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Mi madre me provocó II: Mi padre

Mi madre me provocó II: Mi padre

La relación con mi madre era cada vez mejor.

Practicábamos el sexo siempre que podíamos.

En cualquier momento que estábamos solos, me iba hacía ella y empezaba a sobarla.

Daba igual donde fuese, en la cocina, en el baño, en el comedor. Incluso una vez mi madre estaba cocinando y yo estaba detrás suyo metiéndole mi pene por su culo.

Solo pensábamos en follar y follar.

Practicábamos el kamasutra enterito, eso si, solo era los sábados por la mañana o cuando estábamos solos en casa.

Era genial. Nunca en mi vida he tenido una relación más abierta y excitante.

Como es de suponer no tardaron mucho en pillarnos.

Nuestra excitación era demasiado alta.

Un sábado cualquiera por la mañana, nos disponíamos a hacer el amor como era ya costumbre.

Mi padre se había ido a trabajar. Justo en el momento en el que mi padre cerró la puerta de casa y se fue, mi madre se dirigió a mi habitación. Abrió la puerta y allí me encontró.

Desnudo, sentado en la silla de mi escritorio.

Con mi pene tieso entre mis manos, esperándola.

Se quitó el camisón quedando desnuda ante mi. Se sentó sobre mi, en la misma posición en que me encontraba yo, dándome la espalda.

Le metí mi polla despacito por el culo, entrando rápidamente en él.

Entonces me fije que al meter mi pene salía semen de su ano.

– Que, papa te ha follado?- le pregunté.

– Si justo antes de irse hemos practicado un poco de sexo anal- me respondió.

Aquello era muy excitante.

Mi madre movía sus cadera encima mío y mi pene inspeccionaba cada rincón de su sucio ano.

Pero en ese instante ocurrió algo que cambió para siempre nuestra relación.

Se abrió la puerta del piso y entró mi padre. Se había dejado el teléfono móvil encima de la mesita de noche.

Como mi habitación da justo al pasillo, al otro lado donde hay la puerta de entrada, mi padre vió a mi madre desnuda sentada sobre mi, con mis manos agarrando y apretando sus pechos.

Se quedó un instante mirando, como paralizado.

Su cara empezó a enrojecer. Parecía muy enfadado. Entró en la habitación y agarró por el pelo a mi madre lanzándola al suelo. Empezó a gritarme, a insultarme y me dió un bofetón en el medio de la cara.

De repente se detuvo y se dirigió hacía mi madre, que aun estaba en el suelo.

La cogió y la tumbó sobre mi cama. Parecía si estuviera fuera de si. Estaba encolerizado. Solo soltaba tacos e insultos.

Le dijo de todo a mi madre. Se pasó casi unos cinco minutos chillando sin parar, destrozando todo lo que tenía cerca.

Pero mi madre, sorprendentemente, no parecía asustada. Fue algo increíble lo que hizo mi madre.

Tumbada como estaba en la cama, desnuda, empezó a acariciarse disimuladamente su peludísimo coño observando como mi enfurecido padre chillaba y lo rompía todo.

Siguió así hasta que su excitación era demasiado grande para disimular y empezó a masturbarse sin miedo y descaradamente.

Aquello me resulto bastante excitante así que me masturbaba yo también viendo como mi madre se destrozaba los pezones a pellizcos y su coño.

Mi padre se quedó atónito.

Se paró y se quedó de pie sin decir nada al menos durante un minuto. Parecía como si de golpe se hubiera calmado.

Nos dijo que era increíble, que tenía una familia de enfermos.

Pero también dijo que mi madre era una guarra que siempre le ponía cachondo.

Y aquí viene lo aun más increíble.

Se bajó los pantalones quedando su flácido pene a la vista de todos.

Entonces, su cara volvió a enrojecer y dió un guantazo a mi madre.

Empezó a insultarla otra vez, le llamó puta, guarra y no se cuantas cosas más.

Le apartó bruscamente las manos de su coño y le dijo que ahora iba a destrozarla y que yo lo presenciaría y que así sentiría la misma sensación de asco que él había sentido al pillarnos follando.

Mi madre dijo que parase pero él se encabritó.

Su pene estaba ya erecto.

En ese instante agarró los pechos de mi madre con fuerza, haciéndole daño, y le clavó su pene de golpe.

Mi madre empezó a gritar de placer y a la vez que sorprendentemente le pedía que la soltase, pero él la penetraba sin compasión arañándole a los vez los pechos.

Tuve la intención de separarlos pero extrañamente aquello me excitó aun más, no se si debido a los pollazos que le estaba metiendo mi padre o por los pechos de mi madre enrojecidos por los arañazos o porque aun estaba cachondo del polvo que estaba echando con ella antes de que él nos interrumpiera.

Bueno, en definitiva, que me agarré con las dos manos la polla y de nuevo empecé a pajearme frenéticamente observando aquel espectáculo.

Mi padre, al verme, se quedó muy extrañado, supongo que no se pensaba que aquello me excitaría. Su excitación era muy grande y no podía evitar seguir penetrando el peludo coño de mi madre.

Ella también vió que me masturbaba. Entonces, supongo que tampoco pudo evitar excitarse todavía más.

Se secó las lagrimas que le habían caído por los bruscos y dolorosos pollazos de mi padre y me dijo que me acercara.

Yo subí encima de la cama, me arrodillé y puse mi pene cerca de su boca.

Ella me lo cogió y empezó a mamarmelo.

Que gusto. Como la mamaba, su lengua recorría todo mi glande, sus manos subían y bajan la piel.

Y ver como mi padre seguía penetrándola, como su pene se metía entre esas dos piernas abiertas directamente en su coño me puso a cien.

Me corrí sacando un chorro inmenso de semen, llenando la boca de mi madre.

Entonces también se corrió mi padre, sacando la polla del coño de mi madre y soltando todo el semen encima de los pechos de ella.

La verdad es que mi padre no sabía que decir.

Mi madre tampoco y yo aun menos.

Así que él se subió los pantalones, cogió su maletín, el móvil y se marchó sin decir nada más.

Mi madre se levantó y se fue al W.C. Y yo me quedé tumbado en la cama, medio dormido, medio excitado.

Durante el día mi madre no me dirigió la palabra ni un instante.

Por la noche, cuando llegó mi padre, nos reunimos los tres y me lo contaron todo.

Se ve que mi madre ya le había contado a mi padre, hacía ya cierto tiempo, que practicaba el sexo conmigo, y que habían planeado todo aquello para ver como reaccionaba, que todo había sido teatro.

La verdad es que era todo bastante sorprendente y más aun cuando mi padre confesó que no le gustaba ni un pelo que otro hombre se follara a su mujer, pero que ella lo había convencido y que si todo era para dar placer a su hijo y su mujer que tanto quería, pues que no le importaba.

Además no tenía otro remedio que aceptarlo, pues sabía que aun que se hubiera opuesto, nosotros podíamos haber seguir follando siempre que hubiéramos estado solos.

Solo puso una condición, que por la noche mi madre solo fuera para él o que yo no podía tirármela si después quería follársela él, que como quisiese follársela y encontrase restos de semen mío o algo por el estilo se cabrearía mucho.

Desde entonces el sexo con mi madre fue más relajado, pues no estábamos tan nerviosos por si nos pillaban o no.

Incluso por las mañanas o de madrugada venía a despertarme y echábamos un polvo, y después ella volvía tranquilamente a su cama y mi padre no decía nada.

Llegó un punto en que ya me invitaban a sus fiestas sexuales.

A veces me despertaban y mi madre me invitaba a ir a su habitación, para pajearme mientras lo hacían, o para hacerlo los tres, eso a ella le gustaba mucho, o para hacerlo solo con ella, aunque la mayoría de veces, si era para eso, venía a mi habitación y así no molestábamos a mi padre.

Pues a él nunca llegó a gustarle que folláramos delante suyo.

Pero aquí no terminó nuestra historia familiar, porque mi hermana, que por entonces tenía solo 15 años, todavía no se había enterado de todo aquel asunto.

Pero pronto lo descubriría y entraría a formar parte de nuestras relaciones.

Continúa la serie << Mi madre me provocó I

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