Mi cumpleaños
Mi esposo, el Duque de M, es un poderoso y rico terrateniente. Vivimos, junto con mis dos hijas y sus esposos, en un gran palacio rodeado de vastas extensiones de jardines y bosques.
Nuestra riqueza, que se amplía progresivamente con los ingresos que aportan los numerosos negocios en que invierte mi marido y que gestionan personas muy capacitadas, nos permite una vida de lujo y placeres, en los que ocupa un lugar preeminente el sexo.
Tanto mi esposo como yo somos muy liberales en la materia, aunque más apropiado sería decir pervertidos.
Mis hijas y sus cónyuges no nos van a la zaga.
De hecho conocí al Duque cuando solicitó una prostituta joven en el burdel donde yo trabajaba y me enviaron a mi, con 14 años.
Le hice un servicio tan satisfactorio que me alquiló repetidas veces, hasta que se enamoró y se casó conmigo.
Ayer fue mi 50 cumpleaños y mi marido y mis hijas me hicieron un magnífico regalo.
Después de felicitarme, mi marido me dijo que me quedase en nuestras dependencias mientras la familia preparaba el regalo sorpresa que me iban a entregar.
A eso de las doce de la mañana mi marido subió a buscarme, me pidió que me desnudase, me repasó el depilado del pubis, me inyecto un enema para limpiar mis intestinos y me colocó los anillos que suelo llevar en los pezones y el clítoris durante nuestras sesiones de sexo, por lo supuse que por ahí iba el regalo y comenzó a humedecérseme la entrepierna.
Después me condujo al parque desnuda, sin más que unas medias con liguero y con los ojos vendados.
Cuando me hizo parar y me despojó de la venda me encontré delante de una extensa alfombra de plástico donde se encontraban, también totalmente desnudas, mis dos hijas a cuatro patas.
Tras cada una de ellas se encontraban un veintena de hombres desnudos.
Mi esposo me explicó:
Como te gusta tanto el semen hemos pensado que un banquete de él sería un buen regalo para ti.
Estos cuarenta hombres que he reclutado, todos acreditadamente sanos, follarán a las chicas por el agujero que deseen, pero no se vaciarán dentro de ellas.
Cuando estén a punto del orgasmo se acercarán a ti y se derramarán en tu boca. Así podrás beber el semen de 40 sementales.
Después podrás follar con todos los que tu quieras.
Solo de oír aquello casi me da un orgasmo y mi abultada y gran chocha comenzó a derramar caldo que se escurría entre mis piernas.
Para aumentar el morbo, mi marido me colocó en la boca un mecanismo metálico que la mantenía abierta permanentemente y me insertó unas bolas chinas en el coño y un tapón anal en su adecuado lugar, impidiendo su retirada mediante un cinturón de castidad.
– «Para que no te rindas antes de tragarte el semen de todos y para que nadie te folle antes de tiempo, porque sé que vas a pedirlo enseguida». Me dijo.
Pese a mi edad tengo un cuerpo espléndido, producto de mi regalada vida que me permite cuidarlo continuamente, y me sentía orgullosa de exhibirlo ante aquel tropel de sementales que me miraban lujuriosamente.
Mis hijas, por su parte colaboraban en excitarlos contoneando sus culos y abriendo sus agujeros con los dedos. Casi todos ellos estaban con la herramienta en ristre.
Me puse de rodillas para facilitar las tareas de vertido de semen en mi boca y, mientras mi marido y mis yernos filmaban todas las escenas, los sementales empezaron a follar a mis hijas.
Al principio las tomaban de uno en uno, fuera por el coño o el culo, pero pronto comenzaron las penetraciones múltiples.
Tan pronto uno de ellos se aproximaba al orgasmo corría hacia mi y metiendo su polla en mi abierta boca se vaciaba dentro.
Cuando comenzaron las penetraciones múltiples de mis hijas y se aceleró la secuencia de hombres a punto de corrida, se comenzaron a atropellar varios a mi alrededor y en sus forcejeos por tomar turno para meter su manguera en mi boca, se vaciaban en mi cara, así que tenía que recogerlo con los dedos y metérmelo dentro para no desperdiciar una sola gota de aquella poción que tanto me gustaba.
Yo intenté introducir durante un rato mi dedo por entre el cinturón de castidad para acariciar mi clítoris sin ningún éxito, así que me conformé con tirar hacia arriba del cinturón para que presionase mis partes.
Cuando los cuarenta dejaron su semen en mi estómago, mi marido me quitó los accesorios de castidad y me dio permiso para follar.
Entre aquella mañana y tarde, con algunos descansos para tomar un refrigerio en la larga mesa dispuesta al efecto, recibí, y lo aseguro, porque las conté, 52 penetraciones, ya que algunos de los sementales repitieron varias veces conmigo o con las chicas.
Mi marido y mis yernos se dedicaron a las filmaciones con algún polvete para descargar la libido a las criadas que servían los refrigerios.
Tuve 70 orgasmos y podéis imaginar por qué hoy estoy escribiendo en la cama toda destrozada.
La orgía tuvo como colofón las copiosas meadas que mis hijas y yo, puestas juntas sobre el césped, recibimos donde cada uno tuvo el capricho.
Uno de mis yernos, que es muy hábil, consiguió metérmela fláccida en el culo y orinarse dentro.
Mi marido me ha prometido que la semana que viene, cuando esté recuperada, me va a llevar a dar un paseo a caballo con un chico negro que ha contratado y que dice tener una enorme polla.
En el ambiente romántico del bosque, el negro me sodomizará mientras yo le mamo la verga al caballo hasta que me riegue la cara y mi marido filmará todo.
En casa veremos la película toda la familia en la gran cama de orgías y pasaremos un agradable rato como siempre.
Otro día les contaré cosas de mis hijas, que son casi más putas que yo.
Bueno, para ser exacta, la mayor ejerce de prostituta por vocación, con permiso expreso de su marido.