Se diría que alrededor de ella la oscuridad late. No ve más allá de las puntas de sus dedos si estira totalmente los brazos.
Esta mañana, cuando desperté sola sobre mi cama, tu olor aún permanecía en ella y sin abrir los ojos, aspiré profundamente tu aroma. Al estirar mis brazos para aferrarme a la almohada, noté que había algo sobre ella, una nota.
Una espesa nube de niebla artificial nubla mi visión, de pronto todo es oscuro, mis manos se apoyan en las paredes de aquel estrecho lugar, creo pensar que es un pasillo, mis pasos son dudosos, recelosos del abismo, pero continúo andando, a lo lejos se oyen voces, que no logro a reconocer, música, risas, algo que comienza a ser agobiante, y que en otra situación hubiera sido divertido y prometedor.
Como convencí a una chica de 23 años que tuviera relaciones conmigo de 31 años.
Una partida de sex poker muy especial con un grupo de amigos.
Todo empezó en el colegio, era un día jueves 31 de octubre cuando nuestra profesora de matemáticas nos informa que se iba a realizar una fiesta mañana en la noche, celebrando Halloween y que todos teníamos que venir disfrazados mas encima no podía entrar nadie excepto del colegio, mis compañeros se contentaron mucho con esta noticia, yo no le preste mayor importancia por que desde un principio no pensaba venir.
Al observarla se sintió impresionado por su belleza. Ella se inclinó para recoger agua con las manos y mojarse el cuerpo, Aquel gesto acentuó la redonda plenitud de sus caderas y mostró la pile más pálida del interior del muslo, esta visión provocó en él una oleada de calor y deseo y comenzó a pensar en algo más que en la posibilidad de un baño.
Una noche mandándonos SMS subidos de tono me comentó que le gustaría hacerlo en un sitio distinto, que había soñado en la universidad en la misma aula donde yo voy, (ella no estudia) le dije que precisamente en el aula era muy difícil pero que ya tenia pensado un sitio discreto.
Tras seis años de noviazgo me quede embarazada de nuestro único hijo Oscar, que en la actualidad tiene dieciséis años, y al año siguiente me casé, es decir, que si las cuentas no me fallan, conozco a mi marido desde hace veintidós años: Siete de novios y quince de matrimonio.
El domingo siguiente se casaba una vieja amiga de la infancia, y ese sábado por la noche celebraba su despedida de soltera en un local de la ciudad. A tal evento había invitado a sus cuatro mejores amigas que ya estaban todas casadas, entre las que evidentemente me encontraba yo.
Mi pareja (a la que llamaré Luisa) y yo nunca hemos disfrutado de una vida sexual activa, por lo que frecuentemente había malas caras por mi parte, pues estaba harto de tener pareja estable y no parar de pajearme para satisfacerme.
Hubo otro fogonazo de luz y la bestia se convirtió en una joven pelirroja (teñida) bastante guapa, de unos 24 años y sobre todo con un cuerpo espectacular.
La lujuria que despierta en mí ver tu cuerpo. Para vos, mujer que lees que estas líneas.
Tu manera de susurrarme, la profundidad de tu voz, su timbre, tan sugerente, tan cálida y sensual, tremendamente varonil, tanto que hasta leyéndome el más inocente de los cuentos tu voz conseguiría excitarme.
La mujer de cabello corto caminaba con pasos cortos y rápidos por el pasadizo, fumando nerviosamente aunque no estuviese permitido en aquella santa casa, escasamente rondaba los treinta y escondía sus ojos azules detrás de unas gafas oscuras de moderno diseño.
Todo empezó con la llamada de Sara el sábado por la tarde, me dijo que hacía mucho que no quedábamos todos y que ella que era su cumpleaños le hacía ilusión que nos viéramos por los viejos tiempos.
Las estrellas se estremecían y temblaban al ver puntiaguda cola, su rostro sin cara, el fuego de sus ojos. Y bajo sus pies miles de seres continuaban sufriendo, sudando y soñando como cada día. Respiraba un aliento de fuego helado que no era aliento.
Ella se llamaba Patricia, y tenia la misma edad que yo, 16 años, media 1,68 era morena pelo largo, delgada con un culito guapísimo y una cadera que té hacia perder los papeles y dos pechos bien formados.
Hacía poco que lo nuestro se había terminado y ella siempre que nos veíamos me decía que me deseaba y que sería suyo...
Desde los primero años de mi adolescencia siempre me ha gustado mucho masturbarme, lo he hecho de muchas maneras y en muchos lugares diferentes, esto no es nada del otro mundo pero la anécdota que les voy a contar a continuación, ocurrió en uno de mis lugares favoritos para masturbarme: el baño.