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Buenas hermanas

Buenas hermanas

CAPITULO 1

Llegó a clases un día temprano, lo que es raro porque antes solía llegar tarde aunque siempre parecía que era a propósito, para no estar tanto tiempo metida en la sección con los profesores sobre todo en este turno tan pesado que es la noche. Andaba perdida pues se le olvido que nos mudamos al edificio nuevo en el segundo piso; por suerte yo también llegué temprano, debido a que mi hermano tenía que dar clases igualmente temprano y me apuró para que no me quedara. La llamé – “¡María! ¿Dónde vas?” – y me contestó con una sonrisa.

Tenía tiempo de no verle, después que tuvo a su bebe y le dieron 40 días de reposo además, las pocas veces que fuimos a visitarla con los amigos estaba en fachas, dando de mamar o echada en la cama.

“¿Dónde vas? ¿Acaso se te olvido que ya nos quitaron de ese edificio y estamos en el otro?” “Pues sí, se me olvidó. Al nuevo, ¿no?”

Luego subimos al aula, como no había nadie ni si quiera la profesora, te dije que nos saliéramos un rato. Enrumbaste al tercer piso, y noté que llevabas una falda café corta y volada y una camiseta pegada de color negro, llevabas el pelo suelto y te colgaban unas peinetas de mariposa al frente; llevabas zapatos bajos negros sin calcetines ni medias. No pude evitar notar que cuando subías se te levantó la falda y note algo extraño: no llevabas short; qué extraño realmente pues siempre que usas falda te pones un short o una lycra.

“¿Qué hay interesante arriba? – Preguntaste – “No hay aulas ocupadas, pero hay dos como balcones a cada lado del pasillo. Muy buena la vista, pero es mejor de noche pues se ven las luces del centro”.

Todavía estaba claro pero aún así subimos. Nos arrimamos al balcón izquierdo, que esta más alejado de la escalera. Me dijiste:

“No traigo brassiere, y me están chorreando las tetas.” “Qué rico, dame a probar, pero a pico de botella.”

Sólo te pusiste a reír y te diste vuelta mirando a la calle. Me acerqué por detrás y te tomé de la cintura, lo cual nunca me había atrevido a hacer. Y vos sólo levantaste tu brazo derecho y me acariciaste la parte de atrás de la cabeza, arrime entonces mi barbilla sobre tu hombro. Así nos quedamos por un rato sin hablar viendo a la calle. Yo no estaba pensando nada, tenía la mente como en blanco, lo cual es raro ya que siempre estoy pensando, cualquier babosada pero siempre tengo ocupada la mente, creo que por eso no hablo mucho.

Luego, como que despertó mi cerebro y pregunté: – “No ha llegado Mario ¿verdad?” y me contestaste de inmediato: – “No va a venir, lo mandaron junto con Juan a las regiones de parte del trabajo; va a estar una semana allá. Con viáticos y todo” -“Qué bueno, al menos no va a perecer por hambre” – Dije.

Ya había pasado un buen rato y estaba oscuro, no sé por qué se me ocurrió apartarte el cabello de la nuca, y vos volteaste la cara un poco, como queriendo dejar descubierto el cuello completamente. No sé qué era lo que estaba pensando en realidad, pero te empecé a besar el cuello. Vos te volteaste y me besaste en la boca. Yo estaba casi petrificado; no sé si era el viento que soplaba o el miedo que sentía, pero me sentía helado. Vos me dijiste

-“Yo quería que sucediera, no te preocupes” – “OK, dale pues” – Te contesté. Nos seguimos besando. Te pasé la mano por la pierna y te la levanté para que la enrollaras en mi cintura. Te levanté y te llevé para adentro, al cuarto que tiene salida al pasillo, y una vez allí te quité la camiseta, sola te soltaste la falda y te vi allí parada, en calzón sólo eso y tus zapatos, con esas tetas negras, grandes y brillantes por la leche. Usabas un calzón claro, color crema o amarillo suave, tenía dibujos que no sé si parecían flores u osos. Te agarré las tetas y las acaricié suavemente, te apreté un poco los pezones y luego acerqué mi boca a ellos, los besé apenas rozándolos con mis labios. Luego los metí en mi boca y chupé; estaban llenos de leche, olían raro y sabían como dulcetes, debió haber sido por la leche que se te estaba saliendo. Pasé mi lengua alrededor de tus pezones, pareció gustarte porque oí un pequeño gemido. Luego volví a besarte en la boca. Te apartaste y me soltaste la faja. Yo vestía jeans negros, zapatillas negras y una camiseta ploma por fuera. Me quitaste la camiseta, luego me quité los zapatos y me bajé el pantalón. Andaba un calzoncillo azul oscuro, de esos que se ajustan al cuerpo. Estaba tan duro como una piedra. Pusiste tu mano sobre mi polla e hiciste movimientos con la mano, sobre el calzoncillo siempre. Luego los quitaste y acercaste tu boca a la cabeza de mi polla, me echaste tu aliento sobre ella y luego le diste un lengüetazo, tal y como le harías a un cono de helado. La tomaste con la mano derecha y la metiste en tu boca, húmeda de saliva y me diste una mamada que nunca podré olvidar. Tu enrollabas la lengua, me la sacudías con la mano, la dejabas pasar casi hasta el tope en tu garganta, me lamías los huevos. Fue una mamada espectacular.

Luego me dijiste -“Es suficiente, no quiero que me caiga en la boca, quiero sentirlo dentro de mí.” Acomode mi camiseta en el suelo y la junte con tu falda para hacer una especie de colchón. Te eché sobre ella, con las rodillas dobladas sobre el pecho, pero las piernas abiertas. Me arrodillé y empecé a besar la parte interna de tus piernas, casi llegado a la parte que ambos queríamos. Luego pasé mi mano sobre los pelos de tu mico, te retorciste pues ya lo esperabas hacia tiempo, luego acerqué mi lengua y la rocé sobre tu raja, despacio y moviéndola levemente de lado a lado. Me humedecí los dedos índice y medio en la boca y te abrí la vulva. Se dejó ver ese pequeño clítoris, húmedo a más no poder. Con mis labios le di un beso, tal y como te lo daría en la boca volviendo a ver tu cara para conocer tu reacción. Luego introduje dos dedos de mi mano derecha en tu vagina, moviéndolos arriba, abajo, a la izquierda y a la derecha. Noté cómo te estremecías, pusiste tus manos sobre mi cabeza como pidiendo que no parara, y así fue. No me detuve lamiendo tu raja y tu clítoris al mismo tiempo que metía y sacaba mis dedos. Estabas tan mojada y excitada que pude tomar los dedos e introducirlos en tu culo. En la posición en que me encontraba fue fácil, tanto que intente meter el segundo y tercero, a lo cual sólo respondiste con un resoplido y un gemido de placer. Con la otra mano libre, pude acariciar tu clítoris, hasta conseguir que te liberaras y obtuvieras un orgasmo gigantesco.

Empezaste a pedirme que te la metiera, a lo que accedí rápidamente. Pero esta vez vos ibas arriba, montándome. Estábamos frente a frente, lo que me dio pie para apretarte las tetas, y morderte los pezones. Te movías rápido por un momento y luego bajabas la velocidad. Como que no quisieras que terminara de inmediato, pero era difícil, yo también estaba súper excitado. Nos dimos vuelta y quedamos en posición tradicional, el famoso misionero. Así me fue más fácil tomar el control de la velocidad. Luego te tomé por los tobillos, los levanté y los puse sobre mis hombros, esto permitió que subieras el gancho, y que tu culo quedara apuntando hacia arriba. Te la saqué ante tu sorpresa y sin más ni más te la metí en el culo. Sólo diste un gemido fuerte y te mordiste los labios, como para no gritar. Estuve cogiéndote por el culo un buen rato y te dije -“Ya casi termino, no te preocupes” – Y me respondiste – “Seguí hasta donde querrás que yo aguanto, métela más, que se reviente el culo si querés”,

Eso me dio ganas de seguir un poco más; pero fue imposible, no aguanté mucho tiempo y exploté, dentro de tu culo. –“Ah!” grité mientras sacaba mi polla de tu culo. Restos se semen todavía caían de la cabeza de mi polla. Te levantaste y lamiste los restos que estaban sobre ella, luego la metiste a tu boca y chupaste durante un rato mientras se me bajaba la erección.

Nos quedamos sentados en el suelo, sin hablar, desnudos, agarrados de la mano mirándonos a los ojos como preguntan lo que ya ambos sabíamos ¿Cómo estuvo? Maravilloso. Lo mejor que he tenido en mucho tiempo.

CAPITULO 2

Pasaron varios días luego del acontecimiento no habíamos repetido nuestra aventura, ni siquiera habíamos hablado de ella.

Ese día en la universidad yo había llegado algo tarde, tuve que quedarme en el trabajo porque a mi jefe se le ocurrió, como siempre a ultima hora, hacer unos trabajos para su superior y por supuesto nosotros teníamos que apoyarlo en todo lo que necesitara.

Llegué a la cafetería de la universidad y estaba desierta, sólo dos mesas estaban ocupadas. En una unos chicos de primer año conversando sobre mujeres y en la otra estaba María sentada con su hermana Magdalena. Había pasado ya casi una semana de nuestro encuentro el cual todavía me provocaba masturbaciones nocturnas constantes. Siempre que nos mirábamos nos sonreíamos cómplices de lo que para nosotros fue maravilloso.

Saludé a María con un beso en la mejilla y por educación hice igual con su hermana. Por cierto, Magdalena es un tanto más guapa que María, un poco más delgada, sobre todo después que María parió (y a pesar que Magdalena ya había parido hace un año, recuperó su figura e incluso algunos amigos decían que estaba mucho más rica que antes).

Me senté con ellas a conversar el por qué no habían entrado a la primera hora de clases y me dijeron que Magdalena había peleado con su marido y no tenía ánimos para hacer nada.

En ese momento recordé que mi hermano me había prestado su auto, un tanto viejo, pero vaya que funcionaba muy bien. Entonces les propuse escaparnos de clases e ir a tomar unas cervezas y a bailar. A lo que María agregó que ya lo deseaba desde hace rato, pero que no tenía con quién hacerlo.

Entonces quedó decidido, nos fuimos a un bar que quedaba algo cerca. Estuvimos tomando cervezas un rato y conversando mientras nos animábamos lo suficiente para dejar a una de ellas sentada mientras yo bailaba con la otra. Entonces María se levantó y me dijo bailemos. Fui con ella hasta la pista y ya con mis cervezas arriba empecé a bailar pegado con ella, aunque la música era muy movida. A lo que ella respondió con un suave masaje a mis nalgas. La situación era propicia, ambos recordábamos lo bien que la habíamos pasado en el suelo del edificio de la universidad. Así que queríamos más. En eso se acerca Magdalena por detrás de mí y me abraza por la cintura. Estaba ebria, pero nosotros también. Me volteé para besarla y tocarla, tenía unas nalgas bien suaves y unas tetas enormes.

Las tomé de la mano y salimos del bar. Nos dirigimos a un motel, a un lugar muy conocido pero al cual no las habían llevado nunca. Al llegar ahí, renté una habitación por toda la noche, yo sabía que valía la pena, no sólo por las condiciones físicas del local, también por lo que estaba a punto de ocurrir.

Entramos a la habitación y empezamos a besarnos, primero con María y luego con Magdalena, yo quería que se besaran entre ellas pero no accedieron (en ese momento al menos) Magdalena pidió que nos ducháramos y todos nos desvestimos y entramos juntos a la ducha. Recordaba aquellas tetas negras y deliciosas de la María, hasta se me hacía agua la boca de sólo verlas ahí, frente a mí. Magdalena las tenía un poco más claras que el resto de su piel, pero eran más grandes que las de su hermana y al tener frente a mi cuatro tetas hermosísimas, y dos peludos coños ya estaba tan duro como una roca. María recordaba lo bien que había manejado mi herramienta y empezó a tocarla y sobarla muy suavemente, Magdalena por su parte, besaba y acariciaba mis mojadas nalgas, no me di cuenta a qué horas se arrodilló detrás de mí. Luego, cambiaron posiciones y Magdalena paso frente a mí, agarró mi polla con una mano y se la llevó a la boca, empezó a mamarla como desesperada, succionaba, pasaba su lengua, lamía mis huevos y se los llevaba a la boca, mientras María me besaba la espalda. Aproveché ese momento para guiñarla al frente y mamarle las tetas. No tenían el sabor que recordaba, pero supongo que fue la leche materna que le escurría en esa ocasión pero aún así estaban deliciosas. Nos secamos un poco, y nos acercamos a la cama. Tomé a María y le dije que se parara sobre la cama, luego tomé de la mano a Magdalena y ésta me siguió; me posé boca arriba sobre la cama debajo de María, quien abrió las piernas y se agachó sobre mí, poniendo su gran coño en mi boca. Mientras Magdalena no perdía tiempo y ya mamaba mi polla.

Luego de un rato de tragar los jugos de María, decidí probar los de su hermana así que cambiaron de posición y Magdalena quedó sobre mi cara pero con sus tetas frente a mí y al alcance de mis manos. Empezó a restregar su peludo coño sobre mi boca y nariz, por un momento pensé que no iba a poder respirar, pero recordé mis clases de natación y logré mantenerme “a flote”. Enormes cantidades de jugo salían de su coño, mientras yo apretaba tan duro como podía sus tetas, guiñando sus pezones de vez en cuando, en ese momento ella se apoyó en la pared con un movimiento fuerte sobre mi cara, entendí que ya se estaba orgasmando, así que bajé una mano de sus tetas y empecé a meterle dos dedos en su coño, a como pude fui respirando pues no dejaba de moverse sobre mi cara restregándolo en ella que estaba empapada de sus flujos vaginales, ella gimiendo y gimiendo cada vez más fuerte.

Decidí que era hora de romper un poco de culito, así que la empujé a un lado y le dije a María que me dejara bien ensalivada la polla; así lo hizo y tomé a su hermana por las caderas, la puse de rodillas en la orilla de la cama y apoyada sobre sus codos, con el culo para arriba; le metí el dedo medio, se movió un poco, metí también el índice y logré un pequeño gemido. Luego, tomé mi polla que estaba totalmente parada y la puse en la orilla de su culo, y de un solo envión de caderas, la enculé. Se pudo oír el grito por toda la habitación y estoy seguro que también en las habitaciones contiguas.

María que estaba aparte, busco en las gavetas y con suerte, encontró una verga de hule, la que enjuago en el lavamanos del baño y luego se puso a jugar un poco con ella, mientras me tiraba a su hermanita por el culo. Qué gusto sentí al poder estar perforando ese agujero negro tan socadito. Sentí cómo todavía estaba húmeda, entonces me puse a jugar un poco con su clítoris. Esto me llevó a excitarme aún más, y exploté con la polla en su culo. Inmediatamente la saqué y llamé a María que presta me lamió los restos que goteaban de mi polla y luego le lamió la raja del culo a su hermana.

Luego mientras descansaba un poco, comencé a mamar el mico de María, estaba muy mojada después de ver cómo me cogía a su hermana. Tomé la polla de hule y la pasé a Magdalena, que todavía se recuperaba de la enculada, y lo tomó y chupó por un rato, luego se lo metió en el mico.

Al ver esto, mi miembro volvió a levantarse, así que me coloqué en posición 69 con María y la obligué a abrir la boca mientras hacía enviones hacia abajo con las caderas, justo como si la estuviera fornicando por la boca. Pareció gustarle pues empezó a gemir y a chorrear más y más. Tanto que su culo quedó empapado. Luego asumí la posición normal y le envainé mi herramienta que entro tan fácil como cuchillo en mantequilla. Fue una noche maravillosa, como nunca había esperado. Coger a dos hermanas a la vez. Aún así, la cogí por el culo y a Magdalena por el mico una vez más. No supe cuánto tiempo había pasado, pero logré recuperarme y cogerlas una vez más, estaba tan duro que ni yo podía creerlo. Tomé entonces la verga de hule y puse a María de espaldas con las piernas levantadas sobre su cabeza, la enculé con la verga de hule y le coloqué las piernas sobre mis hombros y la ensarté con mi polla hasta adentro. Magdalena no lo podía creer. María sólo gemía y gemía. Gritó por fin “Ah” fue cuando supe que había logrado orgasmarla una vez más.

No pude creer lo que había pasado, coger a dos mujeres a la vez, y hermanas. Para mí la noche había acabado, por más que María mamó ya no pudo levantarlo más, una débil erección asomaba pero no era suficiente para satisfacer a ambas.

Dije que era tiempo que se divirtieran un rato sin mí. A lo cual empezaron a acariciarse suavemente, como estudiándose, empezaron a besarse, cambiaron lenguas un rato mientras se tocaban cada una su coño. Les dije que se acostaran, lo hicieron y al parecer leyeron mis pensamientos, pues se colocaron en posición de 69. Empezaron a lamerse los micos y a meterse dedos en vaginas y culos, hasta lograron empaparse las caras de flujos, y yo al ver esta escena me templé completamente. Magdalena estaba sobre María, así que fue ella quien recibió en su boca mi polla, ya roja de tanto moler, mientras su hermana le chupaba el coño y le metía los dedos en el coño y el culo. La tomé por los lados de la cabeza con fuerza y la inmovilicé, luego comencé a follarla por la boca. Con las imágenes de su culo siendo penetrado por los dedos de María, más la rudeza con que la obligaba a mamarme mi polla, me chorreé dentro de su boca, con la polla metida hasta adentro de su garganta no pudo hacer más que tragar la leche que todavía salía por la cabeza de mi polla.

Luego de eso me tumbé boca arriba en la cama, no supe qué paso luego, pero creo que ellas se siguieron divirtiendo sin mí por un rato más. Desperté en la mañana junto a ellas, todos desnudos, me levanté y tomé una ducha, mientras lo hacía ellas despertaron con el ruido del agua ya que dejé abierta la puerta, así podrían observarme mientras me enjabonaba. Las dos se levantaron de la cama y se metieron conmigo a la ducha. Las ayudé a enjabonarse y enjuagarse. Nos metimos un rato más a la cama, besándonos y acariciándonos mientras daba la hora de salir del motel. Entonces coloqué a Magdalena en posición de perrito, y le metí dos dedos por el culo. Como entraron fácilmente probé con el tercero y el cuarto María no podía creer que su hermana tuviera un culo tan flexible, así que se sorprendió y dijo “por qué no pruebas con toda la mano”. Fielmente obedecí y cerré el puño dentro de su dilatado culo. Estaba nuevamente empalmado así que María se acercó por detrás de mí y me hizo una paja. Mientras sólo se oían los gritos de Magdalena pidiendo que parara lo cual hacía que me excitara mucho más y sentía como mi verga vibraba en las manos de María. Ésta mamó mi verga hasta que salió leche la cual ella tragó toda, sin dejar nada a su hermana.

Luego nos vestimos y las dejé cada una en su casa. No hablamos durante el camino de regreso pero quería decirles que había sido la experiencia más gratificante que había tenido, quería darles las gracias por alojar mi polla en sus micos y culos. Pero no lo dije. Supongo que ellas estaban agradecidas por la noche de fantasía que vivimos, al menos eso espero; no lo repetimos los tres juntos, aunque en el fondo sabía que lo deseaban al igual que yo, porque sus sonrisas cómplices eran el reflejo de una noche de lujuria y desenfreno como nunca habían vivido. Capitulo 3

El otro día (el lunes) en la universidad, me encontré con Magdalena en las escaleras del nuevo edificio y comenzamos a platicar. Decidimos a repetir algo de lo que ya ambos habíamos probado. Subimos hasta el tercer piso, donde sucedió la primera vez con María, yo recordaba bien ese pasillo, ese momento. Recordaba también lo bien que la pasé con Magdalena en el cuarto del motel junto con su hermana.

Ella vestía de negro; una camisa de tirantes pegada al cuerpo y un pantalón algo flojo y largo. Le quedaba muy elegante, sobre todo con lo delgada que está. Comencé a besarla en el cuello y hombros, luego en la boca. Entrelazábamos nuestras lenguas a un ritmo que aumentaba. Estaba ya súper excitado.

Levanté su blusa, hasta arriba, sin quitarla totalmente, cubriéndole la cara y de forma que sus brazos quedaran levantados. Luego le quité el brassiere y con él, le até ambas manos. Fue entonces que comencé a mamar sus hermosas tetas; cómo recordaba esas tetas, ya las deseaba morder y saborear de nuevo. Bajé suavemente besando y acariciando cada parte desnuda de su cuerpo, lamiendo, chupando, mordiendo, hasta llegar al borde de su cintura. Desabroché su pantalón que se precipitó al suelo rápidamente dejando ver ese pequeño calzón negro con encajes, se miraba tan preciosa con el puesto. Se lo quité suavemente, rozando cada pierna con la yema de mis dedos, despacio, poco a poco, viendo cómo a cada roce de mis dedos su piel de erizaba y ella se estremecía toda de placer, placer que le brindaba el no poder predecir mis movimientos.

Luego, comencé a masturbarla con mis dedos. Aumentando el ritmo cada vez más, y con la mano libre alcanzando y apretando sus duros pezones. De vez en cuando pasaba la lengua por su raja y lamía sus jugos. Luego la coloqué de cara a la pared, la abrí de piernas y comencé a besar sus nalgas, no podía creerlo, ella me pedía que la penetrara, pero no, no podía dejar que se saliera con la suya tan pronto. Continué besando y mordisqueando sus nalgas, piernas y espalda; creo que no entendía que yo quería satisfacerla por completo. Continué besando su espalda mientras la masturbaba. Llegó el momento. Le introduje dos dedos en su raja y comencé a moverlos más rápidamente cada vez hasta que logré arrancarle un gigantesco orgasmo. Estaba de frente a la pared, gimiendo de placer, cuando en eso me alejé de ella, creo que no supo qué hacer y se asustó, preguntó si aún estaba allí, y le respondí que sí, que todavía no había terminado con ella. Así que la puse abierta de piernas, un poco más retirada de la pared, inclinada hacia el frente, me saqué mi polla y la penetré. Sentí cómo de nuevo se estremecía toda al sentir mi verga dentro suyo. Mordía sus hombros y apretujaba sus tetas, mis huevos pegaban contra sus nalgas una y otra vez, ambos estábamos muy excitados. Otra vez la sentí llegar al orgasmo así que decidí que era tiempo de disfrutar yo un poco más. Por eso, se la saqué, me arrodillé detrás suyo y lamí su culo, el mero esfínter, metiendo mi lengua hasta donde podía, moviéndola de un lado a otro, humedeciendo esa negra entrada para que no lastimarla tanto. Me puse de pie y la enculé. Fue rápido, de un solo envión, sólo se escuchó un gemido ronco que salía de su garganta, comencé a moverme lentamente aumentando el ritmo cada dos embestidas. Podía sentir cómo mi verga se sacudía a cada minuto, hasta que exploté dentro de sus entrañas. Pude ver cómo mi blanca leche escurría de su dilatado culo; tan grande y excitante fue el momento, que decidí lamer yo mismo sus piernas y raja, comiendo mi propio semen, cosa que nunca había hecho pero no me molestó pues no sabe a nada, o al menos no le sentí sabor a nada, fue como si tuviera lamiendo mi propio sudor.

Luego de un rato, la ayudé a vestirse, nos besamos por un rato más y hablamos de lo que había pasado, si le gustó, si le complacería repetir lo. Reímos un rato y nos fuimos.

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