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Madre consentidora I

Madre consentidora I

Desde aquel día en que entró al baño para llevarle a su hijo una toalla seca supo Teresa que había llegado el momento de hablar con su hijo.

Alberto había crecido y cambiado, estaba por entrar a la adolescencia y la mujer nunca se había puesto a pensar que su chiquillo cambiaría y a su pesar tendría que armarse de valor para hablarle a su hijo consentido de los cambios por venir.

En esa ocasión descubrió a su hijo bañándose, se sorprendió de los cambios ocurridos, el cuerpo del chiquillo estaba creciendo y llenándose de músculos, pero lo más sorprendente fue ver la entrepierna del chico, que ya lucía una incipiente mata de vellos y el miembro colgante ya no correspondía al de un niño, sino al de un joven en pleno despertar de su sexualidad.

De noche en su cuarto Tere se puso a meditar sobre su vida y sobre su hijo. Su repentina viudez la había dejado con un hijo de escasos 4 años de edad, desde entonces se hizo cargo del chiquillo ella sola y trato de compensar con cariño y sobreprotección la falta del padre, cosa que a Beto no le importó, pues siempre encontró en su madre a su más fiel e incondicional aliado, además de madre Teresa era su amiga.

Armándose de valor una tarde llamó a su hijo y en la sala y entre nerviosa y titubeante le dijo:

–“Oye Beto, quiero hablar contigo, sabes que siempre hemos sido además de madre e hijo, muy buenos amigos y nos tenemos confianza. Mira, no se como empezar, esto debería haberlo dicho tu padre, pero a falta de él pues, ni modo, tengo que hacerlo yo. Beto ya estás creciendo y por tanto vas a experimentar cambios que al principio pueden confundirte, y ante ello quiero prevenir que vayas a buscar información o consejos indebidos por otro lado, ya tienes doce años y tu cuerpo está cambiando, ¿ya te diste cuenta?, bueno, tal vez sientas ya ciertas cosas, o pienses cosas que antes no eran importantes, ¿Cómo las chicas, me entiendes?, bueno, además está la cuestión del sexo, tal vez eso te inquiete…, quieres preguntar algo?

–“Pues…, no mami, dime tú que me pasará?…

–“Hay cariño, pues te estás convirtiendo en un hombrecito, un jovencito muy guapo, te van a empezar a gustar las chicas, eso es normal, ¿entiendes?, ver a las mujeres o a jóvenes de tu edad va a despertar en ti sensaciones que antes no tenías, dime te ha pasado algo al respecto?…

–“Pues, no se mami, pero a veces me da por verles las piernas a las chicas por la calle y siento cosas…, raras, algo como que me pone nervioso, y…, bueno…, como que…, como que siento calor…, además a veces…, me da pena mamita…

–“No papito, no sientas pena, por eso quiero hablar contigo, para que me cuentes todo lo que te pase, yo tal vez pueda ayudarte a entender todo eso, mira eso que sientes es excitación, eso es normal…, a todos nos pasa, a hombres y mujeres, también las chicas sienten curiosidad por los chicos y se ponen nerviosas, dime, se te pone durito el pollito?…

–“Ay mami, pues…, a veces, perdona…

–“No chiquito!, eso es normal entiende, a ver dime, cuando se te pone durita la cosita te acaricias?…

–“No, creo que no, aunque a veces siento bonito, pero tengo miedo…

–“No debes tener miedo de tu propio cuerpo, no es malo que a veces te acaricies, pero procura no hacerlo muy seguido, procura pensar en otras cosas, o bien invertir tu tiempo en otras actividades, haz ejercicio, estudia, y por supuesto conoce chicas, tal vez dentro de pronto tengas novia…, dime te gusta alguien en particular?…

–“Pues no madre, casi no tengo amigos y menos amigas…

–“Bueno pues no te preocupes, dentro de pronto tendrás admiradoras por montones, pero todo a su tiempo chiquito lindo, mira cuando tengas dudas o quieras saber algo, no dudes en preguntarme, entiendes?, bueno ya vete a dormir.

Cuando su hijo se fue a su cuarto Tere respiró aliviada, “uff…, al menos creo que no lo hice tan mal”, pensó ya en su cuarto y tratando de alejar esas preocupaciones se apresuró a meterse bajo las sábanas, pero el sueño tardó en llegar.

Sin querer vinieron a su mente imágenes lejanas de sus primeros años como mujer casada, “éramos insaciables”, pensó de aquellos tiempos en que disfrutó de la dicha conyugal en compañía de su esposo, cerró sus ojos y casi sin darse cuenta una de sus manos recorrió su pecho, sopesó cada uno de sus sesos, llenos, redondos, con esas aureolas grandes coronadas por sensibles pezones que al contacto de sus dedos se erigieron, duros, su mano bajo a su vientre plano, sólo ligueramente combado, ahí chocó con el elástico de su pantaleta y sus deditos pasaron la barrera para de inmediato meterse en la pelambrera de su pubis, “ya los tengo muy grandes –se dijo— hace tiempo que no me depilo”, agregó. Su mano jugó momentáneamente con la maraña de pelos hasta llegar a su gorda chocha, la conocía bien, los labios externos gruesos, gordos, pegados entre sí, la raja apenas se adivinaba, pero presionando sobre ella, sabía Teresa que la rajita se abría, eso hizo con un dedo, recorrió la rajada y la sintió larga, profunda, cálida.

Un apagado murmullo escapó de sus labios cuando sus dedos abrían esos otros labios, los internos, delgados, suaves, que al extenderlos se le salían de la pepa –lo sabía–, sus piernas se fueron abriendo y de pronto se descubrió acariciándose, recorriendo con dedos ansiosos su intimidad, ora arriba donde ya el clítoris reclamaba la caricia, ora abajo donde la pequeña abertura de la vagina rezumaba ya jugos viscosos, ahí dejó uno de sus dedos, quieto, apenas la primera falange se insinuaba en la vagina, en eso un pensamiento la asaltó, “hace cuánto…, hace cuánto que no me cogen, hace cuánto que una verga no me penetra…”, no se pudo contestar, pues las deliciosas sensaciones embotaron su mente, el dedo en la vagina dejó su sitió y bajó más, hasta el apretado conjunto de pliegues, el dedito fue y vino, del culo a la raja, de la raja al culo, despacio, lentamente, la excitación se posesionaba de ella, se ayudó de la otra mano, la pasó por atrás de su cuerpo, por las nalgas, entre ellas, hasta encontrar el agujero de su culo, ahora contagiado de los jugos que el otro dedo había dejado ahí, puso ahí un dedo y le hizo círculos a su hoyito, en tanto que la otra mano ya era tragada por la raja abierta, muy abierta.

Primero fue un dedo que lentamente penetró su vagina, se sentía caliente, ardiendo y chorreando líquidos, luego fue insuficiente y dos dedos jugaban dentro de su pepa, ya para entonces el dedo del culo había hecho su entrada triunfal, los pliegues se apretaban alrededor del dedo sumergido hasta la segunda falange, lo dejó ahí dentro de ella, moviéndolo apenas, en tanto que los otros dedos ya danzaban dentro de su vagina arrancándole gemidos involuntarios de placer, los “ahhh, aahhh, hummm” fueron creciendo, hasta que de pronto todo su cuerpo era presa de un orgasmo, la pucha le palpitaba y en la cresta del placer un inesperado chorro de jugos escapó de su pucha, se estaba viniendo, los dedos aceleraron sus juegos, entraban y salían con furia de la gruta abierta, exageradamente abierta, hinchada, crecida.

Las oleadas de placer fueron disminuyendo, Teresa se sentía ahora invadida de una placentera sensación de saciedad, se sentía contenta, plena, satisfecha, sacó los embarrados dedos de su vagina, los llevó a su boca y la lengua golosa lamió los restos de su venida, todo su cuarto apestaba a sexo, “ufff, ahora me tengo que bañar”, se dijo, le daba flojera, pero se levantó del lecho y con pasitos se acercó al baño.

Ya bajo la regadera pensó en lo que acababa de hacer “soy una loca, ya no estoy para estas cosas, me debo a mi niño, a mi chiquito”, en ese momento vino a su mente la escena descubierta aquella tarde, recreó a su hijo bajo la regadera, con su cuerpo desnudo, chorreando agua, hermoso, mojado, con su entrepierna cubierta de pelusa y el miembro, ya no de niño, sino ya casi como el de un hombre, “se parecerá a su padre, tiene un miembro grande y grueso”, suspiró.

Días después, mientras la mujer se atareaba haciendo la comida, descubrió a su hijo pensativo, “qué tienes chiquito”, qué te pasa?”, le dijo.

–“Nada es ma…, oye…, tu me dijiste que me ibas a explicar algunas cosas que no entendiera…

–“Si claro, dime qué te pasa?

–“Me da pena mami, pero hoy en la escuela la maestra nos habló de la masturbación, pero no entendí…, qué es eso mami?…

Teresa sintió que la respiración se le iba, contuvo el aliento, pero no tuvo más remedio que buscar de inmediato una respuesta, se sentó junto a su hijo y trató de explicarle:

–“Mira, masturbarse consiste, más o menos, en acariciarse el sexo hijito, los chicos cuando se siente excitados se acarician el miembro con la mano, hasta que…, hasta que…, bueno, terminan, eyaculan…

–“Eyaculan?, qué es eso?…

–“Bueno, es que, verás, el acto sexual culmina con la eyaculación, es algo placentero, que hace que los hombres expulsen un líquido por el pollito, les sale el semen, eso ya te lo dijeron no?”, dijo Teresa sintiéndose cada vez más sofocada.

–“Más o menos, pero mami…, cómo es eso?, si los chamacos no lo hacen con una mujer, cómo es eso de que les sale el semen, para eso es la masturbación?

–“Pues si chiquito, más o menos, es una forma de sentir placer si no se tiene con quien hacer el sexo, si un hombre no tiene pareja con quien hacer el amor, lo normal es la masturbación, dime, tú no lo haces?…, no haz…, eyaculado?

–“Noooo mami, no se…, a veces se me pone duro el pajarito, me lo tocó, siento bonito, pero no se que es eso de eyacular…, además…, ay má…

–“¿Qué?, dime que te pasa papito…, anda dime…

–“Es que a veces me duele ahí…

–“¿Dónde chiquito?, ¿dónde te duele”, no tengas pena…, debes decirme todo…

–“Pues me duelen los…, los…, cómo se llaman, los tes…

–“Los testículos, los huevitos…, ¿te duelen…?, ¿cómo?

–“Si mami, sólo a veces, durante el día, siento cosas, me los toco y me duelen, por qué mami?

–“Ay no se chiquito, deberíamos ver a un médico, pero no te preocupes, son cosas de la adolescencia, recuerda que estás creciendo…, aunque lo mejor será…, no se si deba, pero lo mejor será que te revise la cosita, por la noche te doy una checadita, si es algo anormal lo que te pasa, iremos al doctor, aceptas?”

–“Pues si tu lo dices…, oye má y las mujeres también eyaculan, les sale semen?

–“No papito, las mujeres no funcionan así, ambos, hombres y mujeres cuando terminan el acto sexual, sienten un orgasmo, que es un conjunto de sensaciones de placer, en los hombres culmina con la eyaculación, en las mujeres sienten muy bonito, a veces se mojan, su sexo se moja mucho, pero no es semen lo que expulsan.

–“Ahhh, y…, si las chicas o mujeres no tienen pareja, no están casadas, también se masturban…

–“Bueno…, yo creo que si, las chicas a veces también se acarician el sexo…, es algo normal, ya te dije…”, dijo Tere presintiendo la siguiente pregunta.

–“Y…, dime mami, tú…, tú lo haces, te masturbas…

–“Ay hijo…, no hagas esas preguntas, ya soy una mujer madura, grande, tú sabes que desde que murió tu padre vivo sólo para ti, yo no pienso en esas cosas…, bueno ya, no preguntes, vete a lavar que vamos a comer.

Cuando el hijo salió de la cocina la mujer se sintió liberada, suspiró profundo meneando la cabeza “lo que tengo que hacer…, si no te hubieras muerto…”, se dijo pensando en su difunto marido.

Por la noche la mujer le daba vueltas al asunto, le había dicho a su hijo que revisaría su sexo, “eso me pasa por bocona”, se dijo. Ya Beto estaba en su cuarto, ella no se decidía a cumplir con su palabra y cuando finalmente se dirigió a la recámara de su hijo sintió que las piernas le temblaban.

Lo encontró ya en su cama leyendo una revista de deportes, fue hasta su lecho y se sentó a su lado:

–“Bueno chiquito…, a ver déjame ver…”, de dijo.

Quito las sábanas con su mano y luego ayudó a su hijo a despojarse de la truza, su mirada ansiosa descubrió el sexo de su hijo, flácido, retraído, con esa pelucita incipiente, precursora de los vellos que no tardarían en llegar. Beto abrió las piernas y al fin ella se atrevió a preguntar:

–“Y bueno, a ver chiquito, dime dónde te duele?…

–“Abajo, ahí en las bolitas…

La mujer bajó un poco su cara, para ver mejor, se ayudó con su mano y sus dedos sintieron aquella piel suave, delicada, el pollito de su hijo, de su querido hijo, el prepucio cubriendo el glande.

Con delicadeza, apenas tocando con los dedos lo hizo a un lado, buscó la bolsa de los huevos, un liguero estremecimiento la pilló cuando sus dedos tocaron la piel suave de la bolsa que guardaba los testículos, tocó uno, luego el otro, no encontró nada anormal, pero en eso sus ojos percibieron un ligero cambio en la verga del chico, le estaba creciendo!, el miembro empezaba a endurecerse, no pudo evitar volver a tocar esa cosa, sus dedos lo recorrieron haciendo que el tronco adquiriera mayor tamaño, lo sintió duro, erecto.

Incapaz de contenerse la mujer recorrió el tronco duro con sus dedos, arriba y abajo, sus dedos formaron un anillo alrededor de la verga y presionando descubrió el glande, ahora mojado, despidiendo ese rico aroma del sexo, sus labios apenas se abrieron para decir:

–“Te estás excitando chiquito, es indebido lo que hago, sabes?…

–“Sigue mami, me gusta, estoy sintiendo rico, eso es masturbarse?

–“Si mi niño, te voy a enseñar poquito, nomás tantito, luego lo harás tu solo”.

Ahora la mujer aferraba la verga erecta con toda su mano, maravillado miraba el enorme tronco en que se había convertido el pajarito de si chiquillo, con suavidad recorría el tronco desde la cabeza hasta la base, subiendo y bajando con lentitud, con suavidad, contagiándose involuntariamente de la excitación que ahora embargaba a su chiquito, siguió frotando, acariciando.

Vio la plácida expresión del rostro de Beto que ahora mantenía cerrados los ojos y con ambas manos se agarraba de las sábanas, moviendo involuntariamente su vientre, como yendo al encuentro de las caricias de su madre, “mi chiquito, mi adorado niño, anda papito, goza, anda chiquito lindo, termina, tu mami te sacará la lechita, anda, anda, mi niñito”, pensaba la mujer, mientras su mano se volvía más activa, subiendo y bajando, dejando la roja cabeza de la verga al descubierto, agitó la mano, fuerte, como tratando de acelerar la eyaculación, que no tardó mucho, de repente el cuerpo de su hijo se convulsionó, la verga palpitó en su mano y un fuerte chorro salió del glande, el semen chocó contra su pecho, manchando su blusa gris, siguió frotando fuerte, rápido, otro chorro, otro más, más y más leche escapaba de la palpitante verga, mientras que Beto gemía entrecortadamente.

Cuando la ahora flácida verga dejó de eyacular y la mano de la mujer estaba empapada de semen, Teresa suspiró tranquila, se levantó de la cama y fue al baño a buscar una toalla, ya con ella en la mano limpió el vientre lechoso de su hijo e hizo lo mismo con su mano, su blusa manchada de semen todavía lucía la húmeda lechada.

Las miradas se cruzaron apenadas, ella se animó a hablar: “mira Beto, eso que hice es la masturbación, no debí hacerlo, son cosas que tú debes descubrir, pero fue bueno que eyacularas, a lo mejor eso era lo que te producía dolores en los huevitos, mira, cuando te sientas excitado, te lo haces, pero procura tener cierto control y no abuses de la masturbación eh?, no quiero que se convierta en un vicio para ti…

–“Gracias mami, pero sabes?, me gustó mucho cómo lo hiciste, sentí muy rico mamacita…, te pido algo mami?”

–“Lo que quieras chiquito, ya sabes…

–“Es que…, me gustaría que…, cuando me entren ganas…, fueras tú quien…

–“¡No hijo!, no es correcto…

–“Es que…

–“Calla papito, ya duérmete, a lo mejor…, no se…, algún día, pero no es correcto, entiende!”

–“¿Por qué?, ¿por qué mami?…

–“Ya duérmete mi niño, otro día hablamos…

Esa noche Teresa casi no pudo dormir, su sueño fue interrumpido varias veces por aquellos deseos que ella creía ya reprimidos y confinados al fondo de su mente.

Continúa la serie Madre consentidora II >>

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