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Intimando con el empleado de la inmobiliaria

Intimando con el empleado de la inmobiliaria

Tuve marido y afortunadamente me separé. Mi ex era un haragán que a fuerza de sexo y simpatía logró siempre que lo mantuviera.

Y yo fui una tonta, le di cuanto me pedía porque estaba enamorada y porque me bastaba una sonrisa suya para ser feliz. Lo que no significa que no me diera cuenta de que el estaba a mi lado por pura conveniencia.

Un día me enteré que me engañaba con una amiga y todo acabó.

Seguí ejerciendo mi profesión de médica, pero me juré a mi misma que no volvería a perder mi independencia.

Como gano bastante bien cuando reúno algunos pesos los invierto en bienes raíces.

Ello me hace sentir segura aunque no sea tan rentable.

Recientemente, al cabo de tres años de ahorro, logré reunir los dólares suficientes para comprarme un departamento de dos ambientes, destinado a alquiler.

Con ese propósito me dirigí a una inmobiliaria de la zona donde fui atendida por el propietario quien me instruyó acerca de las viviendas que tenía para vender y después le indicó a uno de sus empleados que me llevara a verlas.

El empleado, un joven de unos treinta años, era uno de esos que sonríen siempre para caer simpáticos.

Me dio la impresión que sus músculos están más desarrollados que su cerebro y si hubiese tenido que definirlo me habría limitado a decir que se trataba de un “hombre vulgar”.

Después de la experiencia con mi ex siempre le he temido a los hombres vulgares.

Mi anterior marido no era más que eso y me gustaba.

Tengo una peligrosa inclinación hacia los varones que practican intensamente deportes, no leen más que algún semanario deportivo o frívolo y sonríen como si estuvieran promocionando un dentífrico.

En el trayecto al primer departamento el muchacho me demostró que no me había equivocado en la apreciación previa.

Sus preguntas eran banales y cuando se enteró que ejercía la medicina dijo que a él le hubiera gustado ser médico y no le respondí.

Siguió haciendo preguntas tontas y yo muda hasta que me preguntó si me gustaba ir al cine y en forma tajante le dije que no tenía tiempo para perder el tiempo.

Debió entenderlo porque se quedó callado.

Cuando llegamos al nuevo departamento que íbamos a visitar apenamos entramos tropezó conmigo mientras se dirigía a levantar la persiana.

Si no me hubiera cruzado en mi vida con tantos inconscientes y audaces, habría creído que el choque fue accidental, pero… desde el primer momento me di cuenta que el muchacho iba a tratar de provocarme y, según mi reacción, tirarse o no un lance.

Hacía preguntas como para poder sonsacarme mi estado civil y cuando le dije que era separada mis palabras sirvieron para que el campo se hiciera orégano a pesar de lo cortante de mis respuestas.

A fin de que creyera que quería marcharme me dirigí al balcón y comencé a bajar la persiana.

Mi argucia no pudo haber sido más exitosa.

El aspirante a seductor se apresuró a acercarse a mi, puso sus manos sobre las mías y dijo que de eso se ocupaba él.

Yo no retiré las manos y él insistió diciendo que era parte de su trabajo.

Le dije que no era molestia y podíamos bajar la persiana entre los dos. Allí dejó de sonreír, puso cara de sorpresa y susurró : Empezábamos a entendernos. Por un momento imaginé que me había equivocado.

Con mi mejor vos de vampiresa le dije riéndome para mis adentros que no fuera a creer que yo era una cualquiera.

El se sonrió, me abrazó, apoyó sus labios en los míos y me atrajo hacia su cuerpo.

No necesité demasiado para descubrir que el muchachito estaba con su miembro erecto y por lo que sentía no era gran cosa.

Mientras sucedía esto yo me preguntaba adónde pensaría llevarme, porque en el departamento no había sillas ni camas. No había nada.

Pero ahí nomás se bajó el cierre de su pantalón y sacó su miembro a relucir y con la otra mano me desabrochó la blusa.

Le agarré suavemente la verga, como si se tratara de algo frágil y quebradizo mientras él me besaba el escote y con las manos por debajo de mi blusa trataba de desabrocharme el corpiño.

Se calmó un poquito y aproveché la tregua para sacarme yo la blusa y el corpiño.

Se quedó mirando mis tetas y exclamó que eran divinas, perfectas y muy firmes para mi edad.

Digan que estaba de buen humor porque esto último hubiera sido justo para que le descargara un par de cachetadas o dejarlo caliente para se que hiciera la paja en su casa.

Me hice la tonta y acoté que no debería ser bueno en matemáticas porque me estaba dando más años de los que en realidad tenía.

La siguió embarrando porque dijo que le gustaban la maduritas porque no hay que enseñarlas nada ya que se conocen todo, que nos sobra experiencia.

A decir verdad, era menos que inteligente, era un legítimo bruto, pero yo me había metido en el baile y ya era tarde para negarme a bailar.

El me arrinconó contra una pared, me había bajado la falda y la bombacha y se había bajado totalmente el pantalón y me estaba apoyando su pija en mi conchita.

Antes de metérmela se la lubricó con saliva y de allí en adelante viví una experiencia sorprendente.

El muchacho sabía cómo moverse, lanzaba estocadas cortas pero contundentes, retrocedía sin dejar que se le escapara y volvía a la carga a un ritmo que acabó por ponerme caliente como pocas veces.

Además, era de tiro largo. Estuvo entre quince y veinte minutos bombeando sin el menor asomo de fatiga ni intenciones de acabar.

Aunque chiquita, su verga comenzaba a gustarme.

De pronto me hizo girar ciento ochenta grados, me puso en “veintiuna” moderada y me la metió, sin inconvenientes (bien lubricada por la faena previa) en el culo.

Todo fue tan imprevisto que no pude retener un quejido de satisfacción.

Siguió cogiéndome delicada pero firmemente, brioso pero sin brutalidad y fue cuando yo razoné que para qué le hacía falta inteligencia si cogía tan lindo.

Al final no compré ese departamento ni ningún otro.

Voy todos los días a la inmobiliaria y el muchacho me llevar a ver otros y en todos mantenemos relaciones de pie.

Ha terminado por confesarme que prefiere hacerlo así, que la comodidad de la cama le resta excitación.

Me entusiasmé tanto con el muchacho que hasta he pensado proponerle que se venga a vivir conmigo.

No va a ser peor que mi ex marido. Lo tendría que mantener, cosa que no me molesta si sigue siendo educadito como hasta ahora.

Además me la sabe meter en todos los agujeritos y muy bien. Me tiene muy caliente este muchachito.

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