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Dos mujeres soñadas

Dos mujeres soñadas

Como podréis comprender no puedo dar pistas de mi identidad.

Baste decir que soy del Teruel que sí existe. Tengo 27 años, alto, moreno y con cuerpo atlético ya que hago bastante deporte.

Tengo la polla muy gruesa y siempre estoy dispuesto a darle caña.

Tengo novia desde hace algunos años, aunque no follo demasiado para mi gusto, pues si bien yo soy muy caliente y morboso, ella, al revés que yo, es más fría y cuando le pido algo especial se niega diciéndome que no le gusta.

Lo que a mí me excita muchísimo son las mujeres un poco rellenitas.

Me parecen mucho más calientes.

Me encantan sus curvas, esas grandes tetas, sus culos y esas bocas de labios carnosos.

Mi historia se centra, precisamente, en este tipo de mujeres, y no es necesario comentar que los nombres que van a aparecer son ciertamente ficticios.

Por motivos de trabajo tengo que desplazarme, una vez a la semana, a Zaragoza.

Casi siempre llego por la mañana y regreso al final de la tarde.

Siempre es entre semana. Un día en el que estaba comiendo en un restaurante bastante céntrico, coincidí con una antigua compañera de clase y, al reconocernos, nos saludamos.

Con Eva, que así se llama ella, nunca había pasado nada, ni siquiera lo había intentado. Se me acercó y tras los dos besos de rigor se sentó conmigo.

Estuvimos charlando un buen rato, contándonos un montón de cosas y, en definitiva, poniéndonos al día.

Eva tiene 30 años, es alta y bastante rellenita, sin ser obesa. Por lo que pude observar, tenía unas tetas grandes y parecía no llevar sujetador, pues se le marcaban unos pezones considerables.

Como ya había acabado el trabajo, la invité a tomar algo en otro sitio.

Eva aceptó. Era muy temprano y no sabía si habría algún pub abierto, pero ella, conocedora de la ciudad donde vivía, me llevó a un bar tranquilo donde pudiésemos seguir con nuestra conversación.

Por estar algo alejado el lugar, me ofrecí a llevarla en mi coche, pero lo que yo no sabía es que ella conduce una gran moto y en ella decidimos ir. Me tocó ir detrás.

Nos pusimos los cascos y arrancó.

No estoy muy acostumbrado a ir en moto y no sabía dónde agarrarme.

De momento, le puse las manos en la cintura y, cuando Eva frenaba, mi cuerpo quedaba pegado al suyo.

Mi polla, con tanto roce contra su culazo, empezaba a despertar instintivamente.

Mis manos fueron de su cintura hasta un poco más adelante, a la altura de su barriga. Sentía sus tetas descansar sobre mis brazos y, con todo esto, me puse cachondo.

Como Eva no protestaba, me armé de valor y, de vez en cuando, mis manos se apoyaban sobre sus pechos, aunque siempre con mucho disimulo.

Alguna vez, Eva, miraba hacia atrás y me sonreía, como dando su aprobación.

O al menos eso creía yo. Aunque quería ser más directo en mis toqueteos, de momento no me atrevía demasiado.

El rato que duró el trayecto, fue exactamente igual.

Cuando bajamos de la moto y se quitó el casco, sentí que me miraba de una forma diferente.

Esto me dio ánimos y cuando entramos en el bar, le pedí que nos sentáramos en el rincón más oscuro.

Eva no dijo nada, sonrió y se sentó a mi lado.

Pedimos nuestras consumiciones y continuamos nuestra conversación.

Seguía pensando en lo que podría pasar si intentaba algo, pero tenía que ser yo quien diera el primer paso.

Y lo hice.

Mirando fijamente a sus ojos y apoyando mi mano en su muslo, le di un suave beso.

Al principio quitó la cara, pero luego abrió la boca y, con la mía, le busqué la lengua. Lo más importante ya estaba hecho.

La tenía donde yo quería.

Mientras nos besábamos, con mis manos, busqué sus tetas y las sobé a conciencia.

Las tenía muy grandes y, como ya imaginaba, con unos pezones gordos y salidos que pellizqué con suavidad.

Su mano me agarraba el paquete por encima del pantalón. Con tanto toqueteo no iba a tardar mucho en correrme, así que le dije:

Vamos a otro lado, si no, me voy a correr.

Eva sonrió y tras unos segundos, como de duda, me dijo:
Podemos ir a mi casa, ahora no hay nadie.

Estuve totalmente de acuerdo.

Eva, que es hija única, vivía en su casa sólo con su madre. A su madre no la había visto nunca y pensé que sería una mujer vieja.

Cuando llegamos y ya en el ascensor, volvimos a besarnos con mucha pasión.

Yo le volví a tocar sus gruesas tetas y ella intentaba sacarme la polla.

La tenía a tope, muy dura, así que le fue imposible.

Salimos del ascensor abrazados, sin importarnos si algún vecino nos veía.

Abrió la puerta de su casa y, directamente, pasamos a la habitación de su madre, que, según me dijo, tenía una cama más amplia.

¿Esta es tu madre?, pregunté al ver una foto.

Sí, es muy guapa, ¿verdad?, contestó ella.

La verdad es que no estaba nada mal. Parecía que tuviera unos 40 años.

Está mejor la hija, contesté yo.

Eva no perdía el tiempo. Se estaba desnudando y yo la imité.

Cuando se fue a quitar las braguitas, no la dejé, pues si hay algo que me excite de verdad, es ver a una mujer con la ropa interior puesta.

Nos tumbamos en la cama mientras le chupaba los pezones.

Ella, alargando la mano, me tocó la polla, meneándomela con lentitud.

¡Qué gorda es y qué tiesa la tienes!, me decía.

Ábrete de piernas, le contesté, que te voy a comer el chochito.

Me coloqué en posición, le aparté la braga, y allí metí mi lengua.

Le chupaba el clítoris e incluso le metí dos dedos en la cueva.

Eva no cesaba de agitarse. Me tenía agarrado por la cabeza hasta que, al cabo de un rato, me dijo:

¡Me corro… si… oooh…! ¡Qué gusto me das! Ahora ven, fóllame con esta pollaza que tienes, métemela, hazme correr otra vez …

Yo no podía aguantar más, cogí mi polla y, ahora sí, quitándole las braguitas, se la metí de un golpe hasta que los huevos chocaron contra su gordo culo.

Eva pegó un chillido, como de dolor, yo ya iba a pararme cuando ella, al notarlo, me dijo:

¡No! Por favor no pares ahora, que me estás dando un gusto tremendo. ¡Sigue así!.

Iba muy lento. La verdad es que aguanto bastante sin correrme.

Ella, de vez en cuando, gritaba que se corría y yo oía los chapoteos de mi polla en su coño. Pero entonces ocurrió algo que me asustó un poco, oí abrirse la puerta del piso.

¡Tu madre!, exclamé.

No seas tonto y sigue, que a ella no le importa con quien me acuesto, replicó.

No entendía muy bien aquello, pero me daba un morbo muy especial estar follando con la hija con la presencia, en la casa, de la madre.

No sé si fue por eso, pero no pude contenerme más tiempo y me corrí dentro de su coño. Nos quedamos unos instantes en la cama hasta que, al poco rato, ella se levantó y me dijo:

Me voy a dar una ducha, que ahora tengo que irme a dar unos cursillos.

Hice la intención de levantarme, pero Eva añadió:

Tranquilo, que no tienes ninguna prisa. Luego te duchas tú y, si quieres, quédate un rato y así conoces a mi madre. A ella no le importará.

Yo estaba algo confuso.

Eva me dio un beso y desapareció hacia la ducha. Lo bueno aún estaba por llegar.

Estuve un rato en la cama pensando en lo que me diría su madre por haberme tirado a su hija en su propio dormitorio. Luego me levanté para vestirme.

Cuando miré hacia la puerta, me quedé un poco cortado ya que la madre de Eva, Rosa, estaba observándome todavía completamente desnudo.

Ahora entiendo por qué gritaba y gemía tanto mi hija, me dijo. Tienes un buen aparato, chico. Anda, dúchate primero y luego pasa a la cocina y tomaremos un café.

Rosa tenía un cuerpo muy parecido al de su hija, pero lo que más me llamó la atención fue su gran estatura. Como comenté antes, soy bastante alto, pero Rosa me sobrepasaba en algunos centímetros.

Cuando fui a la ducha, dejé la puerta abierta a propósito. Mira que si también puedo tirarme a la madre, pensé.

Con estos pensamientos mi polla se puso morcillona y se me ocurrió salir del baño solamente con una toalla enrollada a la cintura. Llegué a la cocina y allí estaba Rosa, sentada, esperándome.

¿Y Rosa?, se me ocurrió preguntarle.

Ya se ha ido al cursillo, me contestó y, a continuación, añadió: ¿O es que quieres volver a follártela otra vez?

Con esta pregunta mi polla se puso súper dura, abultando la toalla. Rosa me miró descaradamente y me dijo:

¡Chaval, la tienes que te va a estallar!, y luego agregó: ¿No has tenido suficiente con lo que te ha hecho mi hija?

Me puse colorado, pero pude contestarle:

Es que esto, a lo mejor, no es por tu hija.

¡No me digas que estás así por mí!, me cortó. Igual te van también las maduras.

A mí me gustan todas, y más si tienen un cuerpo como el tuyo, pude decirle.

Rosa se me acercó y, agachándose, me cogió la polla con las manos, sacó la lengua y me repasó el capullo, dándome un gusto tremendo. Al poco rato de estar así, me dijo:

Tienes una polla bastante aceptable, vamos a mi cuarto y demuéstrame de lo que eres capaz.

La seguí y, de nuevo otra vez en su cama, la fui desnudando lentamente hasta que se quedó en ropa interior.

¡Cómo estaba de buena!. Tenía un cuerpo magnifico. Le puse la polla en la boca y se la di a chupar.

Mientras lo hacía, me entretuve en sobarle el coño por debajo de sus bragas, llegando a meterle hasta tres dedos.

Eres más zorra que tu hija y tienes un coño muy abierto, le decía. Seguro que aquí han entrado muchas pollas.

Ella seguía con su fenomenal mamada.

La cogí del pelo y me la fui follando por la boca hasta que no pude aguantar más y me corrí. Rosa se tragó hasta la última gota, relamiéndose.

Me quedé momentáneamente hecho polvo y me tumbé a su lado. Encendimos un cigarrillo y descansamos.

Mi polla estaba algo, bastante, arrugada, pero Rosa supo levantármela de nuevo. Me hizo algo que no me habían hecho nunca.

Me puso boca abajo, me abrió las piernas y metió su boca en mi culo. Sentir su lengua lamiéndome el ano me puso la polla otra vez a tope y, cuando creyó que ya estaba suficientemente dura, me dijo:

Anda, ven. Fóllame el coño que no aguanto más, me la tienes que meter hasta los huevos.

Le separé las piernas y entré hasta el fondo.

Rosa tenía el chocho un poco mas abierto que el de su hija, pero igual de mojado.

Fui moviéndome lentamente, pero que muy lentamente.

Entraba y salía despacio y ella, volviéndose loca, me decía:

¡Fóllame con fuerza, cabrón, que ya no aguanto más! ¡Hazme correr!

Yo, después de las corridas anteriores, parecía tener un aguante fuera de lo normal.

Rosa se corrió al menos dos veces, pero mi idea era darle también por el culo. Cuando se lo pedí, no se negó, al contrario, se le abrieron los ojos y me dijo:

¡Eres un golfo y sabes cómo dar gusto a una mujer como yo!

Se colocó en posición y ella misma se abrió los mofletes del culo, ofreciéndome un agujero bastante dilatado.

La empalé con fuerza. Su agujero me oprimía la polla y parecía que me la iba a cortar.

Rosa se metió varios dedos por el coño y, al poco rato, empezó a decir que se volvía a correr. No pude aguantar por más tiempo y me corrí en ese culo maravillosamente agradecido.

Nos quedamos agotados y sin poder continuar.

Se me estaba haciendo tarde para regresar a casa, así que al cabo de un rato, no muy largo, que las despedidas cuanto más breves mejor recuerdo dejan, le dije que tenía que irme, me despedí de ella con un fuerte beso.

Sigo yendo con regularidad a Zaragoza pero en ninguna de mis visitas he vuelto a coincidir con alguna de las dos y no las he vuelto a ver. Realmente es una pena tanto por una como por la otra o, soñemos, por las dos juntas.

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