecé a sentir una gran cantidad de flujo sexual que salía de su cuerpo, llenando mi cara del producto de su excitación. Bebí con deleite los jugos de su cuerpo mientras percibía el afrodisíaco olor de su vagina.
Cuando acabo mi relato toco el pantalón de Cesar y me doy cuenta que esta mojado, no puedo negar que yo estoy también muy mojada, bajo de nuevo mi mano, pero esta vez voy hasta mi rajita, meto mi dedo, y lo saco totalmente húmedo, lo paso por los labios de cesar quien casi me lo arranca por su afán de saborear mis jugos
Me fijé en ella no sólo por su rostro agradable y su mirada anhelante, sino porque al cruzar las piernas comenzaba un movimiento de vaivén, frotando una pierna sobre otra con un ritmo que primero era lento pero iba acelerándose poco a poco.
Mi marido no había llegado todavía a casa y yo estaba ansiosa de un buen meneo, lo del trabajo me había puesto caliente a más no poder y necesitaba algo, me habían ascendido y era necesario celebrarlo como la ocasión merecía, así que me puse un caro traje de noche que había comprado meses antes para una convención y que sólo había tenido ocasión de utilizar aquella vez y llamé a un taxi.
Sentí como estaba a punto de correrme y mi cuerpo también empezó a vibrar y a temblar enormemente mientras sentía como mi polla se succionaba a un ritmo estrepitoso y derramaba a borbotones toda mi leche.
Desde que estábamos en ultimo año uno de los hobbies que más a menudo realizaba con mis amigas del colegio era ir a los bares a conseguir muchachos, así tuviera novios respectivamente, solo buscábamos una aventura y nunca pasábamos de un buen filtreo.
Me estire de espalda a el, buscando unos instantes de caricias, quería que su boca acariciara mi espalda, que sus dedos la recorrieran y no me fallo, sus manos sus labios, su pene recorrieron toda mi espalda, me obligaron a estremecerme una y otra vez, sus dedos acariciaban mi nuca, al final no pude mas y me gire, mirando al cielo que empezaba a recibir las primeras luces del día.
Su boca soltó la presa y quería atrapar el aire, llenar sus pulmones, sus lomos se estremecían, temblaban... se irguió sobre las manos. Una esfinge de cuerpo de leona y melena ardiente. Sus dedos se engarfiaban en las sábanas, su mandíbula vibraba de excitación.
Mientras me besaba me acariciaba el pelo y el cuello, luego comenzó a bajar muy lento hacia mi pecho, sus manos eran expertas haciendo círculos alrededor de mi pecho, acariciando sin acariciar, su boca comenzó a bajar hacia mi cuello susurrándome besos, su lengua iba dejando su rastro por donde pasaba, a medida que su boca se acercaba a mi pecho, sus manos bajaban suavemente hacia mi estomago.
Mis manos comenzaron a recorrer su cuerpo de arriba a abajo descubriendo sus curvas tan perfectas, la cogí por detrás apretándola de sus nalgas fuertemente, mientras le mordía con delicadeza su pequeña lenguecita viperina.
Sentada de nuevo en el sillón puedo ver como Caro, después de unos veinte minutos de tener a Marcos dentro suyo, en silencio y quietud, va separando su pubis para ir sacando el gigante de dentro suyo. Hay tanto semen y flujos cubriendo el sexo que ya no se ven rastros de la sangre de la desfloración.
Teresa, que así se llama mi sobrina, estaba sentada en la cama, recostada contra la cabecera, con una bata ligera y transparente que casi caía de su cuerpo. Con una mano se acariciaba los senos,que son realmente bien formados, y con la otra se acariciaba la rajita mientras suspiraba y se agitaba con evidentes muestras de excitación.
Los gritos desgarradores de la Etelvina se podían escuchar en todo el castillo, y el olor a carne quemada era insoportable, el fierro que se veía salir de la caldera ya estaba todo amarillo y así se perdía dentro del cuerpo blanco, que comenzaba a transparentar una línea morada reflejando el lugar donde se alojaba el hierro.
Tenía las piernas bastante separadas para no molestarle cada vez que tenía que coger una herramienta de la caja, por lo que me extraño muchísimo notar el intenso roce de su ruda mano en mis sensibles labios menores, mientras sacaba una gran llave inglesa; cuyo áspero mango, al salir, aun rozo más a fondo mi intimidad, deslizándose insidiosamente por la rosada abertura.
En ese instante su cara estaba llena de sudor, con los ojos hinchados como los de un polluelo que acaba de romper el cascarón, todo mojado, acalorado, con el cabello en el rostro como si hubiese sido depositada en la axila de un gigante; sus mejillas blancas estaban por lo tanto algo manchadas del maquillaje que no soportaba tanta humedad; su respiración tensa, difícil, caliente y teledirigida a mis fosas nasales y a los sensores que tengo en la lengua.
Le costó muy poco reaccionar con placer a mis caricias ya sus dedos que cada vez recorrían con más avidez sus labios, cuya creciente humedad me excitaba cada vez más, despertando mis ansias de lamer su vulva hasta llegar a su clítoris y así enloquecer al mío.
No había espuma de jabón. Me recibió con una sonrisa, como preguntando mi opinión, mientras impulsaba el elemento con su manos y brazos como intentando apartarla. El cuerpo sonrosado de ella sobresalía en el oscuro fondo, aunque se difundía en el fragor del movimiento del agua. La observé con curiosidad y ansiedad tratando de adivinar como era en todo su forma oculta.