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Fiebre

Fiebre

Sus veintidós años, reflejados en su cuerpo, con senos más grandes que los de hace dos años, su mirada al ver su andar sensual indicaban que las ganas de avanzar sin contemplar diferencias de edad, por las curvas de esa hermosa mujer, decían a gritos que la relación no había sido por amor, sus ojos de hombre que gusta de las mujeres, era una conjunción para una aventura, los ojos de María Eugenia algo tristes se fijaron en los suyos, ella sabía que aceptar su invitación podría terminar en el mismo lugar (el motel de la ciudad vecina) como la última vez, recordando esa tarde como esa persona que podría ser su padre la penetro e inicio en un “romance” de semanas, aprendiendo poses, caricias y deseos de ser puta, como ninguno de sus varios amantes, sonrío le devolvió el saludo, acto que produjo un pedido de espera de Antonio, la invitación fue automática, ella controlo los horarios y la invitación a llevarla termino en el lugar imaginado, el pedido de ella de rapidez, se contradecía las salidas de hace tiempo, al acariciarle los senos y chupárselos, la razón fue evidente, la leche materna broto , mientras recibía el semen, ella lloraba, no de alegría o goce, creo que de sentir a su hijo en la leche ahora en los labios de su veterano amante.

En pareja desde antes del nacimiento del hijo, no podía desconocer sus ganas de sexo, infidelidades aún en el embarazo, recordó a su primo, que habiendo sido el primero fue el puntapié inicial para afirmar su actuar de puta, imaginando situaciones complejas, siempre con el ingrediente de entrega de su cuerpo, cumpliendo en esta oportunidad en darle de mamar a un amante, en calmando por momentos, las ganas de una adicta producidas por su sangre de caliente hembra, la ebullición de su sangre, el trabajo en horas continuas de su pareja en esa semana por la tarde, permitieron dejar paso a su segunda idea sobre el hijo, su amante, sus senos, sus ganas de ser penetrada.

A dos horas de la entrada del trabajo del padre de la criatura, se encontró con el renovado amante maduro , que ha su pedido se acerco al domicilio para con sorpresa recibir en el asiento posterior del amplio vehículo al bebe, el viaje al motel, en brazos de su madre prendido a esos pechos, dejó suficientemente tranquila a la criatura, por lo menos para una hora larga de sexo como en los viejos tiempos, literalmente sentada con la penetración vaginal frente al moisés de su hijo saltaba en enloquecedor entre y saca sobre ese falo, que el amante proveía, su vagina llena de flujos, chorreaba líquidos hasta acabar, no sin antes contestar con un chorro de leche materna sobre el espejo que recibía la imagen del niño y el liquido blanco al ser apretada sus tetas por su amante.

Siguió Antonio de chupando esas tetas mientras penetraba con facilidad frontalmente la a la veterana vagina abierta por puta , por madre y enloquecida de sexo como a los veinte, tomo el firme falo en su boca entregando su mamada, chupando con deseos internos a flor del epitelio bucal, su mano diestra pajeaba hasta que logro sacar el semen que trago y limpio con amor de puta al goce.

Ya exhausta y satisfecho con una sesión inolvidable el broche lo dio el niño que despertó , quizás no por los ruidos, quizás por el hambre de mamar de esa teta de su puta madre.

La semana empezada con un simple saludo a un viejo amante , reinicio en ella todas esas ganas, no comprendía el porque de esa realidad , de la calentura en su vagina, cada vez se acrecentaban sus ganas, la visita al ginecólogo no dio mayor respuesta, era su cuerpo joven presa de “fiebre vaginal” o “ganas de ser puta”, sus pensamientos no pasaban en preguntárselo, lo hacían en las ganas de entregarse a ese u otro cuerpo, el marido no comprendía esa efusividad que había ganado la relación por las mañanas, tampoco imaginaba la vida de su señora por las tardes.

Ese fin de semana planifico sus escapadas, siempre con su hijo de testigo, la quinta de Antonio, parecía desierta, ella contenta de no ir a un motel, dio rienda suelta a su exhibicionismo, que se perturbo ante la presencia de tres adolescentes, de unos diecisiete años, el hijo de Antonio (igual a el) fue el que inicio el primer contacto, los pocos prejuicios cedieron a su “fiebre”, olvidando a su hijo recién amamantado, inicio sobre ese falo una penetración frontal, mientras las caricias de los otros dos en sus senos y nalgas la ponían en éxtasis, a los pocos minutos mamando esa pija bastante grande era enculada llegando por último a ser penetrada anal y vaginalmente mientras mamaba la barra que sobre los hombros del único joven reconocido.

Las acabadas de todos, terminaron instantes antes de escucharse la voz de Antonio, pidiendo con el crío en brazos a su puta madre.

!Dale leche! Flor de puta.

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